Cierto día dos hermanos emprendieron un viaje para retornar a su Patria, donde debían volver a encontrar a su Padre y tomar posesión de una rica herencia que él les había prometido.
Ellos no tenían más remedio que viajar de noche, y atravesar un bosque oscuro, tupido de árboles, de rocas derruidas y de precipicios. El mayor, que era prudente, pensó:- Tengo necesidad de una buena lámpara que me ilumine -. Y la llevó consigo. El segundo dijo:- Yo no necesito nada-. Y se fue tan campante. Ambos hermanos se internaron en el bosque; cayó la noche, ¿y qué sucedió? Es fácil imaginarlo. El primero, con la ayuda de la lámpara, conservó el buen sendero y arribó a su Patria; pero el segundo, se deslizó en un precipicio y murió.
Ustedes y yo, y todos los hombres somos otros tantos hermanos en camino hacia la Patria.
Nuestra Patria es el Paraíso; el Padre que nos espera es Dios, el bosque que atravesamos es el mundo. El mundo está lleno de peligros y de precipicios, y no hay más remedio que buscar una lámpara que ilumine nuestra senda. ¿Y cuál ha de ser nuestra lámpara? Pues solamente hay una y es la BIBLIA.
Sin embargo, algunos obran como aquel muchacho imprudente, que decía:- Yo no necesito nada. Y ni tienen Biblia, ni mucho menos la estudian. Otros en cambio obran como el muchacho prudente y afortunado, que dijo:- Tengo necesidad de una lámpara que me dirija por el camino-.
¿ Cómo cuál de estos dos hermanos seremos nosotros?
Muchas veces hay quienes tienen una Biblia porque se las regalaron y así como la recibieron así está guardada, solamente como un adorno más de la casa.
La Biblia también es como una herencia que Dios nos legó y si no la abrimos no sabremos de que se trata.
Leamos la Biblia para que esta nos ilumine el sendero que debemos seguir para llegar a nuestra Patria sin recibir rasguño alguno al atravesar este bosque y encontrarnos con nuestro Padre Dios que nos está esperando con los brazos abiertos.
Ellos no tenían más remedio que viajar de noche, y atravesar un bosque oscuro, tupido de árboles, de rocas derruidas y de precipicios. El mayor, que era prudente, pensó:- Tengo necesidad de una buena lámpara que me ilumine -. Y la llevó consigo. El segundo dijo:- Yo no necesito nada-. Y se fue tan campante. Ambos hermanos se internaron en el bosque; cayó la noche, ¿y qué sucedió? Es fácil imaginarlo. El primero, con la ayuda de la lámpara, conservó el buen sendero y arribó a su Patria; pero el segundo, se deslizó en un precipicio y murió.
Ustedes y yo, y todos los hombres somos otros tantos hermanos en camino hacia la Patria.
Nuestra Patria es el Paraíso; el Padre que nos espera es Dios, el bosque que atravesamos es el mundo. El mundo está lleno de peligros y de precipicios, y no hay más remedio que buscar una lámpara que ilumine nuestra senda. ¿Y cuál ha de ser nuestra lámpara? Pues solamente hay una y es la BIBLIA.
Sin embargo, algunos obran como aquel muchacho imprudente, que decía:- Yo no necesito nada. Y ni tienen Biblia, ni mucho menos la estudian. Otros en cambio obran como el muchacho prudente y afortunado, que dijo:- Tengo necesidad de una lámpara que me dirija por el camino-.
¿ Cómo cuál de estos dos hermanos seremos nosotros?
Muchas veces hay quienes tienen una Biblia porque se las regalaron y así como la recibieron así está guardada, solamente como un adorno más de la casa.
La Biblia también es como una herencia que Dios nos legó y si no la abrimos no sabremos de que se trata.
Leamos la Biblia para que esta nos ilumine el sendero que debemos seguir para llegar a nuestra Patria sin recibir rasguño alguno al atravesar este bosque y encontrarnos con nuestro Padre Dios que nos está esperando con los brazos abiertos.