Jesús en fuentes históricas no cristianas

Bart

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24 Enero 2001
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Jesús en fuentes históricas no cristianas:
I fuentes clásicas


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César Vidal

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?

Las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano y porque – de manera un tanto injustificada – son ocasionalmente las únicas conocidas incluso por personas que se presentan como especialistas en la Historia del cristianismo primitivo.

TÁCITO

La primera de esas referencias la hallamos en Tácito. Nacido hacia el 56-57 d. de C., Tácito desempeñó los cargos de pretor (88 d. de C.) y cónsul (97 d. de C.) aunque su importancia radica fundamentalmente en haber sido el autor de dos de las grandes obras históricas de la Antigüedad clásica: los Anales y las Historias. Fallecido posiblemente durante el reinado de Adriano (117-138 d. de C.), sus referencias históricas son muy cercanas cronológicamente en buen número de casos.

Tácito menciona de manera concreta el cristianismo en Anales XV, 44, una obra escrita hacia el 115-7. El texto señala que los cristianos eran originarios de Judea, que su fundador había sido un tal Cristo - resulta más dudoso saber si Tácito consideró la mencionada palabra como título o como nombre propio - ejecutado por Pilato y que durante el principado de Nerón sus seguidores ya estaban afincados en Roma donde no eran precisamente populares.

SUETONIO

La segunda mención a Jesús en las fuentes clásicas la encontramos en Suetonio. Aún joven durante el reinado de Domiciano (81-96 d. de C.), Suetonio ejerció la función de tribuno durante el de Trajano (98-117 d. de C.) y la de secretario ab epistulis en el de Adriano (117-138), cargo del que fue privado por su mala conducta. En su Vida de los Doce Césares (Claudio XXV), Suetonio menciona una medida del emperador Claudio encaminada a expulsar de Roma a unos judíos que causaban tumultos a causa de un tal "Cresto". Los datos coinciden con lo consignado en algunas fuentes cristianas que se refieren a una temprana presencia de cristianos en Roma y al hecho de que en un porcentaje muy elevado eran judíos en aquellos primeros años. Por añadidura, el pasaje parece concordar con lo relatado en Hechos 18, 2 y podría referirse a una expulsión que, según Orosio (VII, 6, 15) tuvo lugar en el noveno año del reinado de Claudio (49 d. de C.). En cualquier caso no pudo ser posterior al año 52.

PLINIO EL JOVEN

Una tercera referencia en la Historia clásica la hallamos en Plinio el Joven (61-114 d. de C.). Gobernador de Bitinia bajo Trajano, Plinio menciona en el décimo libro de sus cartas a los cristianos (X, 96, 97). Por sus referencias sabemos que consideraban Dios a Cristo y que se dirigían a él con himnos y oraciones. Gente pacífica, pese a los maltratos recibidos en ocasiones por parte de las autoridades romanas, no dejaron de contar con abandonos en sus filas.

César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)

En las siguientes partes de este estudio, veremos la fuente de Flavio Josefo (parte II), las fuentes rabínicas (parte III), y las conclusiones finales con una amplia bibliografía comentada sobre el tema (parte IV).

© 2003 Imagen y Comunicación protestante, España
 
Gracias Bart, por este buen aporte, espero que nos traigas la continuación.
 

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Jesús en fuentes históricas no cristianas:
II. Flavio Josefo


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César Vidal

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?

Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

FLAVIO JOSEFO

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío nos encontramos con la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), y perteneciente a una distinguida familia sacerdotal cuyos antepasados - según la información que nos suministra Josefo - se remontaban hasta el periodo de Juan Hircano, este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús.

La primera se halla en Ant, XVIII 63, 64 y su texto en la versión griega es como sigue: "Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos" (Ant XVIII, 63-64).

El segundo texto en Antigüedades XX, 200-3 afirma: "El joven Anano... pertenecía a la escuela de los saduceos que son, como ya he explicado, ciertamente los más desprovistos de piedad de entre los judíos a la hora de aplicar justicia. Poseído de un carácter así, Anano consideró que tenía una oportunidad favorable porque Festo había muerto y Albino se encontraba aún de camino. De manera que convenció a los jueces del Sanhedrín y condujo ante ellos a uno llamado Santiago, hermano de Jesús el llamado Mesías y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y ordenó que fueran lapidados. Los habitantes de la ciudad que eran considerados de mayor moderación y que eran estrictos en la observancia de la Ley se ofendieron por aquello. Por lo tanto enviaron un mensaje secreto al rey Agripa, dado que Anano no se había comportado correctamente en su primera actuación, instándole a que le ordenara desistir de similares acciones ulteriores. Algunos de ellos incluso fueron a ver a Albino, que venía de Alejandría, y le informaron de que Anano no tenía autoridad para convocar el Sanhedrín sin su consentimiento. Convencido por estas palabras, Albino, lleno de ira, escribió a Anano amenazándolo con vengarse de él. El rey Agripa, a causa de la acción de Anano, lo depuso del Sumo sacerdocio que había ostentado durante tres meses y lo reemplazó por Jesús, el hijo de Damneo".

Ninguno de los dos pasajes de las Antigüedades relativos al objeto de nuestro estudio es aceptado de manera generalizada como auténtico, aunque es muy común aceptar la autenticidad del segundo texto y rechazar la del primero en todo o en parte. El hecho de que Josefo hablara en Ant XX de Santiago como "hermano de Jesús llamado Mesías" - una referencia tan magra y neutral que no podría haber surgido de un interpolador cristiano - hace pensar que había hecho referencia a Jesús previamente. Esa referencia anterior acerca de Jesús sería la de Ant XVIII 3, 3. La autenticidad de este pasaje no fue cuestionada prácticamente hasta el siglo XIX ya que, sin excepción, todos los manuscritos que nos han llegado lo contienen. Tanto la limitación de Jesús a una mera condición humana como la ausencia de otros apelativos hace prácticamente imposible que su origen sea el de un interpolador cristiano. Además la expresión tiene paralelos en el mismo Josefo (Ant XVIII 2, 7; X 11, 2). Seguramente también es auténtico el relato de la muerte de Jesús, en el que se menciona la responsabilidad de los saduceos en la misma y se descarga la culpa sobre Pilato, algo que ningún evangelista (no digamos cristianos posteriores) estaría dispuesto a afirmar de forma tan tajante, pero que sería lógico en un fariseo como Josefo y más si no simpatizaba con los cristianos y se sentía inclinado a presentarlos bajo una luz desfavorable ante un público romano.

Otros aspectos del texto apuntan asimismo a un origen josefino: la referencia a los saduceos como "los primeros entre nosotros"; la descripción de los cristianos como "tribu" (algo no necesariamente peyorativo) (Comp. con Guerra III, 8, 3; VII, 8, 6); etc. Resulta, por lo tanto, muy posible que Josefo incluyera en las Antigüedades una referencia a Jesús como un "hombre sabio", cuya muerte, instada por los saduceos, fue ejecutada por Pilato, y cuyos seguidores seguían existiendo hasta la fecha en que Josefo escribía. Más dudosas resultan la clara afirmación de que Jesús "era el Mesías" (Cristo); las palabras "si es que puede llamársele hombre"; la referencia como "maestro de gentes que aceptan la verdad con placer" posiblemente sea también auténtica en su origen si bien en la misma podría haberse deslizado un error textual al confundir (intencionadamente o no) el copista la palabra TAAEZE con TALEZE; y la mención de la resurrección de Jesús.

En resumen, podemos señalar que el retrato acerca de Jesús que Josefo reflejó originalmente pudo ser muy similar al que señalamos a continuación: Jesús era un hombre sabio, que atrajo en pos de si a mucha gente, si bien la misma estaba guiada más por un gusto hacia lo novedoso (o espectacular) que por una disposición profunda hacia la verdad. Se decía que era el Mesías y, presumiblemente por ello, los miembros de la clase sacerdotal decidieron acabar con él entregándolo con esta finalidad a Pilato que lo crucificó. Pese a todo, sus seguidores, llamados cristianos a causa de las pretensiones mesiánicas de su maestro, DIJERON que se les había aparecido. En el año 62, un hermano de Jesús, llamado Santiago, fue ejecutado además por Anano si bien, en esta ocasión, la muerte no contó con el apoyo de los ocupantes sino que tuvo lugar aprovechando de un vacío de poder romano en la región. Tampoco esta muerte había conseguido acabar con el movimiento.

Aparte de los textos mencionados, tenemos que hacer referencia a la existencia del Josefo eslavo y de la versión árabe del mismo. Esta última, recogida por un tal Agapio en el s. X, coincide en buena medida con la lectura que de Josefo hemos realizado en las páginas anteriores, sin embargo, su autenticidad resulta problemática. Su traducción al castellano dice así: "En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas". En cuanto a la versión eslava, se trata de un conjunto de interpolaciones no sólo relativas a Jesús sino también a los primeros cristianos.

César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)


En el capítulo anterior, se esbozan las fuentes clásicas: Tácito, Suetonio y Plinio el Joven.

En las siguientes partes de este estudio, veremos las fuentes rabínicas (parte III), y las conclusiones finales con una amplia bibliografía comentada sobre el tema (parte IV)..
 
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Jesús en fuentes históricas no cristianas:
III. Fuentes rabínicas


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César Vidal

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?

Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas (parte I de este estudio). A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío estudiamos (parte II) la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C.. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras vimos que se encuentran referencias relacionadas con Jesús.

FUENTES RABÍNICAS

Con todo, posiblemente la colección más interesante de textos relacionados con Jesús se hallen en las fuentes rabínicas. Este conjunto de fuentes reviste un enorme interés porque procede de los adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo, porque resulta especialmente negativo en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos.

Así, en el Talmud se afirma que Jesús realizó milagros. Ciertamente, insiste en que eran fruto de la hechicería (Sanh. 107; Sota 47b; J. Hag. II, 2) pero no los niega ni los relativiza. De la misma manera, se reconoce la respuesta que tuvo en ciertos sectores del pueblo judío – un dato proporcionado también por Josefo – al señalar que sedujo a Israel (Sanh 43 a).

Este último reviste una enorme relevancia porque se relaciona con la causa de la muerte de Jesús. En las últimas décadas, por razones históricas fáciles de explicar, ha existido una tendencia muy acusada a distanciar a los judíos de la muerte de Jesús. Si con ello se pretende decir que no todos los judíos de su época tuvieron responsabilidad en su ejecución y que los actuales no deben cargar con la culpa, semejante tendencia historiográfica es correcta. Si, por el contrario, lo que se pretende señalar es que la condena y muerte de Jesús fue un asunto meramente romano, entonces se falta a la verdad histórica. Los Evangelios señalan que en el inicio del proceso que culminaría con la crucifixión de Jesús hubo una acción de las autoridades judías que le consideraban un extraviador. El dato es efectivamente repetido por el Talmud que incluso atribuye toda la responsabilidad de la ejecución en exclusiva a esas autoridades y que señala que lo colgaron – una referencia a la cruz - la víspera de Pascua (Sanh 43 a).

Aún de mayor interés son los datos que nos proporcionan las fuentes rabínicas sobre la enseñanza y las pretensiones de Jesús. En armonía con distintos pasajes de los Evangelios, el Talmud nos dice que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez (Yalkut Shimeoni 725). Ambas doctrinas – la de la conciencia de divinidad de Cristo y la de su Parusía – han sido atacadas desde el siglo XIX como creaciones de los primeros cristianos desprovistas de conexión con la predicación original de Jesús. Curiosamente, son los mismos adversarios rabínicos de Jesús los que confirman en estos textos las afirmaciones de los Evangelios en contra de la denominada Alta crítica.

De enorme interés son también las referencias a la interpretación de la Torah que sustentaba Jesús. En las últimas décadas, en un intento por salvar la distancia entre el judaísmo y Jesús, se ha insistido en que la relativización de la Torah no se debía a Jesús sino a Pablo y a los primeros cristianos. De nuevo, la suposición es desmentida por los textos rabínicos. De hecho, se acusa específicamente a Jesús de relativizar el valor de la Torah lo que le habría convertido en un falso maestro y le habría convertido en acreedor a la última pena. Este enfrentamiento entre la interpretación de la Torah propia de Jesús y la de los fariseos explica, por ejemplo, que algún pasaje del Talmud llegue incluso a representarlo en el otro mundo condenado a estar entre excrementos en ebullición (Guit. 56b-57a). Con todo, debe señalarse que este juicio denigratorio no es unánime y así, por ejemplo, se cita con aprecio alguna de las enseñanzas de Jesús (Av. Zar. 16b-17a; T. Julin II, 24).

El Toledot Ieshu, una obra judía anti-cristiana, cuya datación general es medieval pero que podría contener materiales de origen anterior insiste en todos estos mismos aspectos denigratorios de la figura de Jesús, aunque no se niegan los rasgos esenciales presentados en los Evangelios sino que se interpretan bajo una luz distinta. Esta visión fue común al judaísmo hasta el s. XIX y así en las últimas décadas se ha ido asistiendo junto a un mantenimiento de la opinión tradicional a una reinterpretación de Jesús como hijo legítimo del judaísmo aunque negando su mesianidad (J. Klausner), su divinidad (H. Schonfield) o aligerando los aspectos más difíciles de conciliar con el judaísmo clásico (D. Flusser). De la misma manera, los últimos tiempos han sido testigos de la aparición de multitud de movimientos que, compuestos por judíos, han optado por reconocer a Jesús como Mesías y Dios sin renunciar por ello a las prácticas habituales del judaísmo (Jews for Jesus, Messianic Jews, etc.).


César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)

En la siguiente y última parte de este estudio, veremos las conclusiones finales con una amplia bibliografía comentada sobre el tema (parte IV).
 

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Jesús en fuentes históricas no cristianas:
IV: Conclusiones y bibliografía comentada


César Vidal

Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro Evangelios canónicos – Mateo, Marcos, Lucas y Juan – el Nuevo Testamento contiene otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de Jesús. A estas fuentes se añaden distintos escritos apócrifos de valor desigual y referencias patrísticas datables todavía en el siglo I. Sin embargo, precisamente por la extracción de esas fuentes – cristianas y heréticas – resulta de interés preguntarse si hay más fuentes históricas que mencionen a Jesús y, sobre todo, si esas fuentes son distintas de las cristianas. Realmente Jesús es un personaje del que tenemos noticia únicamente a partir de los escritos de sus seguidores – ortodoxos o desviados – o, por el contrario, ¿aparece Jesús en fuentes históricas distintas de las cristianas?


I.- FUENTES CLÁSICAS


Ya vimos que las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas (parte I de este estudio). A pesar de ser limitadas, tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al Occidente cristiano.

II.- FLAVIO JOSEFO

A mitad de camino entre el mundo clásico y el judío estudiamos (parte II) la figura de Flavio Josefo. Nacido en Jerusalén el año primero del reinado de Calígula (37-38 d. C.), este historiador fue protagonista destacado de la revuelta judía contra Roma que se inició en el año 66 d. de C. Fue autor, entre otras obras, de la Guerra de los judíos y de las Antigüedades de los judíos. En ambas obras encontramos referencias relacionadas con Jesús.

III.- FUENTES RABÍNICAS

Con todo, posiblemente la colección más interesante de textos relacionados con Jesús se hallen en las fuentes rabínicas (parte III). Este conjunto de fuentes reviste un enorme interés porque procede de los adversarios espirituales de Jesús y del cristianismo, porque resulta especialmente negativo en su actitud hacia el personaje y, de manera muy sugestiva, porque estas fuentes vienen a confirmar buen número de los datos suministrados acerca de él por los autores cristianos.

Así, en el Talmud se afirma que Jesús realizó milagros. De la misma manera, se reconoce la respuesta que tuvo en ciertos sectores del pueblo judío al señalar que sedujo a Israel lo que se relaciona con la causa de la muerte de Jesús. En armonía con distintos pasajes de los Evangelios, el Talmud nos dice que Jesús se proclamó Dios e incluso se señala que anunció que volvería por segunda vez. De enorme interés son también las referencias a la interpretación de la Torah que sustentaba Jesús, ya que se acusa específicamente a Jesús de relativizar el valor de la Torah lo que le habría convertido en un falso maestro y le habría convertido en acreedor a la última pena.

IV.- CONCLUSIONES

Resumiendo pues puede señalarse que efectivamente contamos con fuentes históricas distintas de las cristianas para conocer la vida y la enseñanza de Jesús. Todas ellas eran hostiles – a lo sumo, indiferentes – pero, de manera muy interesante y sugestiva, corroboran la mayoría de los datos de que disponemos gracias al Nuevo Testamento y a otras fuentes cristianas.

Su judaísmo, su pertenencia a la estirpe de David, su autoconciencia de mesianidad y divinidad, la realización de milagros, su influencia sobre cierto sector del pueblo judío, su afirmación de que vendría por segunda vez, su ejecución a instancias de algunas autoridades judías pero a mano del gobernador romano Pilato, la afirmación de que había resucitado y la supervivencia de sus discípulos hasta el punto de alcanzar muy pronto la capital del imperio son tan sólo algunos de los datos que nos proporcionan – no con agrado, todo hay que decirlo – las diferentes fuentes no-cristianas.

En ese sentido cabe decir, simplemente a título comparativo, que, por el número de noticias, por su cercanía en el tiempo al personaje y por la pluralidad de orígenes, Jesús es uno de los personajes que mejor conocemos de la Antigüedad.

V.- BIBLIOGRAFÍA COMENTADA

Las referencias a Jesús fuera del Nuevo Testamento no han recibido, por regla general, toda la atención que merecen. La causa de ese comportamiento se encuentra no pocas veces en la mera ignorancia de las fuentes semíticas acerca del cristianismo primitivo a pesar de su abundancia e importancia. Por supuesto, tal conducta carece de excusa a partir de estudios como los de H. Laible, Jesús Christus im Talmud, Leipzig, 1900 y R. T. Herford, Christianity in Talmud and Midrash, Londres, 1905. Me he referido a estas fuentes rabínicas con cierta extensión en El judeo-cristianismo palestino en el siglo I: de Pentecostés a Jamnia, Madrid, 1995 y las he traducido en parte en El Talmud, Madrid, 2001.

De menor interés pero generando verdaderos ríos de tinta ha sido la aproximación a los textos de Flavio Josefo referidos a Jesús. Entre ellos cabe destacar sin pretender ser exhaustivo las obras de W. E. Barnes, The Testimony of Josephus to Jesus Christ, 1920 (a favor de la autenticidad de las referencias flavianas sobre Jesús); C. G. Bretschneider, Capita theologiae Iudaeorum dogmaticae e Flauii Iosephi scriptis collecta,1812. pgs. 59-66 (a favor); B. Brüne, "Zeugnis des Josephus über Christus" en Tsh St Kr , 92, 1919, pgs. 139-47 (a favor, aunque un autor cristiano eliminó parte de lo contenido en el texto); F. F. Bruce, ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?, Miami, 1972. pgs. 99 ss (a favor pero sosteniendo que un copista cristiano eliminó parte del contenido original); F. C. Burkitt, "Josephus and Christ" en Th T, 47, 1913, pgs. 135-44 (a favor); A. von Harnack, Der jüdische Geschichtsschreiber Josephus und Jesus Christus, 1913, cols. 1037-68 (a favor); R. Laqueur, Der Jüdische Historiker Josephus, Giessen, 1920, pgs. 274-8 (el testimonio flaviano procede de la mano de Josefo pero en una edición posterior de las Antigüedades); L. Van Liempt, "De testimonio flaviano" en Mnemosyne, 55, 1927. pgs. 109-116 (a favor); R. H. J. Shutt, Studies in Josephus, 1961, pg. 121; C. K. Barret, The New Testament Background, Nueva York, 1989, pgs. 275 ss (el texto aparece en todos los manuscritos de las Antigüedades, aunque seguramente presenta omisiones realizadas por copistas cristianos. Originalmente se asemejaría a las referencias josefianas a Juan el Bautista); S. G. F. Brandon, Jesus and the Zealots, Manchester, 1967. pg. 121, 359-68 (a favor de la autenticidad pero con interpolaciones); Idem, The Trial of Jesus of Nazareth, Londres, 1968. pgs. 52-55; 151-2; L. H. Feldman, Josephus, IX, Cambridge y Londres, 1965, pg. 49 (auténtico pero interpolado); R. Götz, "Die urprüngliche Fassung der Stelle Josephus Antiquit. XVIII 3, 3 und ihr Verhältnis zu Tacitus Annal. XV, 44" en ZNW, 1913, pgs. 286-97 (el texto sólo tiene algunas partes auténticas que, además, son mínimas y, en su conjunto, fue reelaborado profundamente por un copista cristiano); J. Klausner, Jesús de Nazaret, Buenos Aires, 1971, pgs. 53 ss (no hay base para suponer que todo el pasaje es espurio pero ya estaba interpolado en la época de Eusebio de Cesarea); T. W. Manson, Studies in the Gospel and Epistles, Manchester, 1962. pgs. 18-19; H. St. J. Thackeray, O.c. p. 148 (el pasaje procede de Josefo o un secretario pero el censor o copista cristiano realizó en él pequeñas omisiones o alteraciones que cambiaron el sentido del mismo); G. Vermés, Jesús el judio, Barcelona, 1977, pg. 85 (es improbable la interpolación por un autor cristiano posterior); P. Winter, On the trial of Jesus, Berlín, 1961, pgs. 27, 165, n. 25 (sostiene la tesis de la interpolación); E. Schürer, "Josephus" en Realenzyclopädie für die protestantische Theologie und Kirche, IX, 1901, pg. 377-86 (es falso); W. Bauer, New Testament Apocrypha, I, 1963, pgs. 436-7 (es falso); H. Conzelmann, "Jesus Christus" en RGG, III, 1959, cols. 619-53 y 662 (pretende, lo que es más que discutible, que el pasaje refleja el kerigma de Lucas); F. Hahn. W. Lohff y G. Bornkamm, Die Frage nach dem historischen Jesus, 1966, pgs. 17-40 (es falso); E. Meyer, Ursprung und Anfäge des Christentums , I, Sttutgart-Berlín, 1921. pgs. 206-11 (es falso).

Finalmente, los textos recogidos en autores clásicos como Tácito, Suetonio o Plinio gozan de una aceptación prácticamente generalizada.

César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.

© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)


© 2003 Imagen y Comunicación protestante, España
 
Le contaré brevemente la verdadera e indudable biografía de (¿¡su maestro!?) Ieshu el Notzrí, y verá que nadie con conocimiento de causa lo querría emular, ni nadie en sus cabales lo estimaría como algo más que un decepcionante pecador.
Esta es la verdadera historia.

Empecemos por ser precisos en las fechas, y por lo tanto indicar que los testimonios fieles y verdaderos indican que Ieshu nació en el año 3671 de la Creación (alrededor del 90 ANTES de la Era Común). (El año "0" en el calendario cristiano se lo debemos a un tal Dionisio, un sacerdote romano, que muchos siglos después de los eventos y vaya uno a saber cómo, sacó sus cuentas, errando en unos 90 años).
Era hijo de una tal Miriam, quien estando casada con un apocado Iosef, mantuviera relaciones sexuales ilícitas con un romano llamado Pantera, debiendo su madre esconder el origen ajeno al matrimonio del niño para no ser hallada culpable del grave delito de infidelidad conyugal y que su hijo fuera considerado bastardo (ésta es una condición realmente tormentosa de soportar, tanto desde el punto de vista emocional como legal).
Hizo sus primeros estudios con el maestro Rabbí Iehoshúa ben Perajiá en Egipto. Cuando su maestro fuera traído por Shimón ben Sjhataj a vivir a Israel, Ieshu lo siguió.
La versión que no fuera censurada por la Iglesia cristiana del Talmud (Sanhedrin 107b), indica que Ieshu (también llamado "aquella persona", para ni siquiera nombrarlo) fue un pésimo estudiante del gran Rabbí Iehoshúa ben Perajiá.
Aterrorizado por el vil proceder de Ieshu, Rabbí Iehoshúa lo echó de su presencia, abjurando de él como alumno.
Pero, dada la grandeza del maestro justo, luego de un tiempo reconsideró su decisión y deseó darle una segunda oportunidad al descarriado Ieshu, por lo que le abrió las puertas de su casa.
Ieshu, en patente demostración de su altanera rebeldía le contestó que él había aprendido que aquel que peca y hace pecar a otros no tiene derecho a arrepentirse, por lo que rechazó el generoso ofrecimiento del maestro, y prefirió ahondar el abismo que lo separaba del bien, de Dios, del prójimo.
Es decir, en lugar de arrepentirse con humilde hidalguía, y andar por los camino del Bien, la Verdad y la Justicia, se amparó en excusas banales para continuar regodeándose en el pecado, la corrupción y la perfidia.
Tal vez Rabbí Iehoshúa ben Perajiá, al haber sido anteriormente riguroso en sus apreciaciones, fracasó con Ieshu; pero, Rabbí Iehoshúa era una persona y como tal se equivocaba, pero como era humilde y sabio reconocía su error y trataba de enmendarlo. Lo vimos, quiso darle una segunda chance al díscolo alumno Ieshu, abriéndole las puertas del retorno.
Pero, ¿Ieshu que hacía? ¿Quería arrepentirse, volver a estudiar la Verdad de boca de su maestro Rabbí Iehoshúa ?
No. Ieshu mantenía en alto su orgullo estéril, provocando más desolación, sufrimiento y pecados.
Aparte de su orgullo y ambición, ¿de dónde había sacado Ieshu sus ideas paganas y sus poderes para realizar prodigios?
Egipto es bien conocido (tanto por el Talmud, Kiddushin 49b, como por los místicos de todas las naciones) como el lugar principal para involucrarse con la brujería (que es el nombre tradicional para la práctica que envuelve el conocimiento de las ciencias ocultas y perjudiciales).
Así que fue en su estancia en Egipto en donde el joven Ieshu se fue adentrando en la maraña atrapante de la brujería y la idolatría.
Su delirio megalómano llegó a la cúspide cuando se declaró a sí mismo como "el retoño de la rama" (Ieshaiá/Isaías 11:1), induciendo a varias personas al extravío y el pecado público y privado.
Un tribunal legalmente constituido, y con todas las garantías y de acuerdo al derecho vigente, lo halló culpable de crímenes capitales, siendo condenado a dos penas de muerte y muriendo apedreado a la edad de 36 años, una víspera de Pesaj. Su cadáver fue colgado de un madero, como modo simbólico de cumplir la segunda sentencia a muerte (una chanza: ¿la segunda venida?).

¿Cómo sabemos que esta historia es la auténtica y no las mitologías evangélicas?
Es que, en el Talmud está la fuente primera y primaria que refiere a Ieshu. Los que fueron partícipes y testigos fueron los que dieron los datos precisos.
Si usted nota verá que a grandes rasgos el cuento evangélico mantiene algunos datos, pero los maquilla, disfraza y cambia en procura de su propio beneficio.
Los escritos evangélicos (desde el famoso escrito "Q" en adelante) cien años después de los hechos tomaron de la fuente original, es decir los relatos del Talmud, las referencias que les sirvieran a sus propósitos idolátricos y políticos. ¿No le llama la atención las continuas y groseras discrepancias entre un supuesto testigo presencial y otro en los relatos evangélicos? ¿No pueden explicarse fácilmente reconociendo que son fábulas basadas en un núcleo verdadero, pero elaboradas a gusto del escritor. al punto de convertir en héroe al traidor, en divinidad al pecador, en rey al alumno ignorante, en maestro al farsante?
No está demás señalarle que aprovecharon también las ideas y religiones paganas de moda, que les fueran útiles a sus fines, tales como la de Mithra, Dionisios, Baco, para mezclarla en una fabulosa saga legendaria que se conoce como "Nuevo Testamento".
¿Y por qué decidieron usar a tan oscuro y poco destacado personaje en procura de obtener poder?
Le daré tan sólo una idea.
Porque su relato (original) tiene puntos débiles de contacto con mitologías de la época (que ya mencionamos), y estaba como parte (minúscula y de la menos apreciable) de la tradición (reciente en aquella época) del pueblo judío.
Disfrazando el relato, cambiando la oscuridad por luz, la impiedad como pureza, se podía atentar contra los judíos, y por ende, contra el Eterno. Ya no era de fuera del judaísmo el hijo del sol para adorar, ahora había uno también entre los judíos, y así poderlos hundir en esta aberrante fe.
Todo esto como parte de un plan antiquísimo de las religiones paganas para acabar con el recuerdo de Dios entre las personas. Plan macabro que comenzó con Nimrod (el otro rebelde), y que tuvo (tiene) un punto destacado con el florecimiento de los cultos a la imagen de Ieshu (como dios, o salvador, o iluminado, o maestro).

Estoy seguro que le costará tragar esta explicación... pues, ¿cómo lavar con facilidad la oscura enfermedad que afectó a buena parte de la humanidad durante siglos?
Pero, yo confío en que el corazón de la persona también busca a Dios, a la Verdad.
Yo confío en que la luz se puede hacer incluso para el que está en la más agobiante oscuridad.
Yo confío en Dios, ¿quién otro hay como Él que salva y cura y fortifica y da vida?

de serjudio.com
 
emaidana

no he entendido bien su aporte :confused:

¿usted en contra de quien escribe?

1- De Jesucristo

2- De Cesar Vidal

3- De Bart

4- Del cristianismo en general


¿O escribe simplemente para estropear epígrafes tan buenos como este?

¿o quizá se ha convertido usted al judaismo?

cada vez entiendo menos los aportes de algunas personas y no entiendo con que objetivo están en estos foros.:confused:

siga usted así, fomentando la confusión, en lugar de edificar
 
Mi amada Maria de la Paz de JESUS, no estoy estropeando nada ni confundiendo.
El título dice:
Jesús en fuentes históricas no cristianas
Pues mi aporte concuerda con ello:
Jesús: el texto habla sobre Jesús
en fuentes históricas: el texto está extraido de fuentes históricas judías
no cristianas:el texto es no cristiano

Ahora si sólo puedo aportar con el tipo de lectura que te agrada, mil disculpas.

Con respecto a tu pregunta: es innecesario escribir en contra de alguien. Yo escribí un aporte, o mejor dicho lo copié con cita de su fuente. Nada más.
 
Originalmente enviado por: emaidana
Mi amada Maria de la Paz de JESUS, no estoy estropeando nada ni confundiendo.
El título dice:
Jesús en fuentes históricas no cristianas
Pues mi aporte concuerda con ello:
Jesús: el texto habla sobre Jesús
en fuentes históricas: el texto está extraido de fuentes históricas judías
no cristianas:el texto es no cristiano

Ahora si sólo puedo aportar con el tipo de lectura que te agrada, mil disculpas.

Con respecto a tu pregunta: es innecesario escribir en contra de alguien. Yo escribí un aporte, o mejor dicho lo copié con cita de su fuente. Nada más.




Si usted se fija bien, lo que nos ha traído Bart es un escrito en cuatro partes del historiador, teólogo y profesor D. Cesar Vidal Manzanares; su aporte no tiene NADA QUE VER con el escrito de Cesar Vidal, y además es realmente horrible. :denfadado
 
Originalmente enviado por: Maripaz
Si usted se fija bien, lo que nos ha traído Bart es un escrito en cuatro partes del historiador, teólogo y profesor D. Cesar Vidal Manzanares; su aporte no tiene NADA QUE VER con el escrito de Cesar Vidal, y además es realmente horrible. :denfadado

Pues mis sinceras disculpas por no ser historiados, ni teólogo ni profesor.
La paz sea contigo.