
LUIS MARIÁN
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Sobre esta cuestión, el director de la Universidad de Francfort añade más polémica al comentar que el fraude fue tapado por los colegas científicos de Reiner Protsch por causa de una mezcla de miedo e ignorancia que tiñó la presunta historia del ser humano de información falsa, pues, según denuncian, este antropólogo ni siquiera sabía usar el método de datación del carbono 14.
Esta historia nos ha llegado esta misma semana, sumándose así al currículo de los numerosos fraudes que se enmarcan en un campo tan especulativo como el de las teorías macroevolutivas.
Este suceso recuerda a otro de los engaños antropológicos más sonados y duraderos y que tuvo lugar en 1912, cuando la prensa de todo el mundo presentaba el hallazgo de unos huesos en la localidad inglesa de Piltdown como el descubrimiento del eslabón perdido . Sobre este supuesto antepasado se escribieron cientos de tesis doctorales de todas las universidades del mundo. Reportajes en la prensa especializada y de divulgación se prolongaron durante nada más y nada menos que 45 años, hasta que se supo que tal eslabón no era más que una burda manipulación artificial. Aquel cráneo era un mañoso puzzle creado por unos estafadores a partir de una unión de restos de simio y hombre.
Los pilares de las teorías macroevolutivas se cuestionan o revisan casi por completo tras estos nuevos hallazgos, provocando incluso enfrentamientos entre descubridores y grupos revisionistas, que finalmente derivan en numerosas teorías de la evolución, y algunas bastantes diferentes entre sí.
Estos sucesos suelen tener un fuerte eco en ambientes creacionistas cristianos, y sirven para asentar lo que ellos llaman el mito de la evolución . Sin embargo, deben tener cuidado. Los engaños y manipulaciones de unos cuantos no deslegitiman el trabajo bien hecho. A todos nos indigna escuchar cuando dicen que el mensaje y la persona de Jesucristo han fracasado a causa de los abusos e inquisiciones de muchos. Como se suele decir, lo cortés no quita lo valiente.
Es cierto que la arrogancia y el atrevimiento de muchos científicos se convierten en dictadura para el resto de la neófita humanidad, provocando un evidente perjuicio a la propia ciencia.
Independientemente de que las teorías evolutivas pudieran tener una base real o no, es cierto que nos han hecho creer que determinadas hipótesis o teorías que tienen más que ver con la filosofía que con los datos son ciencia. Son los fundamentalistas científicos.
Si uno se atreve a cuestionar el último hallazgo, es tachado de atrevido o ignorante, por lo que es fácil que hasta la propia comunidad científica necesite esperar años para que un lumbreras destape lo que otros miles no saben o no se atreven, por lo que se demuestra que los científicos no son dioses. Estudiar la creación de Dios no es, por supuesto, ninguna amenaza para la fe, sino todo lo contrario. Nada más grande que un creyente sojuzgando la creación de Dios con rigor y verdad, sin miedo a revisar sus mitos. A la ciencia lo que es de Dios, y a Dios lo que es de la ciencia.
Luis Marián trabaja en Madrid como documentalista en la Universidad Carlos III, y coordinador de la Biblioteca Protestante de Madrid. Es estudiante de periodismo y cofundador de Delirante un portal juvenil cristiano enfocado al diálogo con no creyentes.
© L. Marián, ProtestanteDigital.com, 2005, España.