LA BARRERA DEL SONIDO

Antorm

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1 Noviembre 2000
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LA BARRERA DEL SONIDO

Cuando se quiso aumentar la velocidad de los aviones se encontró dificultad al querer superar la Barrera del Sonido. Al aumentar la velocidad se encontró resistencia por el aire que se “agolpaba” frente a la proa, y al querer vencer esa resistencia los aviones se sacudían, bailaban, crujían, y se hacían pedazos. Unos pilotos murieron en el intento; otros salvaron su vida saltando en asientos autopropulsados y con paracaídas, y otros al ver el peligro desistían y volvían a su base.
Buscaron materiales más resistentes e hicieron nuevos diseños, hasta que pudo superarse la barrera. Los primeros en superarla contaron que una vez pasada esa barrera todo era quietud y silencio; que los aparatos volaban con libertad y suavidad antes no conocidas en vuelos aéreos. Ese silencio era (es) porque que el avión era más veloz que el sonido y dejaba atrás el ruido de los motores y de la fricción del aire.
Se puede aplicar esto al terreno espiritual. Hay sacudidas y “bailoteo” en el mundo porque el hombre no puede superar la barrera, pero de las tinieblas, de la ignorancia espiritual. Definitivamente lo espiritual es incomprensible e inalcanzable para la mente humana. ‘He’ ahí la dificultad, la barrera espiritual que el hombre por si solo nunca podrá superar; he ahí el porqué tanta confusión y tantas religiones en el mundo.
No entendía el que esto escribe cómo era posible que hombres con grandes conocimientos humanos estuvieran envueltos en idolatría; hasta que un día me fijé bien en Romanos 1:22 y 23 donde Dios dice: “Profesando ser sabios, se hicieron necios. Y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.”
Asombra saber que algunos discutiendo en asuntos espirituales dicen: “Eso de que el Verbo es el autor de toda la creación es absurdo, ¿como va a hacer una sola persona toda la creación?” Quienes así hablan tienen la mente ‘humanizada’, materializada; llena de solo pensamiento humano. Hablan de religión y aceptan temas religiosos pero solo aceptan algo “racional”, “lógico”, algo que la mente humana pueda aceptar. No aceptan que Dios pueda hacer cosas que para él son fáciles y sencillas, como el abrir el Mar Rojo; menos aun aceptan que la salvación sea solo por tener fe en Jesús.
Hay una expresión mexicana que dice “No le ha caído el veinte”. Parece que esa expresión se originó con motivo de las máquinas tragamonedas. Cuando una máquina no entregaba el refresco, el café, o la melodía pedida, se decía: “No ha caído el veinte”, es decir que la moneda de veinte centavos no había terminado su viaje. Cuando alguien no comprende lo que se le dice se aplica el No le ha caído el veinte. Hay personas que no solo no pueden pasar la barrera de las tinieblas espirituales, sino que no quieren. En la actualidad muchas gentes dicen que nadie puede saber si ya está salvado.
Algunos de los que están en tinieblas tienen ‘algo’ de razón cuando dicen: “¿A quién le creemos?, hay tantas religiones, y en todas dicen tener la verdad. ¿A quiénes les creemos? Tienen razón en decir eso porque no han superado la barrera de las tinieblas. Muchas de las cosas de Dios son difíciles de entender para los que ya superaron(amos) la barrera de la incredulidad, pero para los que no han creído son imposibles. Cuando a Pedro le cayó el veinte (de parte de Dios) dijo: “Tu eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente.”
El Señor Jesús le dijo a Nicodemo que era necesario nacer de nuevo, y que sin ese nuevo nacimiento No pueden ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo a Jesús: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? La segunda respuesta de Jesús fue más extensa: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Es decir, no puede entrar en el conocimiento de las cosas del reino de Dios. ¿Podemos decir nuevamente: He ahí el porqué?
Grande dificultad tiene la gente que cree (así les han hecho creer la religión que todos sabemos) que solo mediante grandes estudios y conocimientos humanos se puede entender la Biblia y conocer las cosas espirituales. Ignoran la sencillez del evangelio, y por no leer la Biblia teniendo el propósito de entender, no pueden ver la luz. Nicodemo obró con sabiduría sencilla cuando preguntó: ¿Cómo puede hacerse esto? No se trata de criticar sino de hacer notar la necesidad de interesarse y preguntar como Nicodemo. Qué bueno sería que todos los participantes del foro que desconfían de lo que Dios dice leyeran varias veces y con lentitud los evangelios, principalmente el de Juan o de San Juan, que es donde el Señor se revela como Dios. Qué bueno que buscaran con interés, hasta que lograran pasar la barrera, hasta que les cayera el veinte, hasta que la Palabra de Dios resplandeciera en sus corazones. Si llega a sucederles, es seguro que dirán como Job: “yo hablaba lo que no entendía; Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñaras. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job 42:1-6)
Esta reflexión lleva el propósito de hacer saber a los que no han nacido de nuevo de esa necesidad de renacer; necesidad que solamente Jesús puede suplir. Nunca llegarán a superar la barrera de las tinieblas con razonamientos y ciencia humana.
Cuando se tiene juventud, fuerza, y vigor, es como cuando los toros de lidia salen al ruedo; salen bufando, acorneando el aire y buscando con quien pelear; pero cuando ya han pasado el tercio de banderillas y el de la pica, y cuando sienten la espada dentro, las cosas cambian; decae entonces su bravura, y buscan el refugio de las tablas. Así es con mucha gente. Tienen salud, juventud, fuerza, vigor, conocimientos humanos y dinero, y discuten y niegan a Dios. No es lo mismo estar en las condiciones descritas que cuando se padece enfermedad; no es igual a cuando hay dolor, cuando se pierde un ser querido, o cuando se pierde un miembro del cuerpo. Conviene reflexionar en “Acuérdate de tu creador, en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos”, como dice Salomón en Eclesiastés capítulo 12. Cuando se es joven, se desconoce a Dios y no se quiere conocer, pero, ¿para qué esperar a que vengan los días malos? Quisiera que Staurus y varios otros del forocristiano atendieran a esto. ¿A qué esperar que vengan el sufrimiento y la desesperanza?
Conocí a un médico a quien la exigencia de su madre de que debía ser médico, lo amargó. Me contó que cuando terminó la carrera fue con su madre y le llevó el título, y le dijo: Querías a la fuerza un médico; aquí está el titulo, pero no tienes más a tu hijo. Entiendo nunca volvió con su madre. A ese hombre la exigencia de su madre le amargó tanto que después del fracaso de su primer matrimonio, al nacerle hijos en su segundo matrimonio con una mujer bastante más joven que él, no los quería. Cuando entraban a su consultorio le gritaba a la esposa: Llévate estos mocosos de aquí. Pero cuando enfermó un hijo, y después de hacer todo lo posible por no perderlo murió, ese médico le decía a quien esto escribe: Ayy, no sabía lo que era perder a un hijo; no sabía lo que se quieren los hijos hasta que ese niño murió. Nunca se pudo recuperar de eso; murió dado a la bebida.
Pregunta: ¿Para qué esperar a que venga el dolor? Hoy es el día aceptable, hoy es el día de salvación. Dice Dios.
En realidad esta reflexión no se presta mucho para debatir, más bien parece un consejo. Espero no se moleste la Administración del Web Master. Antorm.