PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 8 --- La visión que vino a Pedro
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:28; Jn 20:22; Jl 2:28-29; Hch 1:8
“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron” (Mt 4:19-20)
HACER LA OBRA DE EXPANSIÓN Y PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO
En las semanas anteriores, vimos que la voluntad eterna de Dios es establecer Su reino en la tierra, que seamos fructíferos, que nos multipliquemos, llenemos la tierra y la sojuzguemos (cfr. Gn 1:28). Cuando la primera iglesia surgió, la iglesia en Jerusalén, el Señor aún tenía ese propósito. Gracias al Señor, pues la iglesia en Jerusalén fue levantada por el Espíritu Santo. Por tanto, los santos recibieron interiormente el Espíritu y exteriormente el derramamiento del Espíritu. En su interior tenían el Espíritu de vida, para suplir las necesidades de su vivir, hasta llegar a la plena madurez, a fin de entrar en el reino de los cielos y ser ciudadanos del reino.
Por otro lado, el Señor quería que ellos hicieran la obra de expansión y propagación del evangelio, pero, para esto, ellos necesitaban de poder. El Espíritu Santo derramado sobre ellos, externamente, les daba el poder para predicar el evangelio y ser testigos del Señor. El Espíritu descendió sobre cada uno de ellos en forma de lenguas, como de fuego, y los galileos, que no sabían hablar en otras lenguas, comenzaron a hablarlas. Eso le dio a Pedro una oportunidad muy buena para predicar el evangelio y anunciar al Señor, mostrándoles que la capacidad para hablar otras lenguas, era nada menos que la manifestación del Espíritu.
La salvación es un asunto de vida, para eso es necesario recibir el Espíritu interiormente, en su aspecto esencial de vida, lo que ocurrió en Juan 20:22. Pero, para la obra, es necesario que haya el derramamiento exterior del Espíritu, en el aspecto económico. Eso fue lo que ocurrió en el día de Pentecostés, conforme a lo que el profeta Joel dijo: “y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”, como una manifestación exterior del Espíritu, para la obra (Jl 2:28-29).
Cuando eso ocurrió, tres mil personas fueron salvas y, espontáneamente, pasaron a tener un vivir colectivo, teniendo todo en común. Por otro lado, se hicieron muy fervorosas al vender sus propiedades y bienes, trayendo el precio de lo vendido y poniéndolo a los pies de los apóstoles. Esto no era la enseñanza del Espíritu Santo, tampoco era la enseñanza de los apóstoles, sin embargo el Espíritu no impidió que hicieran de esta manera. Al vender todo y desprenderse de sus bienes materiales, tal vez se sintieron libres de cualquier peso terrenal.
Por un lado, esa actitud era la consecuencia del fervor de los nuevos convertidos. Por otro, el Espíritu también tenía interés en eso. Hoy, muchos no tienen disposición de salir a predicar el evangelio, especialmente porque viven muy cómodamente en las ciudades, tienen propiedades, buenos empleos y facilidades. No son tan sencillos en comparación con los ciento veinte galileos, que dejaron todo y siguieron al Señor (cfr. Mt 4:20, 22; 9:9; Jn 1:37, 39, 43, 45). El Señor quería que ellos fuesen Sus testigos hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). ¿Cómo podrían hacer eso si no estuviesen libres de todo? Para la obra de expansión, para llenar toda la tierra, ellos necesitaban estar dispuestos y listos, sin preocuparse con sus bienes materiales y sus propiedades.
Punto Clave: Necesitamos del Espíritu de poder para predicar el evangelio
Pregunta: ¿En qué condición necesitamos estar para realizar la voluntad eterna de Dios?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árbore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Semana 8 --- La visión que vino a Pedro
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:28; Jn 20:22; Jl 2:28-29; Hch 1:8
“Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron” (Mt 4:19-20)
HACER LA OBRA DE EXPANSIÓN Y PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO
En las semanas anteriores, vimos que la voluntad eterna de Dios es establecer Su reino en la tierra, que seamos fructíferos, que nos multipliquemos, llenemos la tierra y la sojuzguemos (cfr. Gn 1:28). Cuando la primera iglesia surgió, la iglesia en Jerusalén, el Señor aún tenía ese propósito. Gracias al Señor, pues la iglesia en Jerusalén fue levantada por el Espíritu Santo. Por tanto, los santos recibieron interiormente el Espíritu y exteriormente el derramamiento del Espíritu. En su interior tenían el Espíritu de vida, para suplir las necesidades de su vivir, hasta llegar a la plena madurez, a fin de entrar en el reino de los cielos y ser ciudadanos del reino.
Por otro lado, el Señor quería que ellos hicieran la obra de expansión y propagación del evangelio, pero, para esto, ellos necesitaban de poder. El Espíritu Santo derramado sobre ellos, externamente, les daba el poder para predicar el evangelio y ser testigos del Señor. El Espíritu descendió sobre cada uno de ellos en forma de lenguas, como de fuego, y los galileos, que no sabían hablar en otras lenguas, comenzaron a hablarlas. Eso le dio a Pedro una oportunidad muy buena para predicar el evangelio y anunciar al Señor, mostrándoles que la capacidad para hablar otras lenguas, era nada menos que la manifestación del Espíritu.
La salvación es un asunto de vida, para eso es necesario recibir el Espíritu interiormente, en su aspecto esencial de vida, lo que ocurrió en Juan 20:22. Pero, para la obra, es necesario que haya el derramamiento exterior del Espíritu, en el aspecto económico. Eso fue lo que ocurrió en el día de Pentecostés, conforme a lo que el profeta Joel dijo: “y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones”, como una manifestación exterior del Espíritu, para la obra (Jl 2:28-29).
Cuando eso ocurrió, tres mil personas fueron salvas y, espontáneamente, pasaron a tener un vivir colectivo, teniendo todo en común. Por otro lado, se hicieron muy fervorosas al vender sus propiedades y bienes, trayendo el precio de lo vendido y poniéndolo a los pies de los apóstoles. Esto no era la enseñanza del Espíritu Santo, tampoco era la enseñanza de los apóstoles, sin embargo el Espíritu no impidió que hicieran de esta manera. Al vender todo y desprenderse de sus bienes materiales, tal vez se sintieron libres de cualquier peso terrenal.
Por un lado, esa actitud era la consecuencia del fervor de los nuevos convertidos. Por otro, el Espíritu también tenía interés en eso. Hoy, muchos no tienen disposición de salir a predicar el evangelio, especialmente porque viven muy cómodamente en las ciudades, tienen propiedades, buenos empleos y facilidades. No son tan sencillos en comparación con los ciento veinte galileos, que dejaron todo y siguieron al Señor (cfr. Mt 4:20, 22; 9:9; Jn 1:37, 39, 43, 45). El Señor quería que ellos fuesen Sus testigos hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). ¿Cómo podrían hacer eso si no estuviesen libres de todo? Para la obra de expansión, para llenar toda la tierra, ellos necesitaban estar dispuestos y listos, sin preocuparse con sus bienes materiales y sus propiedades.
Punto Clave: Necesitamos del Espíritu de poder para predicar el evangelio
Pregunta: ¿En qué condición necesitamos estar para realizar la voluntad eterna de Dios?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Árbore da Vida”
¡Jesús es el Señor!