Si lo tuyo es anunciar tu credo al mundo,
es ya tu tiempo perdido...
una misión sin objetivo,
un reto propìo sin Destino.
¿Qué haces pues, cristiano, dando palos de ciego?
Yo te anuncio, oh amado,
que cuando lo extraño de ti se disminuye,
es que la senda está siendo transitada.
Si esperas en Aquel
de cuya mano mana
el rocío del Cielo
y el pan de la Vida,
surca tú esta senda, peregrino.
No le des la espalda,
no huyas, peregrino.
¿A qué esperas?
Renuncia... a todo ello.
Y si no me entiendes,
cansa a lo incansable de ti,
reúnelo en torno a la Cruz...
y deja que allí muera.
Luego quizá entiendas algo.
No le des sostén al alma moribunda.
Déjala morir ya.
Mátala de aburrimiento en el Calvario,
deja que no viva,
porque ya no es hora de jugar a las mentiras,
ni a las vanidades, ni a las cosas de este mundo.
No enjuagues las lágrimas, cristiano,
que mejor es un día en la casa de luto,
que mil en la casa de la alegría.
Pues la alegría vendrá a ser luto,
y el luto, alegría.
Esto te comparto,
y en amor te testifico...
peregrino.
No des tu aceite al desapercibido.
Enciérralo en tu lámpara,
resérvalo para el día Final,
y sigue tu camino, amado peregrino.
Caminante, haz oidos prestos a mi palabra,
no desatines en tu juego afamado,
y guarda el aceite para el Amado.
Pues he aquí que el Amado viene,
y no se tardará.
--Un peregrino--
es ya tu tiempo perdido...
una misión sin objetivo,
un reto propìo sin Destino.
¿Qué haces pues, cristiano, dando palos de ciego?
Yo te anuncio, oh amado,
que cuando lo extraño de ti se disminuye,
es que la senda está siendo transitada.
Si esperas en Aquel
de cuya mano mana
el rocío del Cielo
y el pan de la Vida,
surca tú esta senda, peregrino.
No le des la espalda,
no huyas, peregrino.
¿A qué esperas?
Renuncia... a todo ello.
Y si no me entiendes,
cansa a lo incansable de ti,
reúnelo en torno a la Cruz...
y deja que allí muera.
Luego quizá entiendas algo.
No le des sostén al alma moribunda.
Déjala morir ya.
Mátala de aburrimiento en el Calvario,
deja que no viva,
porque ya no es hora de jugar a las mentiras,
ni a las vanidades, ni a las cosas de este mundo.
No enjuagues las lágrimas, cristiano,
que mejor es un día en la casa de luto,
que mil en la casa de la alegría.
Pues la alegría vendrá a ser luto,
y el luto, alegría.
Esto te comparto,
y en amor te testifico...
peregrino.
No des tu aceite al desapercibido.
Enciérralo en tu lámpara,
resérvalo para el día Final,
y sigue tu camino, amado peregrino.
Caminante, haz oidos prestos a mi palabra,
no desatines en tu juego afamado,
y guarda el aceite para el Amado.
Pues he aquí que el Amado viene,
y no se tardará.
--Un peregrino--