No recuerdo el origen de este escrito, y habiendo aclarado previamente que no es mío, paso al oportuno cut & paste para la lectura y análisis de aquellos que deseen encontrar la verdad en las enseñanzas de la Palabra, no en argumentos de hombres:
EL DOGMA EUCARISTICO:
LA TRANSUBSTANCIACION
EXPUESTA A LA LUZ
El siguiente estudio sobre la supuesta presencia real y literal del Señor Jesucristo en la Eucaristía fue hecho en respuesta a la petición de un sacerdote de la iglesia católico romana. Habiendo encontrado. Un gran error en esta pretensión, y creyendo que muchos cristianos sinceros y amantes de la verdad agradecerían una exposición del mismo, presento este estudio para la consideración de todos los que quieran conocer y convencerse de la verdad, según las Sagradas Escrituras.
La palabra "eucaristía" viene del griego, y significa acción de gracias, debido a que el Señor Jesús dio gracias al Padre por el pan al instituir la Santa Cena, en la cual se recuerda con gratitud la expiación de nuestros pecados por su muerte en la cruz. Pero según la iglesia romana, se refiere particularmente al pan y al vino de la Santa Cena, que, según ella mantiene, se convierten o transubstancian por medio de su consagración por un sacerdote, en la verdadera y literal carne y sangre de Cristo, o más bien, en el mismo Cristo, divino y viviente; de donde viene la palabra "transubstanciación".
El dogma de la transubstanciación fue promulgado por primera vez en el año 1215, por el Concilio de Letrán, convocado por el Papa Inocencio III. En el Concilio de Trento, Ses. 13, el 11 de oct. de 1551,la transubstanciación fue declarada dogma de fe, bajo anatema para todos los que la rechazan, en las siguientes palabras: "Si alguien negare que en el sacramento de la santísima Eucaristía se hallan contenidos verdadera, real, y substancialmente el cuerpo y la sangre, junto con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo; y afirmare que el Señor se halle allí únicamente en símbolo, figura o poder, el que tal dijere, sea anatema".
Por amor de la verdad, y en vista del anatema que la iglesia romana pronuncia contra todos los que no aceptan este dogma, nos conviene examinar detenidamente el fundamento en que se establece el dogma. Porque si fuera verdad, entonces no sólo los protestantes y evangélicos que creen que el pan y el vino eucarísticos son símbolo o representación del cuerpo y sangre de Cristo, sino que todo católico romano también que no cree que Jesucristo, entero y vivo, está literalmente presente en toda hostia que come, es hereje, y por tanto está bajo el anatema o maldición de la iglesia romana.
El dogma de la transubstanciación se funda principalmente sobre cuatro bases: 1) la tradición, o las opiniones de teólogos y Padres de la iglesia; 2) una interpretación literal y materialista del discurso de Cristo en S. Juan, cap. VI, versículos 48-58; 3) una interpretación literal e irracional de las palabras de Jesús de la Santa Cena; y 4) el hecho de que con Dios todo es posible. Vamos a considerar estas cuatro bases en que se apoya el dogma de la presencia real y substancial del Señor Jesús en la Eucaristía.
LA TRADICION SE CONTRADICE
Tratando de la tradición, la iglesia romana habla del "unánime sentir de las iglesias", cuando en realidad no se encuentra tal unanimidad. Aun las autoridades católico romanas se contradicen abiertamente a sí mismas. Por ejemplo, el Jesuita J. Weninger,'escribiendo de la Eucaristía, declara que el "Jesucristo real y verdaderamente presente con su Cuerpo y Sangre, con su Alma y Divinidad; el mismo que, recién nacido, fue recostado en el pesebre, el mismo que descansaba reclinado sobre el Corazón virginal de María, el mismo que trabajaba en Nazaret con San José", etc., etc.; como también otros en palabras semejantes. Mientras hay otros, por ejemplo el Ilmo. Obispo Scío, refiriéndose al comer la carne y beber la sangre de Cristo, en sus notas aprobadas por el Papa Pío VI, dice: "No debéis entender, que esto haya de ser de una manera carnal y grosera, sino espiritual, aunque muy real". Y el Pbro. Gmo. Jünemann en su Nuevo Testamento, dice: "Advierte Cristo, que no hablaba de su carne material, mortal, sino de la glorificada, espiritualizada".
La iglesia romana pretende, como dice el Abate Bergier en su Diccionario de Teología, que "en todos los siglos los PP., los concilios, las liturgias, las confesiones de fe y los autores eclesiásticos se sirven de unas mismas expresiones y presentan el mismo sentido", y que "en ninguna parte se ha suscitado cuestión alguna acerca de dicho sacramento". Pero en otra página dice: "No es de admirar que este dogma haya sido atacado desde los primeros siglos de la Iglesia". El hecho es que Pascasio Radberto, del siglo noveno, fue el primero que abogó formalmente por la transubstanciación como una doctrina, o_sea la interpretación literal y materialista de las palabras "carne" y "sangre" de Jesucristo; lo cual despertó mucha oposición de parte de los grandes teólogos y santos de la iglesia. Y no se-halla la famosa palabra "transubstanciación" hasta el tiempo de Hildeberto, arzobispo de Tours, en el siglo doce. El mismo Abate Bergier dice, hablando de Hildeberto: "Este es el primer autor en que se halla la palabra Transubstanciación". Además, hablando del Concilio de Letrán, del siglo trece, dice: "Allí se halla por primera vez la palabra transubstanciación para expresar la conversión del pan y del vino en cuerpo y sangre de Jesucristo". Así, por autoridad católico romana, tenemos el hecho que tal "transubstanciación" no fue aún conocida en la iglesia hasta mil años después de Cristo y sus Apóstoles.
Además, no es mi propósito entrar en el terreno de las opiniones de teólogos y eclesiásticos antiguos o modernos, porque, por medio de una comparación de distintas ediciones de los escritos de los Padres de la iglesia, se ha probado repetidas veces que se han cambiado o corrompido estos escritos para obtener mayor apoyo para ciertos dogmas y prácticas. Frecuentemente los sacerdotes romanos toman mucha libertad al citar pasajes de las Sagradas Escrituras, según les convenga a sus fines; y es natural que tomaran tanta libertad o aun más al citar los escritos humanos. Por tanto, al meternos en las tradiciones u opiniones de hombres es meternos en un fango de donde no podemos sacar nada en limpio. Los protestantes han citado a los Padres de la iglesia en apoyo de su posición tanto como los católico romanos los han citado para apoyar la suya; porque muchas veces ellos también hablaban figurativamente.
En fin, hay una cosa de que podemos estar absolutamente seguros, a saber, que nunca ha existido unanimidad en favor de la transubstanciación del pan y del vino eucarístico en carne y sangre literal de Cristo; y como hay tanta contradicción entre las opiniones de hombres, no conviene ocupar el tiempo con ellas, cuando tenemos la misma palabra de Dios. Las tradiciones de la iglesia romana se han desarrollado con el progreso de los siglos, pero la fe cristiana se establece en la verdad de Dios, la cual se encuentra en la Palabra de Dios. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8:20).
UNA INTERPRETACION FALSA
Uno de los argumentos que la iglesia romana ha empleado para apoyar el dogma de la transubstanciación se halla en una interpretación literal, materialista, y aun grosera, de las palabras de Jesús en el capítulo VI de San Juan, versículos 48 hasta 58, aplicándolas a la vez, al pan y al vino de la Eucaristía. Pero una consideración, aun ligera, de este pasaje nos muestra que no se presta para una interpretación literal, y tampoco tiene referencia a los elementos de la Santa Comunión. Si el Señor Jesucristo hablaba de su carne y sangre en sentido literal en este pasaje, como la iglesia romana pretende, y si la hostia y el vino debidamente consagrados fueran también la carne y sangre literal y verdadera del Señor, entonces lo que Cristo decía de su carne y sangre se aplicaría igualmente a la hostia y al vino eucarístico, y por tanto se podría sustituir la palabra "hostia" en lugar de Jesús o su "carne", en este pasaje, en la siguiente manera:
48 La Hostia es el pan de vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.
50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.
51 La Hostia es el pan vivo que ha descendido del cielo, si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan
que yo daré es la Hostia, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a comer?
53 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la Hostia, y bebiereis el vino, no tendréis vida en vosotros.
54 El que come la Hostia y bebe el vino, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque la Hostia es verdadera comida, y el vino es verdadera bebida.
56 El que come la Hostia y bebe el vino, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que come la Hostia, él también vivirá por mí.
58 Esta es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y son muertos; el que come de este pan, vivirá eternamente.
ALGUNAS EVIDENCIAS CONTRA UNA INTERPRETACION LITERAL
En vista de varias conclusiones que resultan de una interpretación literal y materialista de este pasaje, se ve que tal interpretación es errónea, y que el Señor no hablaba de su carne y sangre literal, y menos del pan y del vino de la Santa Comunión.
1. Al principiar, y como base de su discurso sobre el pan de vida, el Señor Jesús decía: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (v. 35). pero sabemos que esto no es la verdad en el sentido literal y materialista, sino solamente en sentido espiritual. Así, en estas palabras tenemos la verdadera clave para la interpretación de este discurso del Señor.
2. Repetidas veces en este discurso el Señor Jesús hablaba de sí mismo como "pan" (vs. 32, 33, 35, 41, 48, 50, 51, 58), y todos sabemos que pan no es carne en sentido literal. Interpretando sus palabras literalmente, el Señor no se hizo carne, sino pan; lo cual contradice el hecho de la encarnación del Hijo de Dios. Pero sabemos que Cristo participó de nuestra "carne y sangre" (Heb. 2:14), y por tanto, tal interpretación de sus palabras no expresa la verdad.
3. Siete veces en este discurso el Señor hablaba de sí mismo como "el pan" que había descendido del cielo (vs. 32 - 58); y si Jesús hablaba de su carne y sangre literal y material, como la iglesia romana pretende, entonces es necesario creer que su cuerpo no se formó en el seno de la Virgen, sino que descendió de los cielos. Pero sabemos que esto no es verdad, porque su cuerpo literal y material fue concedido y nació de la Virgen María.
4. Según la interpretación católico romana, todo lo que necesita el pecador para ser salvo es simplemente comer de la hostia, y "vivirá para siempre" (v. 51); y el que de ella come "tiene vida eterna" (54), y permanece en Cristo, y Cristo permanece en él (v. 56), y "vivirá eternamente" (v. 58); porque estas palabras del Señor son absolutas e incondicionales a todos los que comen de su carne y sangre; por tanto, todos, aun los criminales, homicidas e impíos, que han comido alguna vez de la hostia ya tienen la salvación y la vida eterna. Pero sabemos que esto no es verdad.
5. Además, según esta interpretación, ninguno que haya comido de la hostia podría tener vida eterna o salvación; porque el Señor dijo: "Si no comiereis la carne (u hostia) no tendrá vida en vosotros" (v. 53). Por tanto, aunque los apóstoles ya creían en el Señor, y sus nombres estaban "escritos en los cielos" (Lucas 10: 20), ellos no tenían la vida eterna o salvación, porque no habían comido de la hostia; tampoco el malhechor arrepentido, a quien el Señor dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Pero sabemos que esto no es verdad; "porque el que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Juan 3:16, 36; 5:24).
6. Asimismo, si solamente los que han comido de la hostia debidamente consagrada por un sacerdote tendrán la vida eterna, entonces ninguno de los muchos millones de cristianos protestantes y evangélicos, a pesar de su fe en Cristo según las Escrituras, y la santidad de su vida, se salvarán, como tampoco los millones de niños que mueren en su infancia e inocencia; porque no han comido de tal hostia. Pero sabemos que esto no es verdad.
7. Además, el Señor no sólo dijo que era necesario comer su carne, sino también beber su sangre, como cosa separada y distinta de comer la carne; y si su "sangre" quiere decir el cáliz o vaso, según la interpretación romana, entonces ninguno, sino sólo los sacerdotes tendrían la vida eterna; porque sólo ellos beben del cáliz. Pero sabemos que esto no es verdad.
8. En fin, según esta interpretación, el obtener la salvación no es cuestión de arrepentimiento del pecado, ni de fe en Cristo y su obra expiatoria ni de justicia y santidad, sino el comer de la hostia y beber del cáliz sacramental. Como alguien ha dicho: "Nadie puede salvarse sin el sacramento, y todo el que lo recibe, no puede perderse". Pero sabemos que esto no es verdad; porque el Apóstol Pablo nos dice: "Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino Justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo" (Rom. 14:17).
Pero, además, sabemos que cualquiera interpretación de un solo pasaje de las Sagradas Escrituras que necesariamente haga del Señor Jesucristo un mentiroso por ocho veces ,no puede ser La interpretación correcta; y por tanto es claro que el Señor de ningún modo hablaba en este pasaje de su carne literal, y tampoco de la hostia y del vino consagrado.
Pretender que la hostia y el vino consagrado sean verdadera carne y sangre sólo para los fieles y no para los impíos, o que se hagan carne y sangre sólo en el acto de comulgar dignamente, no es aceptable; como Bergier mismo admite en su Diccionario de Teología, diciendo: "es absurdo decir que un cambio que sola mente se efectúa en el fiel, se haga en la Eucaristía". Además, la iglesia romana pronuncia un anatema sobre el que afirme que la gracia no es conferida por el acto de participar del sacramento.
EL DISCURSO EXPLICADO POR EL SEÑOR
Al explicar este pasaje, casi todas las autoridades católico romanas faltan deliberadamente a la verdad, porque, no sólo pasan por alto la explicación dada por el Señor, sino que niegan el hecho de que el Señor Jesús haya dado una explicación del sentido figurado o espiritual de sus palabras. Pero notemos que cuando Jesús vio que muchos de sus discípulos se escandalizaron por causa de sus palabras, porque le habían entendido en sentido literal y material, inmediatamente el Señor prosiguió a explicarles sus palabras en los versículos 61 a 63:
61 Y sabiendo Jesús en si mismo que sus discípulos murmuraban de esto, díjoles: ¿Esto os escandaliza?
62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero?
63 El Espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida.
Primeramente, su referencia al hecho que el Hijo del hombre había de subir al cielo donde estaba primero (v. 62), tiene la forma de una reprensión a los discípulos, evidentemente por haber tomado sus palabras en sentido literal; como si dijera ¿Pues qué,
viendo que el Hijo del hombre ha de subir a donde estaba primero, cómo podréis comer su carne literal?, o, ¿Cómo puedo daros mi carne literal en vista de que el Hijo del hombre ha de subir a donde estaba primero? Entonces, para que entendiesen sus palabras en sentido espiritual y no material, el Señor dice claramente que es el Espíritu que da vida; y que la carne literal, como muchos de sus discípulos habían entendido, nada aprovecha, esto es, para dar la vida eterna. Esta explicación de sus palabras por el Señor mismo es una prueba de que los discípulos no las hablan tomado en el sentido debido.
Evidentemente para desviar al lector del verdadero sentido de este texto, el Obispo Torres Amat lo traduce en su versión del siguiente modo: "El espíritu es quien da la vida; la carne o el sentido carnal de nada sirve para entender este misterio; las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son". Pero el verdadero sentido de la palabra "carne" ha de ser determinada por el sentido que escandalizaba a los discípulos cuando se preguntaban entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Ellos no hablaban del "sentido carnal", sino de la carne literal de Jesús. Y como ellos hablaban de aquella carne literal, es natural que el Señor les contestara conforme a lo que ellos habían entendido; de otro modo sus palabras no habrían tenido verdadera aplicación a lo que les escandalizaba. Introducir otra cosa tan distinta de la carne litera1 de Jesús, según ellos lo entendieron, no habría sido probable en los labios de Aquel en cuya boca nunca hubo engaño. Además esta explicación, dada por el Señor, aun aplicando el discurso al pan y vino eucarístico, armoniza con la verdad bien sabida por católicos romanos y todos, que simplemente comer la carne literal o aun hostias, sin fe en Cristo y sin arrepentimiento del pecado, "nada aprovecha"; sino al contrario, traerla sobre el alma mayor condenación.
Además, es evidente de que este discurso no se refiere a los elementos de la Santa comunión, porque Jesucristo habló estas palabras unos doce meses, alo menos, antes de la institución de ésta, (véase Juan 6: 4); y por tanto sus palabras, como referentes al pan y vino eucarísticos, habrían sido completamente incomprensibles a todos los discípulos.
EL DISCURSO INTERPRETADO ESPIRITUALMENTE
¿Qué significan estas palabras "carne" y "sangre", según las Escrituras? La palabra "carne" no significa siempre carne literal, sino frecuentemente quiere decir la naturaliza propia. Por ejemplo, Jesús dijo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos" (Mat. 16:17). El Señor no hablaba de la carne literal, sino de la naturaleza e inteligencia propia de Pedro. Asimismo, cuando Dios le llamó para predicar a los gentiles, el Apóstol Pablo dijo: "No conferí con carne y sangre" (Gál. 1: 16), que quiere decir con su propia naturaleza o inclinaciones. También en Romanos 8:1-10, el Apóstol no hablaba de carne literal cuando decía: "Porque los que viven conforme a la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al Espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz; por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El" (vs. 5-9). En este pasaje tenemos abundantes evidencias de que la palabra "carne" no se usa siempre en sentido literal, sino muchas veces en sentido figurado o metafórico. Y como la "carne" se usa como símbolo o figura de "sí mismo" o naturaleza propia, asimismo se usa "sangre" como símbolo de la vida natural. Por ejemplo: "Porque la vida de la carne en la sangre está; y yo os la he dado para expiar vuestras personas sobre el altar; por lo cual la misma sangre expiará la persona. . . porque la vida de toda carne es su sangre" (Lev. 17:11, 14). Y siendo la paga del pecado muerte, por esta razón, sin el derramamiento de sangre no se hace remisión.
Tal vez el mejor comentario sobre las palabras: "Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo", son las mismas palabras de las Escrituras. Por ejemplo el Señor dijo: "Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mat. 20:28). Hablando del Señor Jesucristo el Apóstol Pablo dice: "El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo" (Gál. 1: 4). Y también dice: "El cual me amó, y se entregó a sí mismo por mV (Gál. 2:30). Como también en Efesios 5:2: "Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave". "El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos" (1 Tim. 2:6). Véase Tito 2:14; Heb. 2:9; 1 Juan 2:2. Hay muchos textos que muestran claramente que el Señor se dio a sí mismo en sacrificio voluntario para rescatar a los pecadores de la perdición. Y en Juan 10: 15, 1718, el Señor hace énfasis en el sacrificio voluntario de su vida, diciendo: "Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas ... Por eso me ama el Padre, porque pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mí Padre". Por tanto, lo que Jesús daba por la vida del mundo se refiere al sacrificio de sí mismo o todo¡ su ser bajo la figura de su "carne" y "sangre".
Y por las palabras "comer mi carne" y "beber mi sangre", el Señor hablaba de la necesidad absoluta de una participación de la naturaleza y vida divina si mismo, y así identificarse y unirse con El por medio de la fe y el conocimiento de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo. Como también el Apóstol Pedro, hablando de nuestra fe preciosa, dice: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de Aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud; por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas (conociendo y creyéndolas) fueseis hechos PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DI-
VINA, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia" (2 Ped. 1: 3-4). Y por medio de la fe en su muerte expiatoria, cuando se derramó su sangre o vida por nosotros, somos hechos PARTICIPANTES DE LA VIDA PROPIA DE JESÚS, LA CUAL ES LA VIDA ETERNA.
Esta interpretación armoniza con todas las Escrituras, y especialmente con lo que Cristo decía entonces: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre y el que en mi cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35); lo cual es verdad sólo en sentido espiritual. Además, se ve que el creer en Cristo, y el comer su carne y beber su sangre tienen el mismo significado, porque consiguen el mismo resultado, --la vida eterna; porque el Señor dijo: "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mi, tiene vida eterna"; y "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6:47 y 54). Confiar en la supuesta virtud de la hostia en vez de recibir a Cristo por la fe, sería un error fatal para el alma (1 Juan 5:12).
Para hallar mayor apoyo para su interpretación literal, la iglesia romana frecuentemente falsifica el texto de Juan 6:51 añadiendo la palabra "propia" o "misma", haciendo parecer que el Señor decía: Y el pan que yo daré es mi propia o misma carne; pero tal palabra no está ni en el texto griego, ni aun en el latín Cuando es necesario cambiar o añadir a la Palabra de Dios para establecer un dogma, es una prueba de que aquel dogma es falso.
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UNA INTERPRETACION IRRACIONAL
El único texto de la Biblia con que la iglesia romana pudiera dar apariencia de fundamento para el dogma de la transubstanciación, serían las palabras de la institución de la Santa Cena: "Esto es mi cuerpo", y "Esto es mi sangre". Pero aun en esto no hay fundamento verdadero; porque la palabra "es" no expresa siempre un sentido literal o absoluto. El mismo Obispo Scío en su nota sobre Mateo 13:19, dice: "Este es el que fue sembrado, quiere decir, la figura de aquel grano, que fue sembrado. Pues muchas veces to einai, esse, vale tanto como significar, representar". Y en Lucas 8:12, al explicar las palabras: "Son aquellos que la oyen", dice: "Esto es, los que son significados o figurados por el grano, que cayó junto al camino". Y así se ocupa comúnmente la palabra "es" en el sentido de figurar, representar o significar, especialmente al hablar, por ejemplo, de una estatua, cuadro o fotografía, que es solamente una representación de la cosa verdadera. Y es un hecho que en innumerables pasajes de las Escrituras la misma iglesia romana acepta el uso y la interpretación figurada o simbólica de la palabra "es". Por ejemplo: "Los tres sarmientos son tres días", quiere decir que representan o significan tres días (Gén. 40:12, 18): "Las siete vacas hermosas siete años son", quiere decir que los representan (Gén.41:26-27); también "Todos estos huesos son la casa de Israel" quiere decir que aquellos huesos secos representaban la casa de Israel (Eze. 37:11); "Y el macho cabrío es el rey de Javán", quiere decir que representaba el rey de Javán (Dan. 8:20-21); y muchísimos otros pasajes, como Mateo 13:19-23, 38-39; Lucas 8: 12-12-15; 1 Cor. 10: 4; Gál. 4:24-25; Apoc. 1: 20 y otros, donde una interpretación literal y absoluta la forma verbal "es" sería un absurdo.
Además, es un hecho importantísimo que ni en el hebreo, ni en el griego de la Biblia, se encuentra un verbo que corresponde a nuestras palabras "figurar", "significar" o "representar"; y donde se ha empleado la palabra "significar" en nuestras versiones, sólo quiere decir "declarar" o "interpretar". Por tanto, al hablar del pan y del vino como símbolos del cuerpo y sangre de Jesús, era necesario emplear la palabra "es" para expresar el sentido figurado o el de REPRESENTAR. Por tanto, el uso de la palabra "es" en las sentencias "Esto es mi cuerpo" o "Esto es mí sangre", no da ninguna prueba en favor del sentido literal. Y la insistencia en una interpretación literal en este caso, a pesar del hecho de que hay muchas evidencias que lo contradicen, no es razonable, sino caprichosa y antojadiza.
EL SIGNIFICADO SIMBOLICO DEL PAN Y DEL VINO DE LA SANTA COMUNION
El hombre consiste de espíritu, alma y cuerpo; y como el cuerpo necesita alimento y bebida materiales, apropiados para el sostén de su vida natural, asimismo, al recibir, por el nuevo nacimiento, una nueva vida espiritual, el hombre necesita también alimento y bebida espirituales, apropiados para el sostén de esa vida espiritual. El espíritu puede sostenerse solo con alimento espiritual, y nunca con pan material o "carne literal". Por lo tanto, para indicar a los discípulos, y a la vez recordarles siempre que su vida espiritual dependía enteramente de la participación de Cristo para su sostén, el Señor tomó el pan, hecho de trigo molido, y por tanto muerto como símbolo de su propio cuerpo, que sería también molido, destrozado y muerto por nosotros; y el vino, o más bien, "el fruto de la vid", exprimido en el lagar, como símbolo de su sangre preciosa derramada por nosotros en la cruz. Como por la fe apropiamos personalmente los beneficios espirituales del cuerpo sacrificado y la sangre derramada del Señor Jesucristo, así participando de aquellos símbolos de su cuerpo y su sangre anunciamos nuestra fe en la muerte y los méritos de Cristo, como nuestro alimento y sostén espiritual.
EVIDENCIAS CONTRA UNA INTERPRETACIÓN LITERAL
1. Es una interpretación gramaticalmente imposible.
Tomando todas las palabras en cuanto a la institución de la Santa Comunión, según los Evangelistas y el Apóstol Pablo, tenemos lo siguiente: "Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también el vaso, después de haber cenado, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados; haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí". Gramaticalmente "Esto" es demostrativo, y equivale a decir "Este pan" (es mí cuerpo); porque "pan" es el antecedente más cercano; como también en 1 Cor. 10: 16: "El pan que partimos", lo muestra. Además, el cuerpo partido o destrozado, y la sangre derramada, o separada del cuerpo, quiere decir un cuerpo muerto; por tanto el sentido es: Este pan es mi cuerpo muerto. Por lo tanto una interpretación literal es gramaticalmente imposible, porque: 1) la predicación se contradice a sí misma; si es pan, no es "cuerpo"; y si es "cuerpo" no es pan; la identidad de cosas contrarias es la fórmula del absurdo; 2) su cuerpo no estaba muerto aún, hasta muchas horas después que el Señor dijo: Esto es mi cuerpo partido o muerto; y 3) los incompatibles no pueden ser predicados el uno del otro. La una sustancia A no puede convertirse en la otra B que ya existía antes, porque es la conversión que ha de producirla. Asimismo en cuanto al vaso. –(Dabney). Por lo tanto es una prueba que el Señor hablaba figurativamente. Al convertir el agua en vino (Juan 2), fue la conversión del agua que produjo el vino que no existía antes.
2. Una interpretación literal no es lógica.
Es un hecho que el Señor Jesús frecuentemente hablaba por parábolas y lenguaje simbólico, y especialmente hablaba de sí mismo en términos figurativos: como la Luz, una Piedra, una Puerta, una Vid un Camino, etc., sin que nadie tome este lenguaje en sentido literal; y no es lógico tomar un solo caso entre tantos otros semejantes, cuando el Señor dijo: "Yo soy el pan de vida", o "Esto es mi cuerpo", y exigir una interpretación literal. Las no han de ser interpretadas literal o materialmente, como procuraba hacerlo Nicodemo, cuando el Señor le dijo que era necesario nacer otra vez (Juan 3:34), y como los judíos incrédulos, cuando el Señor hablaba de comer su carne y beber su sangre (Juan 6: 52,60), o como los discípulos cuando el Señor les amonestó contra la levadura (Mat. 16:6-12). El sentido simbólico de las palabras de la institución de la Santa Comunión no envuelve dificultad alguna, ni tropieza con contradicciones, ni crea absurdos tan sacrílegos como aquellos de las hostias desperdiciadas y a la vez armoniza con la ocasión de la Cena Pascual de los judíos, la cual también era cena simbólica, siendo conmemorativa de su redención de Egipto.
3. La transubstanciación contradice a la naturaleza del sacramento.
La palabra "sacramento" en cuanto toca a las Sagradas Escrituras, viene del griego "mysterion" pero traducida algunas veces "sacramento" en el latín, y menos veces así en el castellano (versión Scío), y significa "secreto", de donde viene la palabra "misterio". En cuanto a su uso religioso, un sacramento se refiere a un signo visible e instituido por nuestro Señor Jesucristo para representar alguna gracia o efecto espiritual que Dios obra en el alma, o un rito simbólico que representa a los ojos una gracia invisible en al alma. En este sentido el pan y el vino tomados en la Eucaristía son un sacramento, porque representan el cuerpo y sangre de Cristo, por medio de los cuales participamos simbólicamente de su naturaleza divina y de la vida eterna. Pero si el pan y el vino son literal y verdaderamente el mismo cuerpo y sangre de Cristo, entonces, por la pretensión de ser una realidad en sí mismos, dejan de ser un signo o representación de una gracia espiritual, y así destruye la naturaleza esencial de un sacramento.
4. La actitud de los apóstoles y la iglesia primitiva.
Los apóstoles y los primeros cristianos no entendieron las palabras de la institución de la Santa Comunión en el sentido de carne y sangre literal; de otro modo, por la razón expuesta arriba, no habrían comido de ella sin una grande y larga protesta, de lo cual no encontramos la menor indicación en las Escrituras. El Apóstol Pedro necesitaba una visión especial para prepararle aún a entrar en una casa gentil (Hech. 10: 11-16); y era tan celoso de guardar la ley en cuanto a su comida, que cuando el Señor le mandó: "Levántate, Pedro, mata y come", Pedro contestó: "Señor, no; porque ninguna cosa común e inmunda he comido jamás". Y para el judío hasta el día de hoy no hay otra cosa más abominable que comer sangre. Y notemos que por muchos años después, este mismo recelo permanecía en Pedro y en los otros cristianos judaicos, como se ve en Gálatas 2:11-14. Y aun hasta que Pablo fue tomado preso en Jerusalén, después de sus tres viajes misioneros, no se había cambiado en su actitud; porque los ancianos de la iglesia le dijeron: "Ya ves, hermano, cuantos millares de judíos hay que han creído; y TODOS SON CELADORES DE LA LEY" (Hech. 21:20). Por tanto, para cualquiera que tenga el menor conocimiento de la aversión de los judíos al acto de comer sangre, es una PRUEBA ABSOLUTA de que los apóstoles y la iglesia primitiva no creían en tal dogma como la transubstanciación. Los judíos que tomaron las palabras de Jesús en el sentido literal, como la iglesia romana, se volvieron atrás, y no le siguieron más (Juan 6:66).
5. Cristo está sentado a la diestra de] Padre.
Después de su obra expiatoria en la tierra Cristo ascendió al cielo para entrar en su ministerio celestial como nuestro Intercesor o Ahogado (Heb. 9:24-26; 7:25; Rom. 8:34; 1 Juan 2: l). Así, corporalmente, Cristo está sentado a la diestra del Padre (Col. 3A) hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies (Hech. 2:34-35; Heb. 10: 12-14). Entonces, como dijo el Apóstol Pedro, Dios "enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado; al cual de cierto es MENESTER QUE EL CIELO TENGA hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde los siglos" (Hech. 3:20-21). Mientras tanto, hemos de anunciar nuestra fe en la eficacia de su obra redentora por medio de la Santa Comunión "hasta que venga" (1 Cor. 11:26). Por tanto Cristo no puede estar presente corporalmente sobre los altaresde la iglesia romana.
6. Haced esto en memoria de mí".
Las palabras "Haced esto en MEMORIA DE Mí" (Lucas 22: 19; 1 Cor. 11: 24-25), constituyen otra prueba de que Cristo no había de estar presente corporalmente en la Eucaristía o Cena del Señor. Aunque el prometió que estaría presente espiritualmente en todo lugar "donde están dos o tres congregados en mi nombre" (Mat. 18:20; 28:20), y especialmente donde se celebre la Santa Cena en espíritu y en verdad, hasta el fin del mundo, no está presente materialmente en el pan eucarístico. Porque, nunca se celebra un servicio conmemorativo estando presente la persona del conmemorado; sino sólo en su ausencia. Cristo mandó "Haced esto en memoria de mí". La Cena del Señor, como la cruz de Cristo, señala en tres direcciones distintas: Hacia atrás, al Calvario, donde Cristo fue muerto por nuestros pecados, como nuestro Salvador: hacia arriba, al cielo, donde está Cristo sentado a la diestra del Padre, como nuestro Intercesor; y hacia adelante, "hasta que venga" Cristo, cuando se cumplirá nuestra plena redención del pecado y de sus consecuencias, como nuestro Rey glorioso. La Santa Comunión es sólo conmemorativa de Cristo y su muerte expiatoria; y los beneficios espirituales que experimentan los que participan dignamente del pan y del vaso como símbolos del cuerpo y sangre de Cristo son
tantos y tan grandes como experimentan aquellos que piensan que comen del cuerpo literal de Cristo.
7. Cristo es el que vive para siempre jamás.
La Palabra de Dios declara varias veces que Cristo es el que vive, y que no muere más, y que "la muerte no se enseñoreará más de él" (Rom. 6:9; Apoc. 1:18); por tanto, siendo Cristo el "que vive para siempre jamás" (Apoc. 4:9; 5:14), ninguna cosa muerta puede ser su cuerpo literal y verdadero. Pero nínguna puede decir con verdad que la oblea u hostia consagrada es una cosa viva, sino muerta y sujeta a la corrupción.
8. La carne de Cristo nunca verá corrupción.
David, como profeta de Dios, anunció que el cuerpo del Mesías no vería la corrupción (Sal. .16:8-10), y los apóstoles Pedro y Pablo sostenían la misma profecía (Hech. 2:27-31; 13:34-3 ). Pero es un hecho que el pan u hostia consagrada y comida por el que comulgue sufre corrupción; porque el Señor Jesús dijo: "Que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en letrina" (Mat. 15-17). Por tanto, el pan y el vino consagrados no pueden ser el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. La iglesia romana aun aconseja a sus fieles "que no retengan mucho tiempo la hostia en la boca, pues se exponen a que se corrompan las especies y quede sin comulgar". La pretensión de Lutero, que el pan y el vino sólo contenían la presencia de Cristo, permitiría que el Señor se retirara de la sustancia al corromperse; pero, la pretensión de que es la sustancia del pan que se convierte en la carne y sangre de Jesús, según la iglesia romana, significa que no es ya el pan el que corrompe, sino que es el mismo cuerpo literal de Cristo; de otro modo, ha de haber otro milagro de transubstanciación; pero sin agente para obrarlo. Las sutilezas de la iglesia romana pueden cegar las mentes, pero no podrán evitar las consecuencias lógicas.
9. Se pondría en duda la credibilidad de los apóstoles.
Sería un insulto a la inteligencia e integridad de los apóstoles suponer que ellos pudieran creer que el pan y el vaso que el Señor Jesús sostenía en sus manos fuesen a la vez el mismo cuerpo quebrantado y sangre derramada de Jesús, estando El, al mismo tiempo, sentado a la mesa, con su cuerpo entero y viviente delante de sus ojos. La idea de un cuerpo humano en las manos del mismo cuerpo, indicará una ilusión-mental. Además, creer que el Señor podía dividirse así en dos o más cuerpos literales y materiales, es negar la naturaleza verdaderamente humana de su cuerpo; porque ningún cuerpo humano, hecho de carne y sangre, sería capaz de dividirse y estar en dos lugares y en dos condiciones tan distintas a la vez. Pero no hay ninguna evidencia que nos indique que los apóstoles creían tal cosa tan ridícula en cuanto al cuerpo de Jesús. En cambio, hay muchas evidencias que afirman lo contrario. Pretender y exigir fe en tal cosa naturalmente conduce a la superstición, a la hipocresía, y a la incredulidad religiosa.
10. Lo absurdo de una interpretación literal.
Si hemos de dar a las palabras de la institución de la Cena del Señor una interpretación absolutamente literal entonces es el VASO 0 CALIZ_que se convierte en la sangre de Cristo; porque Cristo "tomando el vaso" dijo "Esto es mi sangre del Nuevo Pacto" (Mat. 26:27-28). Y en Lucas 22:20, dice: "Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama". Y el apóstol Pablo dice: "Esta copa es el nuevo pacto de mi sangre" (1 Cor 11:25,). Decir que tal interp exime al hecho de que la interpretación literal de la iglesia romana sea igualmente absurda a la luz de las otras Escrituras.
11. Cristo no pretendía una transubstanciación.
El hecho de que el Señor Jesucristo llamaba al vino "este fruto de la vid" aun después de darlo a sus discípulos (Mat. 26:29- Mar- 14:95), es una evidencia de que el vino no se había convertido en la verdadera sangre suya, como la iglesia romana pretende.
12. El apóstol Pablo no creía en la transubstanciación.
Hablando del pan eucarístico en 1 Corintios 10: 16-17, el Apóstol Pablo dice: "El PAN que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?. . . Pues todos participamos de aquel pan". Y en 1 Cor. 11:26, tres veces llamaba el pan consagrado simplemente "PAN", lo cual es una prueba que aquel pan no se había convertido en carne del Señor. Las palabras del apóstol no convienen al dogma de la transubstanciación.
UNA INTERPRETACION LITERAL CONDUCE A ERRORES Y A PRACTICAS ERRONEAS
1. La iglesia romana no permite a sus fieles obedecer a Cristo.
Cuando el Señor instituyó la Santa Comunión tomó "el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: BeBED DE ÉL TODOS" (Mat.26:27), "Y bebieron de él todos" (Mar. 14:23). Pero en indisputable desobediencia al mandamiento del Señor Jesucristo, la iglesia romana, desde el año 1415, no da el cáliz o vaso al lego, pretendiendo falsamente que el pan consagrado ha de contener también la sangre. Este error se basa sobre la suposición errónea de que se trata de la verdadera carne literal, y por tanto viva, del Señor Jesucristo; diciendo: "No se trata de comer carne muerta, sino la carne viva y vivificante del Hijo de Dios". Pero a la vez pretende que la hostia (que quiere decir "víctima") sea un verdadero sacrificio por el pecado. Y así no toma en cuenta el hecho de que un cuerpo vivo no hace expiación del pecado, sino sólo por su muerte. Hasta que haya derramamiento de la sangre, o muerte, la carne no es un sacrificio expiatorio. Es la sangre derramada de Cristo la que hace la expiación de nuestros pecados. Por esto, la debida celebración de la Santa Comunión exige la participación igualmente del pan y del vaso por separado, como requisitos del sacramento. Y el mandamiento del Señor pone tanta obligación de participar del vaso como del pan.
2. La pretendida repetición del sacrificio de Cristo en la misa.
El cuerpo de Cristo no había de ser ofrecido en sacrificio repetidas veces, ni se requiere una continuación de su sacrificio, sino que fue ofrecido una sola vez para siempre. Véanse Hebreos 9: 12, 25-28; 10: 10-14, 18. Cuando Cristo murió en la cruz El mismo, declaró: "Consumado es" (Juan 19:30 , dando a entender que su sacrificio por el pecado fue terminado, de tal modo que no se pudo añadir sin echar a perder la perfección de su obra. Pero hoy día hay muchas personas que se ocupan mucho más del sacrificio de la misa, que del solo y perfecto sacrificio de Cristo, el cual es el único que puede expiar nuestros pecados. Y además, el pretendido sacrificio de la misa no puede expiar el pecado, porque según la propia confesión de la iglesia romana, es "incruento", o sin sangre; "y sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Heb. 9:22). El sacrificio de la misa no es una continuación de la inmolación de Cristo, sino el sacrificio de la INTELIGENCIA HUMANA, aquel don precioso otorgado al hombre por Dios para constituirle superior a las otras criaturas.
3. La adoración de la hostia.
La adoración de la hostia, no sólo puede ser un acto de idolatría, sino que, siempre lo es. La misma iglesia romana enseña que sin la debida intención del sacerdote, la consagración es inválida, y por tanto, la transubstanciación inefectiva. Es un hecho frecuentemente confesado, que muchos sacerdotes no creen verdaderamente en el dogma de la transubstanciación, y por tanto, la consagración del pan no es con fe y debida intención, con el resultado de que la oblea se quedaría pan. El adorarlo entonces sería adoración de un dios falso, hecho de harina. Además, Dios es espíritu y la adoración de lo que se ve o lo material constituye idolatría. El apóstol Pablo dijo: "Y si antes conocimos a Cristo en cuanto a la carne, ahora ya no le conocemos así" (2 Cor.5: 16). Como la adoración de un pelo o una prenda del vestido de Jesús sería idolatría, así no adoramos su carne, ni su "sagrado corazón", siendo esto humano y material, sino adoramos su personalidad divina y eterna, la cual se vistió de nuestra carne. Además, el Señor nunca mandó la adoración de los elementos de la Santa Comunión, sino dijo: "Tomad, comed y bebed de ellos en MEMORIA DE mí". El "Jesús Sacramentado" que la iglesia romana adora, no es Cristo el Señor hecha de harina como, sino una "hostia" hecha de harina, como Israel adoraba un "becerro" hecho de oro, aunque proclamada una fiesta en el nombre del Señor Dios.
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UN ARGUMENTO
SIN FUNDAMENTO
La iglesia romana defiende el dogma de la transubstanciación sobre la base de que para Dios omnipotente no puede haber ninguna cosa imposible, y por esta razón debemos aceptar este dogma. Un ardiente defensor del dogma de la transubstanciación arguye de este modo: "No hay alguno entre los milagros del Salvador que no haya podido ser hecho por un puro hombre enviado de Dios; pero que Jesucristo se quede presente en cuerpo y en alma en todas las hostias consagradas, este es un prodigio que sólo puede ser obrado por un Dios. Si no lo ha hecho, engañó a sus apóstoles cuando les dijo: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra". Mat. 28:18. Añadiendo, que el negarlo "perjudica a la divinidad de Jesucristo". Pero el argumento es absurdo. Igualmente podemos decir que Jesús tendría todo poder de convertir a las moscas en elefantes, y si no lo hiciera, ha engañado a sus apóstoles.
1. Dios puede hacer todo lo que El quisiera hacer.
Aquí no se busca, ni se trata de lo que Dios puede hacer, sino delo que El quiso hacer. Como dice Calvino: "Afirmamos, pues, rotundamente que fue hecho lo que a El le plugo. Le agradó, por tanto, que Cristo fuera hecho en todo conforme a sus hermanos,
excepto el pecado (Heb. 2:14-17; 4:15). ¿Cómo es nuestra carne? ¿Por ventura no consta de cierta dimensión, no está contenida en un lugar, no puede ser tocada no se le ve? ¿Y por qué –dicen-- no puede Dios hacer que la misma carne ocupe muchos y diversos lugares, que no sea circunscripta o contenida por lugar alguno, que carezca de modo y de especie?
¿No es una locura lo que pides a la potencia de Dios, a saber, que haga el que la carne sea y no sea a la vez? Esto es lo mismo que si insistieras en que la luz sea a la vez luz y tinieblas. Dios quiere que la luz sea luz; las tinieblas, tinieblas; la carne, carne. Cuando Dios quiere, convierte ciertamente las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; pero cuando exiges que la luz y las tinieblas no se diferencien, ¿qué otra cosa haces sino pervertir el orden de la sabiduría de Dios? Conviene, por tanto, que la carne sea carne y el espíritu espíritu, cada cosa según la ley y la condición en que fue criada por Dios. Esta, empero, es la condición de la carne, que ocupe un lugar determinado, que conste de dimensión y de forma. Cristo se revistió de carne que tenía aquella condición, a la cual, sin embargo, le dio la incorrupción y la gloria, sin quitarle por eso su naturaleza. Es, por tanto, claro y evidente el testimonio dela Escritura que Cristo subió a los cielos, y que de allí había de venir como se le vio ascender (Hech. 1: 11). Pretender hacer dogma de fe todo lo que el Dios omnipotente pudiera hacer, sería el colmo de la ridiculez.
2. Un hecho innegable.
Es un hecho innegable que una misma sustancia material no puede estar en dos partes distintas al mismo tiempo. Si Cristo está sentado corporalmente a la diestra del Padre en el cielo, no puede estar corporalmente en la tierra y en todo lugar. Según el dogma de la transubstanciación, el cuerpo material de Cristo tendría que perder todos los atributos de existencia material, tales como localidad, extensión y divisibilidad; y así se opone a todo el testimonio de los sentidos y la razón, y sujeta la inteligencia humana a la superstición como virtud. Creer que Cristo entero, viviente y corporal, existe en cada pedacito de las hostias por todo el mundo a la vez, no es verdadera fe, sino superstición suprema. La verdadera fe es una confianza bien fundada de las cosas que se esperan, una demostración o convicción por evidencias, de las cosas que no se ven (Heb.11:1); y por tanto, la fe verdadera no es una credulidad ciega. Y aunque el cuerpo resucitado de Jesús no estaba sujeto a las limitaciones naturales, sin embargo, nunca se mostró en dos lugares apartes a la vez (Mat.28:6). Y aunque Cristo está presente con nosotros espiritualmente (Mat.18:20; 28:20; Efe.3:17), no está presente corporalmente (Mat.26:11; Jn.16:28). Como el sol está en los cielos, pero sus rayos benéficos y vivificantes están en el mundo; así Cristo ascendió a los cielos, pero ha enviado al Espíritu Santo para manifestar y testificar de su presencia en toda la tierra (Jn.14:16).
3. Sería un rnilagro que no lleva ninguna evidencia
Por el dogma dela transubstanciación se pretende un gran milagro, que en realidad llevaría seis o más milagros consigo, y sin embargo, no lleva ninguna evidencia ni prueba de ser un milagro. El propósito fundamental de un milagro verdadero es proveer evidencias convincentes de una obra y autoridad pero este pretendido milagro no provee ninguna evidencia, sino al contrarío, todas las evidencias y los sentidos dados por Dios al hombre lo contradicen. Uno o dos de los sentidos pueden engañarnos, pero rechazar el testimonio de todos los sentidos es someternos a la superstición, y hace imposible la verdadera fe. Todos los milagros de Cristo y de los apóstoles eran evidentes y palpables a los sentidos, y el Señor apelaba a estos en prueba de la realidad de ellos (Mat. 11:4; Lucas 24:38-40, Juan 20:27; 1 Juan 1:1-3). Nunca prohibió, ni desaprobó el uso de las facultades naturales para descubrir la verdad de un milagro; sino al contario, reprendió a sus oyentes porque no usaban sus cinco sentidos, diciéndoles: "¿Teniendo ojos, no veis, y teniendo oídos, no oís?" (Mar.8:18) Y para que se convenzan del gran milagro de su resurrección, el Señor dijo a sus discípulos: "Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y en diciendo esto, les mostró las manos y los pies" (Lucas 24:39-30). Pero todos saben que este pretendido milagro de la iglesia romana no puede soportar una investigación sincera y verdadera, ni un análisis químico; pues el gran engaño blasfemo sería manifiesto. Si no podemos creer el testimonio de nuestros sentidos, no podemos creer lo que oímos, aunque sea Roma quien habla; y seríamos llevados al escepticismo absoluto. Además, ni Cristo, ni los apóstoles pretendían obrar un milagro en la institución o celebración de la Cena del Señor.
4. Una apelación a la razón.
La iglesia romana ha inventado un nuevo sistema filosófico que consiste en decir que las propiedades sensibles del pan consagrado son "accidentes" nada más, y no propiedades verdaderas; de manera que el tamaño, color, peso, forma y sabor son nada más que apariencias que eluden los sentidos, de tal suerte, que no es lo que parece ser. Según este sistema de filosofía, un cuerpo es redondo y no lo es; es largo y no lo es; es blanco y no lo es; o aunque parece blanco a todos los hombres, sin embargo es o puede ser negro. Y así no podemos decir que la nieve es blanca, ni la hierba verde, ni el cielo azul, por cuanto estos no son sino "accidentes" o apariencias distintas de las realidades. Pero si esos "accidentes" del pan consagrado no son más que apariencias engañosas, ¿cómo es que el pan consagrado, al guardarlo, puede enmohecerse y llenarse de gusanos? ¿Los gusanos han comido y consumido a Jesucristo? ¿O es que hay dos transubstanciaciones? ¡Primeramente el pan se transubstancia en Jesucristo, al decir los sacerdotes las palabras de la consagración; y después Jesucristo se transubstancia en pan, al ver los gusanos! -Seymour.
5. Consecuencias lógicas del dogma de la transubstanciación.
Según el mismo catecismo católico romano, el sacrificar "consiste en la destrucción total o parcial de la ofrenda visible", por tanto, si el dogma de la transubstanciación es verdad, y la hostia es el verdadero cuerpo del Señor Jesucristo, entonces los sacerdotes, al ofrecerla en sacrificio en la Misa, han de destruir a Cristo hasta donde pueden; y así se hacen más bien los sucesores de los judíos incrédulos y de los soldados romanos que le crucificaron y procuraron destruirle, antes que los sucesores de los apóstoles. Y los que la comen se hacen culpables del canibalismo más profano y horrible que se puede imaginar. Ni aun los paganos más ignorantes que ven en los animales espíritus superiores, se atreverían a co mer a sus dioses. Pero el principal efecto práctico de este dogma es el ensalzamiento del sacerdote con su pretendido poder de traer al Señor Dios desde los cielos, según su voluntad; y a la vez satisfacer al hombre natural con un culto místico, portentoso e idolátrico.
CONCLUSIÓN
El único argumento que pudiera tener la apa riencia de valor para este dogma sería la amonestación del apóstol Pablo en 1 Corintios 11-:27-29, contra la participación de los elementos de la Santa Comunión indignamente, y del juicio contra las personas que lo hicieran. Pero en vista del hecho que el pan y el vaso eucarístico son figuras y representan
simbólicamente la carne y sangre de Cristo, y así a Cristo mismo, por lo tanto al participar de ellos en el debido respeto a lo que representan, o sin fe en los méritos del sacrificio de Cristo en el Calvario, es mostrarse irrespetuoso al Señor mismo; como un insulto a la bandera es un insulto al país que representa; o menospreciar una persona es menospreciar a la persona; y por medio de tal hipocresía se endurecería el pecador en su incredulidad y pecado.
Los argumentos teológicos de la iglesia romana dependen en gran parte de las opiniones de los Padres, las decisiones de los Concilios, o las tradiciones de la iglesia; y frecuentemente sus argumentos consisten en un juego de palabras, definidas según su gusto o conveniencia, y una apelación al sentido común del hombre. Pero Dios nos ha dado las Sagradas Escrituras y al Espíritu Santo para guiarnos en toda la verdad.
Sin duda, muchos se maravillarán de que la iglesia católico romana pudiera haber caído en equivocaciones tan grandes como lo ha hecho en cuanto a la Eucaristía; y con mucha razón, sí no fuera por la solemne amonestación que se encuentra en 2 Tesalonicenses 2:9-12, donde, refiriéndose a los engaños del Anticristo, el apóstol Pablo dice: "Cuyo advenimiento es según operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos (como los de hostias sangrando), y con todo engaño de iniquidad en los que perecen; POR CUANTO NO RECIBIERON EL AMOR DE LA VERDAD PARA SER SALVOS. Por tanto, pues, les envió Dios operación de error, para que crean a la mentira; para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad".
Así, sólo un amor intenso y ferviente a la verdad de Dios en Cristo, buscándola de todo corazón, puede salvarnos del error y de la perdición eterna. Y todos los que apoyan la iglesia papal se hacen responsables delante de Dios como participantes en este terrible engaño de sus semejantes.
***
FIN
EL DOGMA EUCARISTICO:
LA TRANSUBSTANCIACION
EXPUESTA A LA LUZ
El siguiente estudio sobre la supuesta presencia real y literal del Señor Jesucristo en la Eucaristía fue hecho en respuesta a la petición de un sacerdote de la iglesia católico romana. Habiendo encontrado. Un gran error en esta pretensión, y creyendo que muchos cristianos sinceros y amantes de la verdad agradecerían una exposición del mismo, presento este estudio para la consideración de todos los que quieran conocer y convencerse de la verdad, según las Sagradas Escrituras.
La palabra "eucaristía" viene del griego, y significa acción de gracias, debido a que el Señor Jesús dio gracias al Padre por el pan al instituir la Santa Cena, en la cual se recuerda con gratitud la expiación de nuestros pecados por su muerte en la cruz. Pero según la iglesia romana, se refiere particularmente al pan y al vino de la Santa Cena, que, según ella mantiene, se convierten o transubstancian por medio de su consagración por un sacerdote, en la verdadera y literal carne y sangre de Cristo, o más bien, en el mismo Cristo, divino y viviente; de donde viene la palabra "transubstanciación".
El dogma de la transubstanciación fue promulgado por primera vez en el año 1215, por el Concilio de Letrán, convocado por el Papa Inocencio III. En el Concilio de Trento, Ses. 13, el 11 de oct. de 1551,la transubstanciación fue declarada dogma de fe, bajo anatema para todos los que la rechazan, en las siguientes palabras: "Si alguien negare que en el sacramento de la santísima Eucaristía se hallan contenidos verdadera, real, y substancialmente el cuerpo y la sangre, junto con el alma y divinidad de nuestro Señor Jesucristo; y afirmare que el Señor se halle allí únicamente en símbolo, figura o poder, el que tal dijere, sea anatema".
Por amor de la verdad, y en vista del anatema que la iglesia romana pronuncia contra todos los que no aceptan este dogma, nos conviene examinar detenidamente el fundamento en que se establece el dogma. Porque si fuera verdad, entonces no sólo los protestantes y evangélicos que creen que el pan y el vino eucarísticos son símbolo o representación del cuerpo y sangre de Cristo, sino que todo católico romano también que no cree que Jesucristo, entero y vivo, está literalmente presente en toda hostia que come, es hereje, y por tanto está bajo el anatema o maldición de la iglesia romana.
El dogma de la transubstanciación se funda principalmente sobre cuatro bases: 1) la tradición, o las opiniones de teólogos y Padres de la iglesia; 2) una interpretación literal y materialista del discurso de Cristo en S. Juan, cap. VI, versículos 48-58; 3) una interpretación literal e irracional de las palabras de Jesús de la Santa Cena; y 4) el hecho de que con Dios todo es posible. Vamos a considerar estas cuatro bases en que se apoya el dogma de la presencia real y substancial del Señor Jesús en la Eucaristía.
LA TRADICION SE CONTRADICE
Tratando de la tradición, la iglesia romana habla del "unánime sentir de las iglesias", cuando en realidad no se encuentra tal unanimidad. Aun las autoridades católico romanas se contradicen abiertamente a sí mismas. Por ejemplo, el Jesuita J. Weninger,'escribiendo de la Eucaristía, declara que el "Jesucristo real y verdaderamente presente con su Cuerpo y Sangre, con su Alma y Divinidad; el mismo que, recién nacido, fue recostado en el pesebre, el mismo que descansaba reclinado sobre el Corazón virginal de María, el mismo que trabajaba en Nazaret con San José", etc., etc.; como también otros en palabras semejantes. Mientras hay otros, por ejemplo el Ilmo. Obispo Scío, refiriéndose al comer la carne y beber la sangre de Cristo, en sus notas aprobadas por el Papa Pío VI, dice: "No debéis entender, que esto haya de ser de una manera carnal y grosera, sino espiritual, aunque muy real". Y el Pbro. Gmo. Jünemann en su Nuevo Testamento, dice: "Advierte Cristo, que no hablaba de su carne material, mortal, sino de la glorificada, espiritualizada".
La iglesia romana pretende, como dice el Abate Bergier en su Diccionario de Teología, que "en todos los siglos los PP., los concilios, las liturgias, las confesiones de fe y los autores eclesiásticos se sirven de unas mismas expresiones y presentan el mismo sentido", y que "en ninguna parte se ha suscitado cuestión alguna acerca de dicho sacramento". Pero en otra página dice: "No es de admirar que este dogma haya sido atacado desde los primeros siglos de la Iglesia". El hecho es que Pascasio Radberto, del siglo noveno, fue el primero que abogó formalmente por la transubstanciación como una doctrina, o_sea la interpretación literal y materialista de las palabras "carne" y "sangre" de Jesucristo; lo cual despertó mucha oposición de parte de los grandes teólogos y santos de la iglesia. Y no se-halla la famosa palabra "transubstanciación" hasta el tiempo de Hildeberto, arzobispo de Tours, en el siglo doce. El mismo Abate Bergier dice, hablando de Hildeberto: "Este es el primer autor en que se halla la palabra Transubstanciación". Además, hablando del Concilio de Letrán, del siglo trece, dice: "Allí se halla por primera vez la palabra transubstanciación para expresar la conversión del pan y del vino en cuerpo y sangre de Jesucristo". Así, por autoridad católico romana, tenemos el hecho que tal "transubstanciación" no fue aún conocida en la iglesia hasta mil años después de Cristo y sus Apóstoles.
Además, no es mi propósito entrar en el terreno de las opiniones de teólogos y eclesiásticos antiguos o modernos, porque, por medio de una comparación de distintas ediciones de los escritos de los Padres de la iglesia, se ha probado repetidas veces que se han cambiado o corrompido estos escritos para obtener mayor apoyo para ciertos dogmas y prácticas. Frecuentemente los sacerdotes romanos toman mucha libertad al citar pasajes de las Sagradas Escrituras, según les convenga a sus fines; y es natural que tomaran tanta libertad o aun más al citar los escritos humanos. Por tanto, al meternos en las tradiciones u opiniones de hombres es meternos en un fango de donde no podemos sacar nada en limpio. Los protestantes han citado a los Padres de la iglesia en apoyo de su posición tanto como los católico romanos los han citado para apoyar la suya; porque muchas veces ellos también hablaban figurativamente.
En fin, hay una cosa de que podemos estar absolutamente seguros, a saber, que nunca ha existido unanimidad en favor de la transubstanciación del pan y del vino eucarístico en carne y sangre literal de Cristo; y como hay tanta contradicción entre las opiniones de hombres, no conviene ocupar el tiempo con ellas, cuando tenemos la misma palabra de Dios. Las tradiciones de la iglesia romana se han desarrollado con el progreso de los siglos, pero la fe cristiana se establece en la verdad de Dios, la cual se encuentra en la Palabra de Dios. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8:20).
UNA INTERPRETACION FALSA
Uno de los argumentos que la iglesia romana ha empleado para apoyar el dogma de la transubstanciación se halla en una interpretación literal, materialista, y aun grosera, de las palabras de Jesús en el capítulo VI de San Juan, versículos 48 hasta 58, aplicándolas a la vez, al pan y al vino de la Eucaristía. Pero una consideración, aun ligera, de este pasaje nos muestra que no se presta para una interpretación literal, y tampoco tiene referencia a los elementos de la Santa Comunión. Si el Señor Jesucristo hablaba de su carne y sangre en sentido literal en este pasaje, como la iglesia romana pretende, y si la hostia y el vino debidamente consagrados fueran también la carne y sangre literal y verdadera del Señor, entonces lo que Cristo decía de su carne y sangre se aplicaría igualmente a la hostia y al vino eucarístico, y por tanto se podría sustituir la palabra "hostia" en lugar de Jesús o su "carne", en este pasaje, en la siguiente manera:
48 La Hostia es el pan de vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.
50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.
51 La Hostia es el pan vivo que ha descendido del cielo, si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan
que yo daré es la Hostia, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a comer?
53 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la Hostia, y bebiereis el vino, no tendréis vida en vosotros.
54 El que come la Hostia y bebe el vino, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque la Hostia es verdadera comida, y el vino es verdadera bebida.
56 El que come la Hostia y bebe el vino, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que come la Hostia, él también vivirá por mí.
58 Esta es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y son muertos; el que come de este pan, vivirá eternamente.
ALGUNAS EVIDENCIAS CONTRA UNA INTERPRETACION LITERAL
En vista de varias conclusiones que resultan de una interpretación literal y materialista de este pasaje, se ve que tal interpretación es errónea, y que el Señor no hablaba de su carne y sangre literal, y menos del pan y del vino de la Santa Comunión.
1. Al principiar, y como base de su discurso sobre el pan de vida, el Señor Jesús decía: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás" (v. 35). pero sabemos que esto no es la verdad en el sentido literal y materialista, sino solamente en sentido espiritual. Así, en estas palabras tenemos la verdadera clave para la interpretación de este discurso del Señor.
2. Repetidas veces en este discurso el Señor Jesús hablaba de sí mismo como "pan" (vs. 32, 33, 35, 41, 48, 50, 51, 58), y todos sabemos que pan no es carne en sentido literal. Interpretando sus palabras literalmente, el Señor no se hizo carne, sino pan; lo cual contradice el hecho de la encarnación del Hijo de Dios. Pero sabemos que Cristo participó de nuestra "carne y sangre" (Heb. 2:14), y por tanto, tal interpretación de sus palabras no expresa la verdad.
3. Siete veces en este discurso el Señor hablaba de sí mismo como "el pan" que había descendido del cielo (vs. 32 - 58); y si Jesús hablaba de su carne y sangre literal y material, como la iglesia romana pretende, entonces es necesario creer que su cuerpo no se formó en el seno de la Virgen, sino que descendió de los cielos. Pero sabemos que esto no es verdad, porque su cuerpo literal y material fue concedido y nació de la Virgen María.
4. Según la interpretación católico romana, todo lo que necesita el pecador para ser salvo es simplemente comer de la hostia, y "vivirá para siempre" (v. 51); y el que de ella come "tiene vida eterna" (54), y permanece en Cristo, y Cristo permanece en él (v. 56), y "vivirá eternamente" (v. 58); porque estas palabras del Señor son absolutas e incondicionales a todos los que comen de su carne y sangre; por tanto, todos, aun los criminales, homicidas e impíos, que han comido alguna vez de la hostia ya tienen la salvación y la vida eterna. Pero sabemos que esto no es verdad.
5. Además, según esta interpretación, ninguno que haya comido de la hostia podría tener vida eterna o salvación; porque el Señor dijo: "Si no comiereis la carne (u hostia) no tendrá vida en vosotros" (v. 53). Por tanto, aunque los apóstoles ya creían en el Señor, y sus nombres estaban "escritos en los cielos" (Lucas 10: 20), ellos no tenían la vida eterna o salvación, porque no habían comido de la hostia; tampoco el malhechor arrepentido, a quien el Señor dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lucas 23:43). Pero sabemos que esto no es verdad; "porque el que cree en el Hijo tiene vida eterna" (Juan 3:16, 36; 5:24).
6. Asimismo, si solamente los que han comido de la hostia debidamente consagrada por un sacerdote tendrán la vida eterna, entonces ninguno de los muchos millones de cristianos protestantes y evangélicos, a pesar de su fe en Cristo según las Escrituras, y la santidad de su vida, se salvarán, como tampoco los millones de niños que mueren en su infancia e inocencia; porque no han comido de tal hostia. Pero sabemos que esto no es verdad.
7. Además, el Señor no sólo dijo que era necesario comer su carne, sino también beber su sangre, como cosa separada y distinta de comer la carne; y si su "sangre" quiere decir el cáliz o vaso, según la interpretación romana, entonces ninguno, sino sólo los sacerdotes tendrían la vida eterna; porque sólo ellos beben del cáliz. Pero sabemos que esto no es verdad.
8. En fin, según esta interpretación, el obtener la salvación no es cuestión de arrepentimiento del pecado, ni de fe en Cristo y su obra expiatoria ni de justicia y santidad, sino el comer de la hostia y beber del cáliz sacramental. Como alguien ha dicho: "Nadie puede salvarse sin el sacramento, y todo el que lo recibe, no puede perderse". Pero sabemos que esto no es verdad; porque el Apóstol Pablo nos dice: "Que el reino de Dios no es comida ni bebida, sino Justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo" (Rom. 14:17).
Pero, además, sabemos que cualquiera interpretación de un solo pasaje de las Sagradas Escrituras que necesariamente haga del Señor Jesucristo un mentiroso por ocho veces ,no puede ser La interpretación correcta; y por tanto es claro que el Señor de ningún modo hablaba en este pasaje de su carne literal, y tampoco de la hostia y del vino consagrado.
Pretender que la hostia y el vino consagrado sean verdadera carne y sangre sólo para los fieles y no para los impíos, o que se hagan carne y sangre sólo en el acto de comulgar dignamente, no es aceptable; como Bergier mismo admite en su Diccionario de Teología, diciendo: "es absurdo decir que un cambio que sola mente se efectúa en el fiel, se haga en la Eucaristía". Además, la iglesia romana pronuncia un anatema sobre el que afirme que la gracia no es conferida por el acto de participar del sacramento.
EL DISCURSO EXPLICADO POR EL SEÑOR
Al explicar este pasaje, casi todas las autoridades católico romanas faltan deliberadamente a la verdad, porque, no sólo pasan por alto la explicación dada por el Señor, sino que niegan el hecho de que el Señor Jesús haya dado una explicación del sentido figurado o espiritual de sus palabras. Pero notemos que cuando Jesús vio que muchos de sus discípulos se escandalizaron por causa de sus palabras, porque le habían entendido en sentido literal y material, inmediatamente el Señor prosiguió a explicarles sus palabras en los versículos 61 a 63:
61 Y sabiendo Jesús en si mismo que sus discípulos murmuraban de esto, díjoles: ¿Esto os escandaliza?
62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero?
63 El Espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida.
Primeramente, su referencia al hecho que el Hijo del hombre había de subir al cielo donde estaba primero (v. 62), tiene la forma de una reprensión a los discípulos, evidentemente por haber tomado sus palabras en sentido literal; como si dijera ¿Pues qué,
viendo que el Hijo del hombre ha de subir a donde estaba primero, cómo podréis comer su carne literal?, o, ¿Cómo puedo daros mi carne literal en vista de que el Hijo del hombre ha de subir a donde estaba primero? Entonces, para que entendiesen sus palabras en sentido espiritual y no material, el Señor dice claramente que es el Espíritu que da vida; y que la carne literal, como muchos de sus discípulos habían entendido, nada aprovecha, esto es, para dar la vida eterna. Esta explicación de sus palabras por el Señor mismo es una prueba de que los discípulos no las hablan tomado en el sentido debido.
Evidentemente para desviar al lector del verdadero sentido de este texto, el Obispo Torres Amat lo traduce en su versión del siguiente modo: "El espíritu es quien da la vida; la carne o el sentido carnal de nada sirve para entender este misterio; las palabras que yo os he dicho, espíritu y vida son". Pero el verdadero sentido de la palabra "carne" ha de ser determinada por el sentido que escandalizaba a los discípulos cuando se preguntaban entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Ellos no hablaban del "sentido carnal", sino de la carne literal de Jesús. Y como ellos hablaban de aquella carne literal, es natural que el Señor les contestara conforme a lo que ellos habían entendido; de otro modo sus palabras no habrían tenido verdadera aplicación a lo que les escandalizaba. Introducir otra cosa tan distinta de la carne litera1 de Jesús, según ellos lo entendieron, no habría sido probable en los labios de Aquel en cuya boca nunca hubo engaño. Además esta explicación, dada por el Señor, aun aplicando el discurso al pan y vino eucarístico, armoniza con la verdad bien sabida por católicos romanos y todos, que simplemente comer la carne literal o aun hostias, sin fe en Cristo y sin arrepentimiento del pecado, "nada aprovecha"; sino al contrario, traerla sobre el alma mayor condenación.
Además, es evidente de que este discurso no se refiere a los elementos de la Santa comunión, porque Jesucristo habló estas palabras unos doce meses, alo menos, antes de la institución de ésta, (véase Juan 6: 4); y por tanto sus palabras, como referentes al pan y vino eucarísticos, habrían sido completamente incomprensibles a todos los discípulos.
EL DISCURSO INTERPRETADO ESPIRITUALMENTE
¿Qué significan estas palabras "carne" y "sangre", según las Escrituras? La palabra "carne" no significa siempre carne literal, sino frecuentemente quiere decir la naturaliza propia. Por ejemplo, Jesús dijo: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos" (Mat. 16:17). El Señor no hablaba de la carne literal, sino de la naturaleza e inteligencia propia de Pedro. Asimismo, cuando Dios le llamó para predicar a los gentiles, el Apóstol Pablo dijo: "No conferí con carne y sangre" (Gál. 1: 16), que quiere decir con su propia naturaleza o inclinaciones. También en Romanos 8:1-10, el Apóstol no hablaba de carne literal cuando decía: "Porque los que viven conforme a la carne, de las cosas que son de la carne se ocupan; mas los que conforme al Espíritu, de las cosas del espíritu. Porque la intención de la carne es muerte; mas la intención del espíritu, vida y paz; por cuanto la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede. Así que, los que están en la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El" (vs. 5-9). En este pasaje tenemos abundantes evidencias de que la palabra "carne" no se usa siempre en sentido literal, sino muchas veces en sentido figurado o metafórico. Y como la "carne" se usa como símbolo o figura de "sí mismo" o naturaleza propia, asimismo se usa "sangre" como símbolo de la vida natural. Por ejemplo: "Porque la vida de la carne en la sangre está; y yo os la he dado para expiar vuestras personas sobre el altar; por lo cual la misma sangre expiará la persona. . . porque la vida de toda carne es su sangre" (Lev. 17:11, 14). Y siendo la paga del pecado muerte, por esta razón, sin el derramamiento de sangre no se hace remisión.
Tal vez el mejor comentario sobre las palabras: "Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo", son las mismas palabras de las Escrituras. Por ejemplo el Señor dijo: "Como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Mat. 20:28). Hablando del Señor Jesucristo el Apóstol Pablo dice: "El cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo" (Gál. 1: 4). Y también dice: "El cual me amó, y se entregó a sí mismo por mV (Gál. 2:30). Como también en Efesios 5:2: "Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave". "El cual se dio a sí mismo en precio del rescate por todos" (1 Tim. 2:6). Véase Tito 2:14; Heb. 2:9; 1 Juan 2:2. Hay muchos textos que muestran claramente que el Señor se dio a sí mismo en sacrificio voluntario para rescatar a los pecadores de la perdición. Y en Juan 10: 15, 1718, el Señor hace énfasis en el sacrificio voluntario de su vida, diciendo: "Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas ... Por eso me ama el Padre, porque pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mí Padre". Por tanto, lo que Jesús daba por la vida del mundo se refiere al sacrificio de sí mismo o todo¡ su ser bajo la figura de su "carne" y "sangre".
Y por las palabras "comer mi carne" y "beber mi sangre", el Señor hablaba de la necesidad absoluta de una participación de la naturaleza y vida divina si mismo, y así identificarse y unirse con El por medio de la fe y el conocimiento de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo. Como también el Apóstol Pedro, hablando de nuestra fe preciosa, dice: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el conocimiento de Aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud; por las cuales nos son dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas (conociendo y creyéndolas) fueseis hechos PARTICIPANTES DE LA NATURALEZA DI-
VINA, habiendo huído de la corrupción que está en el mundo por concupiscencia" (2 Ped. 1: 3-4). Y por medio de la fe en su muerte expiatoria, cuando se derramó su sangre o vida por nosotros, somos hechos PARTICIPANTES DE LA VIDA PROPIA DE JESÚS, LA CUAL ES LA VIDA ETERNA.
Esta interpretación armoniza con todas las Escrituras, y especialmente con lo que Cristo decía entonces: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre y el que en mi cree, no tendrá sed jamás" (Juan 6:35); lo cual es verdad sólo en sentido espiritual. Además, se ve que el creer en Cristo, y el comer su carne y beber su sangre tienen el mismo significado, porque consiguen el mismo resultado, --la vida eterna; porque el Señor dijo: "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mi, tiene vida eterna"; y "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6:47 y 54). Confiar en la supuesta virtud de la hostia en vez de recibir a Cristo por la fe, sería un error fatal para el alma (1 Juan 5:12).
Para hallar mayor apoyo para su interpretación literal, la iglesia romana frecuentemente falsifica el texto de Juan 6:51 añadiendo la palabra "propia" o "misma", haciendo parecer que el Señor decía: Y el pan que yo daré es mi propia o misma carne; pero tal palabra no está ni en el texto griego, ni aun en el latín Cuando es necesario cambiar o añadir a la Palabra de Dios para establecer un dogma, es una prueba de que aquel dogma es falso.
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UNA INTERPRETACION IRRACIONAL
El único texto de la Biblia con que la iglesia romana pudiera dar apariencia de fundamento para el dogma de la transubstanciación, serían las palabras de la institución de la Santa Cena: "Esto es mi cuerpo", y "Esto es mi sangre". Pero aun en esto no hay fundamento verdadero; porque la palabra "es" no expresa siempre un sentido literal o absoluto. El mismo Obispo Scío en su nota sobre Mateo 13:19, dice: "Este es el que fue sembrado, quiere decir, la figura de aquel grano, que fue sembrado. Pues muchas veces to einai, esse, vale tanto como significar, representar". Y en Lucas 8:12, al explicar las palabras: "Son aquellos que la oyen", dice: "Esto es, los que son significados o figurados por el grano, que cayó junto al camino". Y así se ocupa comúnmente la palabra "es" en el sentido de figurar, representar o significar, especialmente al hablar, por ejemplo, de una estatua, cuadro o fotografía, que es solamente una representación de la cosa verdadera. Y es un hecho que en innumerables pasajes de las Escrituras la misma iglesia romana acepta el uso y la interpretación figurada o simbólica de la palabra "es". Por ejemplo: "Los tres sarmientos son tres días", quiere decir que representan o significan tres días (Gén. 40:12, 18): "Las siete vacas hermosas siete años son", quiere decir que los representan (Gén.41:26-27); también "Todos estos huesos son la casa de Israel" quiere decir que aquellos huesos secos representaban la casa de Israel (Eze. 37:11); "Y el macho cabrío es el rey de Javán", quiere decir que representaba el rey de Javán (Dan. 8:20-21); y muchísimos otros pasajes, como Mateo 13:19-23, 38-39; Lucas 8: 12-12-15; 1 Cor. 10: 4; Gál. 4:24-25; Apoc. 1: 20 y otros, donde una interpretación literal y absoluta la forma verbal "es" sería un absurdo.
Además, es un hecho importantísimo que ni en el hebreo, ni en el griego de la Biblia, se encuentra un verbo que corresponde a nuestras palabras "figurar", "significar" o "representar"; y donde se ha empleado la palabra "significar" en nuestras versiones, sólo quiere decir "declarar" o "interpretar". Por tanto, al hablar del pan y del vino como símbolos del cuerpo y sangre de Jesús, era necesario emplear la palabra "es" para expresar el sentido figurado o el de REPRESENTAR. Por tanto, el uso de la palabra "es" en las sentencias "Esto es mi cuerpo" o "Esto es mí sangre", no da ninguna prueba en favor del sentido literal. Y la insistencia en una interpretación literal en este caso, a pesar del hecho de que hay muchas evidencias que lo contradicen, no es razonable, sino caprichosa y antojadiza.
EL SIGNIFICADO SIMBOLICO DEL PAN Y DEL VINO DE LA SANTA COMUNION
El hombre consiste de espíritu, alma y cuerpo; y como el cuerpo necesita alimento y bebida materiales, apropiados para el sostén de su vida natural, asimismo, al recibir, por el nuevo nacimiento, una nueva vida espiritual, el hombre necesita también alimento y bebida espirituales, apropiados para el sostén de esa vida espiritual. El espíritu puede sostenerse solo con alimento espiritual, y nunca con pan material o "carne literal". Por lo tanto, para indicar a los discípulos, y a la vez recordarles siempre que su vida espiritual dependía enteramente de la participación de Cristo para su sostén, el Señor tomó el pan, hecho de trigo molido, y por tanto muerto como símbolo de su propio cuerpo, que sería también molido, destrozado y muerto por nosotros; y el vino, o más bien, "el fruto de la vid", exprimido en el lagar, como símbolo de su sangre preciosa derramada por nosotros en la cruz. Como por la fe apropiamos personalmente los beneficios espirituales del cuerpo sacrificado y la sangre derramada del Señor Jesucristo, así participando de aquellos símbolos de su cuerpo y su sangre anunciamos nuestra fe en la muerte y los méritos de Cristo, como nuestro alimento y sostén espiritual.
EVIDENCIAS CONTRA UNA INTERPRETACIÓN LITERAL
1. Es una interpretación gramaticalmente imposible.
Tomando todas las palabras en cuanto a la institución de la Santa Comunión, según los Evangelistas y el Apóstol Pablo, tenemos lo siguiente: "Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también el vaso, después de haber cenado, diciendo: Bebed de él todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados; haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí". Gramaticalmente "Esto" es demostrativo, y equivale a decir "Este pan" (es mí cuerpo); porque "pan" es el antecedente más cercano; como también en 1 Cor. 10: 16: "El pan que partimos", lo muestra. Además, el cuerpo partido o destrozado, y la sangre derramada, o separada del cuerpo, quiere decir un cuerpo muerto; por tanto el sentido es: Este pan es mi cuerpo muerto. Por lo tanto una interpretación literal es gramaticalmente imposible, porque: 1) la predicación se contradice a sí misma; si es pan, no es "cuerpo"; y si es "cuerpo" no es pan; la identidad de cosas contrarias es la fórmula del absurdo; 2) su cuerpo no estaba muerto aún, hasta muchas horas después que el Señor dijo: Esto es mi cuerpo partido o muerto; y 3) los incompatibles no pueden ser predicados el uno del otro. La una sustancia A no puede convertirse en la otra B que ya existía antes, porque es la conversión que ha de producirla. Asimismo en cuanto al vaso. –(Dabney). Por lo tanto es una prueba que el Señor hablaba figurativamente. Al convertir el agua en vino (Juan 2), fue la conversión del agua que produjo el vino que no existía antes.
2. Una interpretación literal no es lógica.
Es un hecho que el Señor Jesús frecuentemente hablaba por parábolas y lenguaje simbólico, y especialmente hablaba de sí mismo en términos figurativos: como la Luz, una Piedra, una Puerta, una Vid un Camino, etc., sin que nadie tome este lenguaje en sentido literal; y no es lógico tomar un solo caso entre tantos otros semejantes, cuando el Señor dijo: "Yo soy el pan de vida", o "Esto es mi cuerpo", y exigir una interpretación literal. Las no han de ser interpretadas literal o materialmente, como procuraba hacerlo Nicodemo, cuando el Señor le dijo que era necesario nacer otra vez (Juan 3:34), y como los judíos incrédulos, cuando el Señor hablaba de comer su carne y beber su sangre (Juan 6: 52,60), o como los discípulos cuando el Señor les amonestó contra la levadura (Mat. 16:6-12). El sentido simbólico de las palabras de la institución de la Santa Comunión no envuelve dificultad alguna, ni tropieza con contradicciones, ni crea absurdos tan sacrílegos como aquellos de las hostias desperdiciadas y a la vez armoniza con la ocasión de la Cena Pascual de los judíos, la cual también era cena simbólica, siendo conmemorativa de su redención de Egipto.
3. La transubstanciación contradice a la naturaleza del sacramento.
La palabra "sacramento" en cuanto toca a las Sagradas Escrituras, viene del griego "mysterion" pero traducida algunas veces "sacramento" en el latín, y menos veces así en el castellano (versión Scío), y significa "secreto", de donde viene la palabra "misterio". En cuanto a su uso religioso, un sacramento se refiere a un signo visible e instituido por nuestro Señor Jesucristo para representar alguna gracia o efecto espiritual que Dios obra en el alma, o un rito simbólico que representa a los ojos una gracia invisible en al alma. En este sentido el pan y el vino tomados en la Eucaristía son un sacramento, porque representan el cuerpo y sangre de Cristo, por medio de los cuales participamos simbólicamente de su naturaleza divina y de la vida eterna. Pero si el pan y el vino son literal y verdaderamente el mismo cuerpo y sangre de Cristo, entonces, por la pretensión de ser una realidad en sí mismos, dejan de ser un signo o representación de una gracia espiritual, y así destruye la naturaleza esencial de un sacramento.
4. La actitud de los apóstoles y la iglesia primitiva.
Los apóstoles y los primeros cristianos no entendieron las palabras de la institución de la Santa Comunión en el sentido de carne y sangre literal; de otro modo, por la razón expuesta arriba, no habrían comido de ella sin una grande y larga protesta, de lo cual no encontramos la menor indicación en las Escrituras. El Apóstol Pedro necesitaba una visión especial para prepararle aún a entrar en una casa gentil (Hech. 10: 11-16); y era tan celoso de guardar la ley en cuanto a su comida, que cuando el Señor le mandó: "Levántate, Pedro, mata y come", Pedro contestó: "Señor, no; porque ninguna cosa común e inmunda he comido jamás". Y para el judío hasta el día de hoy no hay otra cosa más abominable que comer sangre. Y notemos que por muchos años después, este mismo recelo permanecía en Pedro y en los otros cristianos judaicos, como se ve en Gálatas 2:11-14. Y aun hasta que Pablo fue tomado preso en Jerusalén, después de sus tres viajes misioneros, no se había cambiado en su actitud; porque los ancianos de la iglesia le dijeron: "Ya ves, hermano, cuantos millares de judíos hay que han creído; y TODOS SON CELADORES DE LA LEY" (Hech. 21:20). Por tanto, para cualquiera que tenga el menor conocimiento de la aversión de los judíos al acto de comer sangre, es una PRUEBA ABSOLUTA de que los apóstoles y la iglesia primitiva no creían en tal dogma como la transubstanciación. Los judíos que tomaron las palabras de Jesús en el sentido literal, como la iglesia romana, se volvieron atrás, y no le siguieron más (Juan 6:66).
5. Cristo está sentado a la diestra de] Padre.
Después de su obra expiatoria en la tierra Cristo ascendió al cielo para entrar en su ministerio celestial como nuestro Intercesor o Ahogado (Heb. 9:24-26; 7:25; Rom. 8:34; 1 Juan 2: l). Así, corporalmente, Cristo está sentado a la diestra del Padre (Col. 3A) hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies (Hech. 2:34-35; Heb. 10: 12-14). Entonces, como dijo el Apóstol Pedro, Dios "enviará a Jesucristo, que os fue antes anunciado; al cual de cierto es MENESTER QUE EL CIELO TENGA hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde los siglos" (Hech. 3:20-21). Mientras tanto, hemos de anunciar nuestra fe en la eficacia de su obra redentora por medio de la Santa Comunión "hasta que venga" (1 Cor. 11:26). Por tanto Cristo no puede estar presente corporalmente sobre los altaresde la iglesia romana.
6. Haced esto en memoria de mí".
Las palabras "Haced esto en MEMORIA DE Mí" (Lucas 22: 19; 1 Cor. 11: 24-25), constituyen otra prueba de que Cristo no había de estar presente corporalmente en la Eucaristía o Cena del Señor. Aunque el prometió que estaría presente espiritualmente en todo lugar "donde están dos o tres congregados en mi nombre" (Mat. 18:20; 28:20), y especialmente donde se celebre la Santa Cena en espíritu y en verdad, hasta el fin del mundo, no está presente materialmente en el pan eucarístico. Porque, nunca se celebra un servicio conmemorativo estando presente la persona del conmemorado; sino sólo en su ausencia. Cristo mandó "Haced esto en memoria de mí". La Cena del Señor, como la cruz de Cristo, señala en tres direcciones distintas: Hacia atrás, al Calvario, donde Cristo fue muerto por nuestros pecados, como nuestro Salvador: hacia arriba, al cielo, donde está Cristo sentado a la diestra del Padre, como nuestro Intercesor; y hacia adelante, "hasta que venga" Cristo, cuando se cumplirá nuestra plena redención del pecado y de sus consecuencias, como nuestro Rey glorioso. La Santa Comunión es sólo conmemorativa de Cristo y su muerte expiatoria; y los beneficios espirituales que experimentan los que participan dignamente del pan y del vaso como símbolos del cuerpo y sangre de Cristo son
tantos y tan grandes como experimentan aquellos que piensan que comen del cuerpo literal de Cristo.
7. Cristo es el que vive para siempre jamás.
La Palabra de Dios declara varias veces que Cristo es el que vive, y que no muere más, y que "la muerte no se enseñoreará más de él" (Rom. 6:9; Apoc. 1:18); por tanto, siendo Cristo el "que vive para siempre jamás" (Apoc. 4:9; 5:14), ninguna cosa muerta puede ser su cuerpo literal y verdadero. Pero nínguna puede decir con verdad que la oblea u hostia consagrada es una cosa viva, sino muerta y sujeta a la corrupción.
8. La carne de Cristo nunca verá corrupción.
David, como profeta de Dios, anunció que el cuerpo del Mesías no vería la corrupción (Sal. .16:8-10), y los apóstoles Pedro y Pablo sostenían la misma profecía (Hech. 2:27-31; 13:34-3 ). Pero es un hecho que el pan u hostia consagrada y comida por el que comulgue sufre corrupción; porque el Señor Jesús dijo: "Que todo lo que entra en la boca va al vientre y es echado en letrina" (Mat. 15-17). Por tanto, el pan y el vino consagrados no pueden ser el verdadero cuerpo y sangre de Cristo. La iglesia romana aun aconseja a sus fieles "que no retengan mucho tiempo la hostia en la boca, pues se exponen a que se corrompan las especies y quede sin comulgar". La pretensión de Lutero, que el pan y el vino sólo contenían la presencia de Cristo, permitiría que el Señor se retirara de la sustancia al corromperse; pero, la pretensión de que es la sustancia del pan que se convierte en la carne y sangre de Jesús, según la iglesia romana, significa que no es ya el pan el que corrompe, sino que es el mismo cuerpo literal de Cristo; de otro modo, ha de haber otro milagro de transubstanciación; pero sin agente para obrarlo. Las sutilezas de la iglesia romana pueden cegar las mentes, pero no podrán evitar las consecuencias lógicas.
9. Se pondría en duda la credibilidad de los apóstoles.
Sería un insulto a la inteligencia e integridad de los apóstoles suponer que ellos pudieran creer que el pan y el vaso que el Señor Jesús sostenía en sus manos fuesen a la vez el mismo cuerpo quebrantado y sangre derramada de Jesús, estando El, al mismo tiempo, sentado a la mesa, con su cuerpo entero y viviente delante de sus ojos. La idea de un cuerpo humano en las manos del mismo cuerpo, indicará una ilusión-mental. Además, creer que el Señor podía dividirse así en dos o más cuerpos literales y materiales, es negar la naturaleza verdaderamente humana de su cuerpo; porque ningún cuerpo humano, hecho de carne y sangre, sería capaz de dividirse y estar en dos lugares y en dos condiciones tan distintas a la vez. Pero no hay ninguna evidencia que nos indique que los apóstoles creían tal cosa tan ridícula en cuanto al cuerpo de Jesús. En cambio, hay muchas evidencias que afirman lo contrario. Pretender y exigir fe en tal cosa naturalmente conduce a la superstición, a la hipocresía, y a la incredulidad religiosa.
10. Lo absurdo de una interpretación literal.
Si hemos de dar a las palabras de la institución de la Cena del Señor una interpretación absolutamente literal entonces es el VASO 0 CALIZ_que se convierte en la sangre de Cristo; porque Cristo "tomando el vaso" dijo "Esto es mi sangre del Nuevo Pacto" (Mat. 26:27-28). Y en Lucas 22:20, dice: "Asimismo también el vaso, después que hubo cenado, diciendo: Este vaso es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama". Y el apóstol Pablo dice: "Esta copa es el nuevo pacto de mi sangre" (1 Cor 11:25,). Decir que tal interp exime al hecho de que la interpretación literal de la iglesia romana sea igualmente absurda a la luz de las otras Escrituras.
11. Cristo no pretendía una transubstanciación.
El hecho de que el Señor Jesucristo llamaba al vino "este fruto de la vid" aun después de darlo a sus discípulos (Mat. 26:29- Mar- 14:95), es una evidencia de que el vino no se había convertido en la verdadera sangre suya, como la iglesia romana pretende.
12. El apóstol Pablo no creía en la transubstanciación.
Hablando del pan eucarístico en 1 Corintios 10: 16-17, el Apóstol Pablo dice: "El PAN que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?. . . Pues todos participamos de aquel pan". Y en 1 Cor. 11:26, tres veces llamaba el pan consagrado simplemente "PAN", lo cual es una prueba que aquel pan no se había convertido en carne del Señor. Las palabras del apóstol no convienen al dogma de la transubstanciación.
UNA INTERPRETACION LITERAL CONDUCE A ERRORES Y A PRACTICAS ERRONEAS
1. La iglesia romana no permite a sus fieles obedecer a Cristo.
Cuando el Señor instituyó la Santa Comunión tomó "el vaso, y hechas gracias, les dio, diciendo: BeBED DE ÉL TODOS" (Mat.26:27), "Y bebieron de él todos" (Mar. 14:23). Pero en indisputable desobediencia al mandamiento del Señor Jesucristo, la iglesia romana, desde el año 1415, no da el cáliz o vaso al lego, pretendiendo falsamente que el pan consagrado ha de contener también la sangre. Este error se basa sobre la suposición errónea de que se trata de la verdadera carne literal, y por tanto viva, del Señor Jesucristo; diciendo: "No se trata de comer carne muerta, sino la carne viva y vivificante del Hijo de Dios". Pero a la vez pretende que la hostia (que quiere decir "víctima") sea un verdadero sacrificio por el pecado. Y así no toma en cuenta el hecho de que un cuerpo vivo no hace expiación del pecado, sino sólo por su muerte. Hasta que haya derramamiento de la sangre, o muerte, la carne no es un sacrificio expiatorio. Es la sangre derramada de Cristo la que hace la expiación de nuestros pecados. Por esto, la debida celebración de la Santa Comunión exige la participación igualmente del pan y del vaso por separado, como requisitos del sacramento. Y el mandamiento del Señor pone tanta obligación de participar del vaso como del pan.
2. La pretendida repetición del sacrificio de Cristo en la misa.
El cuerpo de Cristo no había de ser ofrecido en sacrificio repetidas veces, ni se requiere una continuación de su sacrificio, sino que fue ofrecido una sola vez para siempre. Véanse Hebreos 9: 12, 25-28; 10: 10-14, 18. Cuando Cristo murió en la cruz El mismo, declaró: "Consumado es" (Juan 19:30 , dando a entender que su sacrificio por el pecado fue terminado, de tal modo que no se pudo añadir sin echar a perder la perfección de su obra. Pero hoy día hay muchas personas que se ocupan mucho más del sacrificio de la misa, que del solo y perfecto sacrificio de Cristo, el cual es el único que puede expiar nuestros pecados. Y además, el pretendido sacrificio de la misa no puede expiar el pecado, porque según la propia confesión de la iglesia romana, es "incruento", o sin sangre; "y sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Heb. 9:22). El sacrificio de la misa no es una continuación de la inmolación de Cristo, sino el sacrificio de la INTELIGENCIA HUMANA, aquel don precioso otorgado al hombre por Dios para constituirle superior a las otras criaturas.
3. La adoración de la hostia.
La adoración de la hostia, no sólo puede ser un acto de idolatría, sino que, siempre lo es. La misma iglesia romana enseña que sin la debida intención del sacerdote, la consagración es inválida, y por tanto, la transubstanciación inefectiva. Es un hecho frecuentemente confesado, que muchos sacerdotes no creen verdaderamente en el dogma de la transubstanciación, y por tanto, la consagración del pan no es con fe y debida intención, con el resultado de que la oblea se quedaría pan. El adorarlo entonces sería adoración de un dios falso, hecho de harina. Además, Dios es espíritu y la adoración de lo que se ve o lo material constituye idolatría. El apóstol Pablo dijo: "Y si antes conocimos a Cristo en cuanto a la carne, ahora ya no le conocemos así" (2 Cor.5: 16). Como la adoración de un pelo o una prenda del vestido de Jesús sería idolatría, así no adoramos su carne, ni su "sagrado corazón", siendo esto humano y material, sino adoramos su personalidad divina y eterna, la cual se vistió de nuestra carne. Además, el Señor nunca mandó la adoración de los elementos de la Santa Comunión, sino dijo: "Tomad, comed y bebed de ellos en MEMORIA DE mí". El "Jesús Sacramentado" que la iglesia romana adora, no es Cristo el Señor hecha de harina como, sino una "hostia" hecha de harina, como Israel adoraba un "becerro" hecho de oro, aunque proclamada una fiesta en el nombre del Señor Dios.
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UN ARGUMENTO
SIN FUNDAMENTO
La iglesia romana defiende el dogma de la transubstanciación sobre la base de que para Dios omnipotente no puede haber ninguna cosa imposible, y por esta razón debemos aceptar este dogma. Un ardiente defensor del dogma de la transubstanciación arguye de este modo: "No hay alguno entre los milagros del Salvador que no haya podido ser hecho por un puro hombre enviado de Dios; pero que Jesucristo se quede presente en cuerpo y en alma en todas las hostias consagradas, este es un prodigio que sólo puede ser obrado por un Dios. Si no lo ha hecho, engañó a sus apóstoles cuando les dijo: "Me ha sido dada toda potestad en el cielo y en la tierra". Mat. 28:18. Añadiendo, que el negarlo "perjudica a la divinidad de Jesucristo". Pero el argumento es absurdo. Igualmente podemos decir que Jesús tendría todo poder de convertir a las moscas en elefantes, y si no lo hiciera, ha engañado a sus apóstoles.
1. Dios puede hacer todo lo que El quisiera hacer.
Aquí no se busca, ni se trata de lo que Dios puede hacer, sino delo que El quiso hacer. Como dice Calvino: "Afirmamos, pues, rotundamente que fue hecho lo que a El le plugo. Le agradó, por tanto, que Cristo fuera hecho en todo conforme a sus hermanos,
excepto el pecado (Heb. 2:14-17; 4:15). ¿Cómo es nuestra carne? ¿Por ventura no consta de cierta dimensión, no está contenida en un lugar, no puede ser tocada no se le ve? ¿Y por qué –dicen-- no puede Dios hacer que la misma carne ocupe muchos y diversos lugares, que no sea circunscripta o contenida por lugar alguno, que carezca de modo y de especie?
¿No es una locura lo que pides a la potencia de Dios, a saber, que haga el que la carne sea y no sea a la vez? Esto es lo mismo que si insistieras en que la luz sea a la vez luz y tinieblas. Dios quiere que la luz sea luz; las tinieblas, tinieblas; la carne, carne. Cuando Dios quiere, convierte ciertamente las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; pero cuando exiges que la luz y las tinieblas no se diferencien, ¿qué otra cosa haces sino pervertir el orden de la sabiduría de Dios? Conviene, por tanto, que la carne sea carne y el espíritu espíritu, cada cosa según la ley y la condición en que fue criada por Dios. Esta, empero, es la condición de la carne, que ocupe un lugar determinado, que conste de dimensión y de forma. Cristo se revistió de carne que tenía aquella condición, a la cual, sin embargo, le dio la incorrupción y la gloria, sin quitarle por eso su naturaleza. Es, por tanto, claro y evidente el testimonio dela Escritura que Cristo subió a los cielos, y que de allí había de venir como se le vio ascender (Hech. 1: 11). Pretender hacer dogma de fe todo lo que el Dios omnipotente pudiera hacer, sería el colmo de la ridiculez.
2. Un hecho innegable.
Es un hecho innegable que una misma sustancia material no puede estar en dos partes distintas al mismo tiempo. Si Cristo está sentado corporalmente a la diestra del Padre en el cielo, no puede estar corporalmente en la tierra y en todo lugar. Según el dogma de la transubstanciación, el cuerpo material de Cristo tendría que perder todos los atributos de existencia material, tales como localidad, extensión y divisibilidad; y así se opone a todo el testimonio de los sentidos y la razón, y sujeta la inteligencia humana a la superstición como virtud. Creer que Cristo entero, viviente y corporal, existe en cada pedacito de las hostias por todo el mundo a la vez, no es verdadera fe, sino superstición suprema. La verdadera fe es una confianza bien fundada de las cosas que se esperan, una demostración o convicción por evidencias, de las cosas que no se ven (Heb.11:1); y por tanto, la fe verdadera no es una credulidad ciega. Y aunque el cuerpo resucitado de Jesús no estaba sujeto a las limitaciones naturales, sin embargo, nunca se mostró en dos lugares apartes a la vez (Mat.28:6). Y aunque Cristo está presente con nosotros espiritualmente (Mat.18:20; 28:20; Efe.3:17), no está presente corporalmente (Mat.26:11; Jn.16:28). Como el sol está en los cielos, pero sus rayos benéficos y vivificantes están en el mundo; así Cristo ascendió a los cielos, pero ha enviado al Espíritu Santo para manifestar y testificar de su presencia en toda la tierra (Jn.14:16).
3. Sería un rnilagro que no lleva ninguna evidencia
Por el dogma dela transubstanciación se pretende un gran milagro, que en realidad llevaría seis o más milagros consigo, y sin embargo, no lleva ninguna evidencia ni prueba de ser un milagro. El propósito fundamental de un milagro verdadero es proveer evidencias convincentes de una obra y autoridad pero este pretendido milagro no provee ninguna evidencia, sino al contrarío, todas las evidencias y los sentidos dados por Dios al hombre lo contradicen. Uno o dos de los sentidos pueden engañarnos, pero rechazar el testimonio de todos los sentidos es someternos a la superstición, y hace imposible la verdadera fe. Todos los milagros de Cristo y de los apóstoles eran evidentes y palpables a los sentidos, y el Señor apelaba a estos en prueba de la realidad de ellos (Mat. 11:4; Lucas 24:38-40, Juan 20:27; 1 Juan 1:1-3). Nunca prohibió, ni desaprobó el uso de las facultades naturales para descubrir la verdad de un milagro; sino al contario, reprendió a sus oyentes porque no usaban sus cinco sentidos, diciéndoles: "¿Teniendo ojos, no veis, y teniendo oídos, no oís?" (Mar.8:18) Y para que se convenzan del gran milagro de su resurrección, el Señor dijo a sus discípulos: "Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y en diciendo esto, les mostró las manos y los pies" (Lucas 24:39-30). Pero todos saben que este pretendido milagro de la iglesia romana no puede soportar una investigación sincera y verdadera, ni un análisis químico; pues el gran engaño blasfemo sería manifiesto. Si no podemos creer el testimonio de nuestros sentidos, no podemos creer lo que oímos, aunque sea Roma quien habla; y seríamos llevados al escepticismo absoluto. Además, ni Cristo, ni los apóstoles pretendían obrar un milagro en la institución o celebración de la Cena del Señor.
4. Una apelación a la razón.
La iglesia romana ha inventado un nuevo sistema filosófico que consiste en decir que las propiedades sensibles del pan consagrado son "accidentes" nada más, y no propiedades verdaderas; de manera que el tamaño, color, peso, forma y sabor son nada más que apariencias que eluden los sentidos, de tal suerte, que no es lo que parece ser. Según este sistema de filosofía, un cuerpo es redondo y no lo es; es largo y no lo es; es blanco y no lo es; o aunque parece blanco a todos los hombres, sin embargo es o puede ser negro. Y así no podemos decir que la nieve es blanca, ni la hierba verde, ni el cielo azul, por cuanto estos no son sino "accidentes" o apariencias distintas de las realidades. Pero si esos "accidentes" del pan consagrado no son más que apariencias engañosas, ¿cómo es que el pan consagrado, al guardarlo, puede enmohecerse y llenarse de gusanos? ¿Los gusanos han comido y consumido a Jesucristo? ¿O es que hay dos transubstanciaciones? ¡Primeramente el pan se transubstancia en Jesucristo, al decir los sacerdotes las palabras de la consagración; y después Jesucristo se transubstancia en pan, al ver los gusanos! -Seymour.
5. Consecuencias lógicas del dogma de la transubstanciación.
Según el mismo catecismo católico romano, el sacrificar "consiste en la destrucción total o parcial de la ofrenda visible", por tanto, si el dogma de la transubstanciación es verdad, y la hostia es el verdadero cuerpo del Señor Jesucristo, entonces los sacerdotes, al ofrecerla en sacrificio en la Misa, han de destruir a Cristo hasta donde pueden; y así se hacen más bien los sucesores de los judíos incrédulos y de los soldados romanos que le crucificaron y procuraron destruirle, antes que los sucesores de los apóstoles. Y los que la comen se hacen culpables del canibalismo más profano y horrible que se puede imaginar. Ni aun los paganos más ignorantes que ven en los animales espíritus superiores, se atreverían a co mer a sus dioses. Pero el principal efecto práctico de este dogma es el ensalzamiento del sacerdote con su pretendido poder de traer al Señor Dios desde los cielos, según su voluntad; y a la vez satisfacer al hombre natural con un culto místico, portentoso e idolátrico.
CONCLUSIÓN
El único argumento que pudiera tener la apa riencia de valor para este dogma sería la amonestación del apóstol Pablo en 1 Corintios 11-:27-29, contra la participación de los elementos de la Santa Comunión indignamente, y del juicio contra las personas que lo hicieran. Pero en vista del hecho que el pan y el vaso eucarístico son figuras y representan
simbólicamente la carne y sangre de Cristo, y así a Cristo mismo, por lo tanto al participar de ellos en el debido respeto a lo que representan, o sin fe en los méritos del sacrificio de Cristo en el Calvario, es mostrarse irrespetuoso al Señor mismo; como un insulto a la bandera es un insulto al país que representa; o menospreciar una persona es menospreciar a la persona; y por medio de tal hipocresía se endurecería el pecador en su incredulidad y pecado.
Los argumentos teológicos de la iglesia romana dependen en gran parte de las opiniones de los Padres, las decisiones de los Concilios, o las tradiciones de la iglesia; y frecuentemente sus argumentos consisten en un juego de palabras, definidas según su gusto o conveniencia, y una apelación al sentido común del hombre. Pero Dios nos ha dado las Sagradas Escrituras y al Espíritu Santo para guiarnos en toda la verdad.
Sin duda, muchos se maravillarán de que la iglesia católico romana pudiera haber caído en equivocaciones tan grandes como lo ha hecho en cuanto a la Eucaristía; y con mucha razón, sí no fuera por la solemne amonestación que se encuentra en 2 Tesalonicenses 2:9-12, donde, refiriéndose a los engaños del Anticristo, el apóstol Pablo dice: "Cuyo advenimiento es según operación de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos (como los de hostias sangrando), y con todo engaño de iniquidad en los que perecen; POR CUANTO NO RECIBIERON EL AMOR DE LA VERDAD PARA SER SALVOS. Por tanto, pues, les envió Dios operación de error, para que crean a la mentira; para que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, antes consintieron a la iniquidad".
Así, sólo un amor intenso y ferviente a la verdad de Dios en Cristo, buscándola de todo corazón, puede salvarnos del error y de la perdición eterna. Y todos los que apoyan la iglesia papal se hacen responsables delante de Dios como participantes en este terrible engaño de sus semejantes.
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FIN