»Respecto a la autoridad de la Palabra, es del mayor interés ver que, en la consagración de los sacerdotes, así como en toda la gama de los sacrificios, somos traídos de inmediato bajo la autoridad de la Palabra de Dios. "Y dijo Moisés a la congregación: Esto es lo que Jehová ha mandado hacer" (Lv. 8:5). Y de nuevo, "Moisés dijo: Esto es lo que mandó Jehová; hacedlo, y la gloria de Jehová se os aparecerá" (Lv. 9:6). Que estas palabras penetren en vuestros oídos. Que sean ponderadas con cuidado y oración. Son palabras sin precio. "Esto es lo que mandó Jehová." No dice: "Esto es lo conveniente, razonable o apropiado". Tampoco dice: "Esto es lo que ha sido dispuesto por la voz de los padres, el decreto de los ancianos o la opinión de los doctores". Moisés no sabía nada de estas fuentes de autoridad. Para él había una santa, exaltada y suprema fuente de autoridad, y era la Palabra de Jehová, y él quería llevar a cada miembro de la congregación a un contacto directo con aquella fuente bendita. Esto daba certidumbre al corazón y estabilidad a todos los pensamientos. No quedaba lugar para la tradición, con su incierto sonido, ni para el hombre con sus dudosas controversias. Todo estaba claro, era concluyente y lleno de autoridad. Jehová había hablado; y todo lo que era necesario era oír lo que Él había dicho y obedecerlo. Ni la tradición ni la conveniencia tienen lugar alguno en el corazón de aquel que ha aprendido a apreciar, a reverenciar, y a obedecer la Palabra de Dios.
»¿Y cuál iba a ser el resultado de esta estricta adhesión a la Palabra de Dios? Ciertamente que un resultado verdaderamente bendito. "La gloria de Jehová se os aparecerá". Si la Palabra hubiera sido desechada, la gloria no habría aparecido. Las dos cosas estaban íntimamente relacionadas. La más ligera desviación del "Así ha dicho Jehová" habría impedido que los rayos de la divina gloria se apareciesen a la congregación de Israel. Si se hubiera dado la introducción de un solo rito o ceremonia no mandados por la Palabra, o si se hubiera dado la omisión de cualquier cosa que la Palabra mandase, Jehová no hubiera manifestado Su gloria. Él no podía sancionar, con la gloria de Su presencia, el descuido ni el rechazo de Su Palabra. Él puede sobrellevar la ignorancia y la flaqueza, pero no puede dar aprobación al descuido ni a la desobediencia.
»¡Oh, que esto se considerase más solemnemente en este tiempo de tradición y de conveniencia. Yo querría, con el afecto más fervoroso, y con el profundo sentimiento de responsabilidad personal ante mi lector, exhortarle a que diese diligente atención a la importancia de una estrecha —casi he dicho que severa— adhesión y reverente sujeción a la Palabra de Dios. Que todo lo juzgue por esta regla, y rechace todo lo que no llegue a su altura; que pese todo en esta balanza y que eche a un lado todo lo que no llegue a todo su peso; que todo lo mida por esta regla y rechace toda desviación. Si tan sólo pudiera ser el medio de despertar a un alma al sentido justo del lugar que le pertenece a la Palabra de Dios, sentiría que no he escrito mi libro por nada o en vano.
»Lector, deténte, y hazte, en la presencia del Escudriñador de los corazones esta llana y aguzada pregunta: "¿Estoy autorizando con mi presencia, o adoptando con mi práctica, ningún apartamiento, o descuido, de la Palabra de Dios?" Haz de esto una cuestión personal y solemne delante de Dios. Cerciórate de esto: es de la mayor importancia. Si descubres que has estado en absoluto conectado o involucrado en algo que no lleva el sello claro de la aprobación divina, recházalo en el acto y para siempre. Sí, recházalo, aunque vaya revestido de los imponentes ropajes de la antigüedad, aunque esté acreditado por la voz de la tradición, y aunque presente el más poderoso argumento de la conveniencia. Si no puedes decir, con referencia a todo aquello con que estás relacionado: "Esto es lo que el Señor ha mandado", entonces échalo de ti sin vacilaciones, apártate de ello para siempre. Recuerda estas palabras: "De la manera que hoy se ha hecho, mandó hacer Jehová". Sí, recuerda "de la manera" que "mandó hacer" el Señor; cuídate de relacionar esto con tus caminos y asociaciones, y que nunca se separe de ellos.»
7. Notas sobre Levítico, por C. H. Mackintosh, pág. 148 (edición en inglés).
http://www.sedin.org/propesp/herm07.html
»¿Y cuál iba a ser el resultado de esta estricta adhesión a la Palabra de Dios? Ciertamente que un resultado verdaderamente bendito. "La gloria de Jehová se os aparecerá". Si la Palabra hubiera sido desechada, la gloria no habría aparecido. Las dos cosas estaban íntimamente relacionadas. La más ligera desviación del "Así ha dicho Jehová" habría impedido que los rayos de la divina gloria se apareciesen a la congregación de Israel. Si se hubiera dado la introducción de un solo rito o ceremonia no mandados por la Palabra, o si se hubiera dado la omisión de cualquier cosa que la Palabra mandase, Jehová no hubiera manifestado Su gloria. Él no podía sancionar, con la gloria de Su presencia, el descuido ni el rechazo de Su Palabra. Él puede sobrellevar la ignorancia y la flaqueza, pero no puede dar aprobación al descuido ni a la desobediencia.
»¡Oh, que esto se considerase más solemnemente en este tiempo de tradición y de conveniencia. Yo querría, con el afecto más fervoroso, y con el profundo sentimiento de responsabilidad personal ante mi lector, exhortarle a que diese diligente atención a la importancia de una estrecha —casi he dicho que severa— adhesión y reverente sujeción a la Palabra de Dios. Que todo lo juzgue por esta regla, y rechace todo lo que no llegue a su altura; que pese todo en esta balanza y que eche a un lado todo lo que no llegue a todo su peso; que todo lo mida por esta regla y rechace toda desviación. Si tan sólo pudiera ser el medio de despertar a un alma al sentido justo del lugar que le pertenece a la Palabra de Dios, sentiría que no he escrito mi libro por nada o en vano.
»Lector, deténte, y hazte, en la presencia del Escudriñador de los corazones esta llana y aguzada pregunta: "¿Estoy autorizando con mi presencia, o adoptando con mi práctica, ningún apartamiento, o descuido, de la Palabra de Dios?" Haz de esto una cuestión personal y solemne delante de Dios. Cerciórate de esto: es de la mayor importancia. Si descubres que has estado en absoluto conectado o involucrado en algo que no lleva el sello claro de la aprobación divina, recházalo en el acto y para siempre. Sí, recházalo, aunque vaya revestido de los imponentes ropajes de la antigüedad, aunque esté acreditado por la voz de la tradición, y aunque presente el más poderoso argumento de la conveniencia. Si no puedes decir, con referencia a todo aquello con que estás relacionado: "Esto es lo que el Señor ha mandado", entonces échalo de ti sin vacilaciones, apártate de ello para siempre. Recuerda estas palabras: "De la manera que hoy se ha hecho, mandó hacer Jehová". Sí, recuerda "de la manera" que "mandó hacer" el Señor; cuídate de relacionar esto con tus caminos y asociaciones, y que nunca se separe de ellos.»
7. Notas sobre Levítico, por C. H. Mackintosh, pág. 148 (edición en inglés).
http://www.sedin.org/propesp/herm07.html