Re: EL VELO WHITE Y SU RELACIÒN CON EL SÀBADO
Siglo I
Que Jesús observo el sábado durante su vida terrenal, es algo que no se puede discutir. He aquí lo que dice Godet, a propósito de las curaciones realizadas en el séptimo día de la semana: “No estamos en absoluto de acuerdo en que, con esas curaciones, Jesús infringiera realmente la letra del mandamiento mosaico. Lo único que se saltó fue la barrera de estatutos arbitrarios, con la que los fariseos habían rodeado el cuarto mandamiento. Jesús fue desde el principio hasta el fin […] ‘siervo de la circuncisión’ (Rom. 15:8), es decir, un observador escrupuloso de la Ley. En cuanto a la información de Juan 5:17, no es contraria a la noción del reposo sabático; significa únicamente: ‘Mientras que el Padre trabaja en la obra de la salvación de la humanidad – y esa obra no sufre, evidentemente, interrupción alguna en ningún momento, y menos aun en el día sábado que en cualquier otro día – el Hijo del Hombre no se va a cruzar de brazos, y va a dejar al Padre que trabaje solo’. Esta declaración no contradice en nada el reposo del sabático bien entendido” (Commentaire sur l’evangile de jean, 4ª. ed. Neuchâtel, 1903, pp. 191, 192).
Es evidente que las iglesias apostólicas observaban el sábado. Allard, el erudito historiador de las persecuciones imperiales, lo afirma en lo que se concierne a la iglesia de Jerusalén, para el periodo que va hasta el principio de Adriano (117-138). Numerosos historiadores, católicos y protestantes, lo afirman de todo los judeocristianos (Histoire des persécutions, tomo I, 4ª. ed. p. 260).
“La iglesia primitiva de Jerusalén, y en general los judeocristianos, observaban escrupulosamente el sábado” (L. Thomas, Le jour du Seigneur, tomo II, págs. 108,109).
”Los discípulos de Palestina, celebraba escrupulosamente el sábado y las fiestas judías” (E. de Pressensé, Le siècle apostolique, 1889, tomo II, p. 257).
“La mayor parte de los fieles, siguiendo el ejemplo de sus hermanos de Israel, normalmente aceptaban observar el sábado” (C. Fouard, Saint Poul, ses missions, 4ª. Ed., p. 260).
“Los primeros cristianos, en la época cuando estaban aun casi todos agrupados en la capital judía, tomaban parte en el culto del templo, pero sin perjuicio de sus reuniones especiales, las nueva sinagoga que habían constituido desde el primer momento. Fuera de Jerusalén, la más alta expresión de su vida religiosa colectiva era, como para los judíos, la reunión semanal de la sinagoga. – estas reuniones tenían lugar en sábado […]” (L. Duchesne, Origines du culte chétien, 5ª. Ed., pp. 47,48).
Siglo II
En el umbral del segundo siglo, nos encontramos con una autor que ha sido frecuentemente invocado en favor de domingo. Se trata de Plinio el Joven, legado imperial (propretor) en Bitinia. Escribiendo al emperador Trajano, a finales del año 112, para pedirle instrucciones en cuento a la actitud que tomar respecto de los cristianos, muy numerosos en la región, Plinio dice que los cristianos se reunían en un día fijo, al amanecer, para cantar en honor de Cristo. La autenticidad de esta carta, atacada por varios críticos – recientemente por Guignebert –, ha sido defendida victoriosamente por Aubé, Allard, Renan, Boissier, Waltz, Réville, Harnack y otros. Como el texto no especifica el día de la semana en que se celebraban las reuniones, ciertos autores suponen que se refería al sábado. La opinión común, sin embargo, es que se trata del domingo. Se puede dudar entre las dos; aunque entre Goguel – ‘lo verosímil es el domingo’ – y Semeria – ‘probablemente el domingo’ –, yo me inclino por el primer día de la semana. Y baso mi opinión en la hora inusual – al amanecer –, en que los cristianos de Bitinia se reunían para cantar himnos sagrados en honor de Cristo. Sin duda se reunían a la misma hora en que el Maestro había salido de la tumba, con el fin de recordad su triunfo sobre la muerte. Nada indica que el primer día de la semana fuese para ellos un día de reposo, ni tampoco que hubiesen cesado de observar el reposo del día precedente. Tendríamos aquí la primera mención de domingo, no ciertamente como día de reposo, sino como un día festivo.
Esto es lo que yo escribía en la tercera edición de esta misma obra, cuando apareció en 1951, y que he repetido en mi ensayo Le tour du repos (1963, p. 47). He tenido que cambiar de opinión después de haber leído un articulo de Fourrier (‘La leerte de Pline a Trajan sur le Crist, X, 97’, Recherches de Tèheologie Ancienne et Médiévale, XXXI, 1964, pp. 161-174), del cual ofrecemos varios estractos: “Giering y muchos otros después de él, consideraron muy probable que ese status dies designase el sábado. Pero status dies, si no se añade ninguna otra precisión, es, en latín, un día fijado en un calendario anual. No hemos encontrado ningún ejemplo en que sea de otra manera. – si se hubiese tratado de un día que se repita con la frecuencia del sábado, Plinio hubiese empleado el plural status diebus –. ¿No seria el día de la pascua cristiana, es decir, el final de la noche después del sábado que seguía a la pascua judía, cuando se administraba el bautismo? Y precisamente tenemos ante lucem” (pp. 169,170). El autor citado por Fourrier, es Giering (Plinus Junior, epistolarum libri decem, notas, Leipzig, 1800). Si es necesario abandonar la tesis de Giering, que había sido sostenida por Böhmer (Diss. I. De die christianorum en XII Dissert juris ecclesiastici antiqui, 2ª. Ed., Halle, 1729, pp. 5-35), también es necesario renunciar a la de Bersier: “Es evidentemente del domingo que se trata en la famosa carta de Plinio a Trajano relativa a los cristianos” (Enciclopedia des sciences religieuses, Paris, 1878, art. “Culte”, tomo III, p. 516). Por eso en un articulo de la Revue Advertiste (“A propos d’un pasaje de Pline le Jeune”, enero de 1967, p. 7), yo concluía: “Ni primer ni séptimo día de la semana, sino fiesta anual de la pascua”.
Una epístola atribuida erróneamente a Bernabé, y de la cual ignoramos su verdadero autor, presenta una teoría bastante curiosa sobre la cuestión del día de reposo. Esta epístola debió de escribirse hacia el año 120. Es, al menos, la opinión de los expertos que publicaron el texto y la traducción francesa en la colección Hermmer-Lajay. Presenta un sabor fuertemente antijudaico, y las opiniones que contiene no comprometen ciertamente la responsabilidad de la iglesia cristiana de la primera mitad del siglo II. No hacen más que reflejar el estado espiritual de ciertos grupos de aquella época. Thomas (op. cit., p.147) resume muy bien la teoría del pseudo-Bernabe. He aquí sus propios términos:
“En resumen, la teoría de la llamada Epístola de Bernabé sobre el sábado y el domingo, puede formularse así:
“1º. Dios instituyó el sábado desde el principio del mundo.
“2º. A la semana de días así constituida corresponde en la historia del mundo una semana milenaria de años, que debe tener también su sábado.
“3º. Antes de la llegada del milenio sabático, el hombre pecador no puede celebrar dignamente el sábado, ni incluso simplemente celebrarlo, sea judío o cristiano.
“4º. El domingo u octavo día corresponde al octavo día milenio, que seguirá al milenio sabático, y será el del cumplimiento de Dios.
“5º. El cristiano puede celebrar el domingo, que no exige para su celebración la misma santidad que el sábado, y que debe ser un día de gozo que anuncia el octavo milenio.
“6º. El cristiano, cuando se llegue a ese milenio, estará en disposición de celebrar el sábado semanal”.
El pseudo-Bernabe debió de tomar esta extraña teoría del Libro de los secretos de Enoc, pseudoepígrafo judío conservado en esclavo, cuya traducción inglesa fue realizada por Charles (The Apocrypfa and Pseudoepigrapha, tomo II, pp. 425-469, cf. The Book of the secrets of Enoch, Oxford, 1896). Este libro formaba parte de una colección que según Vieu, “no es la obra ni de una época, ni de un solo autor; su composición va desde los annos 170 a.C. hasta aproximadamente al 64 a.C.” (Etude sur le livre d’Henoch, tesis de Lausana, 1910, p. 127). Tengamos presente que ese libro fue “uno de los primeros que afirma la inmortalidad del alma de una manera positiva” (J. G. Meter, Le livre d’Henoch, Ses idees messianiques et son eschatologie, tesis de Ginebra, 1890, p. 64). Se lee en este escrito (32:4; 33:1,2): “Yo he bendecido el séptimo día, que es el sábado, cuando el reposo de todas sus obras. Y yo he designado también el octavo día, a fin de que el octavo día sea el primero creado después de mi obra”.
“El tema el octavo día como símbolo de la vida eterna es el resultado de una especulación de la apocalíptica judeocristiana, sobre el hecho litúrgico del domingo” (J. Danielou,en le dimanche, Paris, 1965, págs., 88, 89).
Sobre Bernabé, Shea observa (Pág. 153) que la epístola de Bernabé contiene la declaración antijudia mas fuerte que se pueda encontrar en los padres apostólicos (The Sabbath in the Epistle of Barnabas”, Andrews University Seminary Studies, IV, 2, julio de 1966, págs. 149-175).
Mientras se afirma una tendencia judaizante en el segundo logion de Oxirrinco (citado por M.Goguel, Introduction au Nouveau Testament, 1966, tomo 2, pág. 110), donde Jesús dice: “Si no celebráis el sábado, no veréis al Padre”; nacía una tendencia opuesta en una interpolación del capítulo 6 del Evangelio de Lucas, donde Jesús (Códice de Cambrige, citado por E. Besson, Les logia agrapha, 1923, Pág. 68) dice a un hombre al que ve trabajar un dia de sábado: “Hombre, si sabes lo que haces, eres feliz; si no lo sabes, eres maldito y transgresor de la ley.”
En una carta anónima dirigida a un tal Diognetes, encontramos una marcada tendencia antijudaica. Esta epístola debe de haber sido redactada a comienzos del siglo II, según Schaff; hacia mediados del mismo siglo, según Edmond de Pressense; y hacia finales, si no es a principios del siglo siguiente, según Zeller, Mourret y Puech. Según una hipótesis de Andriessen (“L’apologie de Quadratus conservee sous le tire d’Epitre a Diognete”, Recherches de Theologie Ancienne et Moderne, 1946, págs. 5-39, 125-149, 237-260), puede que se trate de una apología remitida al emperador Adriano hacia 125-126, por un cristiano griego, Cuadrato.
La carta de Diognetes contiene una apología del cristianismo bastante acertada. Desgraciadamente, el autor había sufrido una fuerte influencia platónica. Es el primer autor cristiano que emplea la expresión “alma inmortal”, y que enseña que el cuerpo es la prisión del alma. Comienza haciendo la critica del helenismo y después se lanza a una discusión contra el judaísmo, que Puech (Les apologistes grecs, pág. 254) juzga “bastante superficial”. Esta polémica ha inspirado las siguientes reflexiones a Jean Riviere (Saint Justin et les apologistes du II. Siecle, pág. 254): “Esas declaraciones visiblemente exageradas, y mas elocuentes, en suma, que profundas continúan la tradición inaugurada por la epístola del pseudo-Bernabe, y quedan muy lejos de la elevada teología de San Pablo. Prueban, al menos, cuan viva fue, en ciertos círculos cristianos, la oposición al Judaísmo. La religión cristiana, victoriosa, se tomaba con dureza la revancha contra la rival que en principio había querido ahogar absorbiéndola.”
He aquí un pasaje característico de la pistola en cuestión: “Por lo que se refiere a su temor en cuanto a los alimentos, a la superstición del habado, a la circuncisión de la cual se enorgullecen, a los ayunos y a los novilunios que ellos afectan observar, son cosas ridículas e insignificantes”(cap. 4 citado por Riviere, Ibíd., pág. 253).
Ignacio de Antioquia, que sufrió martirio alrededor del 110, escribió algunas cartas, cuya autenticidad, por largo tiempo y vivamente disputada, termino por imponerse a los expertos. En una de ellas, la que dirige a los magnesios, capítulo 9, Ignacio, exhorta a sus lectores a no sabatizar, sino a vivir según el señorial, “de lo que se infiere comúnmente, con menosprecio de una sana tradición, que el gran obispo opone aquí el domingo al sábado, como si domingo fuese una institución tan representativa del cristianismo como el sábado lo es del judaísmo. Verdaderamente, el sentido exacto de este pasaje solo puede ser restablecido lógicamente, si se sobrentiende la palabra Didajé (doctrina)” (J.B. Thibaut, La liturgia romaine, 1924, Pág. 34).
Mejor aun: se puede sobrentender la palabra “vida”. Es lo que han hecho Powell (art. “Lord’s Day” en J. Kitto, Cyclopedia of Bible Literatura, Nueva Cork, tomo 2 pág. 270), Doomville (The Sabbath, Londres, 1849, págs. 249, 250), Hessey (Sunday, 3. ed., Londres , 186, Nueva York, 1880, pág. 41), Jensen (An Investigation of the Influence of Anti-Judaism Affecting the Rise of Sunday in the Christian Tradition, tesis no publicada, Washington D.C., 1948, pág. 59).
“Para evitar un absurdo, la palabra “sabatizar”, tiene que significar: no cesar de observar el sábado, sino, mas bien no guarden el sábado de una cierta manera – judaizar” (R. B. Lewis, The Protestant Dilemma, Mountain View [California], 1961 págs. 41-49; “Ignatius and the Lord’s Day” Andrews University Seminary Studies, enero de 1968, VI, pág. 50). Efectivamente Ignacio recuerda el ejemplo de los profetas antiguos, que, como Jesús, no condenaban la observancia del sábado, sino el abuso del ritualismo.
Una recensión que parece haber sido interpolada en el siglo IV presenta una idea diferente:
“No debemos observar el sábado judaicamente, gozándonos en estar ociosos. […] Sino que cada uno de vosotros observe el sábado espiritualmente, gozándose en la meditación de la ley, no del reposo corporal. […] y después de haber observado el sábado, que todo amigo de Cristo observe el domingo, el día de la resurrección, el día real superior a todos los demás días [...].”
Ese texto esta de acuerdo con otros documentos, que confirman que en los siglos IV y V, la celebración del domingo se yuxtaponía a la del sábado.
Una expresión bastante parecida a la de Ignacio, se encuentra igualmente en un antiguo documento conocido con el nombre de Didajé o Enseñanza de los doce apóstoles. La fecha exacta en la cual este escrito fue redactado es difícil de determinar con certeza. Sabatier, que fue el primero en publicar su traducción, acompañada del texto griego (1885), Lo hacia remontar hasta la mitad del siglo primero. Esta hipótesis no se puede sostener. Numerosos autores (E. de Pressense, Bruston, Menegoz, Godet, Zahn, Farrar, Funk, Batiffol, etc.) lo colocan hacia el final del siglo periodo 120-165.
El capítulo 14 de esta obra comienza así: “Según el señorial del Señor, cuando estéis reunidos, partid el pan y dad las gracias […].” El adjetivo “señorial” se encuentra tan solo dos veces en el Nuevo Testamento; una en 1 Corintios 11:20, acompañado del sustantivo “comida”; y otra en Apocalipsis 1:10, acompañado del sustantivo “día”. Harnack y Goguel, creen que aquí hay que sobrentender la palabra “día”. En efecto, en las llamadas Constituciones apostólicas, redactadas hacia el siglo IV, en el capítulo 30, encontramos un comentario del pasaje citado de la Didajé, expuesto en estos términos: “El día de la resurrección del Señor, es decir, el señorial, reuníos […]. “ Si el autor de este comentario comprendió bien el pasaje de la Didajé, habría que adoptar la traducción propuesta por los eruditos editores de la colección Hemmer-Lejay (Les Peres Apostoliques, 1907, tomo I, pág. 25): “Reuníos en el día dominical del Señor, partid el pan y dad gracias.” Esta no es la opinión del abate Thibaut: “A pesar de la afirmación constante de todos los comentaristas, la palabra “domingo”, no se encuentra mencionada en la forma generalmente indicada. Se traduce de ordinario, la frase inicial por “reuníos el dia señorial del Señor”, es decir, el domingo. La palabra Kyriake (señorial) esta tomada sustantivamente, lo que da lugar a un pleonasmo incompatible con el estilo regular y completamente puro del autor de la Didajé. Si se hubiera tratado, quizá, de una cuestión de tiempo, el genio de la lengua griega exigiría simplemente el empleo del dativo. La preposición Kata (según), marca aquí una relación de conformidad (cf. Tito 1:9). En consecuencia, la palabra sobrentendida, a la cual se aplica el calificativo señorial, no puede ser día, sino otro término que puede ser fácilmente suplido: a saber la palabra “doctrina” que incluso da titulo a la obra. […] La frase inicial del capítulo XIV debe pues traducirse literalmente: “Siguiendo la soberana doctrina del Señor, partir el pan y dad gracias, después de haber primero confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro. “Traducción que viene expresamente a justificar esta conclusión: “Pues tal es la palabra del Señor” “(La liturgie romaine, Pág.33).
Jensen (op. Cit., pág. 54) traduce: “según el mandamiento”.
Si se quisiera a toda costa sobrentender la palabra “día”, aun haría falta probar que se trata del primer día de la semana. Turmel (bajo el seudónimo de L. Coulange) traduce: “Cada vez que el día del Señor llega” (La messe, Paris, 1927, Pág.36), y comenta: “El día del Señor, es decir el día del sábado” (pág. 37). Se sabe que en los apócrifos Hechos de Juan, capítulo 6, cuya composición se sitúa, según Amann, a principios de la segunda mitad del siglo II, el séptimo día de la semana es llamado señorial (vease C. Tischendorf, Acta Apost. Apocr., 1851, Pág. 268; M. Bonnet, Acta Apost. Apocr., 1898, tomo 2, pág. 154).
“Durante el periodo postapostólico la expresión “el día” parece que se reservaba para el día del aniversario de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, arras y garantía de la nuestra al fin del tiempo. […] No es sino como consecuencia de ello, que a esta expresión consagrada debió de aplicarse, por simple analogía, a todos los primeros días de la semana, sustitutos en el culto nuevo de los sábados judaicos” (Thibaut, op. Cit., pág. 35).
“El escrito mas antiguo donde se encuentra de manera explicita la identificación del día señorial con el primer día de la semana, es el Evangelio de Pedro (hacia el 150)” (H. Dumaine, Dictionnaire d’archeologie et de liturgia, tomo 4, col. 862).
Lods, que da el texto griego (L’Evangile et I’Apocalypse de Pierre, 1893, Pág. 21, 22) y la traducción francesa (págs. 39, 41) de los dos pasajes donde el domingo de la resurrección es llamado el “señorial” (Evangile de Pierre, págs. 35, 50) dice que es “la carencia de sentido histórico y literario la que traslada al tiempo de Jesús, expresiones como la palabra “domingo” (pág. 75).
Vaganay da también el texto griego y la traducción francesa (L’Evangile de Pierre, 1930, págs. 292, 293, 319). Hace esta pertinente observación: “Para designar el domingo, el autor reemplaza la formula judía: “el primero de los sabats [descansos]” por el “señorial”. Este autor vive en un medio en el cual ese termino determina ya de una forma oficial el día especialmente consagrado a las reuniones cristianas (Pág.319).y en otro lugar: Nuestro autor no se dio cuenta que eso era suficiente para revelar el carácter apócrifo de su obra, tanto mas cuanto el lo emplea de una manera corriente y como un termino técnico (sin “día”). Se encuentra desde luego, este anacronismo en los Acta Pilati (Hechos de Pilato) B, XII, 1, pág. 315 (pág. 292).
Los hechos de pilato conocidos también con el nombre de Evangelio de Nicodemo, se remontan al principio del siglo V (A. Maury, Nouvelles recherches sur I’epitre a laquelle a ete compose I’ouvrage connu sous le titre d’Evangile de Nicodeme, Paris, 1850. pág. 43, indica la fecha: hacia 405-420). Amann, escribe: “Todas las recensiones conocidas derivan de un texto original que, si se puede uno fiar del prologo, se fecha a si mismo en el 425 (o en el 440). Pero ese texto no seria mas que una revisión. (…) Se ha conjeturado, por tanto, no sin verosimilitud, que nuestros Hechos de Pilato, en su primera redacción, fueron compuestos hacia la mitad del siglo IV” (Dictionnaire de la Bible, supl., 1, col. 487). Se puede encontrar, el pasaje donde la palabra “señorial” designa el domingo de la resurrección, recogido por Tischendorf (Evangelia Apocripha, 1853, Pág.293, 2. ed., 1876, pág. 315). Thilo ofrece otra recensión, que emplea la expresión “primer dia de la semana”, como nuestros evangelios canónicos (Codex Apocryphorum N.T., 1832, tomo 1, pág. 600; cf. Tischendorf, Acta pilati A, XII, 1, 2, ed., pág. 251). En la nota (pág. 601) presenta la variante: Kyriakes (señorial). No he encontrado el pasaje correspondiente en la petrología orientalis (IX, 2, 1913), que contiene el texto copto y la traducción francesa.
Se encuentra aun la identificación del señorial con el primer día de la semana en los Hechos de Pedro, fragmento copto: “El primer día de la semana, es decir, el señorial” (L. Vouax, Paris, 1992, pág. 221; cf. págs. 394, 395, 398, 399).
Para el Evangelio de Pedro, se puede consultar, ademas de las obras citadas mas arriba, a Lods (Evangelia sec. Petrum et Petri Apoc., 1892,Pág.47,49) y Bouriant (Memoires publies par les membres de la misión archeologique francaise au Caire, Paris, 1892, IX, 1, págs. 140,141).
La Didaje, tan frecuentemente invocada a favor del domingo, podriaser citada con mas motivo a favor del sábado. Se recuerda la afirmación de Jesús en relacion con el ayuno de los hipócritas (Mat. 6:16) y se añade (VIII, 1): “Ellos ayunan, en efecto, el lunes y el jueves (en griego: el segundo y el quinto día); en cambio vosotros ayunad el miércoles (en griego: el cuarto día) y el viernes (en griego: paraskeue, preparación)”, lo que hace decir a Gorce: “El sábado parece festejarse aun, puesto que se lo prepara el viernes. – Aun se prepara, según parece, el sábado, por lo tanto nada indica que el sábado hubiese sido abandonado como DIA de oración” (Les bases du christianisme, 1953, págs. 319, 322).
Justino Mártir en su primera Apología, compuesta hacia el año 150, ofrece el primer testimonio claro, positivo, indiscutible, y de fecha cierta, a favor de la celebración del domingo:
“El día que se llama día del sol – dice el capítulo 67 – todos en las ciudades y en el campo se reúnen en un mismo lugar. […] Nos reunimos todos los días del sol, porque es el primer día, cuando Dios, sacando la luz de las tinieblas, creo el mundo, y que, ese mismo día, nuestro Señor Jesucristo resucito de los muertos” (trad. Francesa de L. Pautigny, en la colec. Hemner—Lejaz).
El mismo autor en numerosos pasajes de su celebre Dialogo con el judío Trifon, redactado entre los años 155 y 167, se muestra opuesto a la observancia del sábado. Declara, sin embargo (cap. 47), que es necesario aceptar a los cristianos que guardan el séptimo día, a la vista de que no pretenden imponer sus costumbres a los demás fieles.
En un fragmento de los comentarios sobre los Evangelios de Teofilo de Antioquia (hacia el 180), conservado en latín por Jerónimo en su Carta a Algasia (quaest. 6, Migne, PG, VI, col. 1605), se encuentra lo que sigue:
Dios “llama al pueble judío […] y lo constriñe… a creer en la resurrección del Señor, […] a fin de que el pueblo pasase del sábado de la ley al primer día de la semana.”
Para acabar con este repaso al siglo II, hay que decir algo sobre la controversia pascual. Hacia la mitad del siglo II, las iglesias de oriente celebraban la fiesta de la pascua al mismo tiempo que los julios celebraban la pascua bíblica. Esta fiesta podía caer indistintamente en cualquier día de la semana. La iglesia de Roma, celebraba la fiesta invariablemente en domingo. En el año 154, el obispo de Esmirna, Policarpo, fue a Roma para intentar una negociación con el obispo de esta ciudad, Aniceto. No pudieron llegar a un acuerdo, pero los dos prelados quedaron en buenas relaciones. Mas tarde, Víctor, obispo de Roma (189—199), quiso actuar como papa. Publicó (194) un edicto en el que amenazaba de excomunión a las iglesias que no se sometiesen a la costumbre romana. Ireneo, obispo de Lyon, le escribió, según afirma Eusebio (Historia eclesiástica, lib. IV, cap. 24), aprobando la costumbre romana, pero aconsejando más moderación.
“Hay que llamar la atención sobre esa fecha, que es la fecha del nacimiento del papado” (A. Sabatier, en Les religions d’autorite et la religión de I’esprit, 1904, Pág. 193). No debemos de estar muy lejos de la verdad si tomamos también esa fecha como la del nacimiento de la institución dominical.
En su gran obra contra las herejías, Ireneo mantiene la perpetuidad del Decálogo y niega que Jesús hubiese violado el sábado (lib. IV, caps.8-13). “Sin atentar contra la ley, Cristo liberaba de los lazos del demonio y curaba a aquellos que tenían la fe de Abraham en el mismo día de sábado” (IV, 8; trad. Francesa de Genoude, Les Peres de L’eglise, tomo 3, pág. 353). “Por boca del propio Señor nos enteramos de que, lejos de haber venido para abolir la ley natural, que fue insertada en el decálogo, y que la observaban desde el principio del mundo quienes buscaban agradar a Dios, el vino, al contrario para perfeccionarla y para cumplirla” (IV, 13; pág. 369). Diríase, después de lo que precede, que Ireneo admitía la perennidad del sábado. Pero no es así: asimila el sábado a la circuncisión y concluye: “Así que esas ceremonias fueron ordenadas por Dios, únicamente para servir de penal.
El sábado que era la figura del reposo de Dios después de la creación, significaba el reposo eterno, del que entraran en posesiona aquellos que perseveren en la fe” (IV, 16; págs. 379, 380).
En su Exposición de la predicación apostólica (compuesta entre los años 185 y 203), Ireneo dirá: “La ley […] no tiene que mandar que descanse un día fijo a aquel que guarda cada día el sábado” (cap. 96; vease Recherches de Science Religieuse, 1916, págs. 426,427).
“La mas antigua aplicación de la palabra domingo al día inicial de la semana siguiendo el uso eclesiástico, se encuentra en un fragmento de San Ireneo, recogido en las Preguntas y respuestas a los ortodoxos del pseudos – Justino: “Nos ponemos de rodillas durante seis días de la semana en señal de nuestras caídas en el pecado; pero el domingo nos mantenemos de pie, para mostrar que cristo nos levanto y que, por su gracia, nos liberto del pecado y de la muerto” (Migne, PG, VII, col.1234). En aquel tiempo, Dionisio de Corinto, habla de reuniones de culto del domingo (Eusebio, Historia eclesiástica, lib. IV, cap. 23), y Meliton de Sardis (muerto hacia el 165) compuso un tratado sobre el domingo, que desgraciadamente se perdió (ibid., IV, 26). De todas formas, no fue, pues, hasta mediados del siglo II, cuando aparentemente el primer día de la semana fue designado por analogía con el de la resurrección de Jesús, con la expresión profética de “día del Señor”, es decir siguiendo la bella expresión de Anastasio, como “el santo y muy bienaventurado día onomástico de cristo” (Carta vestal, VII, Migne, PG, XXVI, col. 1396) (Thibaut, op. cit., pág. 36).