Una de las razones por las que podemos saberlo, se aclara en los siguientes dos párrafos del libro "La Biblia ¿palabra de Dios o palabra de hombre?" (Cap.2, párr.2,3):
Solo la Biblia sobrevivió
Más de 3.000*años atrás, cuando empezó a escribirse la Biblia, Israel era simplemente una nación pequeña entre muchas del Oriente Medio. Jehová era su Dios, mientras que las naciones circundantes tenían una confusa variedad de dioses y diosas. En aquel tiempo los israelitas no eran los únicos envueltos en la producción de literatura religiosa. Otras naciones también estaban escribiendo literatura que reflejaba sus creencias religiosas y valores nacionales. Por ejemplo, la leyenda acadia de Gilgamés, de Mesopotamia, y las epopeyas de Ras-Shamra, escritas en ugarítico (un idioma que se hablaba en lo que ahora es el norte de Siria), sin duda eran muy populares. Entre la vasta literatura de aquella época también había obras como Las amonestaciones de Ipu-wer y La profecía de Nefer-rohu, en egipcio, himnos a diferentes divinidades en sumerio y obras proféticas en acadio1.
Sin embargo, a todas aquellas obras del Oriente Medio les pasó lo mismo. Fueron olvidadas, y hasta los idiomas en que se escribieron dejaron de existir. Solo en años recientes se han enterado arqueólogos y filólogos de la existencia de aquellas obras y han descubierto cómo leerlas. Por otra parte, los primeros libros escritos de la Biblia hebrea han sobrevivido hasta nuestros tiempos y todavía se leen extensamente. En ocasiones ciertos eruditos han alegado que de algún modo los libros bíblicos hebreos se derivaron de aquella literatura de la antigüedad. Sin embargo, la supervivencia de la Biblia hebrea —en contraste con tanta de aquella literatura que pasó al olvido— la marca como significativamente diferente.
Solo la Biblia sobrevivió
Más de 3.000*años atrás, cuando empezó a escribirse la Biblia, Israel era simplemente una nación pequeña entre muchas del Oriente Medio. Jehová era su Dios, mientras que las naciones circundantes tenían una confusa variedad de dioses y diosas. En aquel tiempo los israelitas no eran los únicos envueltos en la producción de literatura religiosa. Otras naciones también estaban escribiendo literatura que reflejaba sus creencias religiosas y valores nacionales. Por ejemplo, la leyenda acadia de Gilgamés, de Mesopotamia, y las epopeyas de Ras-Shamra, escritas en ugarítico (un idioma que se hablaba en lo que ahora es el norte de Siria), sin duda eran muy populares. Entre la vasta literatura de aquella época también había obras como Las amonestaciones de Ipu-wer y La profecía de Nefer-rohu, en egipcio, himnos a diferentes divinidades en sumerio y obras proféticas en acadio1.
Sin embargo, a todas aquellas obras del Oriente Medio les pasó lo mismo. Fueron olvidadas, y hasta los idiomas en que se escribieron dejaron de existir. Solo en años recientes se han enterado arqueólogos y filólogos de la existencia de aquellas obras y han descubierto cómo leerlas. Por otra parte, los primeros libros escritos de la Biblia hebrea han sobrevivido hasta nuestros tiempos y todavía se leen extensamente. En ocasiones ciertos eruditos han alegado que de algún modo los libros bíblicos hebreos se derivaron de aquella literatura de la antigüedad. Sin embargo, la supervivencia de la Biblia hebrea —en contraste con tanta de aquella literatura que pasó al olvido— la marca como significativamente diferente.