«Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
Guarda mi vida del temor del enemigo.
Escóndeme del consejo secreto de los malignos,
De la conspiración de los que hacen iniquidad,
Que afilan como espada su lengua;
Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,
Para asaetear a escondidas al íntegro;
De repente lo asaetean, y no temen.
Obstinados en su inicuo designio,
Tratan de esconder los lazos, Y dicen:
¿Quién los ha de ver?
Inquieren iniquidades,
hacen una investigación exacta;
Y el íntimo pensamiento de cada uno de ellos,
así como su corazón, es profundo.
Mas Dios los herirá con saeta;
De repente serán sus plagas.
Sus propias lenguas los harán caer;
Se espantarán todos los que los vean.
Entonces temerán todos los hombres,
Y anunciarán la obra de Dios,
Y entenderán sus hechos.
Se alegrará el justo en Jehová, y confiará en él;
Y se gloriarán todos los rectos de corazón.»
Salmos 64:1-10 RVR1960