Sócrates no temía a los enemigos de afuera, temía a los fanáticos de adentro. Para él, el verdadero peligro no era la guerra ni la pobreza, sino el ciudadano que dejaba de pensar.
El que seguía ciegamente una idea, una costumbre o a un líder sin cuestionar absolutamente nada de lo que hacían o decían.
Porque cuando la pasión fanática reemplaza a la razón, la virtud se desvanece. Sócrates creía que un pueblo que no reflexiona es un pueblo fácil de manipular.
Y que una democracia sin pensamiento crítico no es más que una ilusión frágil, lista para romperse ante el primer discurso que grite más fuerte que los demás.
El fanatismo, decía, no es fuerza. Es miedo disfrazado de certeza. Y cuando dejamos de hacernos preguntas, dejamos de ser libres. #fblifestyle