Continua el ridículo curriculum del tan cacaraqueado César Vidal:
Sobre sus obras históricas
Existen ciertas críticas sobre la forma de referenciar su trabajo; por ejemplo, el historiador
Eduardo González Calleja lo hace de la siguiente forma:
[44]
[...] una porción de páginas de relleno que envuelve la inanidad total a la hora de tratar el tema que es presunto objeto de análisis [...]; un aparato «crítico» repleto de notas improcedentes o de relleno, con siglas que quizá pertenezcan a fuentes ignotas, con una bibliografía contextual que se exhibe pero que no se emplea, trufada de títulos deliberadamente poco accesibles al lector español, que se citan de forma incompleta o que no aparecen en la relación final.
Las críticas abarcan desde la invención de fuentes a la tergiversación de traducciones, pasando por hacer pasar fuentes secundarias por investigación primaria por su parte (práctica habitual de
pseudohistoriadores). Por ejemplo, los historiadores
Ian Gibson[45] y
Ángel Viñas[46] han señalado que una cita que incluye en Paracuellos-Katyn. Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda, atribuida a la edición del 3 de noviembre de 1936 del diario madrileño La Voz, usada como muestra de que, en los periódicos madrileños, el «exterminio no solo no se ocultaba como objetivo fundamental, sino que incluso se pregonaba y originaba comentarios jactanciosos»,
[47] no existe. La cita es la siguiente:
[48]
Hay que fusilar en Madrid a cien mil fascistas camuflados, unos en la retaguardia, otros en las cárceles. Que ni un quinta columna (sic) quede vivo para impedir que nos ataquen por la espalda. Hay que darles el tiro de gracia antes de que nos lo den ellos a nosotros.
Tanto Gibson como Viñas afirman haber consultado las hemerotecas y no haber encontrado ninguna frase similar en dicho periódico ni ese día ni los anteriores o posteriores. Sí se publicó un editorial (que Gibson reproduce prácticamente íntegro) en el que se puede leer:
[45]
Madrid será diezmado. De su millón de habitantes perecerá la décima parte. Así fue decidido por Franco, Mola, Gil Robles y consortes. Yagüe, el monstruoso Yagüe, el de los ametrallamientos en la plaza de toros de Badajoz, y su segundo, el feroz Castejón, son los encargados de llevar a cabo la bárbara carnicería. Tienen ya una larga experiencia.
Recordemos las palabras pronunciadas por Yagüe cuando los falangistas de Badajoz le felicitaban por su idea de matar desde los tendidos del circo taurino de la ciudad extremeña los dos mil hombres, mujeres y niños, presos allí por sus hordas:
"Esto ha sido un ensayo que repetiré en mayor escala en la plaza Monumental de Madrid."
La Voz, 3 de noviembre de 1936.
[49]
Gibson concluye afirmando que «Lo menos que se puede pedir a un investigador es que compruebe sus fuentes y las cite correctamente».
[45][50] El juicio de Viñas es más duro: «Vidal se ha basado en la tergiversación y distorsión de documentos a sabiendas de que muy pocos de sus lectores estarán en condiciones de comprobar sus afirmaciones. Si falsifica datos que cualquiera puede encontrar fácilmente en hemerotecas, ¿qué no hará cuando alega basarse en archivos menos asequibles?».
[46]
Un ejemplo de las acusaciones sobre tergiversación de traducciones es el relativo a la obra de
Felix Schlayer sobre las
matanzas de Paracuellos, Diplomat im roten Madrid, también en Paracuellos-Katyn (el libro de Schlayer permaneció sin traducción al castellano hasta 2006, en que fue publicado por la
editorial Áltera, bajo el título Matanzas en el Madrid republicano). De acuerdo a Vidal:
[51]
Durante la entrevista con Carrillo, Schlayer y el delegado de la Cruz Roja recibieron todo tipo de seguridades. Sin embargo, el diplomático noruego percibió en Carrillo «inseguridad» y «falta de sinceridad», especialmente porque insistía en que no sabía nada del traslado de los presos lo que, cierto es, resultaba poco verosímil.
Sin embargo, tal traducción es negada por varios historiadores. Gibson —que trabajó con una traducción del libro de Schlayer entre finales de los setenta y principios de los ochenta que le había hecho su esposa—, ya en 1983, describe la narración de Schlayer sobre su entrevista con Carrillo la tarde del 7 de noviembre de un modo radicalmente diferente:
[52]
Schlayer, que, como hemos dicho, abandonó Madrid en julio de 1937 —según él bajo amenaza de muerte lanzada por el Gobierno rojo—, volvió a España al final de la guerra. El 7 de marzo de 1940 prestó declaración ante los jueces de la Causa General acerca de sus investigaciones sobre la matanza de presos. La declaración de Schlayer confirma el relato publicado en su libro en 1938, y no añade nada nuevo a este. A pesar de ello, creemos oportuno citar su referencia a la conversación que sostuvo con Santiago Carrillo en el Ministerio de la Guerra aquella tarde del 7 de noviembre de 1936, cuando le contó a este lo que había visto aquella mañana en la cárcel Modelo y le expresó su inquietud por la suerte de los presos políticos.