Querida hermana sevillana: Por el momento he
de contestarte con algo muy simple que quizá
nunca hayas escuchado (¡de puro simple que
es!), y para lo que no se requiere saber
nada de griego sino apenas el castellano de
quienes en su época también estuvieron por
Sevilla: Casiodoro de Reina y Cipriano de
Valera.
El asunto del velo y no velo corre parejo
con el cabello largo y corto. Según 1Cor.11
la enseñanza es doble, y no en una sola
dirección como comúnmente se da. Es
privilegio de los hermanos varones que demos
testimonio público en las asambleas de los
santos del buen orden de Dios (aún en
presencia de los ángeles), no cubriendo
nuestras cabezas (con el pelo corto los que
aún lo tienen), cuando oramos o profetizamos.
De igual modo las hermanas, poniendo el velo
artificial de tela por sobre el natural de
su cabello largo. Ahora bien, reteniendo las
instrucciones del Señor como Cabeza de su
Iglesia (no las de Pablo, pues él escribió
inspirado del Espíritu Santo:1Cor.11:2),
tras 42 años que llevo de estar congregado
al Nombre del Señor Jesús, nunca me he
levantado a orar, ni a predicar ni a leer
siquiera una porción de la Palabra, de gorro
o sombrero puesto. Pues bien, si mucho me
complace mostrar tal público acatamiento a
la Palabra de Dios, ¿por que he de manotear
la mantilla de sobre la cabeza de mi esposa
e hija sentadas a mi lado en la reunión?
¿Tan machista puedo ser que al tiempo que
por nada del mundo me atrevería a ministrar
la Palabra y orar en público de sombrero
puesto, enseño de diferente manera a las
hermanas como si su caso fuese optativo y
así las privo de que ellas den el testimonio
al que yo no renuncio?
Creo que el error ha consistido en aplicar
esta doctrina hacia un solo lado imponiéndolo
bajo presión, en lugar de presentarlo como un
privilegio que todos tenemos de manifestar
el correcto orden de: Dios, Cristo, el varón,
la mujer; "por causa de los ángeles" (v.10).
Si alguien se enteró de que ya no hay
ángeles, entonces desapareció la causa y es
libre para hacer como mejor le parezca.Como
a mí aún no me llegó tal noticia, no dejaré
de cortar mis cabellos y mantener descubierta
mi cabeza. Tampoco disuadiré a mi esposa e
hija, y a ninguna hermana, en cuanto a que
sigan disfrutando de este privilegio que
comparten ellas también dejando crecer su
cabello, y cubriendo su cabeza como Dios
manda.
Los usos del mundo nada tienen que ver con
el orden escritural en las iglesias de Dios.
Pero si alguno quiere ser contencioso sobre
el particular, puede inferir del v.16 dos
enseñanzas a cual más verdadera: 1 - no
tenemos la costumbre de contender contra lo
que Dios claramente ha revelado; 2 - no
tenemos tal costumbre de hacer las cosas al
revés de lo que nos ha mandado; o
parcialmente, manteniéndonos los hombres en
obediencia y fomentando la desobediencia de
las hermanas.
Confío conque esta reflexión de un hermano
tan lejano (geográficamente) pueda serte de
alguna ayuda.
Ricardo.