La actitud de los cristianos/as ante la desigualdad

ricardo perales

Lo importante es la salvación de las almas.
23 Abril 2020
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La actitud de los cristianos/as ante la desigualdad​



Demetrio Velasco





Éxodo 131
– Autor: Demetrio Velasco –
  1. La fragilidad del logro irrenunciable de la igualdad
Si no fuera porque las ciencias sociales nos han enseñado que ante las cuestiones que parecen ser obvias, porque parecen ser de sentido común, conviene estar alerta, pensaríamos que es superfluo dedicar un artículo a la reflexión sobre la actitud de los cristianos ante la desigualdad. Parecería que la respuesta a la cuestión es sencilla y concisa: los cristianos/as, tanto por su condición de ciudadanos de sociedades democráticas, como, sobre todo, por su condición de creyentes en el Dios de Jesús y en su proyecto de humanidad, no pueden sino ser adversarios decididos de la desigualdad. Pero ni la realidad es tan obvia, ni el sentido común guía siempre la conducta del ser humano, aunque éste se autodenomine cristiano. Es un hecho indiscutible que los cristianos son responsables directos o, al menos, cómplices más o menos conscientes, de que la desigualdad siga siendo en nuestros días una de las lacras más graves que impiden que tanto el proyecto democrático como el plan divino, de que todos los seres humanos sean libres e iguales, se cumplan en la realidad.
En estas breves páginas pretendo explicar las razones de esta situación. Para ello, partiré de una doble constatación que espero permita situar la cuestión con la necesaria perspectiva. En primer lugar, considero que hay un consenso generalizado en que el principio revolucionario de la igualdad de todos los seres humanos es uno de los logros más importantes que la humanidad ha hecho en los últimos siglos, de la mano de las revoluciones liberales, primero, y de los movimientos socialistas e igualitaristas, después. Un logro que debe considerarse irrenunciable, si queremos seguir hablando de sociedades humanas dignas de tal calificación. Quizá sea esta la razón por la que hay que, a pesar de la evidencia empírica más persistente de nuestra historia: la escandalosa y omnipresente desigualdad con la que en gran medida se han tejido las relaciones humanas, desde los orígenes de la humanidad hasta nuestros días, sigamos creyendo en la igualdad humana. Sin embargo, este logro extraordinario e irrenunciable ha mostrado ser de una gran fragilidad. Cuando el principio de la igualdad humana parecería haberse convertido histórica y sociológicamente en un argumento irrefutable para asegurar progresivas cotas de igualación entre los seres humanos, han surgido nuevas legitimaciones ideológicas del desigualitarismo que, desgraciadamente, han solido ir acompañadas de graves retrocesos en la lucha por la aplicación de dicho principio. Hoy, vivimos uno de esos momentos históricos.
  1. El capitalismo y su dialéctica legitimante del desigualitarismo
La “crisis epocal” que estamos padeciendo parece resolverse generando mayor desigualdad e injusticia y los discursos que legitiman esta deriva desigualitaria afloran sin ningún pudor. La hegemonía de la razón cínica trata de convencernos de que hemos ido demasiado lejos en la marcha hacia la igualdad y de que hay que devolver a los ricos, a los poderosos y a los escogidos por la fortuna, los recursos que habían consentido compartir con los demás, injustamente forzados por la demagogia igualitarista. El acoso y derribo que ejerce el capitalismo actual sobre el Estado de Bienestar keynesiano y el cuestionamiento radical que se sigue haciendo de una posible Europa social, como si se tratara de una veleidad inasumible, nos dan razón del momento crítico por el que atraviesa la causa de la igualdad. Personalmente, creo que afirmar que la escandalosa y creciente desigualdad que vienen padeciendo nuestras sociedades es expresión de una “dialéctica criminal” que fractura radicalmente nuestro mundo es algo más que una expresión tremendista. Estudios solventes muestran de forma fehaciente que, si el sistema capitalista ha sido siempre un sistema de “inclusión excluyente”, en su actual configuración se está mostrando como un violento proceso de inclusión que impone la explotación económica, la dominación política y la hegemonía cultural a escala global. Como sistema de exclusión violenta condena a una gran parte de la humanidad al empobrecimiento creciente y a la destrucción de su ecosistema e, incluso, a su “no existencia”, en el caso de que no interesen ni siquiera para ser objeto de dominación o explotación. Dialéctica criminal porque produce un doble efecto negador de los seres humanos: la aniquilación biológica producida por el genocidio más grave que haya conocido la humanidad, como es el producido por el hambre y todo lo que le niega al ser humano la posibilidad material de vivir; y el nihilismo espiritual de quien por su ambición de apropiarse de todo lo que esté a su alcance, se impide a sí mismo vivir con los otros como otros y desde ellos. Además, hay que resaltar que la sima cada vez mayor que separa a las minorías oligárquicas y plutocráticas de la inmensa mayoría de la población mundial no es un accidente del fatalismo histórico, sino el producto necesario de un proyecto histórico, el del sistema capitalista global y de su momento actual que creo razonable calificar de “fascismo social”&[1]. Una mirada retrospectiva a los últimos siglos de la historia de Occidente, como la que han realizado algunos analistas sociales de reconocido prestigio, no hacen sino confirmar este diagnóstico&[2]. Si a lo dicho añadimos que nuestras sociedades están siendo sometidas a una situación en la que cada vez es menos plausible organizar una convivencia cabalmente democrática y en la que buena parte de la ciudadanía renuncia a “preferir la lucha por la peligrosa libertad que aceptar la servidumbre voluntaria”, me temo que el futuro de la igualdad es y seguirá siendo muy problemático.
  1. No hay cristiano que pueda negar la verdad básica de la igualdad
En segundo lugar, creo que no es preciso recordar que la igualdad de todos los seres humanos es un principio esencial e irrenunciable para los cristianos que se saben y quieren hijos y hermanos del mismo Dios Padre-Madre. Creer en el principio de la Encarnación realizada en Jesús es creer que todo ser humano, particularmente si es pobre o víctima, está llamado a experimentar en su vida lo que son unas relaciones humanas libres e igualitarias. No hay cristiano que pueda negar esta verdad básica si es que quiere seguir siéndolo. Sin embargo, hay que reconocer que la confesión de este principio se ha mantenido en contra de toda evidencia empírica que nos muestra cómo el cristianismo ha sido desde sus orígenes hasta nuestros días cómplice de las formas de desigualdad más injustas y escandalosas. Tampoco han faltado entre los cristianos quienes no sólo han defendido con fervor dicha realidad desigualitaria, sino que han llegado a legitimar la desigualdad en nombre de innumerables razones e incluso a sacralizarla en nombre de un pretendida voluntad divina.
En algún momento he escrito que en esta cuestión tan relevante para el cristianismo, como en muchas otras, los cristianos han mantenido mayoritariamente las mismas actitudes que las que ha mantenido la mayoría de la población de las sociedades de las que han formado parte. Esta situación me ha suscitado algunos interrogantes que me siguen pareciendo pertinentes ahora. ¿A qué se debe que, tras siglos de legitimación y lucha por la igualdad democrática, sigamos viviendo en un mundo tan radicalmente desigual? ¿La afirmación de que “todos los hombres somos (nacemos) libres e iguales”, de la que hemos dicho que refleja una contraevidencia empírica, y sin la que sería imposible comprender y justificar nuestros mejores logros antropológicos y sociopolíticos, es algo más que un espejismo y un mito anacrónico de la sociedad liberal moderna?; por qué los logros de la igualdad son tan razonables y, a la vez, tan frágiles; por qué las desigualdades perviven e incluso se multiplican; por qué los discursos legitimadores de la desigualdad siguen siendo plausibles; por qué se siguen racializando las relaciones de dominación y de exclusión, cuando sabemos que no existen razas y que lo que dicha racialización tiene siempre como objetivo es considerar inferior a quien se quiere dominar, excluir, colonizar o “civilizar”.
Para responder siquiera someramente a estas cuestiones creo preciso hacer una contextualización histórica y social de la desigualdad que por razones de espacio ha de ser muy esquemática&[3]. Entre las numerosas hipotecas que históricamente han impedido que el principio igualitario se tradujera en unas relaciones humanas y sociales justas y solidarias, me referiré, explícitamente, a tres: a la “lógica propietarista”, a “la lógica nacionalitaria” y a “la lógica patriarcalista y clerical”. Creo que su vigencia sigue siendo, todavía hoy, determinante en la generación creciente de la desigualdad.
La hipoteca de la lógica propietarista
Es obvio que para perseguir el principio de igualdad hay que luchar contra la lógica propietarista y desigualitaria de nuestra sociedad y contra la matriz cultural del individualismo posesivo que la alimenta y legitima. Hay que denunciar a las minorías que se apropian de la riqueza de todos de forma injusta e insolidaria, reproduciendo así la dialéctica criminal que, al posibilitar que unos pocos tengan tanto, condenan a la gran mayoría a la pobreza y exclusión social, cuando no a la muerte biológica.
Pero casi todos nosotros nos hemos socializado en una cultura ya secular de “individualismo propietarista”, que ha permitido a cristianos honorables enriquecerse a toda costa, sin sentirse obligados por límites legales o morales y, menos aún, sin sentirse responsables de la situación de tantas víctimas como dicho enriquecimiento ha creado. Todos somos partícipes de un “materialismo histórico reaccionario”, que se ha afirmado hegemónicamente en nuestras sociedades, sobre todo, a través de la ideología todavía vigente del “liberalismo doctrinario”, desde su creación en la primera mitad del siglo xix. Este tuvo la virtualidad de crear un imaginario social, en el que el rico estaba llamado providencialmente a desarrollar una vocación que le permitía dedicarse a cargar el camello de oro sin tenerse que preocupar por las dificultades de caminar con él por el angosto camino que lleva a la salvación. Tampoco las víctimas, dejadas de lado por mor de dicho imaginario, se iban a poder cruzar en su camino como un obstáculo y, si lo lograban, se las criminalizaba hasta expulsarlas de él. Para eso se crearon las leyes de pobres, que, en nuestros días tienen sus correspondientes traducciones jurídicas y políticas. La más importante de todas, como ya formulara Rousseau, la de un “contrato social” burgués que consagra, mediante el engaño y el cinismo, la desigualdad y la servidumbre del pobre&[4]. Si cito a Rousseau es para resaltar la duración y el peso de esta hipoteca. Y porque es patente el despliegue de medios de todo tipo que las oligarquías y plutocracias que rigen nuestro mundo utilizan para lograr sus objetivos de legitimación de un sistema capitalista cada vez más desigualitario e injusto. J. Stiglitz, en un importante texto sobre la desigualdad de nuestras sociedades&[5], describe el proceso actual de legitimación de la misma por parte de los privilegiados del sistema, como un engaño sistemático acerca del papel que juegan y deben seguir jugando el Estado y el Mercado actuales en la actual situación de crisis global. Una legión de autores y de lobbys están empeñados en seguir haciéndonos creer que los Estados deben limitarse a crear las condiciones que “los Mercados” necesitan para mostrar sus virtualidades sociogenéticas benefactoras. Para ello, hay que deslegitimar al Estado como ineficiente gestor público, exigiendo privatizaciones y desregulaciones, y a los gobiernos como responsables de la situación de crisis. Aunque esto vaya en contra de todas las evidencias, como ha sido el uso que se ha hecho del Estado para salvar al sistema financiero de sus fiascos, o para garantizar el “botín” a los victimarios exculpándoles de cualquier responsabilidad con el sometimiento y empobrecimiento de las víctimas.
Frente a esta hipoteca propietarista ha servido de poco recitar la “doctrina cristiana” sobre el destino universal de los bienes creados y sobre la voluntad divina de que seamos fraternalmente iguales. En este sentido, de poco ha servido la ya centenaria Doctrina Social de la Iglesia para desactivar la vigencia de este imaginario de individualismo posesivo, radicalmente desigualitario. Seguramente esto ha sido así, en gran medida, porque las Iglesias, preocupadas más por sus propios intereses que por la causa de los pobres, han acabado adaptando su doctrina a los intereses y objetivos de los ricos y poderosos de este mundo. Por eso acabaron sacralizando también el contrato social burgués y pasaron a afirmar que el derecho de propiedad privada era un derecho sagrado. De sus limitaciones, apenas si se hace una glosa doctrinaria sin efecto práctico alguno. Estoy persuadido de que si las Iglesias cristianas hubieran exigido, como lo hizo Jesús, la eutanasia del rentista para quienes siendo ricos quisieran seguir llamándose sus seguidores y hubiera aplicado la excomunión (o al menos hubiera negado el acceso a la comunión en el sacramento de la eucaristía) a tantos que han mostrado ostentosamente su riqueza adquirida de forma injusta y criminal, hoy, no nos sería tan difícil señalar (nos) a los victimarios y depurar sus (nuestras) responsabilidades respecto a las víctimas de la desigualdad y de la pobreza. En nuestras sociedades pesa todavía como una losa sobre el imaginario social hegemónico la convicción de que ser rico, e incluso muy rico, sin tener que justificar la forma en que se ha llegado a serlo, es perfectamente compatible con la condición de cristiano honorable.
Creo que la forma en que los cristianos debemos luchar contra la desigualdad es cuestionar esta lógica propietarista, tomándonos en serio que seguir manteniéndola nos responsabiliza de la “diáléctica criminal” a la que nos hemos referido. Como afirma el papa Francisco, hay que activar el potencial subversivo del evangelio que obligue a la iglesia a “salir” al encuentro de los pobres y excluidos, siguiendo los dos principios que deben inspirar al cristiano: el principio Encarnación (siguiendo los pasos de Jesús) y el Principio Misericordia (que refleje el verdadero rostro de Dios). Esto no se hace con proclamas doctrinarias, sino pasando a construir la verdadera “praxis” (crítico-práctica, transformadora y revolucionaria) de una iglesia evangelizadora: “primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar” (Evangelii Gaudium, n. 24). Escuchar y estremecerse ante el clamor de los pobres y comprometerse de forma radical para hacer que “ese Reino que lo toca todo” llegue a “todos los hombres y a todo hombre”, no es una cuestión opcional ni “se trata de una misión reservada a sólo a algunos”, sino que se trata simple y sencillamente de hacer lo que Dios quiere para quienes pretenden seguir llamándose cristianos. “Es un mensaje, tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo. ¿Para qué complicar lo que es tan simple?… Jesús nos enseñó este camino de reconocimiento del otro con sus palabras y con sus gestos. ¿Para qué oscurecer lo que es tan claro? No nos preocupemos sólo por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a ese camino luminoso de vida y de sabiduría. Porque “a los defensores de ‘la ortodoxia’ se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injustica intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen.” (Evangelii Gaudium n. 194).
La hipoteca de la lógica nacionalitaria
La vocación inclusiva e igualitaria del Estado-nación, nacido en el contexto de las revoluciones liberales, y, más tarde, de las revoluciones democráticas e igualitaristas, se ha concretado a través de una nacionalidad garantizada por un estatuto de ciudadanía reconocida a todos. La salida de los privilegios propios de los particularismos premodernos: estamentales, políticos, religiosos, etc., garantizando derechos y libertades a toda la ciudadanía fue una de las razones más importantes de la construcción de dicho Estado-nación.
Pero dicha vocación no se ha cumplido nunca de forma suficiente, y no sólo en los casos de los nacionalismos etnoculturales o etnorraciales, dogmáticos y excluyentes, sino tampoco en los estados-nación más reconocidamente democráticos. La ciudadanía y la nacionalidad nacieron separadas, pero pronto se juntaron en un matrimonio espúreo (pero con intereses comunes) y están condenados a un divorcio inevitable. Si bien la ciudadanía respondía a la lógica democratizadora que dinamizaba a las revoluciones modernas, ésta estuvo lastrada, no sólo por la lógica del individualismo posesivo y propietarista, a la que nos hemos referido, sino también por la lógica nacionalitaria. La ciudadanía se convirtió así en un “instrumento de cierre y de exclusión” que permitía legitimar relaciones concretas entre individuos y grupos sociales situados de formas muy diferentes en la estructura social, en la división del trabajo, en los imperativos comunitarios de pertenencia (religiosos, étnicos, lingüísticos, de género, etc.). Así surge un “nosotros” y un “ellos” que, para ser adecuadamente entendidos, exigen, previamente, ser situados en el contexto conflictivo y polémico que los vio nacer. En el caso paradigmático de la revolución francesa, es sorprendente ver cómo el concepto revolucionario de “nacional”, el de quienes se asocian voluntariamente en la construcción de la república (universalizable a todos los revolucionarios, pero no a los nobles franceses), se fue limitando a los republicanos y franceses (en el contexto de la guerra), primero, y a los franceses con residencia fija y registrada en suelo francés, más tarde, creándose un código de la nacionalidad propio del nacionalismo etnocultural racializado. Como dice un clásico en el tema, “desde una perspectiva global, la ciudadanía es un poderoso instrumento de exclusión social, que protege a los Estados prósperos del inmigrante pobre. Cada Estado crea un modelo legal e ideológico de relación entre ciudadanos y extranjeros, que conlleva una discriminación a la hora de reconocer derechos y deberes a unos y a otros… En este sentido, todo estado es nacionalista y excluyente”&[6].
Sin entrar, ahora, a explicitar la larga y compleja historia de exclusión social que ha supuesto la condición nacionalitaria exigida para ser un ciudadano democrático y no un “extranjero” o un “ciudadano de papel”&[7], me parece indiscutible que, hoy, sigue siendo una de las graves hipotecas que pesan sobre la ciudadanía democrática y que generan desigualdades escandalosas. En el actual y difícil momento de la Unión Europea, creo que la vigencia de dicha hipoteca es de tal relevancia que, si no se ponen pronto los medios para levantarla, está en grave peligro el mismo proyecto inclusivo e igualitario que define a la misma. De hecho, la ciudadanía europea no acaba de trascender la concepción etnodemográfica de la nacionalidad que sigue siendo decisiva en los diferentes modelos de integración nacional.
Son muchos los ejemplos en los que los intereses y ambiciones nacionales acaban imposibilitando medidas en la buena dirección. Para mí, el ejemplo más claro de lo que es un proyecto europeo desigualitario y excluyente es la reacción de los gobiernos europeos ante la situación extrema en que millones de refugiados están llamando a nuestra puerta. La incomprensible reacción de carácter particularista y nacionalista de los diferentes gobiernos de los Estados-nación europeos convierte en papel mojado no sólo la proclama universalista y revolucionaria de los derechos humanos, sino la más elemental dignidad que se supone deben reflejar en su comportamiento quienes se sienten responsables de unas situaciones de guerra y de crisis socieconómica y política, que están en el origen de la extrema necesidad de los refugiados.
En medio de este panorama es difícil, en muchos casos, valorar adecuadamente la actitud de los cristianos/as ante el carácter desigualitario de la lógica nacionalitaria, porque lo es, asimismo, distinguirla de la de la mayoría de sus conciudadanos no cristianos. No me refiero solamente a la historia más reciente de Europa, en la que grupos significativos de las diversas confesiones cristianas han mantenido posturas polémicas que han alimentado la guerra y la violencia en nombre de los prejuicios identitarios. Me refiero también a la facilidad con la que cristianos considerados progresistas prestan su apoyo explícito a causas nacionalistas que poco o nada tienen que ver con la construcción de sociedades más justas e igualitarias. Lamentablemente ha sido secularmente corriente la instrumentalización del cristianismo para justificar e incluso sacralizar la construcción de las naciones y de los Estados-nación, al tener que hacer creer que han sido expresión de la Providencia que las ha escogido para cumplir con su misterioso designio divino. La sacralización de las patrias sigue siendo todavía hoy una forma de idolatría que muchos cristianos practican con un fervor propio de los fanáticos y fundamentalistas.
Algunos de los gobiernos que han regido los destinos europeos se han reclamado con frecuencia partidarios de un “humanismo cristiano”, que, a la hora de la verdad, ha resultado ser lo que Tierno Galván denunciaba como un “humanismo de las compatibilidades” y que les ha llevado a ser cómplices de políticas públicas radicalmente desigualitarias. Este humanismo ha sido un discurso abstracto que ha permitido seguir hablando del ser humano en general sin tener en cuenta su situación concreta en las relaciones sociales; así ha servido igual para pobres que para ricos, para ciudadanos que para extranjeros, para hombres que para mujeres. A la hora de la verdad, un humanismo inocuo y vacío, ajeno a los principios básicos del cristianismo antes señalados: Encarnación y Misericordia. Como dice el papa Francisco, “los grandes principios sociales pueden quedarse en meras generalidades que no interpelan a nadie… si evitan ser concretos” (E. G. n. 182). Hay que afrontar la cruda realidad desde “el realismo de la dimensión social del evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se pueden encender y apagar a voluntad. Mientras tanto el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” (EG n. 88).
Si los cristianos queremos ser fieles a nuestra vocación de practicar la fraternidad humana, debemos impedir que la hipoteca nacionalitaria acabe vaciando de contenido los derechos humanos fundamentales que todo ser humano tiene y que son expresión de su propia dignidad. «Con el debido respeto a la autonomía y la cultura de cada nación, no debemos olvidar nunca que el planeta pertenece a toda la humanidad y es para toda la humanidad; el mero hecho de que algunas personas nacen en lugares con menos recursos o menos desarrollo no justifica el hecho de que están viviendo con menos dignidad” (EG 190). En un mundo cada vez más plurinacional, con migraciones masivas, con tantísimo desplazado, refugiado o exiliado, los conflictos originados por la diversidad y la diferencia no pueden resolverse humanamente desde la afirmación de identidades excluyentes, sino desde la conciencia de que todos, sin excepción, somos diferentes y mestizos y, por ello, somos iguales. Si el principio encarnación nos enseña que no se puede ser cristiano a distancia, el principio misericordia nos enseña la forma concreta de amar al ser humano concreto “en todas sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades”, como el buen samaritano, sin miedo a mancharnos las manos ni a coger olor a oveja&[8]
La hipoteca de la lógica patriarcalista y clerical&[9]
Como afirma plásticamente F. Hinkelammert, “la Revolución Francesa no da muerte sólo al rey y a los aristócratas, sino también a los primeros representantes de los derechos humanos del ser humano mismo: Olimpe de Gouges, la mujer feminista, y Babeuf, el hombre de la igualdad obrera. Son esos derechos los que, en adelante, promoverán la emancipación humana”&[10]. Cuando, ahora, leemos la declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, que Olimpe de Gouges escribía en 1791, como una réplica necesaria de los Derechos del hombre y del ciudadano, nos parece un texto lleno de coherencia democrática que solo un imaginario patriarcalista y sacralizado podía considerar contrario al orden natural y divino y, por tanto, una grave amenaza que merecía ser castigada como un crimen contra la humanidad. A pesar de que la voz de Olympe de Gouges no era la única que demostraba que en aquel contexto revolucionario “el nivel de conciencia posible” permitía pensar en una sociedad en la que hombres y mujeres fueran libres e iguales&[11] el “nivel de conciencia real” lo hacía prácticamente imposible e inviable. La lógica patriarcalista, radicalmente desigualitaria, tenía tras de sí una historia milenaria cuyo peso se hace sentir todavía en nuestros días con una fuerza y una vigencia enormes.
Si por patriarcado entendemos un sistema de dominación que ejercen los varones en cuanto género en todas las esferas de la vida, desde la familiar a la política, configurando las instituciones más importantes de la sociedad y determinando las relaciones sociales de exclusión y subordinación de las mujeres, es obvio que estamos hablando de una de las causas más importantes de la desigualdad humana, si no de la más importante. Si, además, abundan las legitimaciones ideológicas y religiosas de este sistema de dominación patriarcalista, argumentando que la desigualdad de hombres y mujeres es un hecho natural y querido por Dios, podemos comprender que la hipoteca de la lógica patriarcal y clerical plantea un reto de enorme trascendencia. Para los cristianos/as habituados a convivir en una Iglesia de estructura patriarcalista y clerical, profundamente desigualitaria, el reto es todavía mayor.
En efecto, a menudo nos sorprendemos de que en las sociedades más progresistas sigan manteniéndose situaciones de injustificable desigualdad entre hombres y mujeres en casi todos los ámbitos de la vida (salarios, control del poder, hegemonía cultural); con frecuencia nos escandalizamos de los brutales casos de “violencia de género” que se dan en el seno de las familias; cada día nos golpea la inhumana situación de la explotación sexual y de acosos en que se ven inmersas multitud de mujeres; casi siempre los cristianos seguimos contemplando el proceder de una iglesia patriarcalista y clerical que sigue manteniendo a las mujeres en una situación de subordinación incompatible con una praxis cabalmente evangélica. Pero en estas circunstancias no solemos preguntarnos por las razones profundas que originan estas situaciones de dominación y opresión de las mujeres, que siempre nos remiten al sistema patriarcalista y clerical vigente.
Solamente una praxis coherente puede luchar contra este sistema de dominación que es el patriarcalismo clerical. Se han dado muchos y muy relevantes pasos en este sentido. Los diferentes feminismos han sabido explicitar, con mayor o menor éxito, las formas de caminar hacia esta praxis. No voy a extenderme aquí en recoger sus aportaciones más relevantes. Me limito a referirme a una cuestión que considero especialmente significativa por lo que se refiere a la actitud de los cristianos/as al respecto. Es la posición que la Iglesia católica sigue manteniendo ante lo que despectivamente denomina “Ideología de género”.
Una de las aportaciones clave del feminismo, desde sus orígenes, ha sido la de ver en el género la categoría central para comprender las relaciones de dominación de los hombres sobre las mujeres y la de explicar la construcción social de dicha categoría. Frente a la “falacia naturalista” que ha situado siempre en lo biológico la determinación de lo femenino como inferior y subordinado a lo masculino, la teoría feminista del género demuestra que dicha inferioridad y condición femenina es fruto de una construcción humana y social que hay que deconstruir. La mujer, más allá de su condición sexual, es un sujeto humano que exige ser socializada como tal, es decir, en condiciones de libertad, igualdad y autonomía espiritual. De ahí, la necesidad de humanizar lo sexual y controlarlo desde la autonomía y responsabilidad de la mujer. La teología feminista no sólo ha asumido este reto de ver en la categoría de género “un signo de los tiempos” para, desde su adecuada comprensión, comenza a deconstruir el patriarcalismo clerical, sino que nos recuerda que, si de verdad creemos que la mujer es, como ser humano, “imagen de Dios”, se debe cuestionar y se debe deconstruir toda la categorización teológica, jurídica y cultural que de la mujer se ha hecho en la Iglesia para legitimar su condición de subordinación y dominación.
La reacción del sistema patriarcalista y clerical ante el intento feminista de humanizar y dignificar a la mujer ha sido la de atacar la “ideología de género”, desfigurándola, para así poder diabolizarla y condenarla. La ideología de género, se dice, además de querer borrar la diferencia entre hombres y mujeres y de subrayar que la relación entre ellos es fundamentalmente polémica y hostil, origina una situación de relativismo moral que conlleva la promiscuidad sexual y la ruina de la familia tradicional. Querer negar la naturaleza sexual que diferencia esencialmente a hombres y mujeres es ir contra la naturaleza y contra el plan divino. La ideología de género es una expresión del materialismo individualista y antinatural que amenaza la vida humana en todos los sentidos. Por lo que respecta a la posición de una parte importante de la Iglesia jerárquica, se ha seguido manteniendo, además, desde un jusnaturalismo premoderno y sacralizado una concepción desigualitaria de la mujer, que tanto en el orden biológico, como en el ontológico, la destina a ser subordinada e inferior al varón. Ni la renovación conciliar ni las aportaciones del pensamiento feminista han podido desactivar coherentemente las estructuras sexista y desigualitarias&[12].
Los cristianos/as, ante la lógica desigualitaria del patriarcalismo clerical, tenemos ante nosotros el reto ineludible de aplicar aquí, una vez más, el principio de Encarnación, que nos obliga a seguir el camino de Jesús de forma históricamente suficiente. Desde él es injustificable seguir “condenando a distancia”, en abstracto, dicha lógica, sin implicarnos en desmontar las causas ideológicas, sociopolíticas y religiosas que la alimentan. Para la Iglesia es ineludible el compromiso por desterrar de su ordenamiento jurídico y de su vida institucional todas las discriminaciones de género que nada tienen que ver con el Dios encarnado en Jesús.
Concluyo, recordando que comenzamos un año santo, jubilar, en el que se nos invita a practicar el principio Misericordia y así poder descubrir el verdadero rostro del Dios de Jesús que nos ama y nos quiere libres de las hipotecas que no nos dejan ser felices porque quiebran nuestra dignidad de seres humanos. Más de una vez hemos querido ganar el “jubileo” y las “indulgencias” sin renunciar a seguir siendo WASP&[13]. Pero el camino no es el del “hombre rico” que, por querer ganar la plusvalía espiritual que le faltaba sin tener que renunciar a su riqueza, según dice el evangelio, se volvió triste a su casa. El jubileo nada tiene que ver con el camino mágico del cazaindulgencias individualista e insolidario. El camino es el del buen samaritano que supo descubrir en la víctima tirada al lado del camino el “rostro de misericordia” y actuar en consecuencia con él.
[1] Velasco, D., Fascismo social. Políticas del miedo y control social, Universidad de Deusto 2014.
[2] Stiglitz y Piketty nos han mostrado, recientemente, con sólida argumentación y evidencias empíricas, que el abandono del ideal de la igualdad y el crecimiento de la desigualdad está siendo una grave amenaza para las sociedades democráticas. P. Rosanvallon, en un magnífico libro, tras lamentar el olvido real en nuestros días del ideal revolucionario de la igualdad y de las plasmaciones prácticas de éste en el siglo XX, se refiere a algunas perversiones democráticas que se dieron en el siglo xix y que se están acentuando en nuestros días, evidenciando una regresión histórica al respecto. Z. Baumann: “Pero desde hace 20 o 30 años la distancia entre los países desarrollados y la del resto del mundo está disminuyendo, y, por el contrario, en el interior de las sociedades ricas las desigualdades se están disparando. Hay informes que dicen que en Estados Unidos estas desigualdades están llegando a los niveles del siglo XIX” (¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, Paidós 2014).
[3] Para un tratamiento más amplio, ver Velasco, D., “La quiebra de lo humano en la difícil lucha contra la desigualdad”, Iglesia Viva, n. 244 (2010) pp. 61-82.
[4] Rousseau, J. J., “El rico acuciado por la necesidad, concibió finalmente el proyecto más meditado que jamás haya entrado en mente humana: fue emplear en su favor las fuerzas mismas de quienes lo atacaban, hacer defensores suyos de sus adversarios, inspirarles otras máximas, y darles otras instituciones que le fuesen tan favorables como contrario le era el derecho natural… Tal fue, o debió ser, el origen de la sociedad y de las leyes, que dieron nuevos obstáculos al débil y nuevas fuerzas al rico, destruyeron sin remisión la libertad natural, fijaron para siempre la ley de la propiedad y de la desigualdad, hicieron de una hábil usurpación un derecho irrevocable, y sometieron desde entonces, para el provecho de algunos ambiciosos, a todo el género humano al trabajo, a la servidumbre y a la miseria. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, Alianza Editorial 1986, pp. 265-266. Este sofisma del rico logra convencer al pobre de que, si se rebela y lucha por romper las cadenas que le impiden ser libre e igual, se convierte en culpable de romper un contrato sagrado y de provocar una situación fatal para todos.
[5] Stiglitz, J., El Precio de la Desigualdad, Taurus 2012; ver, asimismo, el libro de Wilkinson, R., y Pickett, K., Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, Turner 2009, en el que se argumenta acerca de los muchos inconvenientes que tiene la desigualdad, como un elemento de corrosión social.
[6] Brubaker, R., Citizenship and Nationhood in France and Germany, Harvard University Press 1992, Preface, X.
[7] Velasco, D., “Raíces histórico-ideológicas del extranjero”, en AAVV, El extranjero en la cultura europea de nuestros días, Universidad de Deusto 1997, pp. 345-384.
[8] El papa Francisco cita la Alocución de Pablo VI en la última sesión pública del Concilio (Misericordiae Vultus, n. 4).
[9] Uso el concepto de “clericalismo” como una sacralización y absolutización del poder que en sociedades laicas (democráticas) legitima su naturaleza y ejercicio antidemocráticos.. Es obvio que el clericalismo no es exclusivo del ámbito religioso.
[10] Hinkelammert, F., “Globalización como ideología encubridora. Desfigura y justifica los males de la realidad actual”, Cocilium 293 (2001) 36).
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S. Mateo 25
[41] Entonces dirá también a los de la izquierda:

Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
 
Es mi opinion que el foro es lugar equivocado para ventilar teorias politicas. La iglesia de Cristo mientras se mantuvo pura nunca tuvo poder politico ni abogo por el mismo. Al contrario, siempre fueron fustigados y oprimidos. El Evangelio de Cristo no se mezcla en la politica ni aborda el tema. Cristo no tuvo ningun poder politico aun cuando lo acusaron de rebelion.

La probreza SIEMPRE ha sido parte de la historia de la humanidad. Nosotros somos llamados a mitigar el sufrimiento de los demas pero sin inmiscuirnos en la politica. Somos "extranjeros" en el mundo, por lo que debemos vivir en el mundo pero sin ser parte de la maquinaria politico-ideologica del mismo. Debemos vivir en paz con todos, siempre que nos sea posible y ser ejemplares imitadores de Cristo Jesus.

Debemos ser diligentes en obedecer la ley siempre y cuando no entre en colision con la ley moral de Dios. Y de igual forma debemos ser reponsables ciudadanos donde habitemos en la tierra pero nunca involucrarnos en las querellas politicas del pais. Ese es el patron del NT.

Saludos.
 
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Por qué los Creyentes deben Participar en Política?​

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19 DE OCTUBRE DE 2023POR RALPH DROLLINGER
La Biblia enseña que los creyentes deben impactar el mundo con los preceptos de Dios y para Su gloria. Las formas en que esta influencia cristiana ocurre varían según el llamado que Dios ha hecho a cada creyente.
Mientras que algunas iglesias enseñan que los creyentes deben participar sólo en la evangelización y abstenerse de una carrera en política, eso no es lo que enseña la Biblia. ” Ustedes son la sal de la tierra …” y “ Ustedes son la luz del mundo …” (Mateo 5:13, 14) indican que todos los creyentes deben tener una influencia aquí y ahora, además de la evangelización y el discipulado.
Piense en las consecuencias de esta postura. Si cada creyente se uniera a esta enseñanza evangélica algo popular de “sólo evangelismo”, ¡no habría creyentes en la oficina! No habría ninguna influencia bíblica de preservación o iluminación en una forma representativa de gobierno.
Creo que las Escrituras apoyan la participación de los creyentes en la arena política (al igual que en la mayoría de las otras vocaciones) frente a estar en contra o aislados de ella. La manera de cambiar la dirección de una nación es que los creyentes se involucren. La moralidad de una persona será la base de la ley y la cultura; ¿Por qué no la de Dios?
Lo que sigue son los argumentos bíblicos para la participación en el Estado en formas más allá de la evangelización.
Sigue leyendo, amigo mío.


I. INTRODUCCIÓN

El hecho de que los creyentes afectan al mundo en el que viven (en lugar de aislarse de él) es evidente en el Sermón del Monte. Observe Mateo 5:13-16:
“Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos.”
Cuando Jesús enciende una lámpara lleva a un individuo a la verdadera fe en Él mismo (véase Efesios 2:8-9). lo que resulta es una persona que “ da 1 luz a todos los que están en la casa ”. No es difícil descifrar lo que significa este pasaje. La palabra casa (v. 15) es otra forma de expresar dos palabras utilizadas anteriormente en el pasaje. Casa significa simplemente que el creyente afectará a la gente de la tierra (v. 13) ya la gente del mundo (v. 14a). Este pasaje enseña que los creyentes deben influir en la tierra /el mundo físico o “ciudad” aquí y ahora.
Pero observe la progresión de todo el capítulo. Los versículos 13-16, ya citados, vienen después de los versículos 1-12, comúnmente conocidos como las Bienaventuranzas de Jesús. Las Bienaventuranzas enseñan virtudes concisas (enumeradas en la parte inicial de Su Sermón del Monte) que son emblemáticas de Sus seguidores maduros, es decir, que muestran cualidades de carácter como la mansedumbre (Mateo 5:5), la rectitud (5:6, 10), la plenitud de la misericordia (5:7), la pureza (5:8), etc. Por la naturaleza progresiva de ellas, nuestras manifestaciones de sal y luz (similitudes que expresan la idea de que los creyentes deben ser preservadores e iluminadores en la tierra/mundo) serán directamente proporcionales al grado en que estas características previamente enumeradas habiten en el creyente.
EL CÓMO ES UNA PERSONA Y CÓMO INFLUYE EN SU MUNDO ESTÁN INTRÍNSECAMENTE ENTRELAZADOS
La interpretación de este pasaje se apoya en las siguientes interpretaciones gramaticales clave. En primer lugar, los verbos utilizados dos veces al principio de los versículos 13 y 14 son Ustedes son (en Griego: humeis este). Estos verbos están en presente indicativo activo en la lengua griega. Esto contrasta con el hecho de que sean verbos imperativos, es decir, como órdenes de Jesús. Esta sutil distinción es importante. Significa que una persona es semejante a Cristo en la cultura (representantes de la preservación y la iluminación de la verdad) hasta el grado en que “usted es” beatitudinal, es decir, su madurez en el Salvador. Jesús no está diciendo: “¡Sed sal y luz!”. Más bien, Él está enseñando que en el grado en que una persona manifieste internamente la semejanza a Cristo es el grado en que afectará externamente a su mundo, o en el caso de la comunidad del Congreso, a su gente y sus leyes, y en el caso de este estudio, ¡al bienestar económico de la nación! William Wilberforce cambió las leyes sobre la esclavitud en Inglaterra porque fue beatitudinal, es decir, semejante a Cristo, ¡en un alto grado durante muchos años en el gobierno!
¿Por qué es tan importante? De nuevo, permítanme repetir la profundidad de esta visión exegética. Jesús no está diciendo “¡Ustedes deben ser sal y luz !”. Jesús no está hablando en imperativo; más bien, ¡el uso de ustedes son significa que ustedes están preservando e iluminando en la sociedad en la medida en que son beatitudinales! ¡ Ustedes son se basa en lo que Jesús ya ha dicho en el Sermón del Monte!
EL CARÁCTER BEATITUDINAL CONECTADO CON LA MADUREZ CRISTIANA SIEMPRE SE MANIFIESTA POR LA PRESERVACIÓN E ILUMINACIÓN EN EL ¡MUNDO DE HOY!
No hay forma de eludir este claro significado y conexión de este pasaje. Así es la secuencia de este pasaje.
En segundo lugar, observe en el idioma original el comienzo del versículo 16. El adverbio al comienzo del pasaje evidencia aún más el pensamiento secuencial de Jesús en relación con lo que ha delineado previamente. Así alumbre tu luz delante de los hombres, de tal modo,” (RVR1977) la frase de tal modo (houtos) significa “de este modo” o “así”. El verbo brillar (lampo) es un imperativo, lo que significa que Dios se lo ordena. En otras palabras, nuestra luz debe brillar de esta manera. ¿Y cuál es esa manera? Que otros vean su carácter piadoso y su consecuente preservación e iluminación cultural. Seguidamente, que otros glorifiquen a su Padre que está en los cielos. Siguiendo esta secuencia bíblica, usted se convierte en un testigo poderoso en un mundo caído a través de su participación cultural, ¡no de su ausencia de ella! Lo que sigue es un resumen gráfico:


La madurez espiritual personal será demostrada por la participación cultural de uno que testifica de Dios en un mundo de apariencia. Esta progresión revela la fórmula bíblica para tener un testimonio efectivo —glorificando a Dios— en un mundo caído.
Resumiendo, la introducción, para aquellos que dicen: “El creyente sólo debe dedicarse a la evangelización en el ámbito político” este pasaje evidencia la omisión de un paso vital y necesario. La participación cultural en el mundo es un ingrediente necesario para convertirse en un testigo efectivo (ver 1 Corintios 9:21-23). Usted no puede ser un defensor de “sólo evangelismo” en la arena política sin una participación cultural. Es un error completo.
¿EL EVANGELISTA QUE EVITA CONECTARSE CON EL ENTORNO DE LOS DEMÁS PUEDE SER EFECTIVO? 2
Mateo 5 no apoya esa idea. Jesús mismo no apoya esa idea. Este pasaje se presta a corregir tal pensamiento. El creyente debe ser un preservador e iluminador en la tierra y en el mundo si desea ser un buen evangelista. Como si este argumento introductorio fuera insuficiente, lo que sigue son ocho razones adicionales apoyadas bíblicamente de por qué los creyentes deben involucrarse en la política. 3

II. “SÓLO EVANGELIZACIÓN” ES UNA COMPRENSIÓN LIMITADA DE LA MISIÓN DE JESÚS

En el pasaje de la Gran Comisión de Mateo 28:19–20, Jesús ordena a sus seguidores que enseñen a otros más que solo las verdades del evangelio (por muy primario e importante que sea para la misión de Jesús). Enseña a los creyentes a ir más allá de la evangelización ya hacer discípulos . ¿Cómo debe el creyente hacer esto? Enseñándoles [a los demás] a guardar todo lo que les he mandado ”. Pablo hace eco de la amplitud necesaria de la instrucción por encima y más allá de las verdades del evangelio cuando dijo a los ancianos de Éfeso: Pues no rehuí declararles todo el propósito de Dios (Hechos 20:27). Además, el gran apóstol dijo con respecto a todos sus escritos bíblicos: Reconozcan que lo que les escribo es mandamiento del Señor . (1 Corintios 14:37b). Pedro dijo con respecto a sus “enseñanzas más que de salvación” que deben recordar… el mandamiento del Señor y Salvador declarado por los apóstoles (2 Pedro 3:2). En consecuencia, Jesús quiere que los demás conozcan toda Su instrucción. Eso significa que Él quiere que Sus aprendan seguidores sobre el matrimonio, la familia, la Iglesia, el comercio y el gobierno. Esto es necesario para hacer discípulos (que es el mandato principal de la Gran Comisión). En conclusión, aunque la primacía de la misión de Jesús es convertir a los perdidos, la totalidad de Su mensaje abarca hacer discípulos.
Que el creyente sólo debe evangelizar a los líderes políticos (y no involucrarse en la política) representa un pensamiento ultramiopeico y antibíblico. En consecuencia, ¡el evangelista en el Congreso tendría que aconsejar a su converso que abandone inmediatamente el cargo! Si un evangelista ganara para Cristo a cada líder electo, el gobierno tendría que apagar las luces (¡suponiendo que el conserje no se salvara!).
Entonces, ¿qué enseña Jesús? ¿Cuál es todo el consejo de Dios (Hechos 20:27 RVA2015) con respecto al gobierno civil? Entre otras cosas, incluye lo siguiente: Él mismo lo creó (Génesis 1:26; Colosenses 1:16). Él lo ordenó (Romanos 13:1). Él la sostiene (Colosenses 1:17). Y su propósito es moralizar a un mundo caído (Romanos 13:4) y hacer justicia (1 Pedro 2:13-14). Además de Su gracia salvadora, el propósito de Jesús, impulsado por un corazón compasivo por los perdidos (Mateo 9:36), es manifestar la gracia común y la gracia restrictiva a todos a través de esta institución ordenada (Mateo 5:45). ¡Cuán grande es su amor!
Las descripciones antes mencionadas y los pasajes de apoyo revelan claramente que Jesús tiene un propósito para los creyentes dentro de la institución del gobierno que es adicional a la evangelización. En consecuencia, cuando uno de los principales promotores del punto de vista “todo evangelismo, nada de política” afirma lo siguiente:
[Jesús] no vino a la tierra para moralizar la vieja creación a través de la reforma social y gubernamental, sino para hacer nuevas criaturas (Su pueblo) santas a través del poder salvador del evangelio y la obra transformadora del Espíritu Santo. 4
Él está difundiendo una comprensión demasiado estrecha de la misión de Jesús. Lo que este autor dice no representa todo el consejo de Dios en relación con Sus propósitos para Su institución del gobierno civil como se enumeró anteriormente. Como el papel principal de la evangelización es del creyente hacia el gobierno, siempre debe haber una comprensión más amplia de todo lo que Jesús enseñó con respecto a Sus propósitos más amplios para esta institución. El creyente debe dedicarse a enseñar todo lo que las Escrituras dicen sobre el gobierno civil y, aún más específicamente, ¡enseñar estas verdades a los mismos líderes del gobierno civil!
En un sentido amplio y paralelo, decir que el propósito general y la misión de Jesús eran únicamente la salvación es dar a entender que Jesús tampoco posee ninguna instrucción acerca del matrimonio, la familia, la Iglesia o el comercio; el creyente también debe dedicarse únicamente a la evangelización de esas instituciones ordenadas por Dios. ¿Deberían los creyentes dedicarse a la consejería matrimonial o sólo evangelizar a aquellos que desean casarse? ¿Deben los creyentes tratar de hacer crecer hombres de negocios piadosos en Cristo o sólo evangelizarlos? Usted entiende la idea. ¿Por qué la institución del gobierno o los líderes del gobierno, se consideran malos y otros no, a la luz del propósito bíblico de hacer discípulos en todo el mundo?
Otro error de este mismo influyente autor cristiano es su tendencia a espiritualizar la importancia de un buen gobierno civil en relación con la difusión del Evangelio. Confirma lo siguiente:
El gobierno humano ideal no puede hacer nada en última instancia para hacer avanzar el reino de Dios, y el peor y más despótico gobierno mundano al final no puede detener el poder del Espíritu Santo ni la difusión de la Palabra de Dios. 5
Por último, y en vista de la grandeza y soberanía de Dios, lo que aquí se expresa es cierto, pero ¿es éste un argumento defendible para que los creyentes no participen en el gobierno civil? No hace falta ser un gran estudioo de la geopolítica actual, la historia o las misiones históricas para saber que los países de Oriente Medio, así como Corea del Norte, Cuba y Rusia, entre otros, han suprimido el crecimiento del cuerpo de Cristo en un grado mucho mayor que los países no supresores. ¿Cuántos misioneros han salido por la causa de Cristo de las tierras mencionadas? En términos prácticos, ¿por qué el 90% de las misiones del siglo pasado han sido financiadas por Estados Unidos? Los creyentes deben involucrarse en la política para preservar los países que envían misioneros con el propósito de difundir la Palabra de Dios. El país ideal puede hacer avanzar el reino de Dios más que un país no ideal.
POR LO TANTO, ES IMPORTANTE LOGRAR Y MANTENER UN BUEN GOBIERNO, AUNQUE SÓLO SEA PARA CUMPLIR LA GRAN COMISIÓN.
El impulso actual e histórico para gran parte del cumplimiento de la Gran Comisión proviene de los países que honran la libertad. Eso significa que el papel del creyente en el mantenimiento de la salud y el bienestar de un país, que incluye su viabilidad económica, es una tarea noble e importante y, sin duda, está en consonancia con todo lo que Jesús nos mandó .
Para ilustrar uno de los muchos resultados posibles de vivir con una comprensión demasiado limitada de la misión de Jesús, los predicadores de radio deben ahora editar sus emisiones de radio en Canadá para no incluir ninguna mención de Romanos 1. 6 Este libro que cambia la vida habla de la gravedad del pecado, el principio de la justificación, la importancia de la fe, el ministerio del Espíritu Santo, los dones del Espíritu, y muchas otras cuestiones importantes de la fe.
EN EFECTO, LOS GOBIERNOS FACILITAN O OBSTACULIZAN EL AVANCE DEL REINO DE DIOS.
Una vez más, y vale la pena repetirlo, ¡los creyentes deben participar en el gobierno civil aunque sólo sea por el bien de la Gran Comisión! Los líderes de la Iglesia deben aplaudir, respetar, apoyar, sostener, preparar y elegir más líderes políticos cristianos para crear y/o preservar las libertades de los predicadores para difundir el evangelio.
LOS SERVIDORES PÚBLICOS CRISTIANOS QUE CONOZCO SE VEN A SÍ MISMOS EN ASOCIACIÓN CON LOS PASTORES. ¿NO DEBERÍAN LOS PASTORES VERSE A SÍ MISMOS COMO SOCIOS DE LOS SERVIDORES PÚBLICOS CRISTIANOS?
¿Debería la Iglesia levantar hombres y mujeres jóvenes —discipularlos— para que se postulan a cargos públicos con la misma pasión y entusiasmo que pone en levantar pastores, esposas, maridos, hijos y hombres de negocios piadosos? ¡Absolutamente sí! El evangelismo por sí solo es una comprensión demasiado reducida de la misión de Jesús.

III. LA MISIÓN DE JESÚS INCLUYE UNA TRANS PARA MACIÓN DE LAS NACIONES

Observe el pasaje de la Gran Comisión en Mateo 28:18-20 y el uso de la palabra la palabra naciones :
Acercándose Jesús, les dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
La palabra naciones , tal como la incluye Jesús aquí, en Su pasaje de la Gran Comisión, no puede ni debe pasarse por alto. La misión de Jesús tiene una intención total de transformar sociedades o, como se les llama en el pasaje de la Gran Comisión, naciones ( ethnos ). El pasaje de la Gran Comisión es claro: ¡los creyentes deben influir en las naciones ! Los que defienden una visión demasiado limitada de la misión de Jesús se ven obligados a interpretar ethnos en el sentido de “grupos de personas” para que el pasaje se ajuste a su punto de vista de la no participación del gobierno civil. Pero para quienes tienen una visión más amplia de la misión de Jesús, la evangelización individual y la formación de discípulos son ineludibles, al igual que el objetivo de influir positivamente en las naciones geopolíticas. Si “ enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado ” es el propósito general de la venida de Cristo a la tierra , como se ha visto anteriormente (el ministerio del Evangelio es una parte vital de eso [véase 1 Corintios 15:3-6 ] y el punto de partida para hacer discípulos ), entonces, igual de importante, el objetivo de la misión de Jesús es e incluye la transformación no sólo de los individuos, sino, como resultado de eso, también de las naciones .

IV. ¿SOBRE QUÉ PARTES DE LA BIBLIA LA IGLESIA NO DEBE PREDICAR?

De los puntos anteriores se deduce que el pastor o creyentes que se aferra a una comprensión limitada de la misión de Jesús basada en “hacer evangelismo, no política” debe decidir qué porciones de la Biblia deben enseñar. ¿Debe omitirse la enseñanza de Génesis 9:5-6, Juan 19:11, Hechos 25:11, Romanos 13:1-7, o 1 Pedro 2:13-14, ya que tienen que ver con el impacto de los creyentes? sobre el gobierno? Más específicamente, ¿se debe evitar enseñar sobre la influencia de José en el gobierno del faraón o el impacto de Daniel en el gobierno de Nabucodonosor? ¿Qué partes de todo el propósito de Dios (Hechos 20:27) debe omitir el maestro de la Biblia? Una comprensión demasiado limitada de la misión de Jesús conduce inevitablemente a editar qué partes de las Escrituras enseñará u omitirá—y crea una enorme incongruencia subsiguiente a la luz de 2 Timoteo 3:16, que dice: Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar … y Hechos 20:27b, que nos declara todo el propósito de Dios.

V. DIOS DEJA A LOS CRISTIANOS EN LA TIERRA PARA EVANGELIZAR Y HACER EL BIEN A LOS DEMÁS

Al igual que en el primer punto, relativo a que el creyente es un iluminador y preservador en el mundo en la medida en que es espiritualmente maduro, Dios tiende a dejar a Sus santos en la tierra después de salvarlos con este propósito. Entonces, después de ser salvo, ¿qué debe hacer el creyente? ¿Debe él o ella evangelizar a otros sólo el resto de sus vidas terrenales ?
¿Qué hay de Mateo 22:39b, “ AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO ”? Este mandamiento aparece otras seis veces en el Nuevo Testamento. Al igual que el mandamiento de la Gran Comisión, ¡también es un mandamiento de Jesús! El espíritu de las enseñanzas de Jesús exige que los creyentes consideren las siguientes cuestiones (relacionadas con formas tangenciales de amar al prójimo ): por ejemplo, 1) asegúrese de que la ley castigue a los ladrones que podrían robar a mi prójimo , 2) trabajar para crear y aplicar leyes relativas a la protección de mis prójimos en Internet contra los piratas informáticos que podrían robar la información de sus tarjetas de crédito, y 3) crear políticas que garanticen que quienes eduquen a los hijos de mi prójimo no puedan enseñarles cosas malas .
Entiende la idea. ¿Cómo podrían lograrse estas políticas tan compatibles con los mandatos de las Escrituras de amar al prójimo si los creyentes que creen en las verdades morales de las Escrituras no participaran en la formulación de políticas? Gálatas 6:10 refuerza esta misma e importante idea de amar al prójimo en el aquí y ahora: Así que entonces, hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y especialmente a los de la familia de la fe. Efesios 2:10 subraya aún más la responsabilidad social de los creyentes cuando dice: Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. Las buenas obras tienen un significado y una aplicación actual y más amplias que únicamente la evangelización.
“¿POR QUÉ LAS IGLESIAS DEBEN ENSEÑAR A SU GENTE A HACER BUENAS OBRAS EN HOSPITALES, EN ESCUELAS EN LAS EMPRESAS, Y EN VECINDARIOS, PERO NO EN EL GOBIERNO? “ 7
La conexión bíblica entre amar a nuestro prójimo y la necesidad de participar en el gobierno civil es fuerte e inevitable.

VI. DIOS ESTABLECIÓ TANTO LA IGLESIA Y EL ESTADO PARA FRENAR EL MAL

Cuando un creyente, mediante el poder del Espíritu Santo, gana a alguien para Cristo, tal regeneración interna debería sofocar el mal en el corazón del convertido (véase 2 Corintios 5:17). Sin embargo, la historia y la observación actual indican que no todo el mundo viene a Cristo, ni los que lo hacen se santifican completa e inmediatamente en sus acciones evidentes. En consecuencia, Dios ha instituido, además de la Iglesia, el gobierno civil para frenar el mal mediante el uso de la fuerza y el castigo en un mundo caído. Romanos 13:4b es claro al respecto, donde Pablo afirma (hablando del gobierno):
Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo.
1 Pedro 2:13-14 afirma algo similar,
Sométanse… a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad, oa los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores… 8
Estos pasajes sirven para aclarar el hecho de que Dios interviene en Su reino confiriendo Su autoridad al gobierno civil ya a través de él (Romanos 13:1) con el fin de frenar el mal en un mundo caído. Mientras que la Iglesia es el conducto divino de la gracia salvadora, el Estado es el conducto divino de la gracia restrictiva. Es importante revisar lo anterior a la luz de este punto. Esta comprensión requiere la participación del creyente en el gobierno civil, ya que forma parte de la misión general de Jesús y de su invención institucional. También parece deducirse que algunos son llamados por Dios a servirle en Su institución de gobierno, del mismo modo, y en el mismo grado, que algunos individuos son llamados a servirle en Su institución de la Iglesia, aunque sus objetivos institucionales difieren en cuanto al modo. en que consiguen frenar el mal.
Merece la pena mencionar otro punto. Los cristianos aislacionistas (los que creen en la superioridad institucional, la exclusividad y la preeminencia de la institución de la Iglesia) con demasiada frecuencia albergan un sentimiento de superioridad moral: como si la autoridad de la Iglesia estuviera por encima de la autoridad del Estado. La Iglesia no es superior al Estado; y en muchos casos, la Iglesia debe someterse al Estado. La flagrante ilustración histórica y vergonzosa estadounidense de esto es la Proclamación de Emancipación de 1863. La abolición de la esclavitud no vino de la institución de la Iglesia a través de la evangelización. Más bien, el Estado dio a luz la libertad de un ser humano de la propiedad de otra persona. A veces, ¡el Estado frena el mal con más eficacia que la Iglesia!
Una ilustración más evidente de este fracaso se produce hoy en día cuando la Iglesia no denuncia los abusos sexuales cometidos en su campus a las autoridades gubernamentales, creyendo que ellas, la Iglesia, deben ser el árbitro exclusivo y final en tales asuntos.
Otro ejemplo de la teología fallida de la Iglesia-Estado fue la total falta de exactitud de los líderes eclesiásticos con relación a la canonización del Nuevo Testamento. ¡El Estado motivó la canonización del NT! No fue hasta que Constantino, a principios del siglo IV, exigió a Eusebio que la Iglesia cosiera los veintisiete libros juntos (por así decirlo). Estos son sólo algunos ejemplos del uso que Dios hace de Su institución del Estado en formas que indican la importancia y el significado que tiene para Él.
Por tanto, es lógico que los creyentes respeten el papel único del Estado (y no alberguen actitudes de superioridad condescendiente hacia él) y, por tanto, participen en el gobierno civil, en lugar de aislarse de él, no sea que acaben heredando un país. sin ley y en bancarrota, en el que lo más probable es que pierdan sus libertades religiosas para realizar “sólo evangelismo”.

VII. LOS CRISTIANOS HAN INFLUENCIADO POSITIVAMENTE EN EL ESTADO A LO LARGO DE LA HISTORIA

Los siguientes ejemplos contrastan fuertemente con la idea de la no participación de los creyentes en el Estado, aparte de la evangelización: Hay al menos tres categorías de influencia histórica de los creyentes en el Estado. Estos relatos son numerosos y están bien documentados por los autores Schmidt 9 y Colson 10 en sus maravillosas obras. Lo que sigue es un resumen:

A. LA DIGNIDAD DE LA HUMANIDAD

La difusión histórica y el impacto de la influencia cristiana en el Estado a través de la participación de los cristianos en el Estado han sido responsables de muchas victorias: La participación de los cristianos en el Estado influyó en la prohibición del infanticidio, el abandono de niños. y el aborto en el Imperio Romano (374); la participación de los cristianos en el Estado prohibió que se quemara vivas a las viudas en la India (1829); la participación de los cristianos en el Estado acabó con la esclavitud en el Imperio Británico (1840); la participación de los cristianos en el Estado puso fin al vendado de los pies de las mujeres en China (1912); y la participación de los cristianos en el Estado prohibió la discriminación racial en Estados Unidos. Estos ejemplos no son más que algunas de las contribuciones políticas históricas de creyentes beatitudinales, maduros en Cristo, ¡los agentes de preservación e iluminación llamados por Dios!

B. LAS CONSTITUCIONES DE LA HUMANIDAD

Los cristianos que participaron en la política influyeron en la redacción de la Carta Magna en Inglaterra en 1215, la Declaración de Independencia en América en 1776 y la Constitución de los Estados Unidos en 1787. Estos son los documentos más importantes en la historia de los gobiernos. conocidos por la humanidad. Todos fueron influenciados significativamente por creyentes y son la base no sólo de países prósperos, sino también del subsiguiente movimiento de misiones cristianas en todo el mundo. Estos puntos de vista avanzados del gobierno han dado a luz las libertades individuales, la justicia, la libertad de religión, y la separación institucional (pero no influyente) de la Iglesia y el Estado.

C. LA EDUCACIÓN DE LA HUMANIDAD

Los creyentes que participan en el Estado han influido enormemente en el desarrollo de la educación superior en América.
EN 1932, EL 92% DE LAS 182 FACULTADES Y UNIVERSIDADES DE ESTADOS UNIDOS HABÍAN SIDO FUNDADAS POR DENOMINACIONES CRISTIANAS.
Tal influencia ha llevado al avance de una sociedad hasta ahora desconocida en la historia, una sociedad que ha acelerado la Gran Comisión hasta niveles de realización iguales a los de la Iglesia del primer siglo.
Estos son sólo algunos ejemplos de la influencia cristiana en el Estado más allá de la evangelización. Por eso, cuando un destacado autor cristiano afirma en el año 2000: “Dios no llama a la Iglesia a influir en la cultura promoviendo leyes y sentencias judiciales que promuevan un punto de vista bíblico” y “Utilizar métodos temporales para promover cambios legislativos y judiciales”. … no es nuestra vocación y no tiene valor eterno”, 11 uno se pregunta cómo puede llegar a una comprensión tan limitada (y aberrante) de la misión de Jesús.
En su comentario mucho más antiguo sobre Mateo 5:13-16 (1985), este mismo autor dijo: “Los cristianos pueden tener una poderosa influencia en el bienestar del mundo”. 12 Y en él cita a Martyn Lloyd-Jones, quien dijo: “[Lo que salvó a Inglaterra fue que]… la situación política se vio afectada, y las grandes Leyes del Parlamento que se aprobaron en el siglo pasado se debieron principalmente al hecho de que había un gran número de cristianos individuales en el país”. 13
Desafortunadamente, en el año 2000, este mismo escritor escribió un libro para intentar influir en los pastores a fin de evitar la participación gubernamental (ref. nota final 3). La influencia cristiana sobre el Estado a lo largo de la historia, así como el argumento contextual de Mateo 5:1-16 (presentado en la sección introductoria), respaldan la postura bíblica anterior de 1985 de este autor.

VIII. ¿NO DICE LA BIBLIA QUE HABRÁ PERSECUCIÓN?

Al estudiar escatología, la doctrina de los acontecimientos bíblicos futuros, una persona podría razonar: “Puesto que las cosas van a empeorar en los últimos tiempos (Mateo 24:9-12, 21-22; 2 Timoteo 3:1-5), ¿Por qué alguien debería intentar mejorar el gobierno hoy?”. La respuesta es sencilla: mientras tanto, el creyente debe ser sal y luz (Mateo 5:13-15), amar al prójimo (Mateo 22:39), hacer buenas obras (Efesios 2:10) y evangelizar a los perdidos (Mateo 5:16). No podemos desobedecer los claros mandatos de Dios aquí y ahora en lugar de los pasajes del fin de los tiempos, un “determinismo profético” que eclipsa y elimina cualquier sentido de obediencia bíblica actual.
EL FUTURO FATALISTA DEL MUNDO DEL MAÑANA NO ES EXCUSA PARA LA PRIVACIÓN DE DERECHOS HOY.
Las Escrituras mencionan claramente que, de todos modos, nadie conoce el momento exacto de Su Segunda Venida (Mateo 24:36; 25:13); por lo tanto, el creyente debe influir en el gobierno civil para bien mientras pueda.

IX. ¿DISTRAERÁ LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA A LOS CREYENTES DE LA TAREA PRINCIPAL DE PREDICAR EL EVANGELIO?

Los defensores del “sólo evangelismo” argumentan con frecuencia que la participación política de la Iglesia hoy en día sirve para distraer a los creyentes de la tarea principal de predicar el Evangelio al mundo. Esto podría ocurrir, y he sido testigo de que así es en el ámbito político por parte de los defensores de la derecha religiosa. Pero la cuestión no es si la participación política de la Iglesia desviará la atención de la predicación del Evangelio, si es que Dios ha llamado al creyente a ser sal y luz como requisito para la forma más eficaz de evangelización, que lo ha hecho. Es la participación genuina en la vida de las personas a lo largo del tiempo lo que lleva a ganar almas.

X. RESUMEN

Por estas razones, la comprensión del cristiano de “hacer evangelismo, no política” es una falsa dicotomía y una comprensión incorrecta de la Iglesia y el Estado. Los creyentes deben involucrarse en la política de manera similar a como pensarían en mejorar su matrimonio, su familia, su negocio o su iglesia. Presentarse a unas elecciones y servir en el gobierno civil no es menos espiritual que dedicarse al ministerio a tiempo completo, casarse, formar una familia o crear una empresa. cm



1 También es un verbo en presente activo de indicativo.
2 En 1 Corintios 9:22b, el apóstol Pablo afirma: “ Me he hecho igual a todos, para que algunos se salven ” (TLA). Se trata de un pasaje de apoyo apropiado en relación con la comprensión bíblica de la participación cultural. Pablo estaba dispuesto a involucrarse en las vidas, profesiones (incluyendo la arena política, por ejemplo, Filipenses 1:13, cf. 4:22), y culturas de otros sin comprometer la verdad bíblica con el fin de evangelizar a los perdidos.Cómo ¿Puede la iglesia de hoy evangelizar a los políticos si no está dispuesta a conectarse con los políticos?
3 Este esquema se utiliza con permiso del Dr. Wayne Grudem, quien ha tratado estos mismos temas en su excelente libro Política según la Biblia . Con su permiso, en relación con la brevedad que tuvo (en términos del número total de páginas del libro mencionado), me dio permiso aquí para desarrollar cada punto más ampliamente, lo que he hecho.
4 John MacArthur, Por qué el gobierno no puede salvarlo: una alternativa al activismo político (Grand Rapids: Zondervan, 2000), 11-12. Vale la pena destacar la exposición de MacArthur de Romanos 13:1-7 en 1994, donde afirma lo respectivo a la ordenación y la moralización: “El gobierno humano es ordenado por Dios para el beneficio de la sociedad… Para promover y proteger el bien en la sociedad el gobierno humano debe castigar el mal” (John MacArthur, The MacArthur New Testament Commentary: Romanos 9-16 [Chicago: Moody, 1994], 218, 225). En sus comentarios está implícita su aparente admisión de un papel más amplio de la misión de Jesús (cf. Colosenses 1:16). Desgraciadamente, su incongruente pensamiento posterior (“haz evangelismo, no política”) ha influido en muchos.
5 Ibídem, 7.
6 Muchos pensadores cristianos destacados creen que una de las principales razones por las que Estados Unidos no ha seguido el camino de Europa se debe a la presencia y el poder de la radio cristiana.
7 Wayne Grudem, Política según la Biblia (Grand Rapids: Zondervan, 2010), 48. Nota: Estoy utilizando el respectivo esquema de capítulos del Dr. Grudem (con la tan apreciada exhaustividad) en este estudio con su permiso.
8 La única excepción a la obediencia a la autoridad del Estado es cuando la autoridad civil implique desobediencia a la Palabra de Dios (Éxodo 1:17; Daniel 3:16-18; 6:7, 10; Hechos 4:19).
9 Alvin Schmidt, Cómo el cristianismo cambió el mundo (Grand Rapids: Zondervan, 2004).
10 Charles Colson, Dios y el gobierno: Una visión desde dentro sobre los límites entre la fe y la política (Grand Rapids: Zondervan, 2007). (Publicado anteriormente como Kingdoms in Conflict ).
11 Ibídem, 130; 15.
12 John MacArthur, Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Mateo 1–7 (Chicago: Moody Press, 1985), 243.
13 Martyn Lloyd-Jones, Estudios sobre el Sermón del Monte (Grand Rapids: Eerdmans, 1971), 1:157, citado en John MacArthur, Por qué el gobierno no puede salvarte: Una alternativa al activismo político (Grand Rapids: Zondervan, 2000).
 

La actitud de los cristianos/as ante la desigualdad...​

Define desigualdad...
 
No hay un ser humano igual al otro.
Es mas facil hacer objetos iguales que hacerlos todos completamente diferentes.
 
Evangelios falsos.
 
Todos los gobiernos están podridos, necesitamos verdaderos cristianos que nos gobiernen.