TEXTO:
Marcos 2:1-12
INTRODUCCION:
Ahora quiero hablar de la más profunda necesidad del ser humano, del milagro más grande que Dios puede realizar, y del regalo más precioso que podemos recibir. Lo puedo resumir en una sola palabra: Perdón.
Es decir:
La más profunda necesidad humana: el PERDON
El milagro más grande que Dios puede hacer: el PERDON
El regalo más precioso que podemos recibir: el PERDON
*****************
Historia:
¿Recuerda usted haber escuchado acerca del día cuando Jesús estaba enseñando en la casa de uno de sus discípulos en Capernaúm? Es muy posible que haya sido la casa de Pedro y su hermano Andrés. En un solo momento, la noticia de que Jesús había venido, corrió por todos los alrededores. En pocos minutos, una gran multitud ya se había reunido. Dentro de la casa había personas recostadas en las paredes. otros habían traído todos los bancos y sillas que habían sido encontrados. Y muchos otros quedaron fuera y constantemente buscaban un pequeño espacio para ver a Jesús y escuchar sus palabras.
Si usted hubiera estado presente en esa ocasión, usted habría sido testigo de algo asombroso. A unas cuadras de distancia venían cuatro hombres cargando a un enfermo en una camilla improvisada. Habían escuchado del poder sanador de Jesús y habían decidido traer a su amigo paralítico para que éste fuera sanado. Cansados y sudorosos, ellos llegaron hasta la casa donde estaba Jesús, y lógicamente trataron de entrar por la puerta, pero fue imposible. Después de muchos esfuerzos, ellos quedaron frustrados, todo parecía haber sido en vano.
¿Qué podían hacer?
Ellos miraron una vez más a los ojos de su necesitado amigo y comprendieron que no podían darse por vencidos. Uno de ellos descubrió una escalera junto a la casa la cual conducía al techo. Uno de ellos murmuró diciendo: “No hemos hecho nada. Aquí no hay puerta ni ventana alguna”. “No importa”, dijo el líder, “haremos una”. Y quitando barro y paja abrieron un agujero adecuado, por el cual hicieron descender al paralítico.
Luego, la habitación se llenó de un profundo silencio cuando Jesús se acercó al enfermo y le dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
“¿Qué palabras más extrañas?, comentaron los cuatro hombres en el techo de la casa. “¿Acaso no sabe Jesús que nuestro amigo no puede caminar? Nosotros queremos ver un milagro. Queremos ver a nuestro amigo sobre sus pies. Necesita sanidad, ser fortalecido y no un sermón”.
¿Por qué dijo Jesús tal expresión?
¿Por qué habló de pecado y de perdón?
¿No era notoria la necesidad de este hombre?
Sí, pero aparentemente el Señor vio algo más. La mirada de Jesús se concentró en una necesidad más profunda. Algunas veces nos parece que no hay otra cosa más importante que nuestra salud.
Pero, si tuviéramos ojos para ver más allá de nuestras necesidades físicas, es decir nuestras enfermedades y decaimiento de nuestro cuerpo, descubriremos una aflicción mucha más seria y profunda. Nosotros, los seres humanos nos hemos apartado de Dios. en nuestra insensatez nos hemos rebelado en contra de él, le hemos vuelto las espaldas para seguir en nuestro propio camino. Y, así, hemos perdido nuestra propia vida.
Hay momentos en nuestra vida en los que nos sentimos necesitados de sanidad física.
Pero el mal que padecemos no es la raíz de nuestro problema. Es sólo un síntoma. Lo que anhelamos es que nuestro ser interno sea restaurado, es estar en paz con Dios. Y eso puede suceder, amigos. Eso se realiza cuando somos perdonados por Dios.
Hubo muchos entre la multitud aquel día que se sintieron ofendidos por las palabras de Jesús. Estos fueron los escribas, hombres instruidos en la Ley judía. Ellos se consideraban los guardianes oficiales de la fe. Cuando escucharon a Jesús decir, “Tus pecados son perdonados”, ellos se sintieron ultrajados. Los escribas consideraron a Jesús como un charlatán, un impostor y un blasfemo. Para ellos sólo el Dios del cielo y de la tierra podía perdonar pecados.
Después de todo, ¿Quién era este galileo sin escuela?
Momentos después, ellos habrían de comprobar que las palabras de Jesús sobre el perdón no era charlatanería. El Señor no estaba ignorando la necesidad física del paralítico. El también suplía esa necesidad.
Jesús le dijo a aquel hombre, “levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Y para el asombro de todos los presentes, el antes paralítico, se levantó, tomo su camilla, y salió abriéndose paso entre la multitud.
**********************
COMENTARIOS:
A pesar de que el milagro de la sanidad había sido extraordinario, para Jesús había sido secundario. Antes de restaurar al paralítico, Jesús lanzó una contundente pregunta a los escribas: ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico “Tus pecados son perdonados , o decirle “levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Algunos consideraron que las palabra del perdón eran impresionantes pero hablar es fácil. Es fácil hablar de una transacción divina lo cual nadie la puede verificar. Para que el paralítico fuera sanado se requería el poder del Altísimo.
Con su pregunta, Jesús estaba diciendo que el milagro físico era el más fácil de los dos. El atrapó a los escribas en sus propias palabras. Sí, ¿quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Para Dios el perdonar los pecados era un milagro más grande que el sanar a un paralítico. Para Jesús, la sanidad apuntaba simplemente al don supremo, el perdón. Pues “para que sepan”, dijo primero, “que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (dijo al paralítico), “levántate.” Lo que hizo Jesús fue una obra de compasión. Fue una manifestación del poder de Dios. Pero sobre todas las cosas, era una señal de que el perdón de Dios estaba llegando a los hombres a través de Jesucristo.
¿Cuál es el milagro más grande que Dios puede realizar? ¿Sanar a los enfermos? No. El está haciendo continuamente eso. El milagro del pecado fue más costoso para Dios. Para ello Dios tuvo que venir a nosotros tomando forma humana. Para ello, el tuvo que sobrellevar todo el peso de nuestras culpas y rebelión. El tuvo que sufrir y fue abandonado por nosotros.
El tuvo que morir en una cruz por nuestros pecados. Tuvo que pagar un precio muy elevado para que Dios perdonara nuestros pecados.
De manera que, si el perdón es nuestra más grande necesidad y el milagro más grande que Dios puede realizar, no hay otra cosa en todo el mundo que nosotros deberíamos buscar con más ahínco que esa – el perdón de nuestros pecados y el de nuestro prójimo.
Piense en esos cuatro hombres de Capernaúm que buscaron la sanidad de su amigo.
Ellos estuvieron dispuestos a gastar tiempo y a pasar trabajos para traerlo delante de Jesús.
Marcos dice que, “cuando Jesús vio la fe de ellos, dijo al paralítico, “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿No es eso maravilloso? La fe abre todavía el camino para que ocurran cosas maravillosas.
INVITACION:
Amigo, hoy día nosotros podemos poner nuestra fe en Jesús, el que murió en la cruz y resucitó de entre los muertos. El que vive sentado en alta majestad y cuyo nombre es sobre todo nombre. Confíe en él con todo su corazón, confiésele sus pecados y él le dará el perdón.
Marcos 2:1-12
INTRODUCCION:
Ahora quiero hablar de la más profunda necesidad del ser humano, del milagro más grande que Dios puede realizar, y del regalo más precioso que podemos recibir. Lo puedo resumir en una sola palabra: Perdón.
Es decir:
La más profunda necesidad humana: el PERDON
El milagro más grande que Dios puede hacer: el PERDON
El regalo más precioso que podemos recibir: el PERDON
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Historia:
¿Recuerda usted haber escuchado acerca del día cuando Jesús estaba enseñando en la casa de uno de sus discípulos en Capernaúm? Es muy posible que haya sido la casa de Pedro y su hermano Andrés. En un solo momento, la noticia de que Jesús había venido, corrió por todos los alrededores. En pocos minutos, una gran multitud ya se había reunido. Dentro de la casa había personas recostadas en las paredes. otros habían traído todos los bancos y sillas que habían sido encontrados. Y muchos otros quedaron fuera y constantemente buscaban un pequeño espacio para ver a Jesús y escuchar sus palabras.
Si usted hubiera estado presente en esa ocasión, usted habría sido testigo de algo asombroso. A unas cuadras de distancia venían cuatro hombres cargando a un enfermo en una camilla improvisada. Habían escuchado del poder sanador de Jesús y habían decidido traer a su amigo paralítico para que éste fuera sanado. Cansados y sudorosos, ellos llegaron hasta la casa donde estaba Jesús, y lógicamente trataron de entrar por la puerta, pero fue imposible. Después de muchos esfuerzos, ellos quedaron frustrados, todo parecía haber sido en vano.
¿Qué podían hacer?
Ellos miraron una vez más a los ojos de su necesitado amigo y comprendieron que no podían darse por vencidos. Uno de ellos descubrió una escalera junto a la casa la cual conducía al techo. Uno de ellos murmuró diciendo: “No hemos hecho nada. Aquí no hay puerta ni ventana alguna”. “No importa”, dijo el líder, “haremos una”. Y quitando barro y paja abrieron un agujero adecuado, por el cual hicieron descender al paralítico.
Luego, la habitación se llenó de un profundo silencio cuando Jesús se acercó al enfermo y le dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.
“¿Qué palabras más extrañas?, comentaron los cuatro hombres en el techo de la casa. “¿Acaso no sabe Jesús que nuestro amigo no puede caminar? Nosotros queremos ver un milagro. Queremos ver a nuestro amigo sobre sus pies. Necesita sanidad, ser fortalecido y no un sermón”.
¿Por qué dijo Jesús tal expresión?
¿Por qué habló de pecado y de perdón?
¿No era notoria la necesidad de este hombre?
Sí, pero aparentemente el Señor vio algo más. La mirada de Jesús se concentró en una necesidad más profunda. Algunas veces nos parece que no hay otra cosa más importante que nuestra salud.
Pero, si tuviéramos ojos para ver más allá de nuestras necesidades físicas, es decir nuestras enfermedades y decaimiento de nuestro cuerpo, descubriremos una aflicción mucha más seria y profunda. Nosotros, los seres humanos nos hemos apartado de Dios. en nuestra insensatez nos hemos rebelado en contra de él, le hemos vuelto las espaldas para seguir en nuestro propio camino. Y, así, hemos perdido nuestra propia vida.
Hay momentos en nuestra vida en los que nos sentimos necesitados de sanidad física.
Pero el mal que padecemos no es la raíz de nuestro problema. Es sólo un síntoma. Lo que anhelamos es que nuestro ser interno sea restaurado, es estar en paz con Dios. Y eso puede suceder, amigos. Eso se realiza cuando somos perdonados por Dios.
Hubo muchos entre la multitud aquel día que se sintieron ofendidos por las palabras de Jesús. Estos fueron los escribas, hombres instruidos en la Ley judía. Ellos se consideraban los guardianes oficiales de la fe. Cuando escucharon a Jesús decir, “Tus pecados son perdonados”, ellos se sintieron ultrajados. Los escribas consideraron a Jesús como un charlatán, un impostor y un blasfemo. Para ellos sólo el Dios del cielo y de la tierra podía perdonar pecados.
Después de todo, ¿Quién era este galileo sin escuela?
Momentos después, ellos habrían de comprobar que las palabras de Jesús sobre el perdón no era charlatanería. El Señor no estaba ignorando la necesidad física del paralítico. El también suplía esa necesidad.
Jesús le dijo a aquel hombre, “levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Y para el asombro de todos los presentes, el antes paralítico, se levantó, tomo su camilla, y salió abriéndose paso entre la multitud.
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COMENTARIOS:
A pesar de que el milagro de la sanidad había sido extraordinario, para Jesús había sido secundario. Antes de restaurar al paralítico, Jesús lanzó una contundente pregunta a los escribas: ¿Qué es más fácil, decirle al paralítico “Tus pecados son perdonados , o decirle “levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. Algunos consideraron que las palabra del perdón eran impresionantes pero hablar es fácil. Es fácil hablar de una transacción divina lo cual nadie la puede verificar. Para que el paralítico fuera sanado se requería el poder del Altísimo.
Con su pregunta, Jesús estaba diciendo que el milagro físico era el más fácil de los dos. El atrapó a los escribas en sus propias palabras. Sí, ¿quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Para Dios el perdonar los pecados era un milagro más grande que el sanar a un paralítico. Para Jesús, la sanidad apuntaba simplemente al don supremo, el perdón. Pues “para que sepan”, dijo primero, “que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (dijo al paralítico), “levántate.” Lo que hizo Jesús fue una obra de compasión. Fue una manifestación del poder de Dios. Pero sobre todas las cosas, era una señal de que el perdón de Dios estaba llegando a los hombres a través de Jesucristo.
¿Cuál es el milagro más grande que Dios puede realizar? ¿Sanar a los enfermos? No. El está haciendo continuamente eso. El milagro del pecado fue más costoso para Dios. Para ello Dios tuvo que venir a nosotros tomando forma humana. Para ello, el tuvo que sobrellevar todo el peso de nuestras culpas y rebelión. El tuvo que sufrir y fue abandonado por nosotros.
El tuvo que morir en una cruz por nuestros pecados. Tuvo que pagar un precio muy elevado para que Dios perdonara nuestros pecados.
De manera que, si el perdón es nuestra más grande necesidad y el milagro más grande que Dios puede realizar, no hay otra cosa en todo el mundo que nosotros deberíamos buscar con más ahínco que esa – el perdón de nuestros pecados y el de nuestro prójimo.
Piense en esos cuatro hombres de Capernaúm que buscaron la sanidad de su amigo.
Ellos estuvieron dispuestos a gastar tiempo y a pasar trabajos para traerlo delante de Jesús.
Marcos dice que, “cuando Jesús vio la fe de ellos, dijo al paralítico, “Hijo, tus pecados te son perdonados”. ¿No es eso maravilloso? La fe abre todavía el camino para que ocurran cosas maravillosas.
INVITACION:
Amigo, hoy día nosotros podemos poner nuestra fe en Jesús, el que murió en la cruz y resucitó de entre los muertos. El que vive sentado en alta majestad y cuyo nombre es sobre todo nombre. Confíe en él con todo su corazón, confiésele sus pecados y él le dará el perdón.