LA ABUNDANTE SUMUNISTRACION DEL ESPIRITU DE JESUCRISTO

14 Agosto 2009
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Por nosotros mismos jamás podremos expresar en nuestro vivir las virtudes de Cristo; para ello requerimos de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo en nuestro diario vivir (Fil. 1:19). A fin de salvar al hombre caído, Dios se hizo carne, llegó a ser un hombre en el Hijo y por el Espíritu. El llevó una vida humana por treinta y tres años y medio, y al final de Su vida, fue crucificado y resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante. Dicho Espíritu no es meramente el Espíritu de Dios, tal como lo era antes de que el Señor se hiciera carne; más bien, es el Espíritu de Dios después de la resurrección, el cual fue producido por la mezcla del Espíritu Santo —que tiene divinidad— y la encarnación del Señor (Su humanidad), Su vivir humano bajo la cruz, Su crucifixión y Su resurrección. Este Espíritu es el Espíritu de Jesucristo, el cual incluye todos los ricos ingredientes de la divinidad, humanidad, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo; es el Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo del Dios Triuno. Por consiguiente, en El está la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, y El mismo es dicho suministro abundante. Ahora, El vive en nosotros, abasteciéndonos diariamente e impartiéndose en nosotros como nuestro alimento. El es todo lo que necesitamos.

Dios creó al hombre conforme a Su imagen. La imagen de Dios es todo lo que El es, o sea amor, luz, santidad y justicia. Dios es amor, luz, santidad y justicia; por tanto, estos atributos son Su imagen. Puesto que el hombre fue creado a la imagen de Dios, en él hay virtudes humanas tales como el amor, la luz, la santidad y la justicia; no obstante, dichas virtudes humanas no son la realidad, sino que sólo son la imagen de la realidad. Así como un cuadro no es la realidad del hombre ni es el hombre mismo, las virtudes del hombre son sólo un cuadro representativo de la imagen de Dios. Cuando creemos en Cristo y recibimos a tal Cristo pneumático, El entra en nosotros para ser nuestra vida interior y para expresarse en nuestro vivir. De esta manera, tenemos la realidad de todas las virtudes de los atributos de Dios y podemos expresar en nuestro vivir el amor, la luz, la santidad y la justicia, las cuales son la expresión del Cristo que está en nosotros.

Si permitimos que el Señor Jesús viva en nosotros, podremos amar a otros genuinamente. No amaremos con nuestro propio amor, sino con el amor de Cristo quien ahora vive en nosotros y es nuestro suministro abundante. El Cristo que vive en nosotros es el Espíritu que tiene el suministro abundante. El ha llegado a ser uno con nosotros. No tenemos que esforzarnos por cuenta propia en hacer el bien ni en comportarnos moralmente, pues todo lo que hagamos y todo nuestro vivir provendrá del suministro abundante de Jesucristo.

El Espíritu de Jesucristo es Cristo como el Espíritu que imparte vida (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). El suministro de este Cristo pneumático es Su impartición de vida. El suministro y la impartición de la vida de Cristo resultan en que vivamos a Cristo, lo cual nos salva, a fin de que no seamos avergonzados por no haberle vivido y que no perdamos Su testimonio por no haberle magnificado. Al contrario, con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en nuestro cuerpo, o por vida o por muerte.