Re: En tierra de Allah los discipulos de Ruissell no predican a la Wacth de casa en c
Mas alla de esa petulencia que muestran en sus mentiras, en esa cosa- de casa en casa- lo mas logico es preguntarse como se las arreglarian.
Se imagina usted a un discipulo de Russell molestando a un islmico disque para mostrarle no digamos la biblia sino la Atalaya, si llega con vida a la segunda casa es un suertudo.
No digamos apostandose en lugares publicos.
De muchos de nosotros, Cascabeliando, es harto sabido y conocido la astucia, la mala fe y la suma cobardia con la que los testigos de jehova tienden sus trampas a quienes, previamente, han vigilado y buena nota han tomado de las reales posibilidades que pueden tener para captar una victima mas que sacrificar ante el cuerpo gobernante de esta peligrosa secta.
Por lo general, al menos, aqui en mi ciudad, la gente desconfia profundamente de estas extrañas y bien vestidas parejas de testigos de jehova que, con sonrisa falsa de oreja a oreja, suelen abordar a quienes ellos intuyen como las mas debiles de sus posibles victimas.
Sin ir mas lejos, una vecina de mi propia escalera. La cual es conocida entre los vecinos por sus profundos desordenes siquicos, y por las continuas idas y venidas de esta mujer al hospital siquiatrico, ha sido la ultima victima, por mi conocida, de esta siniestra organizacion. Y si la mujer ya estaba, de por si, enferma mentalmente, tendrian que verla ahora cuando pasea por la calle con su enorme bolso pleno de biblias y de atalayas a la caza de toda persona que tenga las entrañas lo suficientemente duras como para aguantar la insoportable verborrea religiosa que le ha entrado a mi vecina desde que tuvo la tragica idea de abrir, de par en par, las puertas de su casa a la pareja de cuervos que previamente la habian tenido vigilada y controlada hasta en sus mas infimos movimientos.
Por tanto, y una vez mas, los testigos de jehova se vuelven a cubrir de gloria en mi pueblo con su nuevo fichaje. Y los vecinos de mi barriada siguen desconfiando, mas aun si cabe, de esta extraña gente que suele salir, especialmente, los domingos a dar su religiosa tabarra a cualquier persona que tenga la mala pata de cruzarse con ellos.