Querida ester, ahora sí comento lo que ordenadamente quieres saber...
¿Que qué es el cielo para mí? Pues... creo que eso no puede explicarse con palabras de hombre. Si el mismo profeta isaías pudo contemplar al Creador en gloria, siendo que él era de labios sucios, ya te podrás dar una idea de lo que quiero mostrar de mi corazón.
Tengo entendido que existen tres "cielos". El primero es la atmósfera terrestre. El segundo cielo es el espacio exterior. El tercero está más allá -mucho más allá- del universo. Tú y yo sabemos que, con excepción de elías, enoc, y el apóstol pablo, nadie más ha tenido el privilegio supremo de estar en la mismísima presencia del Eterno en gloria.
Tocante a lo que mencionas sobre "las imagenes", debo hacerte una pequeña confesión. ¿Aceptarías leerla?
Si has notado, el avatar que tengo actualmente es un recuerdo de mi infancia -la ardillita de barcel-. Me gusta mucho pensar en ciertas cosas que me hacen sentir vivo y con capacidad de amar y soñar; Dios nos dio eso como un regalo. Resulta bonito imaginar -a veces- si, de pronto, algún personaje de nuestra infancia pudiese ser real, poderle hablar, poder escuchar su voz y sus palabras, saber cómo es su temperamento y sus malos hábitos... ¡No me tomes por un loco, por favor!
Pero, en el caso de lo celestial, ahí sí que la cosa es bien diferente: NO EXISTE ningún objeto que sirva de referencia a ningún personaje venido del Reino. No estoy de acuerdo en algunas pinturas que pretenden exponer la faz de Cristo porque, para empezar, las Escrituras dicen que el Señor ¡era feo!
Solo por referencias en las Escrituras podemos darnos una vaga idea de cómo pudo haber sido físicamente nuestro Cristo: tez morena, barba oscura, porte algo compacto y fornido, y de estatura mediana... Acostumbrado al calor del desierto, Cristo muy bien pudo caminar kilómetros enteros, yendo de pueblo en pueblo, llevando el Reino, instruyendo a los discípulos, ayudando al pobre y menesteroso...
Se dice que al ser humano -y esto también incluye a Cristo en lo carnal- es amado más por sus defectos que por sus virtudes. Creo que, en parte, así ocurrió con Él. Quizá su aspecto no era el de un adonis ni como se pinta en los frescos de las grandes capillas... pero lo que hacía atractivo y fácil de amar al Señor Jesús, fue Su carácter dócil, su obsesión por la Verdad, su humildad infantil, Su deseo de agradar al Padre, así como tantas otras cosas.
En este sentido, creo que podemos coincidir en que a Cristo se le puede amar, así como al Padre sin necesidad de pinturas ni imágenes... Al Maestro se le puede amar porque, aunque no podemos verlo, sabemos que Él hace morada en aquel que le ha recibido en el corazón. Lo más maravilloso de todo, es que inclusive el mismo Eterno viene, con Cristo, a hacer morada en uno. ¿No te parece maravilloso?