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--- El ex "Santo" Oficio dice ahora que el sabio abjuró de sus
descubrimientos por miedo a condenarse, no por temor a las torturas, en
contra de las evidencias
><> (4) ROMA ENREDA EL PROCESO A GALILEO
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< MADRID, 15-09-2003 (El País/ACPress.net). El astrónomo Galileo Galilei
nunca dijo en voz alta aquello de "eppur si muove", (" y sin embargo se
mueve") pero habría aceptado que la Luna estaba hecha de queso verde con tal
de librarse de las garras de la Inquisición y regresar cuanto antes a casa.
Había unanimidad entre los historiadores sobre el asunto, e incluso Juan
Pablo II pidió perdón en 1992 por el maltrato de los eclesiásticos a Galileo
para que negara solemnemente que la Tierra daba vueltas alrededor del Sol.
Sin embargo, el proceso vuelve al debate.>
--- La disculpa del Papa fue también solemne tras 14 años de estudio a cargo
de una comisión creada por el Pontífice. ¿Caso cerrado? Eso parecía tras el
discurso papal de 1992, pero Roma acaba de reabrirlo, con ánimo de
rectificación y algunas precisiones que parecen desmentir cualquier espíritu
de contrición o arrepentimiento.
--- Lo ha hecho el arzobispo Angelo Amato, secretario de la poderosa
Congregación para la Doctrina de la Fe (ex "Santo" Oficio de la Inquisición)
a lo largo del mes de agosto. Según este prelado, segundo del cardenal
Joseph Ratzinger en la congregación que ejerce de policía de la fe romana,
la Iglesia católica nunca tuvo miedo a la ciencia y lo dicho hasta ahora por
científicos e historiadores sobre el proceso contra Galileo es una
"mentirosa imaginación" -textualmente, "una menzognera iconografía"- para
arrinconar al Estado vaticano en el desván del oscurantismo y la crueldad.
--- Si el imputado Galileo renegó de sus descubrimientos y pidió disculpas
después de un penoso proceso fue por temor a ir al infierno, no por miedo.
Galileo nunca fue torturado, advierte también el arzobispo Amato. Ni hubo
ánimo de ensañarse en los interrogatorios: fue el papa Urbano VIII en
persona quien pidió que el proceso fuera rápido en atención a la mala salud
del acusado.
Las explicaciones del prelado Amato han tenido gran eco en los medios de
comunicación católicos durante el mes de agosto. El pie para esa ofensiva
contra lo que el arzobispo Amato denomina "mentirosa iconografía" fue un
súbito descubrimiento en los archivos de la Inquisición, un manuscrito
remitido por el comisario del Santo Oficio Vicenzo Maculano de Firenzuola el
22 de abril de 1633 al cardenal Francesco Barberini, sobrino de Urbano VIII,
expresándole la preocupación del Pontífice por el bienestar del anciano
encausado por herejía, muy frágil de salud.
--- Con esa carta en la mano, el segundo del cardenal Ratzinger insiste en
calificar de patraña la leyenda negra. Uno de los despachos de agencia
salidos del Vaticano con ese motivo estaba titulado sin tapujos: "La Iglesia
Católica nunca persiguió a Galileo, revela la autoridad vaticana".
--- Pero esta campaña ha tenido la mala suerte de coincidir con la
publicación de nuevos estudios que no dejan lugar a dudas sobre los miedos y
sufrimientos que Galileo padeció a manos de la Inquisición. (Uno de esos
libros, Galileo en Roma. Crónica de 500 días, ha sido escrito por el
canadiense William R. Shea y el español Mariano Artigas, de la Universidad
de Navarra. Lo publica en España Ediciones Encuentro).
--- Con meticulosidad extraordinaria, los autores relatan lo que hizo
Galileo durante sus seis viajes a Roma; el primero en 1587, a los 23 años,
en busca de trabajo; el último, del 13 de febrero al 6 de julio de 1633,
cuando acababa de cumplir 69 años y era un hombre deprimido por las
dificultades que le estaban causando sus descubrimientos.
--- Era la Inquisición la que urgía ahora su presencia en Roma. Por herejía.
La situación era seria, por muy famoso que fuera el reo. Al fin y al cabo,
por hereje y parecidas teorías había sido torturado con saña durante siete
años Giordano Bruno, quemado vivo en 1600 en la plaza de Campo dei Fiori
-Galileo tenía entonces 36 años: el horror estaba en su memoria-; y el gran
René Descartes, silenciado por el miedo, había buscado en Suecia el amparo
de la reina Cristina. Antes que todos ellos, el fraile Nicolás Copérnico
llevaba años en el índice de los libros más perseguidos.
< Fuente: El País. Redacción: ACPress.net >
--- El ex "Santo" Oficio dice ahora que el sabio abjuró de sus
descubrimientos por miedo a condenarse, no por temor a las torturas, en
contra de las evidencias
><> (4) ROMA ENREDA EL PROCESO A GALILEO
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< MADRID, 15-09-2003 (El País/ACPress.net). El astrónomo Galileo Galilei
nunca dijo en voz alta aquello de "eppur si muove", (" y sin embargo se
mueve") pero habría aceptado que la Luna estaba hecha de queso verde con tal
de librarse de las garras de la Inquisición y regresar cuanto antes a casa.
Había unanimidad entre los historiadores sobre el asunto, e incluso Juan
Pablo II pidió perdón en 1992 por el maltrato de los eclesiásticos a Galileo
para que negara solemnemente que la Tierra daba vueltas alrededor del Sol.
Sin embargo, el proceso vuelve al debate.>
--- La disculpa del Papa fue también solemne tras 14 años de estudio a cargo
de una comisión creada por el Pontífice. ¿Caso cerrado? Eso parecía tras el
discurso papal de 1992, pero Roma acaba de reabrirlo, con ánimo de
rectificación y algunas precisiones que parecen desmentir cualquier espíritu
de contrición o arrepentimiento.
--- Lo ha hecho el arzobispo Angelo Amato, secretario de la poderosa
Congregación para la Doctrina de la Fe (ex "Santo" Oficio de la Inquisición)
a lo largo del mes de agosto. Según este prelado, segundo del cardenal
Joseph Ratzinger en la congregación que ejerce de policía de la fe romana,
la Iglesia católica nunca tuvo miedo a la ciencia y lo dicho hasta ahora por
científicos e historiadores sobre el proceso contra Galileo es una
"mentirosa imaginación" -textualmente, "una menzognera iconografía"- para
arrinconar al Estado vaticano en el desván del oscurantismo y la crueldad.
--- Si el imputado Galileo renegó de sus descubrimientos y pidió disculpas
después de un penoso proceso fue por temor a ir al infierno, no por miedo.
Galileo nunca fue torturado, advierte también el arzobispo Amato. Ni hubo
ánimo de ensañarse en los interrogatorios: fue el papa Urbano VIII en
persona quien pidió que el proceso fuera rápido en atención a la mala salud
del acusado.
Las explicaciones del prelado Amato han tenido gran eco en los medios de
comunicación católicos durante el mes de agosto. El pie para esa ofensiva
contra lo que el arzobispo Amato denomina "mentirosa iconografía" fue un
súbito descubrimiento en los archivos de la Inquisición, un manuscrito
remitido por el comisario del Santo Oficio Vicenzo Maculano de Firenzuola el
22 de abril de 1633 al cardenal Francesco Barberini, sobrino de Urbano VIII,
expresándole la preocupación del Pontífice por el bienestar del anciano
encausado por herejía, muy frágil de salud.
--- Con esa carta en la mano, el segundo del cardenal Ratzinger insiste en
calificar de patraña la leyenda negra. Uno de los despachos de agencia
salidos del Vaticano con ese motivo estaba titulado sin tapujos: "La Iglesia
Católica nunca persiguió a Galileo, revela la autoridad vaticana".
--- Pero esta campaña ha tenido la mala suerte de coincidir con la
publicación de nuevos estudios que no dejan lugar a dudas sobre los miedos y
sufrimientos que Galileo padeció a manos de la Inquisición. (Uno de esos
libros, Galileo en Roma. Crónica de 500 días, ha sido escrito por el
canadiense William R. Shea y el español Mariano Artigas, de la Universidad
de Navarra. Lo publica en España Ediciones Encuentro).
--- Con meticulosidad extraordinaria, los autores relatan lo que hizo
Galileo durante sus seis viajes a Roma; el primero en 1587, a los 23 años,
en busca de trabajo; el último, del 13 de febrero al 6 de julio de 1633,
cuando acababa de cumplir 69 años y era un hombre deprimido por las
dificultades que le estaban causando sus descubrimientos.
--- Era la Inquisición la que urgía ahora su presencia en Roma. Por herejía.
La situación era seria, por muy famoso que fuera el reo. Al fin y al cabo,
por hereje y parecidas teorías había sido torturado con saña durante siete
años Giordano Bruno, quemado vivo en 1600 en la plaza de Campo dei Fiori
-Galileo tenía entonces 36 años: el horror estaba en su memoria-; y el gran
René Descartes, silenciado por el miedo, había buscado en Suecia el amparo
de la reina Cristina. Antes que todos ellos, el fraile Nicolás Copérnico
llevaba años en el índice de los libros más perseguidos.
< Fuente: El País. Redacción: ACPress.net >