Catena Aurea
Catena Aurea
Podría resultar de interés ciertas reflexiones sobre la sal en relación con el cristiano, tomadas de los autores antiguos:
Mt 5:13: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”.
Juan Crisóstomo, in Matthaeum, hom. 15,6. Cuando Jesús había dado a sus discípulos preceptos sublimes, para que no dijesen: "¿cómo podremos cumplirlos?" los calma con alabanzas, diciéndoles: "Vosotros sois la sal de la tierra". Demuestra así que les añade esto por necesidad, como si les dijese: "No os envío por vuestra vida, ni por una nación, sino por todo el mundo. Y si al herir el corazón humano, éste os injuria, alegraos". Ese es el efecto de la sal, morder lo que es de naturaleza laxo y lo reduce. Por ello, la maldición de otros no os dañará, sino que será testigo de vuestra virtud.
Hilario in Matthaeum, 4. Debemos ver aquí cuán apropiado es lo que se dice, cuando se compara el oficio de los Apóstoles con la naturaleza de la sal. Esta se aplica a todos los usos de los hombres, puesto que cuando se esparce sobre los cuerpos, les introduce la incorrupción y los hace aptos para percibir un buen sabor en los sentidos. Los Apóstoles son los predicadores de las cosas celestiales y son como los saladores de la eternidad. Con toda razón, pues, se les llama sal de la tierra, porque por la virtud de su predicación preservan los cuerpos salándolos para la eternidad.
Remigio. La sal también cambia de naturaleza por medio del agua, el ardor del sol y la violencia del viento. Así los varones apostólicos, por el agua del bautismo, por el ardor del amor y por el soplo del Espíritu Santo se transforman en una naturaleza espiritual. La sabiduría celestial, predicada por los Apóstoles, purifica las obras materiales, quita el mal olor y podredumbre de la mala conversación y el gusano de los malos pensamientos, a quien se refiere el profeta cuando dice: "El gusano de ellos no muere" (Is 66,24
Agustín, de sermone Domini, 1, 6. Y si vosotros, por quienes deben ser condimentados los pueblos, perdiéreis el Reino de los Cielos por miedo de las persecuciones temporales, ¿qué harán los hombres que debieron ser libres del error por vosotros? También dice "si la sal se desvaneciese", manifestando que deben considerarse como necios todos aquellos que, siguiendo la abundancia o temiendo la escasez de los bienes temporales, pierden los eternos, que no pueden ser dados ni arrebatados por los hombres.
Agustín, de sermone Domini, , 1, 6. No es pisado por los hombres el que sufre persecuciones, sino aquel que se acobarda temiendo la persecución. No puede ser pisado sino el que está debajo, y no puede decirse que está debajo aquel que, aun cuando sufre muchas cosas en su cuerpo mientras dura esta vida, tiene su corazón fijo en el cielo.
Saludos cordiales