Re: Re: Re: YA QUE ME ESCUCHAS...
Re: Re: Re: YA QUE ME ESCUCHAS...
Querida hermana Elisa:
Debieras aclarar mejor quien habla "disoparates".
Lo que Dios dijo y prometió a Israel lo va a cumplir sin duda, y es por esta razón que la promesa de misericordia y bendición permanece hasta hoy. La única condición es el arrepentimiento y la fe en Cristo.
Para mayor elaboración, transcribo lo siguiente de mi estudio sobre Romanos 9 al 11.
Romanos 11
Si la exposición de Pablo terminase en 10:21 cabría pensar que la situación de Israel es irreversible: el remanente obtuvo la salvación y la justicia de Dios “en Cristo” y al resto solamente le aguarda la condenación. Sin embargo, ahora Pablo va a completar su exposición de este misterio y su papel en el divino plan de salvación.
En el capítulo 9 estableció ya las líneas principales de su argumento: 1) No toda la nación de Israel, el Israel étnico, corresponde al Israel de Dios (9:6-12); 2) Dios es soberano y dispone todas las cosas para dar a conocer “la riquezas de su gloria” (9:13-29); y 3) los judíos tropezaron por su obstinación en obtener su propia justicia en lugar de confiar en la justicia de Dios (9: 30-33). En el capítulo 10 el Apóstol reitera el problema de los hebreos, a saber, el haber desconocido la justicia de Dios expresada en Cristo (10:1-4); insiste en que esta última está disponible por igual para todo aquel que cree (10:5-15); y afirma que la causa de que la mayoría de los judíos no encontraran lo que con tanto ahínco buscaban es debida a su propia obstinación (10:16-21).
Tal como antes el hipotético interlocutor de Pablo había preguntado si las promesas de Dios habían fallado, o si los judíos no habían oído porque nadie les predicó, ahora pregunta: “¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo?”
La respuesta de Pablo es enfáticamente “¡No!” , y de inmediato se pone a sí mismo como vivo y destacado ejemplo de esta verdad. Él es un israelita, y aunque aquí no lo diga, uno que en un tiempo fue perseguidor de la Iglesia y enemigo de la cruz de Cristo. Si él mismo fue rescatado, ¿cómo no podrán serlo otros? El Apóstol ya ha demostrado, e insistirá aquí en el hecho, de que el endurecimiento de Israel no es total en cuanto a su extensión. Pero además añadirá su limitación en el tiempo: Es transitorio y no permanente o definitivo.
El hecho es que Dios no ha rechazado a su pueblo, al cual conoció de antemano. El verbo traducido «conocer de antemano» es proegnô, exactamente el mismo que emplea acerca de los creyentes en Cristo en Romanos 8:29, un texto que es uno de los pasajes clásicos acerca de la predestinación.
Tampoco una crisis como la que enfrenta ahora la nación de Israel es un hecho sin precedentes en la historia de la salvación. Para demostrarlo, Pablo cita el pasaje de 1 Reyes 19: 10,14,18 donde al clamor desesperado de Elías responde Dios que se ha reservado siete mil hombres fieles que no han caído en la idolatría. Del mismo modo en que Dios preservó para sí un resto o remanente en tiempo de Elías, ha ocurrido también ahora.
Este remanente que permanece es literalmente “conforme a la elección de la gracia” . El número de judíos que han aceptado la gracia de Dios expresada a través de la justicia por fe en Jesucristo es ínfimo en comparación con el número de los que permanecen incrédulos. Pero no es el número lo fundamental, sino el hecho de que la preservación de este remanente por la gracia de Dios es la prueba y garantía de la firmeza del propósito divino, del cual tiene Pablo mucho más que decir en este mismo capítulo. Añade el Apóstol “Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia.” En otras palabras, el remanente ha sido escogido sobre la base de la justicia de Dios, no de aquélla justicia por medio de la Ley que buscaban la mayoría de sus compatriotas.
Al decir que lo que Israel busca afanosamente (tal el sentido del griego epizêtei; cf. Hechos 11:25; 12:19) no lo ha alcanzado, se refiere al Israel étnico, o sea a la nación incrédula excepto por el remanente. Esta declaración refleja lo ya dicho en 10:3 con referencia al anhelo de establecer la propia justicia al tiempo que se rechaza la justicia de Dios.
Dentro de la nación solamente ha alcanzado esta justicia que es por la fe “la elección” , el remanente del cual ya ha hablado. Los demás, la mayoría, fueron “endurecidos” . Pablo emplea aquí una palabra (epôrôthêsan) diferente de la que es traducida “endurecer” en 9:18 (sklerynesthai). Esta última alude a la reafirmación de un carácter existente, en tanto que pôrosis literalmente significa “petrificar” y, como término médico, “cubierto por una piel gruesa o encallecida” (Friberg). Empleado como aquí, en forma figurada, habla de un encallecimiento tal que torna a los afectados contumaces de modo que se niegan a oír. ciencia. Pablo emplea una expresión similar en 2 Corintios 3:14
Este encallecimiento es el resultado de la propia obstinación de la nación de Israel, y representa una acción judicial de Dios contra el pueblo incrédulo, tal como lo demuestran Juan 12:40 y las citas que Pablo coloca aquí a continuación, tomadas de Isaías 29:10, Deuteronomio 29:4 y Salmo 69:22-23.
En el texto de Deuteronomio, Moisés reprocha a los israelitas el negarse a creer en la evidencia de sus ojos, “aquellas grandes señales y maravillas” que Dios hizo por ellos. De manera similar, el texto de Isaías resalta la consecuencia funesta de desoír reiteradamente a profetas y videntes: Yahveh ha derramado sobre ellos “espíritu de sueño profundo”.
Finamente, el Salmo 69 es la oración de un justo perseguido (como también lo fue Pablo). Sus enemigos le afrentaron y avergonzaron y clama por justicia: que la mesa de aquéllos que le dieron hiel y vinagre se convierta en lazo, y su aparente paz en una trampa, que se nuble su entendimiento y, como esclavos, sus espaldas sean dobladas continuamente (mejor que “para siempre”, tanto desde el punto de vista lingüístico como por el contexto; ver los siguientes versículos). Las “espaldas dobladas” nos recuerdan las palabras apostólicas sobre el yugo y la esclavitud de la Ley.
De nuevo, las palabras de Pablo y las citas del Antiguo Testamento que las acompañan, tomadas por sí mismas, parecen definitivas: el remanente será salvo, y los demás, endurecidos, se perderán. Pero acto seguido el Apóstol refuta enfáticamente la idea de que el rechazo sea definitivo.
Por el contrario, ciertamente tropezaron, pero no para una caída definitiva. Su tropiezo no significa que hayan caído para jamás volver a levantarse. En el pasado, a graves crisis del pueblo judío como la que ocasionó la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia le siguió la restauración con Zorobabel, Esdras y Nehemías. El tropiezo actual tampoco implica la ruina definitiva.
La transgresión de los judíos en su rechazo del Evangelio ha brindado la ocasión para que éste alcance a los gentiles. En Hechos 8 se narra la dispersión de la Iglesia que siguió al martirio de Esteban, que fue ocasión para que el Evangelio llegase a Samaria. Más tarde Pedro fue llamado por Dios para predicarle a Cornelio y sus allegados. Solamente es posible especular qué hubiera ocurrido si la nación de Israel se hubiera vuelto masivamente al Evangelio; pero es probable que la misión a los gentiles se hubiera visto retrasada y postergada si la nueva fe se hubiera sentido confortable en la sinagoga.
Además, como Pablo ya ha declarado, la conversión a los gentiles tenía asimismo el propósito de excitar los celos de los judíos para su propio bien, con lo cual concuerdan las palabras del mismo Señor Jesús en Mateo 8:10-12 a propósito de la fe del centurión.
De este modo el Apóstol presenta una interrelación dinámica en la mente divina entre el rechazo de Israel, la conversión de los gentiles y una futura conversión de Israel. Aquí Pablo razona de menor a mayor. Si la desgracia de los judíos resultó en “riqueza” para el mundo, es decir, para los gentiles, con mucho mayor razón lo será su “plenitud” (pleroma); y desarrolla esta idea en los versículos que siguen.
Los celos que el Evangelio causa en algunos judíos fue sin duda ocasión para que muchos se endurecieran, pero también para que algunos de ellos se salvaran. Nótese que Pablo no piensa que todos sus compatriotas contemporáneos habrían de convertirse masivamente. La salvación de “todo Israel” era aún algo futuro. Sin embargo, el hecho de que fuera el apóstol de los gentiles no le hacía descuidar la necesidad imperiosa de evangelizar también a los judíos.
La exclusión de ellos llevó de un modo misterioso a la “reconciliación del mundo” (katallagê kosmou), ¡cuánto más será su readmisión! Para describirla Pablo la llama nada menos que “vida de entre los muertos” (zôê ek nekrôn): Una vivificación espiritual de la Iglesia en el mundo.
Precisamente, en el versículo 16 emplea una metáfora que sería fácil de comprender para cualquier judío. La expresión traducida “primer pedazo” es en griego aparjê, primicia. Alude al mandamiento de Números 15:17-21:
Esta torta representa la primicia (aparjê) de los frutos. Si esta porción es santa, el resto de la masa de la que fue obtenida necesariamente también lo es. En esta imagen la primicia parece una referencia a los patriarcas y la masa es todo el verdadero Israel que ha de ser salvo, tanto el remanente que ya ha aceptado el Evangelio –del cual el mismo Pablo forma parte – como el que ha de aceptarlo en el futuro. En la misma frase, el Apóstol introduce otra imagen, a saber, la del olivo. Si las raíces, es decir el origen, es santo, también lo son las ramas. No explica detalladamente qué o quiénes constituyen la raíz, pero cabe pensar que son los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, de quienes el Señor se declara su Dios (cf. Mateo 22:32). La comparación de Israel con un olivo es conocida ya desde los profetas, tanto en una imagen de juicio, como en una promesa de restauración, como se ve, respectivamente, en los siguientes textos:
De este olivo santo han sido desgajadas algunas ramas, los israelitas endurecidos, de los que Pablo ha hablado; y fueron injertadas otras, como ramas de olivo silvestre, los creyentes procedentes del paganismo. Al ser injertada, la rama participa de la vitalidad del árbol. Esta imagen tomada de la horticultura es extraña porque es más conocida la práctica opuesta, es decir, injertar una rama de un olivo cultivado en un olivo silvestre. Sin embargo, en Palestina excepcionalmente se hacía aquello a lo que Pablo alude aquí: a veces se injertaba una rama de un olivo silvestre para revitalizar un viejo olivo cultivado. Para posibilitar que el injerto prendiese, solía cortarse una o más de las ramas originales para hacer espacio y brindar aire y luz para el injerto (William Ramsay, Pauline and other studies. London: Hodder & Stoughton, 1906, p. 223-224). De todos modos, el Apóstol no insinúa, más bien descarta, que el injerto beneficie al árbol más de lo que es beneficiado por éste.
Ahora bien, el hecho de haber sido injertado en el olivo santo y con ello haber devenido participante de su rica savia no debe ser motivo de arrogancia para el que ha recibido tal beneficio. La palabra katakaujô significa ser jactancioso contra alguien; es decir, enaltecerse a costa de otro al cual se le muestra desprecio. Pablo manda evitar la arrogancia, y da una primera y obvia razón: La rama sola se secaría si no recibiese su sustento de la raíz (cf. Juan 15:1-6).
Luego de establecer la razón fundamental por la cual el creyente gentil debe evitar la jactancia – a saber, que es la raíz de éste la que lo nutre a él, y no a la inversa – Pablo se anticipa a posibles razonamientos: “Dirás entonces...” Si el hipotético lector ha seguido la exposición de Pablo, podría en este punto decir, basado en la afirmación apostólica de que por la transgresión de los israelitas vino la salvación a los gentiles (11:11), que ellos fueron desgajados para permitir que él fuese injertado. El Apóstol no niega esto; por el contrario, dice ¡Muy bien! (griego kalôs). Es verdad; pero esto ha ocurrido a causa de la incredulidad (apistia, falta de fe, infidelidad). Es la misma clase de incredulidad por la cual se maravilló Jesús (Marcos 6:6). Y, a la inversa, lo que mantiene firme a la rama injertada es la fe, la cual no debe ser motivo de vanagloria. Por el contrario, lejos de pensar muy altamente de sí mismo (hupsêla fronein, traducido “ensoberbecerse” o “ser altanero”), debe “temer”, es decir, mostrar reverente respeto y agradecimiento por el don recibido.
No existe ninguna razón para pensar que Dios esté dispuesto a aceptar en una rama injertada aquello que no toleró en las ramas naturales: lo que no les perdonó a los israelitas, tampoco se los perdonará a los gentiles. Lo que Dios hizo con algunas ramas naturales por causa de su incredulidad, también puede hacerlo con las ramas injertadas.
El que alberga altanería en su corazón hará bien en considerar dos aspectos básicos del obrar de Dios. Por una parte, su bondad (jrêstotêta) o actividad de hacer lo bueno, de ayudar a las personas; y por otra, su severidad (apotomia, que en sentido literal se refiere a un terreno abrupto o empinado), es decir, que Él es estricto y exigente. Tal exigencia severa ha sido ejercida contra los que cayeron, mientras que la bondad ha sido mostrada para la rama injertada, el creyente gentil. Pero hay una condición indispensable para gozar de esta benignidad divina: que quien la ha recibido permanezca en ella: “si permaneces en su bondad.” Y para que no quede duda de la consecuencia de la arrogancia, Pablo no la deja tácita, sino que afirma explícitamente: “De lo contrario, también tú serás cortado.” El verbo es aquí ekkoptô y significa cortar de tal modo que se separen las partes (Louw-Nida Lexicon; cf. Mateo 3:10; Hechos 27:32). En otras palabras, quien no permanece en la bondad de Dios con reverente temor se arriesga a ser separado por completo del olivo en el que fue injertado. Esta es una afirmación tan clara como las palabras lo permiten de que la salvación no es un proceso irreversible ni inexorable, sino que ciertamente puede perderse.
La contrapartida es que, así como una rama injertada puede ser cortada, Dios tiene la facultad de reinjertar las ramas naturales desgajadas. Si Dios pudo injertar “contra lo natural” ramas de un olivo silvestre, explica Pablo, cuánto más puede, en su poder, reinjertar las ramas naturales. Sin embargo, de nuevo hay una condición explícita: si no permanecen en incredulidad. Dios no hace acepción de personas; la condición es la misma para gentiles e israelitas y ha sido formulada explícitamente: el Evangelio es “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; 23 por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (3:22-23), o, como lo expresa en 10:11-12,
La fe en Jesucristo es pues la condición no sólo para ser injertado, sino para permanecer firme (11:20) y tener parte en las bendiciones y promesas.
A modo de conclusión y para evitar que sus lectores lleguen a conclusiones basadas en su propia sabiduría, Pablo explica un misterio, es decir, un secreto que escapa a la sabiduría humana pero que puede ser conocido por revelación. En 16:25-26, Pablo se refiere al evangelio mismo como el supremo misterio oculto por muchos siglos y ahora revelado. El misterio del que habla en nuestro texto es el del endurecimiento de Israel, que no es total ni ha de durar por siempre, sino hasta que haya entrado “la plenitud de los gentiles”. De acuerdo con lo dicho antes, luego de esto tendrá lugar una “admisión” o “restitución” de los israelitas. Y en esta forma, así (no “luego” como vierte erróneamente la Reina-Valera hasta su revisión de 1995 el adverbio griego houtôs) “todo Israel”, el verdadero Israel, será salvado. A este fin cita Isaías 59:20,21, que en su contexto original se trataba de una promesa a los que habían apostatado durante el exilio en Babilonia. Los israelitas solamente pueden tener parte en el Nuevo Pacto si reconocen al Mediador de este pacto.
Como parte del misterio que Pablo no quiere que sus lectores lo ignoren, está la ambivalencia de la nación israelita. Ellos son a la vez enemigos y amados. Por un lado son “enemigos” por causa de “vosotros,” los gentiles: el endurecimiento de ellos proporcionó, como vimos, la ocasión de que el evangelio alcanzara a los gentiles. Pero por el otro, en cuanto a la elección, “son amados por causa de los padres,” lo cual debe entenderse en virtud de las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob y muchas veces luego confirmadas. Pablo no califica aquí esta elección, pero del contexto se entiende que se trata de participar en la salvación por gracia por medio de la fe en Jesucristo.
El Apóstol reafirma la realidad de este amor divino con la afirmación de que los dones (jarismata) y el llamado (klêsis) de Dios son irrevocables, literalmente “sin arrepentimiento” (ametamelêta). Esta declaración es a menudo extraída de su contexto para sostener la noción de que la salvación no puede perderse. El argumento es que la salvación es un don de Dios, y este texto dice que los dones de Dios son irrevocables. Sin embargo, existen dos objeciones serias a este argumento.
La primera objeción es que si bien “don” en singular (griego jarisma) se emplea con referencia a la salvación en Romanos 5:15-16 y 6:23, el plural no se emplea en este sentido en ninguna de las otras cinco veces que aparece en el Nuevo Testamento (Romanos 12:6; 1 Corintios 12:9, 28, 30-31). En todos los casos, los “dones de gracia” o jarismata son capacidades que Dios otorga para el servicio. Por tanto, en Romanos 11:29 la palabra no alude a la salvación sino con toda probabilidad a aquellos privilegios con los que la nación de Israel había sido beneficiada, y que Pablo enumera en 9:4-5, a saber: “la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo.”
La segunda objeción es que la naturaleza irrevocable de los dones y del llamamiento divino no significa que todos los miembros de la nación de Israel se vayan a salvar, sino que la oferta de salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús sigue en pie para ellos, al igual que para los gentiles.
De modo que el hecho de que los dones y el llamamiento de Dios sean irrevocables no justifica una elección incondicional, sino más bien todo lo contrario: solamente quienes por fe acepten a Jesucristo como Señor y Salvador serán efectivamente beneficiados con su reinjerto en el olivo santo.
Pablo básicamente reitera aquí lo que ya ha declarado en 3:9-31, donde dice que todo el mundo queda convicto delante de Dios, cuya justicia se ha manifestado en Cristo para salvar por medio de la fe a los circuncidados y a los que no lo están. Lo nuevo en 11:31-32 es la interrelación dinámica entre la desobediencia de los israelitas ha dado motivo para que la misericordia de Dios se muestre a los gentiles, y a la vez esta última que será el medio por el cual también a ellos se les mostrará misericordia.
Así como en el pasado los gentiles fueron desobedientes y esta ha sido la ocasión para que Dios muestre su misericordia, la actual desobediencia de los judíos dará ocasión de manifestar la misericordia divina hacia ellos: todos fueron “encerrados” o “atrapados” en desobediencia, por lo cual todos pueden ser objeto de la gracia divina y recibir la justificación por gracia, por medio de la fe.
La insondable profundidad de este plan divino para la redención de todos los hombres, tanto judíos como gentiles, que Pablo acaba de revelar, le hacen prorrumpir en una sentida alabanza de la sabiduría y el poder de Dios.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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Re: Re: Re: YA QUE ME ESCUCHAS...
Originalmente enviado por: Elisa
Ni el mismo Pablo puede hacer de Dios un ente caprichoso que hoy promete y mañana deja de cumplir . No entienden Pablo
Somos nosotros los incluidos en las promesas , y bendecidos justamente somos por ellos , y si bien es cierto que los judios deberàn aceptar a sus mesias ( tambien dado a la humanidad total ) esa es la promesa que asì serà . Ya Pablo lo advirtiò .
Rom 11:25 Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles;
Tienen que entender que Dios dijo y prometio a Israel , y si dejara de cumplirles , ya yo no podria creer en su palabra nunca mas . Porque entonces , este seria tan mentiroso como el mismo Satanàs .
Por favor . No hablen disoparates .
Querida hermana Elisa:
Debieras aclarar mejor quien habla "disoparates".
Lo que Dios dijo y prometió a Israel lo va a cumplir sin duda, y es por esta razón que la promesa de misericordia y bendición permanece hasta hoy. La única condición es el arrepentimiento y la fe en Cristo.
Para mayor elaboración, transcribo lo siguiente de mi estudio sobre Romanos 9 al 11.
Romanos 11
Romanos 11:1-6
Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín.
Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció con anterioridad. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura en el pasaje sobre Elías, cómo suplica a Dios contra Israel:
Señor, HAN DADO MUERTE A TUS PROFETAS, HAN DERRIBADO TUS ALTARES; Y YO SOLO HE QUEDADO Y ATENTAN CONTRA MI VIDA ?
Pero, ¿qué le dice la respuesta divina?: Me HE RESERVADO SIETE MIL HOMBRES QUE NO HAN DOBLADO LA RODILLA A BAAL .
Y de la misma manera, también ha quedado en el tiempo presente un remanente conforme a la elección de la gracia de Dios. Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.
Si la exposición de Pablo terminase en 10:21 cabría pensar que la situación de Israel es irreversible: el remanente obtuvo la salvación y la justicia de Dios “en Cristo” y al resto solamente le aguarda la condenación. Sin embargo, ahora Pablo va a completar su exposición de este misterio y su papel en el divino plan de salvación.
En el capítulo 9 estableció ya las líneas principales de su argumento: 1) No toda la nación de Israel, el Israel étnico, corresponde al Israel de Dios (9:6-12); 2) Dios es soberano y dispone todas las cosas para dar a conocer “la riquezas de su gloria” (9:13-29); y 3) los judíos tropezaron por su obstinación en obtener su propia justicia en lugar de confiar en la justicia de Dios (9: 30-33). En el capítulo 10 el Apóstol reitera el problema de los hebreos, a saber, el haber desconocido la justicia de Dios expresada en Cristo (10:1-4); insiste en que esta última está disponible por igual para todo aquel que cree (10:5-15); y afirma que la causa de que la mayoría de los judíos no encontraran lo que con tanto ahínco buscaban es debida a su propia obstinación (10:16-21).
Tal como antes el hipotético interlocutor de Pablo había preguntado si las promesas de Dios habían fallado, o si los judíos no habían oído porque nadie les predicó, ahora pregunta: “¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo?”
La respuesta de Pablo es enfáticamente “¡No!” , y de inmediato se pone a sí mismo como vivo y destacado ejemplo de esta verdad. Él es un israelita, y aunque aquí no lo diga, uno que en un tiempo fue perseguidor de la Iglesia y enemigo de la cruz de Cristo. Si él mismo fue rescatado, ¿cómo no podrán serlo otros? El Apóstol ya ha demostrado, e insistirá aquí en el hecho, de que el endurecimiento de Israel no es total en cuanto a su extensión. Pero además añadirá su limitación en el tiempo: Es transitorio y no permanente o definitivo.
El hecho es que Dios no ha rechazado a su pueblo, al cual conoció de antemano. El verbo traducido «conocer de antemano» es proegnô, exactamente el mismo que emplea acerca de los creyentes en Cristo en Romanos 8:29, un texto que es uno de los pasajes clásicos acerca de la predestinación.
Tampoco una crisis como la que enfrenta ahora la nación de Israel es un hecho sin precedentes en la historia de la salvación. Para demostrarlo, Pablo cita el pasaje de 1 Reyes 19: 10,14,18 donde al clamor desesperado de Elías responde Dios que se ha reservado siete mil hombres fieles que no han caído en la idolatría. Del mismo modo en que Dios preservó para sí un resto o remanente en tiempo de Elías, ha ocurrido también ahora.
Este remanente que permanece es literalmente “conforme a la elección de la gracia” . El número de judíos que han aceptado la gracia de Dios expresada a través de la justicia por fe en Jesucristo es ínfimo en comparación con el número de los que permanecen incrédulos. Pero no es el número lo fundamental, sino el hecho de que la preservación de este remanente por la gracia de Dios es la prueba y garantía de la firmeza del propósito divino, del cual tiene Pablo mucho más que decir en este mismo capítulo. Añade el Apóstol “Pero si es por gracia, ya no es a base de obras, de otra manera la gracia ya no es gracia.” En otras palabras, el remanente ha sido escogido sobre la base de la justicia de Dios, no de aquélla justicia por medio de la Ley que buscaban la mayoría de sus compatriotas.
Romanos 11:7-10
Entonces ¿qué? Aquello que Israel busca no lo ha alcanzado, pero los que fueron escogidos lo alcanzaron y los demás fueron endurecidos; tal como está escrito: DIOS LES DIO UN ESPIRITU DE ESTUPOR, OJOS CON QUE NO VEN Y OIDOS CON QUE NO OYEN, HASTA EL DIA DE HOY .
Y David dice:
SU BANQUETE SE CONVIERTA EN LAZO Y EN TRAMPA,
Y EN PIEDRA DE TROPIEZO Y EN RETRIBUCION PARA ELLOS .
OSCUREZCANSE SUS OJOS PARA QUE NO PUEDAN VER,
Y DOBLA SUS ESPALDAS PARA SIEMPRE .
Al decir que lo que Israel busca afanosamente (tal el sentido del griego epizêtei; cf. Hechos 11:25; 12:19) no lo ha alcanzado, se refiere al Israel étnico, o sea a la nación incrédula excepto por el remanente. Esta declaración refleja lo ya dicho en 10:3 con referencia al anhelo de establecer la propia justicia al tiempo que se rechaza la justicia de Dios.
Dentro de la nación solamente ha alcanzado esta justicia que es por la fe “la elección” , el remanente del cual ya ha hablado. Los demás, la mayoría, fueron “endurecidos” . Pablo emplea aquí una palabra (epôrôthêsan) diferente de la que es traducida “endurecer” en 9:18 (sklerynesthai). Esta última alude a la reafirmación de un carácter existente, en tanto que pôrosis literalmente significa “petrificar” y, como término médico, “cubierto por una piel gruesa o encallecida” (Friberg). Empleado como aquí, en forma figurada, habla de un encallecimiento tal que torna a los afectados contumaces de modo que se niegan a oír. ciencia. Pablo emplea una expresión similar en 2 Corintios 3:14
Pero el entendimiento de ellos se endureció; porque hasta el día de hoy, en la lectura del antiguo pacto el mismo velo permanece sin alzarse, pues sólo en Cristo es quitado.
Este encallecimiento es el resultado de la propia obstinación de la nación de Israel, y representa una acción judicial de Dios contra el pueblo incrédulo, tal como lo demuestran Juan 12:40 y las citas que Pablo coloca aquí a continuación, tomadas de Isaías 29:10, Deuteronomio 29:4 y Salmo 69:22-23.
En el texto de Deuteronomio, Moisés reprocha a los israelitas el negarse a creer en la evidencia de sus ojos, “aquellas grandes señales y maravillas” que Dios hizo por ellos. De manera similar, el texto de Isaías resalta la consecuencia funesta de desoír reiteradamente a profetas y videntes: Yahveh ha derramado sobre ellos “espíritu de sueño profundo”.
Finamente, el Salmo 69 es la oración de un justo perseguido (como también lo fue Pablo). Sus enemigos le afrentaron y avergonzaron y clama por justicia: que la mesa de aquéllos que le dieron hiel y vinagre se convierta en lazo, y su aparente paz en una trampa, que se nuble su entendimiento y, como esclavos, sus espaldas sean dobladas continuamente (mejor que “para siempre”, tanto desde el punto de vista lingüístico como por el contexto; ver los siguientes versículos). Las “espaldas dobladas” nos recuerdan las palabras apostólicas sobre el yugo y la esclavitud de la Ley.
Romanos 11:11-12
Digo entonces: ¿Acaso tropezaron para caer? ¡De ningún modo! Pero por su transgresión ha venido la salvación a los gentiles, para causarles celos.
Y si su transgresión es riqueza para el mundo, y su fracaso es riqueza para los gentiles, ¡cuánto más será su plenitud!
De nuevo, las palabras de Pablo y las citas del Antiguo Testamento que las acompañan, tomadas por sí mismas, parecen definitivas: el remanente será salvo, y los demás, endurecidos, se perderán. Pero acto seguido el Apóstol refuta enfáticamente la idea de que el rechazo sea definitivo.
Por el contrario, ciertamente tropezaron, pero no para una caída definitiva. Su tropiezo no significa que hayan caído para jamás volver a levantarse. En el pasado, a graves crisis del pueblo judío como la que ocasionó la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia le siguió la restauración con Zorobabel, Esdras y Nehemías. El tropiezo actual tampoco implica la ruina definitiva.
La transgresión de los judíos en su rechazo del Evangelio ha brindado la ocasión para que éste alcance a los gentiles. En Hechos 8 se narra la dispersión de la Iglesia que siguió al martirio de Esteban, que fue ocasión para que el Evangelio llegase a Samaria. Más tarde Pedro fue llamado por Dios para predicarle a Cornelio y sus allegados. Solamente es posible especular qué hubiera ocurrido si la nación de Israel se hubiera vuelto masivamente al Evangelio; pero es probable que la misión a los gentiles se hubiera visto retrasada y postergada si la nueva fe se hubiera sentido confortable en la sinagoga.
Además, como Pablo ya ha declarado, la conversión a los gentiles tenía asimismo el propósito de excitar los celos de los judíos para su propio bien, con lo cual concuerdan las palabras del mismo Señor Jesús en Mateo 8:10-12 a propósito de la fe del centurión.
De este modo el Apóstol presenta una interrelación dinámica en la mente divina entre el rechazo de Israel, la conversión de los gentiles y una futura conversión de Israel. Aquí Pablo razona de menor a mayor. Si la desgracia de los judíos resultó en “riqueza” para el mundo, es decir, para los gentiles, con mucho mayor razón lo será su “plenitud” (pleroma); y desarrolla esta idea en los versículos que siguen.
Romanos 11:13-18
Pero a vosotros hablo, gentiles. Entonces, puesto que yo soy apóstol de los gentiles, honro mi ministerio, si en alguna manera puedo causar celos a mis compatriotas y salvar a algunos de ellos.
Porque si el excluirlos a ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos?
Y si el primer pedazo de masa es santo, también lo es toda la masa; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo un olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y fuiste hecho participante con ellas de la rica savia de la raíz del olivo,
no seas arrogante para con las ramas; pero si eres arrogante, recuerda que tú no eres el que sustenta la raíz, sino la raíz la que te sustenta a ti.
Los celos que el Evangelio causa en algunos judíos fue sin duda ocasión para que muchos se endurecieran, pero también para que algunos de ellos se salvaran. Nótese que Pablo no piensa que todos sus compatriotas contemporáneos habrían de convertirse masivamente. La salvación de “todo Israel” era aún algo futuro. Sin embargo, el hecho de que fuera el apóstol de los gentiles no le hacía descuidar la necesidad imperiosa de evangelizar también a los judíos.
La exclusión de ellos llevó de un modo misterioso a la “reconciliación del mundo” (katallagê kosmou), ¡cuánto más será su readmisión! Para describirla Pablo la llama nada menos que “vida de entre los muertos” (zôê ek nekrôn): Una vivificación espiritual de la Iglesia en el mundo.
Precisamente, en el versículo 16 emplea una metáfora que sería fácil de comprender para cualquier judío. La expresión traducida “primer pedazo” es en griego aparjê, primicia. Alude al mandamiento de Números 15:17-21:
El SEÑOR ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: «Cuando entres en la tierra adonde los llevo, y coman de lo que ella produce, ofrecerán una contribución al SEÑOR. De tu primera horneada presentarás, como contribución, una torta de flor de harina. Todos los descendientes ofrecerán perpetuamente al SEÑOR una contribución de la primera horneada». (Nueva Versión Internacional)
Esta torta representa la primicia (aparjê) de los frutos. Si esta porción es santa, el resto de la masa de la que fue obtenida necesariamente también lo es. En esta imagen la primicia parece una referencia a los patriarcas y la masa es todo el verdadero Israel que ha de ser salvo, tanto el remanente que ya ha aceptado el Evangelio –del cual el mismo Pablo forma parte – como el que ha de aceptarlo en el futuro. En la misma frase, el Apóstol introduce otra imagen, a saber, la del olivo. Si las raíces, es decir el origen, es santo, también lo son las ramas. No explica detalladamente qué o quiénes constituyen la raíz, pero cabe pensar que son los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, de quienes el Señor se declara su Dios (cf. Mateo 22:32). La comparación de Israel con un olivo es conocida ya desde los profetas, tanto en una imagen de juicio, como en una promesa de restauración, como se ve, respectivamente, en los siguientes textos:
Olivo frondoso, hermoso en fruto y forma, te puso por nombre el SEÑOR. Con ruido de un gran estrépito ha prendido fuego en él, y sus ramas son inservibles. Jeremías 11:16
Brotarán sus renuevos, y será su esplendor como la del olivo, y su fragancia como la de los cedros del Líbano. Oseas 14:6
De este olivo santo han sido desgajadas algunas ramas, los israelitas endurecidos, de los que Pablo ha hablado; y fueron injertadas otras, como ramas de olivo silvestre, los creyentes procedentes del paganismo. Al ser injertada, la rama participa de la vitalidad del árbol. Esta imagen tomada de la horticultura es extraña porque es más conocida la práctica opuesta, es decir, injertar una rama de un olivo cultivado en un olivo silvestre. Sin embargo, en Palestina excepcionalmente se hacía aquello a lo que Pablo alude aquí: a veces se injertaba una rama de un olivo silvestre para revitalizar un viejo olivo cultivado. Para posibilitar que el injerto prendiese, solía cortarse una o más de las ramas originales para hacer espacio y brindar aire y luz para el injerto (William Ramsay, Pauline and other studies. London: Hodder & Stoughton, 1906, p. 223-224). De todos modos, el Apóstol no insinúa, más bien descarta, que el injerto beneficie al árbol más de lo que es beneficiado por éste.
Ahora bien, el hecho de haber sido injertado en el olivo santo y con ello haber devenido participante de su rica savia no debe ser motivo de arrogancia para el que ha recibido tal beneficio. La palabra katakaujô significa ser jactancioso contra alguien; es decir, enaltecerse a costa de otro al cual se le muestra desprecio. Pablo manda evitar la arrogancia, y da una primera y obvia razón: La rama sola se secaría si no recibiese su sustento de la raíz (cf. Juan 15:1-6).
Romanos 11:19-24
Dirás entonces: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
Muy cierto; fueron desgajadas por su incredulidad, pero tú por la fe te mantienes firme. No seas altanero, sino teme; porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará.
Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti, bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario también tú serás cortado.
Y también ellos, si no permanecen en su incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.
Porque si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza es un olivo silvestre, y contra lo que es natural fuiste injertado en un olivo cultivado, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo?
Luego de establecer la razón fundamental por la cual el creyente gentil debe evitar la jactancia – a saber, que es la raíz de éste la que lo nutre a él, y no a la inversa – Pablo se anticipa a posibles razonamientos: “Dirás entonces...” Si el hipotético lector ha seguido la exposición de Pablo, podría en este punto decir, basado en la afirmación apostólica de que por la transgresión de los israelitas vino la salvación a los gentiles (11:11), que ellos fueron desgajados para permitir que él fuese injertado. El Apóstol no niega esto; por el contrario, dice ¡Muy bien! (griego kalôs). Es verdad; pero esto ha ocurrido a causa de la incredulidad (apistia, falta de fe, infidelidad). Es la misma clase de incredulidad por la cual se maravilló Jesús (Marcos 6:6). Y, a la inversa, lo que mantiene firme a la rama injertada es la fe, la cual no debe ser motivo de vanagloria. Por el contrario, lejos de pensar muy altamente de sí mismo (hupsêla fronein, traducido “ensoberbecerse” o “ser altanero”), debe “temer”, es decir, mostrar reverente respeto y agradecimiento por el don recibido.
No existe ninguna razón para pensar que Dios esté dispuesto a aceptar en una rama injertada aquello que no toleró en las ramas naturales: lo que no les perdonó a los israelitas, tampoco se los perdonará a los gentiles. Lo que Dios hizo con algunas ramas naturales por causa de su incredulidad, también puede hacerlo con las ramas injertadas.
El que alberga altanería en su corazón hará bien en considerar dos aspectos básicos del obrar de Dios. Por una parte, su bondad (jrêstotêta) o actividad de hacer lo bueno, de ayudar a las personas; y por otra, su severidad (apotomia, que en sentido literal se refiere a un terreno abrupto o empinado), es decir, que Él es estricto y exigente. Tal exigencia severa ha sido ejercida contra los que cayeron, mientras que la bondad ha sido mostrada para la rama injertada, el creyente gentil. Pero hay una condición indispensable para gozar de esta benignidad divina: que quien la ha recibido permanezca en ella: “si permaneces en su bondad.” Y para que no quede duda de la consecuencia de la arrogancia, Pablo no la deja tácita, sino que afirma explícitamente: “De lo contrario, también tú serás cortado.” El verbo es aquí ekkoptô y significa cortar de tal modo que se separen las partes (Louw-Nida Lexicon; cf. Mateo 3:10; Hechos 27:32). En otras palabras, quien no permanece en la bondad de Dios con reverente temor se arriesga a ser separado por completo del olivo en el que fue injertado. Esta es una afirmación tan clara como las palabras lo permiten de que la salvación no es un proceso irreversible ni inexorable, sino que ciertamente puede perderse.
La contrapartida es que, así como una rama injertada puede ser cortada, Dios tiene la facultad de reinjertar las ramas naturales desgajadas. Si Dios pudo injertar “contra lo natural” ramas de un olivo silvestre, explica Pablo, cuánto más puede, en su poder, reinjertar las ramas naturales. Sin embargo, de nuevo hay una condición explícita: si no permanecen en incredulidad. Dios no hace acepción de personas; la condición es la misma para gentiles e israelitas y ha sido formulada explícitamente: el Evangelio es “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción; 23 por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (3:22-23), o, como lo expresa en 10:11-12,
Pues la Escritura dice: TODO EL QUE CREE EN EL NO SERA AVERGONZADO. Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo {Señor} es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan...
La fe en Jesucristo es pues la condición no sólo para ser injertado, sino para permanecer firme (11:20) y tener parte en las bendiciones y promesas.
Romanos 11:25-29
Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis sabios en vuestra propia opinión: que a Israel le ha acontecido un endurecimiento parcial hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
y así, todo Israel será salvo; tal como está escrito:
EL LIBERTADOR VENDRA DE SION;
APARTARA LA IMPIEDAD DE JACOB .
Y ESTE ES MI PACTO CON ELLOS ,
CUANDO YO QUITE SUS PECADOS.
En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección de Dios, son amados por causa de los padres; porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
A modo de conclusión y para evitar que sus lectores lleguen a conclusiones basadas en su propia sabiduría, Pablo explica un misterio, es decir, un secreto que escapa a la sabiduría humana pero que puede ser conocido por revelación. En 16:25-26, Pablo se refiere al evangelio mismo como el supremo misterio oculto por muchos siglos y ahora revelado. El misterio del que habla en nuestro texto es el del endurecimiento de Israel, que no es total ni ha de durar por siempre, sino hasta que haya entrado “la plenitud de los gentiles”. De acuerdo con lo dicho antes, luego de esto tendrá lugar una “admisión” o “restitución” de los israelitas. Y en esta forma, así (no “luego” como vierte erróneamente la Reina-Valera hasta su revisión de 1995 el adverbio griego houtôs) “todo Israel”, el verdadero Israel, será salvado. A este fin cita Isaías 59:20,21, que en su contexto original se trataba de una promesa a los que habían apostatado durante el exilio en Babilonia. Los israelitas solamente pueden tener parte en el Nuevo Pacto si reconocen al Mediador de este pacto.
Como parte del misterio que Pablo no quiere que sus lectores lo ignoren, está la ambivalencia de la nación israelita. Ellos son a la vez enemigos y amados. Por un lado son “enemigos” por causa de “vosotros,” los gentiles: el endurecimiento de ellos proporcionó, como vimos, la ocasión de que el evangelio alcanzara a los gentiles. Pero por el otro, en cuanto a la elección, “son amados por causa de los padres,” lo cual debe entenderse en virtud de las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob y muchas veces luego confirmadas. Pablo no califica aquí esta elección, pero del contexto se entiende que se trata de participar en la salvación por gracia por medio de la fe en Jesucristo.
El Apóstol reafirma la realidad de este amor divino con la afirmación de que los dones (jarismata) y el llamado (klêsis) de Dios son irrevocables, literalmente “sin arrepentimiento” (ametamelêta). Esta declaración es a menudo extraída de su contexto para sostener la noción de que la salvación no puede perderse. El argumento es que la salvación es un don de Dios, y este texto dice que los dones de Dios son irrevocables. Sin embargo, existen dos objeciones serias a este argumento.
La primera objeción es que si bien “don” en singular (griego jarisma) se emplea con referencia a la salvación en Romanos 5:15-16 y 6:23, el plural no se emplea en este sentido en ninguna de las otras cinco veces que aparece en el Nuevo Testamento (Romanos 12:6; 1 Corintios 12:9, 28, 30-31). En todos los casos, los “dones de gracia” o jarismata son capacidades que Dios otorga para el servicio. Por tanto, en Romanos 11:29 la palabra no alude a la salvación sino con toda probabilidad a aquellos privilegios con los que la nación de Israel había sido beneficiada, y que Pablo enumera en 9:4-5, a saber: “la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo.”
La segunda objeción es que la naturaleza irrevocable de los dones y del llamamiento divino no significa que todos los miembros de la nación de Israel se vayan a salvar, sino que la oferta de salvación por gracia por medio de la fe en Cristo Jesús sigue en pie para ellos, al igual que para los gentiles.
Esta inmutabilidad del designio de Dios, relativamente a los elegidos (v. 28), es aplicada por Pablo a todo Israel como pueblo; muchos podían decaer sin comprometer el propósito de la misericordia de Dios, así como un árbol no es destruido porque un jardinero le corte ramas secas o estériles (vers. 17 y sig.). Tal es Israel como nación hasta el fin de la economía presente; los designios de Dios subsisten para con él; todas las promesas que Dios le ha hecho serán cumplidas por su conversión y por las bendiciones de que será aún origen para la humanidad (vers. 12,15).
Luis Bonnet, Alfredo Schroeder, o.c. 3: 153, negritas añadidas.
De modo que el hecho de que los dones y el llamamiento de Dios sean irrevocables no justifica una elección incondicional, sino más bien todo lo contrario: solamente quienes por fe acepten a Jesucristo como Señor y Salvador serán efectivamente beneficiados con su reinjerto en el olivo santo.
Romanos 11:31-32
Pues así como vosotros en otro tiempo fuisteis desobedientes a Dios, pero ahora se os ha mostrado misericordia por razón de la desobediencia de ellos, así también ahora éstos han sido desobedientes, para que por la misericordia mostrada a vosotros, también a ellos ahora les sea mostrada misericordia.
Porque Dios ha encerrado a todos en desobediencia para mostrar misericordia a todos.
Pablo básicamente reitera aquí lo que ya ha declarado en 3:9-31, donde dice que todo el mundo queda convicto delante de Dios, cuya justicia se ha manifestado en Cristo para salvar por medio de la fe a los circuncidados y a los que no lo están. Lo nuevo en 11:31-32 es la interrelación dinámica entre la desobediencia de los israelitas ha dado motivo para que la misericordia de Dios se muestre a los gentiles, y a la vez esta última que será el medio por el cual también a ellos se les mostrará misericordia.
Ahora el cristiano gentil ha pasado de rebelión a perdón; así también lo hará un día el judío. Como para el gentil el presente es lo inverso del pasado, así también para el judío el futuro será lo inverso del presente. Ahora el judío está sirviendo al gentil como el medio por el que Dios perdona a este último; el gentil ha de servir al judío como el medio de perdonar al judío.
Leslie C. Allen, o.c., p. 364.
Así como en el pasado los gentiles fueron desobedientes y esta ha sido la ocasión para que Dios muestre su misericordia, la actual desobediencia de los judíos dará ocasión de manifestar la misericordia divina hacia ellos: todos fueron “encerrados” o “atrapados” en desobediencia, por lo cual todos pueden ser objeto de la gracia divina y recibir la justificación por gracia, por medio de la fe.
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!
Pues, ¿QUIEN HA CONOCIDO LA MENTE DEL SEÑOR ?, ¿O QUIEN LLEGO A SER SU CONSEJERO ?,
¿O QUIEN LE HA DADO A EL PRIMERO PARA QUE SE LE TENGA QUE RECOMPENSAR ?
Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A El sea la gloria para siempre
La insondable profundidad de este plan divino para la redención de todos los hombres, tanto judíos como gentiles, que Pablo acaba de revelar, le hacen prorrumpir en una sentida alabanza de la sabiduría y el poder de Dios.
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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