Según lo que estuvo predicando José Luis de Jesús Miranda el pasado 30 de junio se suponía que él se transformaría en un ser radioactivo, volaría, atravesaría paredes y se convertiría en el rey del planeta. Igualmente prometió a sus seguidores que ellos también serían transformados en seres glorificados y someterían a todos los demás habitantes de la tierra bajo su "gobierno perfecto".
Es obvio que nada de eso sucedió. José Luis de Jesús se levantó el 1 de junio en la misma forma que lo ha hecho durante toda su vida. También, padeciendo los achaques comunes que un hombre de más de 60 años, que está sobre peso, que es un bebedor y fumador. Nada de cuerpos radioactivos, seres voladores, ni Vaticano en llamas.
No es difícil considerar la gran decepción que todos sus seguidores deben haber sentido cuando notaron que el 1ro de junio llegó y discurrió como cualquier otro día. Nada de lo que esperaban sucedió.
Al día de hoy José Luis de Jesús ha permanecido escondido, sin brindar explicaciones a los miles y miles que se tatuaron un 666 en sus cuerpos esperando que con esa marca tendrían el privilegio de convertirse en seres sobrenaturales junto con su líder. No sería extraño que ese individuo esté inventando otra doctrina para justificar su falsa profecía, como en antaño lo hicieron los adventistas en 1844 y los Testigos de Jehová en 1914.
Reflexionando en lo anterior se puede entender qué fue lo que sucedió en Jerusalén y Galilea en el siglo I, cuando el rabino Yesu, o Jesús nazareno como lo llaman hoy día, fracasó en su propósito de establecer el reino de dios.
Los evangelios son una reconstrucción bastante embellecida de una terrible verdad. Yesu fue otro más que pretendió ser el Ungido del Señor, como muchos otros antes que él, y después también. Lo que lo hace único es que su figura dio lugar a la creación de un personaje espectacular y maravilloso, el Jesucristo de Saulo de Tarso, el Cristo glorificado del Apocalipsis, el Jesucristo Rey de Reyes de los césares romanos cristianos, el cual sobrevive hasta nuestros días.
El Jesús histórico sin duda debió ser un rabino o maestro conocedor de la religión judía y de las escrituras. Posiblemente comenzó llamando la atención de varios seguidores cuando enfatizó en principios de la Torah como el amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18), amar a Di-s sobre todas las cosas, y que Di-s nos ama como un padre a sus hijos (Salmos). Esos principios debieron resultar muy atractivos para varias mentes sedientas de una renovación en el mundo religiosos judío, sumido bajo la presión de la represión romana, y con grupos en conflicto como lo estaban los fariseos (rabinos cercanos al pueblo y sencillos) contra los saduceos (sacerdotes del templo, muy afines con los regentes romanos).
Si aceptamos lo que cuentan los evangelios, los seguidores de Yesu eran mayormente enfermos, ladrones, prostitutas, borrachos, desarraigados sociales, etc. En otras palabras, personas de vida precaria que podían ser fácilmente sugestionados por las palabras del rabino errante que predicaba amor al prójimo, amor del padre dios, y no guardar el Shabbath.
Su prédica de que el “reino de dios está cerca” fue su terrible condena, pues a esa doctrina le sumo el elemento de la auto-glorificación. Él se proclamó como el Ungido, según cuentan los evangelios sinópticos, y hasta que era un ser igual a Di-s, como indica el evangelio de Juan.
Se hizo seguir de 12 incondicionales, a quienes de seguro prometió convertir en los regentes sobre cada una de las tribus de Ysrael, y finalmente comenzarón su peregrinación hacia Jerusalén para establecer ese reino profetizado por este rabino itinerante.
Una vez llega a esa ciudad, si tomamos el relato de la entrada como histórico, Yesu fue recibido por un grupo de fervientes seguidores con alabanzas y algarabía, pues estaba a las puertas su Mashiah, su Ungido, quien entraría al Templo y establecería su dominio por siempre jamás.
Aquí es que empieza el misterio- Algo hizo Yesu en Jerusalén que le costó ser apresado y condenado a muerte. El asunto expuesto en los evangelios que indica que las autoridades religiosas judías lo estaban esperando para acabar con él resulta bastante forzado y poco histórico. Ningún escritor importante (judío o romano) escribió nada sobre Yesu durante sus días de vida. Todo lo que ha llegado hasta nuestros días sobre Yesu, que no sea el testamento cristiano, se escribió muchas décadas después de muerto Yesu. Sobre Flavio Josefo, no perderemos tiempo pues es asunto más que reconocido que lo dicho sobre este personaje en las Antigüedades fue añadido en el siglo II (como 150 años después que el autor escribió y publicó su libro sobre historia judía). En otras palabras, la existencia misma de Yesu no causó interés alguno más allá de sus seguidores
Siendo así debemos concluir que algo hizo Yesu en su visita a Jerusalén que llamó la atención de las autoridades religiosas. Si nos basamos en el relato evangélico, pues no queda otra alternativa que el incidente en el Templo cuando atacó a los vendedores y mercaderes presentes. Eso bien pudo ser la causa, aunque el autor del evangelio de Juan intentó ubicar el suceso en una época previa a la Pascua donde fue ejecutado. Bien pudo ser con el propósito de eliminar la relevancia del incidente como la causa del arresto y ajusticiamiento de Yesu, y defender la supuesta conspiración.
El asunto es que en su vista a la ciudad sagrada Yesu no logra irrumpir en el Templo y ser recibido y acogido como el esperado Ungido. Por el contrario, fue apresado y ejecutado. Según los evangelios esa ejecución fue por cometer el delito de blasfemia, lo que en aquella sociedad y en esa época se pagaba con la muerte. Puede haber controversia si realmente fue crucificado por los romanos, lo cual resulta muy dudoso, o fue apedreado.
Los romanos condenaban a la cruz a aquellos que cometían faltas contra las leyes del Imperio. El acto de Yesu fue contra la religión judía, y como bien cuentan los libros del testamento cristiano, los que cometían faltas contra la Ley eran ajusticiados mediante muerte a pedradas. El asunto de que Jesús fue crucificado por los romanos no tiene sustancia histórica, pues indica que los romanos se prestaron a dejarse manipular por las autoridades religiosas judías para ejecutar a un blasfemo. Según la historia Poncio Pilatos no fue el ser magnánimo que describen los evangelios. Este regente romano fue un opresor, que demostró tener un gran desprecio por los judíos y también robó tesoros del Templo cuando terminó su trabajo en Jerusalén. Eso hace más increíble que este individuo racista y antisemita hubiese cedido a la manipulación de los judíos, como intentan demostrar los evangelios. La intención de los evangelistas es muy clara. Proyectar la imagen diabólica de los judíos y la piedad y sabiduría de los romanos, con una obvia intención proselitista- vender la religión cristiana al mundo greco-romano y fomentar el antisemitismo.
Una vez ejecutado, Yesu, al igual que se hacía con todos los que sufrían condenas a muerte, fue lanzado a una fosa común. Las historias de la tumba nueva de José de Arimatea son un intento de redimir una muerte horrorosa y una sepultura humillante. El simple hecho de morir fuera de donde se nacía ya de por sí era suficiente humillante para cualquier familia judía.
Los discípulos al darse cuenta que su líder no pudo cumplir el plan como ellos esperaban proceden a ocultarse para no ser también apresados. Posiblemente Pedro fue el único que tuvo el valor de salir a buscar el cuerpo de su maestro en las afueras de Jerusalén, o quizás movido por una desesperación al margen de una psicosis. Pedro no encontró el cuerpo, y posiblemente en un episodio de desvarío sicológico ve a Yesu resucitado. Esto está claramente expuesto en el testamento cristiano. Solamente hay que leer lo escrito por Saulo de Tarso en el capítulo 15 de la Primera Carta a los corintios. Allí Saulo expresa que la resurrección de Yesu es un hecho pues él se apareció a Cefas (posiblemente Pedro), a los 12 (incluyendo a Judas), a 500 personas y por último a él.
Es importante tomar en cuenta que Saulo escribió muchas décadas antes que se escribiera cualquiera de los evangelios que están hoy en el testamento cristiano. Lo afirmado por Saulo nos obliga a concluir que la experiencia de Pedro al ver Yesu resucitado fue en la misma forma en que lo vio Saulo: En una visión, no en cuerpo material.
Una visión sería un hecho más creíble, pues también explica por qué los discípulos inmediatamente huyen a Galilea después de la experiencia de Pedro. Allí, lejos de las autoridades y de la amenaza de ser arrestados, comienzan las sugestiones y visiones de resucitado, algo que no difiere de sucesos parecidos en otros movimientos religiosos sectarios a través de la historia.
Igual que José Luis de Jesús Miranda, Yesu no pudo cumplir sus profecías, y la frustración de sus discípulos los llevó a crear una nueva doctrina que buscaba salvar el honor de un falso profeta. Yesu fue a Jerusalén y no fracasó, pues su muerte era el propósito. El tenía que morir por los pecados de todos los humanos. Eso fue algo que Di-s quiso, y no un fallido intento de glorificar a otro falso Mesías.
Con el paso de varias décadas estas leyendas llegaron hasta lo oídos de Saulo de Tarso, quien fue el primero que buscó limpiar la figura de Yesu de su pasado judío, y la transformó en un ser divinizado, que podía resultar atractivo y simpático al mundo greco-romano, ya que los mismos cristianos-judíos nunca congraciaron con Saulo.
Se fundan varias comunidades cristianas en el Imperio, especialmente en la actual Turquía. Pasaron muchos, muchos años, cuando no siglos. El cristianismo no pasó de ser otra de tantas religiones solares que adoraban a hombres divinizados dentro del Imperio. La historia es bastante clara que para el siglo IV solamente el 7% de la población del Imperio romano era cristiana. Eso es un literal fracaso.
Ahora bien, en una época que el poderío romano estaba en decadencia, con un imperio dividido, el emperador Constantino encontró una genial solución para congregar a todos sus súbditos bajo un mismo ideal. El cristianismo, con el cual entró en contacto gracias a su madre, resultó ser el mejor remedio para tratar de unificar un reino en decadencia.
El cristianismo era una religión de carácter universal, que adoraba a un hombre como si se tratara de Di-s mismo, lo cual era muy conveniente para un César, quien también pretendía ser adorado como un dios. También esta religión defendía que quienes no se convirtieran serían condenados al infierno eternamente. Todos esos principios se ajustaban en forma muy acomodaticia a lo que quería cualquier césar romano: un reino cosmopolita, ser adorado como un dios, y sembrar el temor entre todos sus súbditos, pues quien no obedeciera al Imperio sería condenado.
Así el cristianismo pasó de ser una secta mesiánica para convertirse en la religión imperial en el 325 E.C. La fe que apoyaba a los reyes y a los regentes. No hay mejor prueba de esta intención política de Constantino que todos los esfuerzos que puso en darle forma final a esta nueva religión. El presidió el primer concilio ecuménico de la historia, el de Nicea, en donde finalmente se convierte en doctrina que Yesu no solamente fue un hombre, sino que es la segunda hipostasis de Di-s. Es decir: Di-s mismo hecho hombre. También Constantino ordenó la revisión de todos los libros cristianos. Realmente lo que terminaron haciendo los obispos de aquellos días bajo el mandato del Emperador fue reescribir todos los libros cristianos y establecer el canon actual, escogiendo los cuatro evangelios que llegaron hasta nuestros días.
En definitiva, Yesu es el dios de la religión imperial, creada siglos después de su muerte. Un mesías fallido, como el líder de creciendo en gracia, que tuvo la suerte de ser impulsado por el Imperio más grande de la antigüedad. La religión cristiana hasta hoy sigue siendo la religión del Primer Mundo, de los potentados, los blancos y los ricos occidentales. Que lamentable.
Es obvio que nada de eso sucedió. José Luis de Jesús se levantó el 1 de junio en la misma forma que lo ha hecho durante toda su vida. También, padeciendo los achaques comunes que un hombre de más de 60 años, que está sobre peso, que es un bebedor y fumador. Nada de cuerpos radioactivos, seres voladores, ni Vaticano en llamas.
No es difícil considerar la gran decepción que todos sus seguidores deben haber sentido cuando notaron que el 1ro de junio llegó y discurrió como cualquier otro día. Nada de lo que esperaban sucedió.
Al día de hoy José Luis de Jesús ha permanecido escondido, sin brindar explicaciones a los miles y miles que se tatuaron un 666 en sus cuerpos esperando que con esa marca tendrían el privilegio de convertirse en seres sobrenaturales junto con su líder. No sería extraño que ese individuo esté inventando otra doctrina para justificar su falsa profecía, como en antaño lo hicieron los adventistas en 1844 y los Testigos de Jehová en 1914.
Reflexionando en lo anterior se puede entender qué fue lo que sucedió en Jerusalén y Galilea en el siglo I, cuando el rabino Yesu, o Jesús nazareno como lo llaman hoy día, fracasó en su propósito de establecer el reino de dios.
Los evangelios son una reconstrucción bastante embellecida de una terrible verdad. Yesu fue otro más que pretendió ser el Ungido del Señor, como muchos otros antes que él, y después también. Lo que lo hace único es que su figura dio lugar a la creación de un personaje espectacular y maravilloso, el Jesucristo de Saulo de Tarso, el Cristo glorificado del Apocalipsis, el Jesucristo Rey de Reyes de los césares romanos cristianos, el cual sobrevive hasta nuestros días.
El Jesús histórico sin duda debió ser un rabino o maestro conocedor de la religión judía y de las escrituras. Posiblemente comenzó llamando la atención de varios seguidores cuando enfatizó en principios de la Torah como el amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18), amar a Di-s sobre todas las cosas, y que Di-s nos ama como un padre a sus hijos (Salmos). Esos principios debieron resultar muy atractivos para varias mentes sedientas de una renovación en el mundo religiosos judío, sumido bajo la presión de la represión romana, y con grupos en conflicto como lo estaban los fariseos (rabinos cercanos al pueblo y sencillos) contra los saduceos (sacerdotes del templo, muy afines con los regentes romanos).
Si aceptamos lo que cuentan los evangelios, los seguidores de Yesu eran mayormente enfermos, ladrones, prostitutas, borrachos, desarraigados sociales, etc. En otras palabras, personas de vida precaria que podían ser fácilmente sugestionados por las palabras del rabino errante que predicaba amor al prójimo, amor del padre dios, y no guardar el Shabbath.
Su prédica de que el “reino de dios está cerca” fue su terrible condena, pues a esa doctrina le sumo el elemento de la auto-glorificación. Él se proclamó como el Ungido, según cuentan los evangelios sinópticos, y hasta que era un ser igual a Di-s, como indica el evangelio de Juan.
Se hizo seguir de 12 incondicionales, a quienes de seguro prometió convertir en los regentes sobre cada una de las tribus de Ysrael, y finalmente comenzarón su peregrinación hacia Jerusalén para establecer ese reino profetizado por este rabino itinerante.
Una vez llega a esa ciudad, si tomamos el relato de la entrada como histórico, Yesu fue recibido por un grupo de fervientes seguidores con alabanzas y algarabía, pues estaba a las puertas su Mashiah, su Ungido, quien entraría al Templo y establecería su dominio por siempre jamás.
Aquí es que empieza el misterio- Algo hizo Yesu en Jerusalén que le costó ser apresado y condenado a muerte. El asunto expuesto en los evangelios que indica que las autoridades religiosas judías lo estaban esperando para acabar con él resulta bastante forzado y poco histórico. Ningún escritor importante (judío o romano) escribió nada sobre Yesu durante sus días de vida. Todo lo que ha llegado hasta nuestros días sobre Yesu, que no sea el testamento cristiano, se escribió muchas décadas después de muerto Yesu. Sobre Flavio Josefo, no perderemos tiempo pues es asunto más que reconocido que lo dicho sobre este personaje en las Antigüedades fue añadido en el siglo II (como 150 años después que el autor escribió y publicó su libro sobre historia judía). En otras palabras, la existencia misma de Yesu no causó interés alguno más allá de sus seguidores
Siendo así debemos concluir que algo hizo Yesu en su visita a Jerusalén que llamó la atención de las autoridades religiosas. Si nos basamos en el relato evangélico, pues no queda otra alternativa que el incidente en el Templo cuando atacó a los vendedores y mercaderes presentes. Eso bien pudo ser la causa, aunque el autor del evangelio de Juan intentó ubicar el suceso en una época previa a la Pascua donde fue ejecutado. Bien pudo ser con el propósito de eliminar la relevancia del incidente como la causa del arresto y ajusticiamiento de Yesu, y defender la supuesta conspiración.
El asunto es que en su vista a la ciudad sagrada Yesu no logra irrumpir en el Templo y ser recibido y acogido como el esperado Ungido. Por el contrario, fue apresado y ejecutado. Según los evangelios esa ejecución fue por cometer el delito de blasfemia, lo que en aquella sociedad y en esa época se pagaba con la muerte. Puede haber controversia si realmente fue crucificado por los romanos, lo cual resulta muy dudoso, o fue apedreado.
Los romanos condenaban a la cruz a aquellos que cometían faltas contra las leyes del Imperio. El acto de Yesu fue contra la religión judía, y como bien cuentan los libros del testamento cristiano, los que cometían faltas contra la Ley eran ajusticiados mediante muerte a pedradas. El asunto de que Jesús fue crucificado por los romanos no tiene sustancia histórica, pues indica que los romanos se prestaron a dejarse manipular por las autoridades religiosas judías para ejecutar a un blasfemo. Según la historia Poncio Pilatos no fue el ser magnánimo que describen los evangelios. Este regente romano fue un opresor, que demostró tener un gran desprecio por los judíos y también robó tesoros del Templo cuando terminó su trabajo en Jerusalén. Eso hace más increíble que este individuo racista y antisemita hubiese cedido a la manipulación de los judíos, como intentan demostrar los evangelios. La intención de los evangelistas es muy clara. Proyectar la imagen diabólica de los judíos y la piedad y sabiduría de los romanos, con una obvia intención proselitista- vender la religión cristiana al mundo greco-romano y fomentar el antisemitismo.
Una vez ejecutado, Yesu, al igual que se hacía con todos los que sufrían condenas a muerte, fue lanzado a una fosa común. Las historias de la tumba nueva de José de Arimatea son un intento de redimir una muerte horrorosa y una sepultura humillante. El simple hecho de morir fuera de donde se nacía ya de por sí era suficiente humillante para cualquier familia judía.
Los discípulos al darse cuenta que su líder no pudo cumplir el plan como ellos esperaban proceden a ocultarse para no ser también apresados. Posiblemente Pedro fue el único que tuvo el valor de salir a buscar el cuerpo de su maestro en las afueras de Jerusalén, o quizás movido por una desesperación al margen de una psicosis. Pedro no encontró el cuerpo, y posiblemente en un episodio de desvarío sicológico ve a Yesu resucitado. Esto está claramente expuesto en el testamento cristiano. Solamente hay que leer lo escrito por Saulo de Tarso en el capítulo 15 de la Primera Carta a los corintios. Allí Saulo expresa que la resurrección de Yesu es un hecho pues él se apareció a Cefas (posiblemente Pedro), a los 12 (incluyendo a Judas), a 500 personas y por último a él.
Es importante tomar en cuenta que Saulo escribió muchas décadas antes que se escribiera cualquiera de los evangelios que están hoy en el testamento cristiano. Lo afirmado por Saulo nos obliga a concluir que la experiencia de Pedro al ver Yesu resucitado fue en la misma forma en que lo vio Saulo: En una visión, no en cuerpo material.
Una visión sería un hecho más creíble, pues también explica por qué los discípulos inmediatamente huyen a Galilea después de la experiencia de Pedro. Allí, lejos de las autoridades y de la amenaza de ser arrestados, comienzan las sugestiones y visiones de resucitado, algo que no difiere de sucesos parecidos en otros movimientos religiosos sectarios a través de la historia.
Igual que José Luis de Jesús Miranda, Yesu no pudo cumplir sus profecías, y la frustración de sus discípulos los llevó a crear una nueva doctrina que buscaba salvar el honor de un falso profeta. Yesu fue a Jerusalén y no fracasó, pues su muerte era el propósito. El tenía que morir por los pecados de todos los humanos. Eso fue algo que Di-s quiso, y no un fallido intento de glorificar a otro falso Mesías.
Con el paso de varias décadas estas leyendas llegaron hasta lo oídos de Saulo de Tarso, quien fue el primero que buscó limpiar la figura de Yesu de su pasado judío, y la transformó en un ser divinizado, que podía resultar atractivo y simpático al mundo greco-romano, ya que los mismos cristianos-judíos nunca congraciaron con Saulo.
Se fundan varias comunidades cristianas en el Imperio, especialmente en la actual Turquía. Pasaron muchos, muchos años, cuando no siglos. El cristianismo no pasó de ser otra de tantas religiones solares que adoraban a hombres divinizados dentro del Imperio. La historia es bastante clara que para el siglo IV solamente el 7% de la población del Imperio romano era cristiana. Eso es un literal fracaso.
Ahora bien, en una época que el poderío romano estaba en decadencia, con un imperio dividido, el emperador Constantino encontró una genial solución para congregar a todos sus súbditos bajo un mismo ideal. El cristianismo, con el cual entró en contacto gracias a su madre, resultó ser el mejor remedio para tratar de unificar un reino en decadencia.
El cristianismo era una religión de carácter universal, que adoraba a un hombre como si se tratara de Di-s mismo, lo cual era muy conveniente para un César, quien también pretendía ser adorado como un dios. También esta religión defendía que quienes no se convirtieran serían condenados al infierno eternamente. Todos esos principios se ajustaban en forma muy acomodaticia a lo que quería cualquier césar romano: un reino cosmopolita, ser adorado como un dios, y sembrar el temor entre todos sus súbditos, pues quien no obedeciera al Imperio sería condenado.
Así el cristianismo pasó de ser una secta mesiánica para convertirse en la religión imperial en el 325 E.C. La fe que apoyaba a los reyes y a los regentes. No hay mejor prueba de esta intención política de Constantino que todos los esfuerzos que puso en darle forma final a esta nueva religión. El presidió el primer concilio ecuménico de la historia, el de Nicea, en donde finalmente se convierte en doctrina que Yesu no solamente fue un hombre, sino que es la segunda hipostasis de Di-s. Es decir: Di-s mismo hecho hombre. También Constantino ordenó la revisión de todos los libros cristianos. Realmente lo que terminaron haciendo los obispos de aquellos días bajo el mandato del Emperador fue reescribir todos los libros cristianos y establecer el canon actual, escogiendo los cuatro evangelios que llegaron hasta nuestros días.
En definitiva, Yesu es el dios de la religión imperial, creada siglos después de su muerte. Un mesías fallido, como el líder de creciendo en gracia, que tuvo la suerte de ser impulsado por el Imperio más grande de la antigüedad. La religión cristiana hasta hoy sigue siendo la religión del Primer Mundo, de los potentados, los blancos y los ricos occidentales. Que lamentable.