Re: INVITO A SALVADORA AL TEMA: LA TENTACION
Por eso : Velad y orar para no entrar en tentacion .
Da que pensar el hecho de que las lecturas que enmarcan el Evangelio de hoy, sobre las tentaciones de Jesús en el desierto, sean dos profesiones de fe: la profesión de fe de Israel, centrada en la intervención de Dios en la historia, para formar y salvar a su pueblo; y la profesión de fe del cristiano, referida a la muerte y resurrección de Jesucristo.
La fe que profesamos se plasma en el sacramento del Bautismo. Y es en la experiencia del Bautismo de purificación, que Jesús recibe de Juan, en donde Jesús hace su experiencia religiosa central: la de saberse el Hijo amado de Dios Padre, que lo unge con el Espíritu. Pero lo símbolos que expresan nuestra fe, nuestras convicciones fundamentales, nuestros ideales, aquello por lo que estaríamos, en principio, dispuestos a dar la vida, tiene que ser probados por la vida, que plantea de múltiples modos dificultades y obstáculos a esas declaraciones de buenas intenciones. Por eso, el rito de purificación que es el bautismo pide la purificación real que supone ser puesto en cuestión en lo que en ese rito hemos declarado. Así pues, también Jesús, como hombre que es, «al volver del Jordán», esto es, tras el bautismo, es sometido a la tentación y a la prueba: se ha sentido elegido por Dios, pero ahora debe responder a esa elección eligiendo él a Dios. Y es el mismo Espíritu, del que estaba lleno, quien «lo fue llevando por el desierto». El Espíritu de Dios es el espíritu de la verdad, de la autenticidad, que guía sin forzar la libertad de nadie, que no lleva por caminos fáciles y trillados, ni evita de manera mágica los problemas y las dificultades, sino que guía (inspira, orienta) para poder afrontarlos. Las dificultades que debió afrontar Jesús en el desierto y en toda su vida se resumen aquí en una breve expresión, que resume, tal vez, mejor que ninguna otra, la condición del ser humano: «sintió hambre». El hambre es la cifra de todas las carencias humanas, de su condición menesterosa y dependiente. El hambre básica es la que se refiere al alimento del cuerpo, pero existen otras muchas hambres, en dependencia de las necesidades humanas: calor y acogida, autestima, seguridad, sentido. El hambre, en todas sus formas, nos hace vulnerables a la tentación: la misma necesidad reclama su remedio, a veces compulsivamente, a toda costa, a cualquier precio.
Es importante recordar que la tentación no viene de Dios. Como recuerda Santiago en su carta: «Ninguno, cuando se vea tentado, diga: “es Dios quien me tienta”; porque Dios ni es tentado por el mal ni tienta a nadie» (St 1, 13). La condición básica de la tentación es nuestra condición menesterosa, que Jesús ha asumido sobre sí. Pero su esencia consiste en la incitación malévola al remedio de aquella a precios que no se deben pagar. Por eso aparece el diablo, personaje inquietante que, aprovechándose de la situación de fragilidad representada en el hambre, hace propuestas que, siendo inaceptables en condiciones normales, pueden hacer mella en la voluntad humana cuando la necesidad aprieta.
Las tentaciones
Por eso : Velad y orar para no entrar en tentacion .