Re: Fue Jesús Dios o hijo de Dios?
En El Principio fue el Hijo
El descenso de la luz
Según los textos del Nag Hammadi (Egipto), Jesús venía de otra parte, a pesar de nacer en Belén en algún momento entre el año 3 a.C. y el año 6 a.C. Pablo escribió a los colosenses sobre Jesús, afirmando que “él es antes de todas las cosas…” (Colosenses 1:17) ¿Cómo fue eso posible? Jesús reiteró a sus congéneres: “…‘de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.’ Tomaron entonces [ellos] piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.” (Juan 8:58-59)
Por consiguiente, Jesús existía ya antes de haber nacido. Incluso encontramos sobre él que se le identifica como “la luz verdadera”, y que “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” (Juan 1:9) Pero si ya él existía como “luz verdadera”, ¿de dónde vino? Claramente procedía de un lugar donde había hombres a quienes esa luz alumbraba, dado que su luz aquí en la Tierra, no alumbra a todo hombre; si así fuera, viviríamos en su luz: con paz, armonía, amor, alegría, gozo, felicidad, amistad, regocijo, bueno voluntad, respeto, misericordia y benignidad. A eso se suma la frase de Jesús al procurador romano Poncio Pilatos: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” (Juan 18:36) Aún si Jesús no fuese esa luz, sino que él trajese la luz, y así mismo él se identificase con la luz, su procedencia era sublime: “Porque Beliar fue [lleno] en gran ira en contra de Isaías en razón de la visión [que el profeta había tenido], y debido a la exposición con que había expuesto [a] Sammael, y porque a través de él (Isaías) la salida del Amado del séptimo cielo se había dado a conocer, y [también se sabría] de su transformación y su descenso y la semejanza en la que debe ser transformado [la cual es] la semejanza del hombre, y la persecución con que deben ser perseguidos, y los verdugos, con los cuales los hijos de Israel le torturarán, y la llegada de sus doce discípulos, y la enseñanza de la [luz], y que debe ser antes del sábado crucificado en el madero, y debe ser crucificado junto a los hombres malos, y que debe ser enterrado en el sepulcro…” (Ascensión de Isaías 3:13) Isaías ya había visto todo antes de que sucediera, incluyendo que Jesús venía del Séptimo Cielo. Por esta razón el demonio Beliar hizo que le matasen, porque además había expuesto a su padre Sammael a vergüenza pública.
Hablando sobre los inicios de la creación del universo, uno de los textos egipcios más significativos de la biblioteca de Nag Hammadi, descubiertos en 1945, relata: “El Padre penetró a Barbeló con una mirada, con luz pura, brillante, que rodea al Espíritu invisible. Barbeló concibió, y el Padre produjo un rayo de luz que se parecía a la luz bendita pero no era tan brillante. Este rayo de luz era el Vástago único del Padre común que había salido, y el único retoño y el Vástago único del padre, la luz pura. El Espíritu virgen invisible se alegró de la luz que fue producida, que salió primero del primer poder, el pensamiento Anterior, o Barbeló. […] Cuando el Vástago recibió esto del Espíritu, en seguida glorificó al Espíritu Santo y al Pensamiento Anterior perfecto, pues a través de ella había nacido. El Vástago pidió que se le diera Mente como compañera con la cual trabajar, y el Espíritu invisible accedió. Cuando el Espíritu accedió, apareció la Mente y se puso al lado de Cristo, y glorificó a Cristo y a Barbeló. Todos estos seres, empero, nacieron en silencio.” (Libro Secreto de Juan o Apócrifo de Juan 4:1-9) Esto se asemeja al relato de Set, en su libro “Del Gran Espíritu Invisible”, también recuperado en Nag Hammadi.
Además de existir escritura que hablaba sobre el origen de Jesús antes de nacer, había igualmente vaticinios de su venida a este mundo. Por ejemplo, una piedra tallada en forma de pirámide, descubierta en Ecuador y cuya antigüedad ronda los 17.000 años, decía en su base, en pre-sánscrito: “El Hijo del Creador viene”. Isaías añadiría: “Y [los discípulos] que van a enseñar a todas las naciones y todas las lenguas de la resurrección del Amado, y los que creen en su cruz serán salvos, y en su ascensión al séptimo cielo de donde vino.” (Ascensión de Isaías 3:18)
El Hijo del Hombre
El título de Hijo del Hombre quiere decir, que es el resultado o fruto del molde o diseño que se conoce como Adam (humano) en el universo. En otras palabras, los Hijos de la Luz, ya sea en este universo o en esta dimensión como en niveles superiores y otras realidades. Jesús fue llamado Primogénito del Padre, es decir: “primero de la genética” o “primero de los que fueron generados”. Si cuando nació –hace casi 2.000 años- ya existía la humanidad, ¿fue primero de cuál genética? La universal conocida como “hombre”, ya fuera terrestre, extraterrestre, intraterrestre o ultraterrestre. Así que él fue producido hace mucho como el primero, pero no fue manifiesto en este mundo hasta hace dos milenios: “…Cristo, […] ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…” (1ª Pedro 1:19-20) Por eso está escrito igualmente: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.” (Colosenses 1:15) Y fue dicho a los hebreos: “Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: ‘Adórenle todos los ángeles de Dios’.” (Hebreos 1:6)
Jesús fue llamado Unigénito, o sea: “único de su genética”, o “único generado”. Y vemos la escritura que dice: “Y aquella Palabra-Ley fue hecha carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14) Y se ratifica esta realidad y el hecho de que igualmente él vino a manifestar al invisible, cuando se dice de él: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Juan 1:18) Y es el Hijo de Dios, único de su genética y único generado de esta forma y aguardando en el seno del Padre el tiempo señalado para ser revelado: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18) Y Juan vuelve a decir: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.” (1ª Juan 4:9)
Dios manifestado
Además del verso 1:18 de Juan, hay otros apartes que aclaran que Dios es espíritu invisible que ningún ojo puede ver. Dios se reveló de diferentes maneras en la antigüedad, pero nunca se vio como tal: “Dijo más [Iehovah a Moisés]: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. Y dijo aún Iehovah: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.” (Éxodo 33:20-23) De manera que Dios no puede verse, pero es apreciable a través de su creación y de su hijo: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…” Romanos 1:20)
El Padre Universal no puede auto-limitarse ni reducirse porque es inconmensurable. El propio Salomón le dijo: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1ª Reyes 8:27) Dado que es imposible que Dios, COMO TAL, estuviese en la Tierra o fuese visible, el Padre se manifestó a la creación por medio de su Hijo; no siendo el Padre en esencia el Hijo mismo, sino manifestando todas las cualidades del Padre. Jesús habló claro sobre esto a su discípulo Felipe: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” (Juan 14:8-13)
El joven Timoteo también habló sobre las incomparables cualidades del Padre Universal, afirmando que es: “…solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.” (1ª Timoteo 6:15-16)
Salvación para la raza humana
El nombre “Jesús”, viene de la voz hebrea “Ieshua”, que significa “Salvación”. Tenemos conocimiento de que otro propósito de Jesús fue salvar a la humanidad: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) ¿Sabía Dios lo que vendría desde antes de la fundación del mundo, y aún así nos hizo pasar por esto?, ¿Estaba todo predestinado? Jesús no debía ser llamado así (Jesús), sino Imanuel (Dios con Nosotros), pero dado que hubo una Rebelión en la Creación, vino de todas maneras; pero con otro propósito añadido: salvarnos y darnos esperanza en una resurrección y en la vida eterna. Si el nombre con el cual estaba predestinado (Dios con Nosotros), cambió para ser (Salvación), implica que las cosas cambiaron en un momento dado. Esto explica el significado de la parábola del Señor de la Viña (Lucas 20:9) y la parábola del Sembrador (Mateo 13:3), ya que ese no debía, en un principio, ser el propósito de la venida de Jesús.
Al respecto de que debía morir, también a Daniel le fue dicho: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí…” (Daniel 9:26) Unos 550 años antes de Jesús, ya Isaías había profetizado sobre él, diciendo: “He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto. Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído. ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Iehovah? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Iehovah cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Iehovah quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Iehovah será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” (Isaías 52:13 al 53:12)
Un Rey Universal
El pueblo de Israel esperaba al Ungido de Dios, a su rey, el que cambiaría Israel y restauraría Sión: “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Shiloah; Y a él se congregarán los pueblos.” (Génesis 49:10) Además, Zacarías escribió: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna. […] y hablará paz a las naciones, y su señorío será de mar a mar, y desde el río hasta los fines de la tierra. Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble. […] Y Iehovah será visto sobre ellos, y su dardo saldrá como relámpago; y Iehovah el Señor tocará trompeta, e irá entre torbellinos del austro.” (Zacarías 9:9-14)
La forma más común de reconocerlo era llamándole “Hijo de David” (porque pertenece a la casa de la realeza, del linaje del rey David: Lucas 1:32 y Romanos 1:3), pero en el mensaje que el Padre dio al Hijo, que posteriormente el Hijo dio al ángel, y que dicho ángel dio a Juan, dio a conocer que el Padre le dio todo poder y reino, a este rey de Israel: “Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles.” (Apocalipsis 17:14-15) Y Juan vuelve a observar: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: LA PALABRA DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.” (Apocalipsis 19:11-16)
El Hijo de Dios
El Padre siempre respaldó a su Hijo y afirmó que era el Mesías, el Hijo del Dios Altísimo: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” (Mateo 3:16-17) Y en otra ocasión volvió a ocurrir: “Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.” (Mateo 17:5-6) Pedro confirmó esto escribiendo: “Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.” (2ª Pedro 1:17-18)
Inclusive los demonios sabían quién era Jesús: “También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo.” (Lucas 4:41) Otros en Gadar le dijeron: “…¿Qué tienes con nosotros, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mateo 8:29 y Lucas 8:30) Estaba claro: “…sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.” (Marcos 1:34 y Lucas 4:41)
Jesús, el Cristo
Concluimos entonces que Jesús es el primero de la genealogía, primero de la genética, primero del género de todas las cosas creadas, básicamente del concepto hombre. Por eso se llama a si mimo Hijo del Hombre, pues es el fruto o resultado del código genético universal humano. Así mismo que Jesús vino a mostrar al Padre pues al Padre nadie le puede ver. Así que, por medio de Jesús ahora podemos ver quién es el Padre, no porque Jesús sea el Padre –porque no lo es. Él es el Hijo- sino porque en él son manifiestas las cosas del Creador, más de las que ya de por sí son reveladas en la propia creación.
Y como asunto principal, Jesús es la “piedra del ángulo”, “el “sumo sacerdote” según la orden de
Melkizedec” y el “redentor”, pues dio su vida por nosotros: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.” (Juan 10:11-15)
¡Dios les bendiga!
Jesús enseñó a los esenios, en el Mar Muerto: “Yo os he sido enviado por el Padre para que haga brillar la luz de la vida entre vosotros. La luz se ilumina a sí misma y a la oscuridad, mas la oscuridad se conoce sólo a sí misma y no conoce la luz. […] No tengáis, por tanto, sino fe y esperanza y amor. En verdad os digo que no descaréis vuestra recompensa, si creéis en mis palabras creéis en quien me envió, que es el Señor de todos y para quien todas las cosas son posibles.” (Evangelio de la Paz 5:41-52)
Por:
Frederick Guttmann R.
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