La belleza

30 Marzo 2000
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La belleza.

Lo que nos parece bello es lo que nos acerca a la imagen de Dios. Lo que nos acerca a su Reino, a su Universo. Sus formas, sus colores, sus paisajes, su libertad y su alegría. Por eso no hay nada que tenga más belleza que lo que resuena en nuestra alma. Eso es lo que produce belleza. Ese es el secreto de todo arte. Que resuena dando explicación a lo más auténtico de nosotros, a algún aspecto de nuestra verdadera identidad.

El artista intenta expresar algo auténtico, algo verdadero, algo superior, algo que intenta decirse a sí mismo. Por eso crea. Por eso da forma con sus manos materia inerte de este mundo que pueda representar conceptos superiores, realidades más allá de la realidad. Su obra es de él y para él, aunque conscientemente asegure que quiere transmitir eso u otra cosa a los demás. El artista quiere transmitirse algo a sí mismo y desde el componente más elevado de su personalidad se transmite información al consciente. El consciente no lo sabe interpretar en su último sentido, en su verdadero significado, por lo que inicia una obra para plasmar esa idea, esa belleza que sale de su interior. Para capturarla.

Toda obra de arte es un deseo de pertenecerse más a sí mismo del artista. Es un intento de conocerse mejor y así conocer a Dios, aunque esto no sea evidente ni quede bien expresado.

Al observador le pasa igual. Lo que le parece hermoso es lo que le acerca a la idea de sí mismo. De una realidad inmanifestada pero que, inconscientemente, le llama, le atrae. La belleza de una cara transmite la belleza de tu propia alma. La belleza de una melodía sitúa a su alma ante determinado sentimiento que la hace vibrar. La belleza de unos colores le evocan imperceptiblemente unos colores que ha olvidado, que ya no recuerda. Le evoca su propio ser, su nacimiento, su procedencia.

La inspiración es un acercamiento pasajero de su yo con su sí mismo. El sí mismo quiere darse a conocer, quiere que todo el ser llegue a ser él mismo, por eso encandila al yo consciente y le susurra pensamientos, ideas, sueños, visiones sublimes. En ello no interviene la razón, ni la lógica ni ninguna facultad racional. Es una comunicación, imperfecta aún, entre él y Dios, entre él y su "prójimo", entre él y su verdadera identidad.

[]Cedesin>