Nuestro hermano y amigo Felix marchó con el Señor,
dejó muy buenas aportaciones en este Foro y en Estudios Bíblicos, nos dejó también un grato recuerdo, él está presente al Señor, y en nuestro recuerdo.
Nos veremos cuando partamos de está Tierra, y estemos juntos con el Señor y con los santos que marcharon antes.
Felix vive en el Señor, ya goza de Su presencia, se ha ido a Casa, a la Casa del Padre.
Webmaster
---
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
(Juan 14:1-3.)
Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. Y por esto también gemimos, deseando ser revestidos de aquella nuestra habitación celestial; pues así seremos hallados vestidos, y no desnudos. Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu.
Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables.
(2 Corintios 5:1-9.)
Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción,
y esto mortal se vista de inmortalidad.
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción,
y esto mortal se haya vestido de inmortalidad,
entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
Sorbida es la muerte en victoria.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
ya que el aguijón de la muerte es el pecado,
y el poder del pecado, la ley.
Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Así que, hermanos míos amados,
estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre,
sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
(1 Corintios 15:53-58.)