Creo que se dice que Jesús dijo que obedecieramos a quien nos gobierna y sus leyes.
¿Está realmente esto en la Biblia? ¿Puede haberse interpretado mal?
¿Si esto fuera así podrían ser pecado todas las luchas de liberación y emancipación; y todas las revueltas y revoluciones?
¿Es posible que la doctrina de Jesús favorezca la esclavitud y la tiranía ejercida por humanos ricos y poderosos?
Aquí está el contexto del mandato de Jesús de «dar al César lo que es del César»: en Mateo 22, Jesús acababa de regresar a Jerusalén por última vez y recientemente había terminado de compartir varias parábolas con la multitud. Los enemigos de Jesús vieron una oportunidad para ponerlo en aprietos delante de sus seguidores. En el versículo 17, le dicen a Jesús: «Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito pagar tributo al César, o no?» (NVI). Era una pregunta capciosa, y ellos lo sabían. Si Jesús respondía «No», los herodianos lo acusarían de traición contra Roma. Si decía «Sí», los fariseos lo acusarían de deslealtad a la nación judía, y perdería el apoyo de la multitud. ¿Pagar impuestos o no pagar impuestos? La pregunta estaba diseñada como una trampa sin salida.
La respuesta de Jesús es sencillamente brillante: «Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: “¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo”. Y le trajeron un denario» (Mateo 22:18-19, NVI).
El denario era una moneda que se usaba para pagar impuestos en ese tiempo. Estaba hecha de plata y tenía la imagen del emperador con una inscripción que lo llamaba «divino». Los judíos consideraban tales imágenes idolatría, prohibida por el segundo mandamiento. Esta era otra razón por la que, si Jesús respondía «Sí», estaría en problemas. Su aceptación del impuesto como «lícito» podría haberse interpretado como un rechazo del segundo mandamiento, lo que pondría en duda su afirmación de ser el Hijo de Dios.
Con la moneda a la vista, Jesús dijo: «¿De quién es esta imagen y esta inscripción?». Los herodianos y los fariseos, diciendo lo obvio, respondieron: «Del César». Entonces Jesús puso fin a sus artimañas: «Dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios» (Mateo 22:21, NVI). Al oír esto, los enemigos de Jesús se maravillaron y se fueron (versículo 22).
Cuando Jesús dijo: «Dad al César lo que es del César», estaba estableciendo una clara distinción entre dos reinos. Existe un reino en este mundo, y César ejerce poder sobre él. Pero hay otro reino, que no es de este mundo, y Jesús es el Rey de ese reino (Juan 18:36). Los cristianos formamos parte de ambos reinos, al menos temporalmente. Bajo el dominio de César, tenemos ciertas obligaciones que conciernen a las cosas materiales. Bajo el dominio de Cristo, tenemos otras obligaciones que conciernen a las cosas eternas. Si César exige dinero, dáselo; al fin y al cabo, es solo dinero. Pero asegúrate de darle también a Dios lo que Él exige.
César acuñaba monedas, como tenía derecho a hacerlo, y exigía algunas monedas a cambio, como era su derecho. Después de todo, su imagen estaba grabada en lo que él mismo había creado. Dios ha «acuñado» el alma humana y ha impreso su imagen en cada una de ellas (Génesis 1:27). Así que dad a César lo que le corresponde: las cosas temporales de este mundo; pero aseguraos de darle a Dios lo que le corresponde: «Ofreceos a Dios como quienes han resucitado de entre los muertos; y ofrecedle cada parte de vuestro ser como instrumento de justicia» (Romanos 6:13).
Saludos