LONDRES, 12-10-2004 (ElPaís/ACPress.net).
Los padres quieren mantenerla viva y los médicos consideran que sería alargar su sufrimiento.
Un juez británico dictaminó que los médicos que atienden a la pequeña Charlotte Wyatt pueden dejarla morir si esta vuelve a dejar de respirar, sin que estén obligados a someterla a ventilación asistida para mantenerla con vida. Charlotte, que nació hace once meses tras sólo 26 semanas de gestación, vive en medio de grandes sufrimientos y no tiene ninguna posibilidad de llevar una vida normal. Los padres, sin embargo, se niegan a dejarla morir porque consideran que es "una luchadora". Sin embargo, no piensan recurrir la sentencia.
Los padres, Darren Wyatt, de 33 años, y Debbie, de 23, son un matrimonio de origen humilde y profundamente religioso que cree que su bebé merece seguir luchando y que hay que hacer todo lo que está en las manos de la ciencia para mantenerla con vida.
Los médicos del hospital de la Seguridad Social de Portsmouth consideran que la pequeña Charlotte, con daños irreversibles en el cerebro, el corazón y los pulmones, vive en medio de padecimientos constantes y siempre vivirá así. Nunca ha salido del hospital desde que nació y no tiene posibilidades de ir nunca a su casa. Hasta ahora los médicos la han resucitado tres veces, pero creen que, si vuelve a dejar de respirar, lo mejor para el bienestar de la niña es dejarla morir en paz y no prolongar más su vida de forma artificial.
El juez, sir Mark Hedley, dictó ayer sentencia a favor de los médicos porque está de acuerdo con ellos cuando afirman que el cada vez más agresivo tratamiento que tiene que recibir Charlotte no es del interés de la niña. "He llegado a la conclusión clara de que ningún tratamiento agresivo para prolongar su vida vaya a redundar en su beneficio", dijo el juez.
El juez explicó que se había planteado la posibilidad de pedir a los médicos que le practicaran a la pequeña Charlotte una traqueotomía -la inserción de un tubo a través de la garganta para permitir respirar a la niña- pero que había llegado a la conclusión de que no debía hacerlo. "Me he preguntado a mi mismo: ¿Qué podemos hacer ahora en beneficio de Charlotte?", continuó, y llegó a la conclusión de que se pueden hacer tres cosas: "Darle el mayor confort posible, permitirle pasar el mayor tiempo posible en presencia y en contacto de sus padres y permitir que llegue a su final con los cuidados tiernos y cariñosos de quienes más la han querido".
Aunque los Wyatt habían declarado en un principio que estaban dispuestos a apurar todas las posibilidades legales a su alcance, incluso la de acudir a los tribunales europeos, en los últimos días ya habían dado a entender que no recurrirían un fallo negativo a su petición y que incluso estaban dispuestos a reconsiderar su posición si efectivamente la niña sólo podía vivir en el sufrimiento.
Los representantes del hospital de Portsmouth puntualizaron ayer que el litigio no había sido un caso de enfrentamiento entre la familia y el hospital sino la única manera de dar salida al dilema que se había planteado. Un dilema que es sobre todo consecuencia de los avances que se dan en la medicina moderna y sus contradicciones: la capacidad de prolongar la vida de un enfermo, incluso de un bebé prematuro, pero al mismo tiempo, la incapacidad de remediar la enfermedad que le tiene postrado.
Los expertos creen que este caso hará que, a partir de ahora, sea más habitual que tenga que ser un juez quien tome la decisión cuando médicos y familia no se ponga de acuerdo sobre el tratamiento que se ha de dar a un enfermo. La ley británica es ambigua porque da a la familia la última palabra pero permite al médico no aplicar un tratamiento con el que no está de acuerdo. Normalmente, las diferencias acaban solventándose en privado.
CREYENTE Y EXPERIMENTADO
El juez Hedleys, profundo creyente al igual que los padres de la pequeña Charlotte, tiene una larga experiencia y ha decidido sobre numerosos casos en los que la ética y la justicia se superponen. Pero nunca había tenido que decidir sobre lo que muchos verán como la elección entre la vida y la muerte de un ser humano por inconsciente que éste sea de su propia existencia.
No ha sido la moral lo que ha presidido la deliberación del juez, si no el discernimiento entre qué era lo más conveniente para el bebé: vivir en el sufrimiento o acoger la muerte de manera natural y acabar así con el dolor de una vida atormentada. <!-- TERMINAR ARTICULO -->
Los padres quieren mantenerla viva y los médicos consideran que sería alargar su sufrimiento.
Un juez británico dictaminó que los médicos que atienden a la pequeña Charlotte Wyatt pueden dejarla morir si esta vuelve a dejar de respirar, sin que estén obligados a someterla a ventilación asistida para mantenerla con vida. Charlotte, que nació hace once meses tras sólo 26 semanas de gestación, vive en medio de grandes sufrimientos y no tiene ninguna posibilidad de llevar una vida normal. Los padres, sin embargo, se niegan a dejarla morir porque consideran que es "una luchadora". Sin embargo, no piensan recurrir la sentencia.
Los padres, Darren Wyatt, de 33 años, y Debbie, de 23, son un matrimonio de origen humilde y profundamente religioso que cree que su bebé merece seguir luchando y que hay que hacer todo lo que está en las manos de la ciencia para mantenerla con vida.
Los médicos del hospital de la Seguridad Social de Portsmouth consideran que la pequeña Charlotte, con daños irreversibles en el cerebro, el corazón y los pulmones, vive en medio de padecimientos constantes y siempre vivirá así. Nunca ha salido del hospital desde que nació y no tiene posibilidades de ir nunca a su casa. Hasta ahora los médicos la han resucitado tres veces, pero creen que, si vuelve a dejar de respirar, lo mejor para el bienestar de la niña es dejarla morir en paz y no prolongar más su vida de forma artificial.
El juez, sir Mark Hedley, dictó ayer sentencia a favor de los médicos porque está de acuerdo con ellos cuando afirman que el cada vez más agresivo tratamiento que tiene que recibir Charlotte no es del interés de la niña. "He llegado a la conclusión clara de que ningún tratamiento agresivo para prolongar su vida vaya a redundar en su beneficio", dijo el juez.
El juez explicó que se había planteado la posibilidad de pedir a los médicos que le practicaran a la pequeña Charlotte una traqueotomía -la inserción de un tubo a través de la garganta para permitir respirar a la niña- pero que había llegado a la conclusión de que no debía hacerlo. "Me he preguntado a mi mismo: ¿Qué podemos hacer ahora en beneficio de Charlotte?", continuó, y llegó a la conclusión de que se pueden hacer tres cosas: "Darle el mayor confort posible, permitirle pasar el mayor tiempo posible en presencia y en contacto de sus padres y permitir que llegue a su final con los cuidados tiernos y cariñosos de quienes más la han querido".
Aunque los Wyatt habían declarado en un principio que estaban dispuestos a apurar todas las posibilidades legales a su alcance, incluso la de acudir a los tribunales europeos, en los últimos días ya habían dado a entender que no recurrirían un fallo negativo a su petición y que incluso estaban dispuestos a reconsiderar su posición si efectivamente la niña sólo podía vivir en el sufrimiento.
Los representantes del hospital de Portsmouth puntualizaron ayer que el litigio no había sido un caso de enfrentamiento entre la familia y el hospital sino la única manera de dar salida al dilema que se había planteado. Un dilema que es sobre todo consecuencia de los avances que se dan en la medicina moderna y sus contradicciones: la capacidad de prolongar la vida de un enfermo, incluso de un bebé prematuro, pero al mismo tiempo, la incapacidad de remediar la enfermedad que le tiene postrado.
Los expertos creen que este caso hará que, a partir de ahora, sea más habitual que tenga que ser un juez quien tome la decisión cuando médicos y familia no se ponga de acuerdo sobre el tratamiento que se ha de dar a un enfermo. La ley británica es ambigua porque da a la familia la última palabra pero permite al médico no aplicar un tratamiento con el que no está de acuerdo. Normalmente, las diferencias acaban solventándose en privado.
CREYENTE Y EXPERIMENTADO
El juez Hedleys, profundo creyente al igual que los padres de la pequeña Charlotte, tiene una larga experiencia y ha decidido sobre numerosos casos en los que la ética y la justicia se superponen. Pero nunca había tenido que decidir sobre lo que muchos verán como la elección entre la vida y la muerte de un ser humano por inconsciente que éste sea de su propia existencia.
No ha sido la moral lo que ha presidido la deliberación del juez, si no el discernimiento entre qué era lo más conveniente para el bebé: vivir en el sufrimiento o acoger la muerte de manera natural y acabar así con el dolor de una vida atormentada. <!-- TERMINAR ARTICULO -->