El triste final de Isaac Newton

LPZ64

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30 Agosto 2005
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Estimado este escrito que les propongo es el fruto de años de investigación en donde se han redescubiertos textos inéditos de Newton acerca de su proyecto de trabajo y sus objetivos teológicos.
El tema central es que Isaac Newton (quizás el científico mas grande toda la historia) ya había detectado que para la explicación correcta de su sistema del Cosmos debía acudir a una idea de éter cartesiano y netamente material (con el riesgo de ser etiquetado de ateo). A cambio de eso, y para no ir en contra de sus creencias religiosas, acude a un concepto de éter divino que hacia las veces de mediador entre Dios y el mundo. El problema es que este ultimo tipo de éter tenia graves problemas (especialmente experimentales) con su sistema.
Por eso es que hacia el final de sus días dicen que Newton termino amargado y apesadumbrado porque se dio cuenta que el único éter que daba cuenta de su excepcional sistema era uno de tipo eminentemente mecánico y material. Muere con el problema sin resolver.

Esto viene a colación de uno de los miles escapes por parte del señor Nobleagle a los debates serios.
Espero que te sirva de lección Nobleagle y que te enseñe a no hablar de temas que no sabes ni querer abrir puertas que no conoces a donde te pueden llevar... como en este caso...

A los demás forista les recomiendo este trabajo serio de investigación. Es quizás un poquito extenso pero entiendo que no tiene desperdicios. Y no se olviden que como decía Newton "Si he visto más lejos que los otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes"




Arrianismo y éter en el último Newton:
triste, solitario y final


Guillermo Boido
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
Universidad de Buenos Aires
2008


1. Introducción

Las llamadas controversias cristológicas, en los primeros siglos de la Era Cristiana, versaban acerca del problema de la relación entre Dios y el Hijo. La necesidad de establecer con precisión la ortodoxia del nuevo credo radicaba en la presencia de sectores ju¬díos que negaban la divinidad de Cristo o bien, a la inversa, de autores gnósticos de los siglos II y III que negaban su naturaleza humana . En un principio, Cristo era considerado aquel profeta anunciado en el Deuteronomio, mero hombre mortal, como Jeremías o Daniel, escogido por Dios para realizar sus designios . Esta tesis fue denominada adopcionismo. Mas luego, en oposición a ella, se desarrolló gradualmente una nueva creencia, el encarnacionismo; sus adherentes sostenían que Cristo, literalmente, había sido Hijo de Dios, consustancial con él. Todo lo cual dio lugar a reflexiones sistemáticas sobre las relaciones del Hijo de Dios con el Padre, a fin de proteger a la vez el monoteísmo y la existencia de un Padre y de un Hijo. El Imperio Romano de Occidente se convirtió en baluarte del encarnacionismo, pero las iglesias orientales adoptaron creencias orientadas hacia el adopcionismo. Arrio, sacerdote de Alejandría, sostuvo enérgicamente en 319 esta última concepción, con lo cual negaba el dogma de la Trinidad: Cristo habría sido una criatura humana y no parte del Creador. Esta convicción llevó a Arrio a sostener que Cristo “no es eterno, coeterno con el Padre, increado como éste, porque del Padre ha recibido la vida y el ser”.

Ante la gravedad del conflicto doctrinal y con el propósito de poner fin a las controversias, el emperador Constantino convocó a un Concilio que se llevó a cabo en 325 en Nicea (hoy Izmik, ciudad perteneciente a Turquía) y que reunió a 318 obispos. Los oráculos cristianos romanos se inspiraban por entonces en sus antecesores judaicos (que pretendían convertir a los paganos a su religión) y presentaban a Constantino como un “rey mesiánico”, deificación que en el mundo grecorromano había comenzado con Alejandro Magno (Cohn, 1997, p. 29). Ello incidió, probablemente, en las resoluciones finales del Concilio. La controversia estuvo centrada en tres posiciones acerca de la esencia del Hijo con respecto al Padre, asociadas con las palabras homoousion, de la misma esencia; heteroousion, de distinta esencia; y homoiousion, de similar esencia. Aunque cada sector en pugna trató de obtener el apoyo de Constantino, una gran mayoría de obispos adhirieron a la primera posición y condenaron la segunda, sostenida por los arrianos, a la vez que declaraban a las creencias de Arrio “errores” y “herejías”. De inmediato, el Concilio declaró lapidariamente: "Creemos en un solo Dios Padre omnipotente [...] y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre". De este modo, se rechazó la tesis arriana de que Cristo es un ser subordinado al Padre y se ratificó la plena divinidad del Hijo.

En la resolución de estas controversias fue fundamental el papel desempeñado por san Atanasio, teólogo cristiano y doctor de la Iglesia, secretario del obispo de Alejandría (luego habría de ser obispo), quien protegió la ortodoxia trinitaria ante la amenaza del arrianismo. Logró la condena de los escritos de Arrio e incluso la excomunión y el destierro de éste. En el Primer Concilio de Constantinopla (381) se admitió el carácter divino no sólo del Padre y del Hijo sino también del Espíritu Santo con esta declaración: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre. Junto con el Padre y el Hijo recibe adoración y gloria". A partir de allí quedó establecida la fórmula “Dios es uno y trino”, que preservaba la unicidad de Dios y a la vez la autonomía como “personas” del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El dogma de la Trinidad había quedado definitivamente instaurado y ahora formaba parte esencial de la profesión de fe cristiana (Filoramo, 2000, p. 163).

Pese a ello, la polémica entre encarnacionistas y arrianos habría de perdurar durante todo el siglo IV. De hecho, hubo emperadores arrianos como Constancio, hijo de Constantino, quien se opuso a san Atanasio. La tesis de Arrio fue adoptada luego por algunos pueblos germánicos, evangelizadas por predicadores arrianos, pero gradualmente comenzó a desaparecer. El último rey germano en abandonar el arrianismo fue Leovigildo, rey de los visigodos, a fines del siglo VI. Sin embargo, la doctrina reapareció en su forma original en pleno siglo XVII, en la figura señera de Isaac Newton, quien adoptó las creencias arrianas hacia 1673 luego de un intenso estudio de fuentes teológicas, particularmente de la patrística, iniciado poco antes. Newton, quien acababa de ser admitido como miembro de la Royal Society, era por entonces profesor en Cambridge: el profesor del Trinity College negaba la Trinidad.
En un trabajo anterior (Boido, 2002) hemos señalado la insistencia de Newton en la necesidad de restaurar una antigua sabiduría que prácticamente no reconoce límites entre lo natural y lo moral. Como lo ha destacado James Force, la concepción newtoniana del absoluto dominio de Dios sobre la naturaleza incide profundamente no sólo sobre su filosofía natural sino también sobre sus doctrinas teológicas, morales y políticas, y no podremos comprender a Newton en sus propios términos si no analizamos la vinculación, en su pensamiento, entre su concepción metafísica de Dios y todo aquello que a su juicio es necesario conocer acerca de las cosas humanas y acerca de lo que éstas nos dicen sobre la Creación (Force, 1999, p. 256). Los notables logros científicos que podemos encontrar en los Principia y en la Óptica llevaron finalmente a ignorar el notable proyecto filosófico-teológico que su autor había concebido para perfilar coherentemente una visión del mundo a la vez material y espiritual. Pero si en este diseño no hay separación ostensible entre filosofía natural y teología, se justifica sobradamente la presencia de tesis religiosas en la ciencia de Newton. Las hay, y son numerosas (algunas de ellas extensamente analizadas por historiadores, filósofos y teólogos), pero en este trabajo nos centraremos en una de ellas: la que involucra el papel desempeñado por el arrianismo en la concepción del éter que Newton concibió en sus últimas décadas de vida.

2. Newton y el arrianismo
Si bien no se conocen manuscritos teológicos anteriores a 1672, existen evidencias del temprano interés de Newton por la teología. Ya en los apuntes de un cuaderno juvenil, destinados a servir de orientación para su estudio de la Biblia, hallamos muchas referencias a la Trinidad, en particular a la relación de Cristo con el Padre. Cita, por caso: “Porque hay un solo Dios, y asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (I Tim. 2, 5). Las menciones de Newton a san Atanasio, al arrianismo y a la historia de la Iglesia en el siglo IV lo llevan a Richard Westfall a sugerir que “casi el primer fruto del estudio teológico de Newton fue dudar sobre el estado de Cristo y la doctrina de la Trinidad” (Westfall, 2000, p. 126). Newton comprobó que la fórmula trinitaria no se desprendía de la Biblia siria ni de los escritos de teólogos anteriores al siglo IV, y acabó por creer firmemente que en tiempos de Arrio la Escritura había sido víctima de una insólita corrupción. Minuciosamente, puso en evidencia que durante el Concilio de Nicea se había tergiversado la opinión de los antiguos padres, tales como Dionisio de Alejandría (siglo III), a quien san Atanasio adjudicaba tendenciosamente el empleo (trinitario) de la palabra homoousion, original de Plotino. En el siglo IV, el cristianismo primitivo había sido profanado. Poco después de haber redactado aquellos apuntes, Newton se volvió arriano.

Probablemente la adopción de esta tesis doctrinal, por sí sola, permitiría organizar en gran parte su interpretación de la historia, de las profecías y de su filosofía natural y moral. El trinitarismo era para Newton una intromisión espuria de la metafísica en la única religión auténticamente revelada, el cristianismo primitivo de Arrio. En su fuero íntimo, como lo testimonian sus manuscritos, atacó las instituciones eclesiásticas férreamente jerarquizadas y su ingerencia en materia social y política, y en particular la intolerancia religiosa que surge de aplicar a ultranza la prescripción de Lucas, 14, 23: Oblígalos a entrar [en la única Verdad]. Pero debía permanecer en silencio: sus creencias eran heterodoxas, heréticas, y de haberlas revelado hubiese sido condenado al ostracismo. El sucesor de Newton en Cambridge, William Whis¬ton, quien admitió públicamente su antitrinitarismo, tuvo que abandonar su cátedra de matemática y se volvió una suerte de paria que ofrecía sus predic¬ciones en los pubs. Adquirió cierta celebridad por interpretar aconteci¬mientos naturales insólitos, como terremotos y cometas, signos, a su juicio, de que en breve acontecerían los hechos anunciados en los libros proféticos de Daniel y el Apocalipsis. Newton, por su parte, sólo se atrevió a discutir sus convicciones arrianas con John Locke, tres años después de publicados los Principia (1687). A fines de 1690, le envió dos cartas que en conjunto conforman un breve tratado: Un informe histórico sobre dos importantes corrupciones de las Sagradas Escrituras, en Carta a un Amigo; le escribió una tercera sobre el mismo asunto, pero se ignora si Locke la recibió. Más adelante, hacia 1710, escribió los catorce capítulos de Of the Church, analizado detenidamente por Matt Goldish, escrito en el que su antitrinitarismo se expone de la manera más rotunda y elaborada (Goldish, 1999) .

Lo fundamental en la búsqueda teológica de Newton es la acción de la providencia de Dios en la historia, es decir, el plan que Dios ha establecido para el mundo, tal como se manifiesta en la tradición judía y en la primitiva Iglesia cristiana. Amar a Dios y amar a los hombres: ésta es la sencilla y verdadera religión que Dios reveló a Adán. Pero tal religión original fue corrompida numerosas veces por actitudes del judaísmo y luego, en el siglo IV, por la introducción en ella de ingredientes metafísicos, tales como el dogma de la Trinidad. Para Newton, era necesario restringir todo cuanto debemos creer a unas pocas y sencillas verdades morales, extraídas de la Escritura y registradas por los voceros de Dios; el resto debía ser considerado un discurso vacuo e irrelevante para la salvación. La doctrina trinitaria, obra de “blasfemos y fornicadores intelectuales”, como los llamaba Newton, se había convertido en dogma tanto para la Iglesia católica como para la anglicana, y conformaba una “falsa religión infernal” atestada de metafísica. Con palabras de Westfall, en el Cambridge de los años setenta del siglo XVII, “Newton se había comprometido reinterpretar la tradición central de toda la civilización europea” y no es difícil entender por qué se impacientaba por entonces con interrupciones derivadas de insignificancias tales como la mecánica, la óptica o la matemática (Westfall, 2000, p. 129).

3. Yendo de un éter a otro
Los historiadores de las últimas décadas han analizado las distintas concepciones del éter que Newton propuso a lo largo de su vida, han señalado sus ambiguas y/o contradictorias posiciones y también las razones por las cuales abandonó unas y propuso otras. La necesidad de introducir un medio etéreo para explicar las interacciones físicas, particularmente las gravitatorias, y a la vez exponer sus propiedades, se convirtió para él en una obsesión crucial. En una primera etapa, juvenil, Newton intentó desarrollar modelos materiales del éter de carácter cartesiano. En la segunda, de madurez, que incluye el período de redacción de los Prin¬cipia, rechaza públicamente toda clase de éter y a la vez sus anteriores especulaciones. Pero en una de las Cuestiones agregadas a la edición latina de la Óptica (1706), Newton expone sus nuevas convicciones y señala que Dios, presente en el espacio, mueve los cuerpos a su propia voluntad, una tesis ya desarrollada en privado veinte años antes. Ahora las fuerzas son consideradas como manifestaciones no mediadas de la presencia de Dios en el mundo, es decir, como resultado de la acción divina. De allí que a esta etapa la podemos llamar teológica no mediada. Sin embargo, en el "Escolio General" de la 2a edición de los Principia, pero en particular en las sorprendentes Cuestiones de la 2a edición inglesa de la Óptica (1717), Newton introduce nuevamente un medio etéreo, muy distinto del éter material cartesiano que había adoptado en su juventud.
El nuevo éter, de carácter divino, habría de ser según Newton el sostén de las fuerzas a distancia (y de las interacciones en general) pero a la vez un mediador entre Dios y la naturaleza. En la obra de herméticos renacentistas como Paracelso y van Helmont es habitual hallar referencias a mediadores entre el espíritu y la materia, y de hecho, como consecuencia del influjo de Isaac Barrow y Henry More sobre Newton, las encontramos en los escritos alquímicos de éste (Abrantes, 1998, p. 100). Esta tercera etapa, que podemos denominar teológica mediada, corresponde especialmente a las especulaciones de la segunda década del siglo XVIII, y es particularmente importante a los efectos de este trabajo pues es posible advertir notables similitudes entre el nuevo éter de Newton y sus convicciones arrianas.

4. El éter arriano

Cautamente, Newton afirma que no considera a la gravitación como una propiedad esencial de la materia, pero que ha agregado una cuestión referida a la posible causa de ella de modo tentativo, “porque aún no estoy satisfecho con ella por falta de experimentos”. La “causa” a la que remite Newton no es otra cosa que un éter mediador entre el mundo y un Dios que es claramente una divinidad arriana. Dios requiere de un hombre, Jesucristo, para redimir al género humano, y a la vez de un medio, el éter, para actuar sobre la naturaleza. Con palabras de Carlos Solís Santos, "de la misma manera que Cristo carga con los pecados de todos los hombres y nos redime a todos a costa de sí, el éter carga con la explicación mecánica de todas las interacciones redimiéndolas de ejercerse a distancia, pero pagando por ello el precio de su propia ininteligibilidad mecánica" (Solís Santos, 1987, p. 73). El difícil problema de aceptar esas acciones a distancia tan criticadas por los continentales, pensaba Newton, se mitigaría con su nueva concepción del éter.

Los modelos cartesianos del éter de la primera etapa del pensamiento de Newton habían sido inaceptables para él desde el punto de vista teológico pues eran conducentes al ateísmo. Por su parte, la negación del éter, en la segunda etapa, suponía atribuir a Dios la responsabilidad de realizar una tarea directa sobre la naturaleza, inaceptable para una deidad arriana, a la vez que exponía a Newton a la acusación de panteísmo. Escribe Newton: "El Dios supremo no hace por sí mismo nada que pueda hacer por otros". La solución característica de la tercera etapa era pues admitir la existencia de un éter intermediario entre la Divinidad y la materia, alternativa que procuraba a la vez satisfacer sus creencias religiosas y responder a los reparos suscitados por la teoría de la gravitación expuesta en los Principia. Esta solución de compromiso entre un Dios ausente de la naturaleza y un Dios que se identifica con ella lo convierten, desde un punto de vista teológico, en un trascendentalista moderado.

5. El fracaso final

Pero los experimentos cuya falta denunciaba Newton bien pronto se hicieron presentes. A los problemas matemáticos que generaba el nuevo éter se agregaron otros de carácter empírico y las discrepancias se volvieron insuperables. Trabajos realizados en la Royal Society por hábiles experimentadores como Francis Hauksbee y Jean Desaguliers, particularmente los referidos a nuevos fenómenos eléctricos y de capilaridad, conflictos entre el comportamiento esperado del éter y el movimiento de los planetas, dificultades para explicar ciertos fenómenos ópticos, ponían en jaque al gran proyecto del anciano Newton, impotente ante la diversidad y complejidad de las nuevas inte¬racciones puestas en evidencia por tales resultados. El nuevo éter era incapaz, significativamente, de explicar fenómenos magnéticos, eléctricos y de cohesión. Cuanto más conocimiento empírico sobre las diversas interacciones presentes en la naturaleza se acumulaba en la Royal Society, más difícil resultaba su comprensión en términos del nuevo medio etéreo. Por ello Newton menciona la gravedad, la elec¬tricidad y el magnetismo como tres especies diferentes de interacciones observables, junto con otras que quizás a su vez exijan diversos agentes "que corresponde descubrir a la filosofía experimental".

Para citar un solo ejemplo, mencionado por Solís Santos, algunos experimentos de Desaguliers requerían para su comprensión de un medio extraordinariamente sutil, que difícilmente podría mover por impactos a los cuer¬pos celestes (Solís Santos, 1987, p. 75). Finalmente, en sus últimos años de vida, según un testimonio de Martin Folkes, quien posteriormente habría de ser Presidente de la Royal Society, Newton reconoció su fracaso ante sus colegas de la Royal Society con estas muy citadas palabras: “Mis ojos se apagan, mi espíri¬tu está cansado de trabajar; a vosotros corresponde realizar los mayores esfuerzos para no dejar escapar un solo hilo que pueda guiaros”. Así, Newton acabó su brillante carrera sin haber logrado la comprensión final de la naturaleza incesantemente buscada. Colmado de honores, convertido en vida en el Supremo Pontífice de la física del siglo XVIII, el gran personaje público debió cargar sobre sus espaldas, en la intimidad de su inmenso genio, como Einstein, la frustración personal de no haber podido resolver un problema crucial que lo había perseguido desde su juventud.

6. Epílogo

Hace veinte años, cuando el autor de este trabajo se interesó fugazmente por la obra del último Newton, pensó que la decepción de éste al final de su vida bien podría ser descrita con palabras de Raymond Chandler: murió triste, solitario y final. Pocos años después leyó el notable trabajo de Carlos Solís Santos, La fuerza de Dios y el éter de Cristo, en donde se dice que, en esta etapa postrera, Newton estaba “triste y cansado” como Humphrey Bogart en El sueño eterno, película que se basa en una novela del propio Chandler. No parece ser una coincidencia. Tal vez el fracaso, el desaliento, la vejez, la certeza de que la vida es breve, de que hay misterios que son insondables para las posibilidades humanas, hayan signado el destino de un simple detective de ficción como Marlowe pero también el de Newton, uno de los mayores prodigios de la historia de la ciencia.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Abrantes, P. (1998), Imagens de natureza, imagens de ciência, Campinas: Papirus.

Boido, G. (2003), “Filosofía natural y filosofía moral en Newton: la verdad de los dos libros”, en L. Benitez, Z. Monroy y J. A. Robles (eds.), Filosofía natural y filosofía moral en la Modernidad, México: Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pp. 291-298.

Cohn, N. (1997), En pos del Milenio, Madrid: Alianza. [Original: 1957.]

Filoramo, G. (2000), “Las religiones de salvación: monoteísmo y dualismos”, en G. Filoramo, M. Massenzio, M. Raveri, y P. Scarpi, Historia de las religiones, Barcelona: Crítica. [Original: 1998.]

Force, J. E. (1999), “Newton, the ‘Ancients’ and the ‘Moderns’”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Newton and Religion. Context, Nature and Influence, Dordrech: Kluwer Academic Publishers, pp. 237-257.

Goldish, M. (1998), Judaism in the Theology of Sir Isaac Newton, Dordrech: Kluwer Academic Publishers.

Goldish, M. (1999), “Newton's Of the Church: Its Contents and Implications”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Op. cit., pp. 145-164.
Lindars, B. (1988), “The New Testament”, en J. Rogerson, C. Rowland y B. Lindars (eds.), The Study and Use of the Bible, Basingstore: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., pp. 229-397.

Pilloni, F. (2002), Teologia come sapienza della fede: Teologia e Filosofia nella crisi ariana del IV secolo, Bologna: EDB.

Solís Santos, C. (1987), “La fuerza de Dios y el éter de Cristo: la explicación de la interacción a través del espacio en la filosofía de la naturaleza de Newton”, Sylva Clius, 2, 51-80.

Westfall, R. S. (2000), Isaac Newton: una vida, Madrid: Cambridge University Press. [Original: 1993.]
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Estimado este escrito que les propongo es el fruto de años de investigación en donde se han redescubiertos textos inéditos de Newton acerca de su proyecto de trabajo y sus objetivos teológicos.
El tema central es que Isaac Newton (quizás el científico mas grande toda la historia) ya había detectado que para la explicación correcta de su sistema del Cosmos debía acudir a una idea de éter cartesiano y netamente material (con el riesgo de ser etiquetado de ateo). A cambio de eso, y para no ir en contra de sus creencias religiosas, acude a un concepto de éter divino que hacia las veces de mediador entre Dios y el mundo. El problema es que este ultimo tipo de éter tenia graves problemas (especialmente experimentales) con su sistema.
Por eso es que hacia el final de sus días dicen que Newton termino amargado y apesadumbrado porque se dio cuenta que el único éter que daba cuenta de su excepcional sistema era uno de tipo eminentemente mecánico y material. Muere con el problema sin resolver.

Esto viene a colación de uno de los miles escapes por parte del señor Nobleagle a los debates serios.
Espero que te sirva de lección Nobleagle y que te enseñe a no hablar de temas que no sabes ni querer abrir puertas que no conoces a donde te pueden llevar... como en este caso...

A los demás forista les recomiendo este trabajo serio de investigación. Es quizás un poquito extenso pero entiendo que no tiene desperdicios. Y no se olviden que como decía Newton "Si he visto más lejos que los otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes"




Arrianismo y éter en el último Newton:
triste, solitario y final


Guillermo Boido
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
Universidad de Buenos Aires
2008


1. Introducción

Las llamadas controversias cristológicas, en los primeros siglos de la Era Cristiana, versaban acerca del problema de la relación entre Dios y el Hijo. La necesidad de establecer con precisión la ortodoxia del nuevo credo radicaba en la presencia de sectores ju¬díos que negaban la divinidad de Cristo o bien, a la inversa, de autores gnósticos de los siglos II y III que negaban su naturaleza humana . En un principio, Cristo era considerado aquel profeta anunciado en el Deuteronomio, mero hombre mortal, como Jeremías o Daniel, escogido por Dios para realizar sus designios . Esta tesis fue denominada adopcionismo. Mas luego, en oposición a ella, se desarrolló gradualmente una nueva creencia, el encarnacionismo; sus adherentes sostenían que Cristo, literalmente, había sido Hijo de Dios, consustancial con él. Todo lo cual dio lugar a reflexiones sistemáticas sobre las relaciones del Hijo de Dios con el Padre, a fin de proteger a la vez el monoteísmo y la existencia de un Padre y de un Hijo. El Imperio Romano de Occidente se convirtió en baluarte del encarnacionismo, pero las iglesias orientales adoptaron creencias orientadas hacia el adopcionismo. Arrio, sacerdote de Alejandría, sostuvo enérgicamente en 319 esta última concepción, con lo cual negaba el dogma de la Trinidad: Cristo habría sido una criatura humana y no parte del Creador. Esta convicción llevó a Arrio a sostener que Cristo “no es eterno, coeterno con el Padre, increado como éste, porque del Padre ha recibido la vida y el ser”.

Ante la gravedad del conflicto doctrinal y con el propósito de poner fin a las controversias, el emperador Constantino convocó a un Concilio que se llevó a cabo en 325 en Nicea (hoy Izmik, ciudad perteneciente a Turquía) y que reunió a 318 obispos. Los oráculos cristianos romanos se inspiraban por entonces en sus antecesores judaicos (que pretendían convertir a los paganos a su religión) y presentaban a Constantino como un “rey mesiánico”, deificación que en el mundo grecorromano había comenzado con Alejandro Magno (Cohn, 1997, p. 29). Ello incidió, probablemente, en las resoluciones finales del Concilio. La controversia estuvo centrada en tres posiciones acerca de la esencia del Hijo con respecto al Padre, asociadas con las palabras homoousion, de la misma esencia; heteroousion, de distinta esencia; y homoiousion, de similar esencia. Aunque cada sector en pugna trató de obtener el apoyo de Constantino, una gran mayoría de obispos adhirieron a la primera posición y condenaron la segunda, sostenida por los arrianos, a la vez que declaraban a las creencias de Arrio “errores” y “herejías”. De inmediato, el Concilio declaró lapidariamente: "Creemos en un solo Dios Padre omnipotente [...] y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre". De este modo, se rechazó la tesis arriana de que Cristo es un ser subordinado al Padre y se ratificó la plena divinidad del Hijo.

En la resolución de estas controversias fue fundamental el papel desempeñado por san Atanasio, teólogo cristiano y doctor de la Iglesia, secretario del obispo de Alejandría (luego habría de ser obispo), quien protegió la ortodoxia trinitaria ante la amenaza del arrianismo. Logró la condena de los escritos de Arrio e incluso la excomunión y el destierro de éste. En el Primer Concilio de Constantinopla (381) se admitió el carácter divino no sólo del Padre y del Hijo sino también del Espíritu Santo con esta declaración: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre. Junto con el Padre y el Hijo recibe adoración y gloria". A partir de allí quedó establecida la fórmula “Dios es uno y trino”, que preservaba la unicidad de Dios y a la vez la autonomía como “personas” del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El dogma de la Trinidad había quedado definitivamente instaurado y ahora formaba parte esencial de la profesión de fe cristiana (Filoramo, 2000, p. 163).

Pese a ello, la polémica entre encarnacionistas y arrianos habría de perdurar durante todo el siglo IV. De hecho, hubo emperadores arrianos como Constancio, hijo de Constantino, quien se opuso a san Atanasio. La tesis de Arrio fue adoptada luego por algunos pueblos germánicos, evangelizadas por predicadores arrianos, pero gradualmente comenzó a desaparecer. El último rey germano en abandonar el arrianismo fue Leovigildo, rey de los visigodos, a fines del siglo VI. Sin embargo, la doctrina reapareció en su forma original en pleno siglo XVII, en la figura señera de Isaac Newton, quien adoptó las creencias arrianas hacia 1673 luego de un intenso estudio de fuentes teológicas, particularmente de la patrística, iniciado poco antes. Newton, quien acababa de ser admitido como miembro de la Royal Society, era por entonces profesor en Cambridge: el profesor del Trinity College negaba la Trinidad.
En un trabajo anterior (Boido, 2002) hemos señalado la insistencia de Newton en la necesidad de restaurar una antigua sabiduría que prácticamente no reconoce límites entre lo natural y lo moral. Como lo ha destacado James Force, la concepción newtoniana del absoluto dominio de Dios sobre la naturaleza incide profundamente no sólo sobre su filosofía natural sino también sobre sus doctrinas teológicas, morales y políticas, y no podremos comprender a Newton en sus propios términos si no analizamos la vinculación, en su pensamiento, entre su concepción metafísica de Dios y todo aquello que a su juicio es necesario conocer acerca de las cosas humanas y acerca de lo que éstas nos dicen sobre la Creación (Force, 1999, p. 256). Los notables logros científicos que podemos encontrar en los Principia y en la Óptica llevaron finalmente a ignorar el notable proyecto filosófico-teológico que su autor había concebido para perfilar coherentemente una visión del mundo a la vez material y espiritual. Pero si en este diseño no hay separación ostensible entre filosofía natural y teología, se justifica sobradamente la presencia de tesis religiosas en la ciencia de Newton. Las hay, y son numerosas (algunas de ellas extensamente analizadas por historiadores, filósofos y teólogos), pero en este trabajo nos centraremos en una de ellas: la que involucra el papel desempeñado por el arrianismo en la concepción del éter que Newton concibió en sus últimas décadas de vida.

2. Newton y el arrianismo
Si bien no se conocen manuscritos teológicos anteriores a 1672, existen evidencias del temprano interés de Newton por la teología. Ya en los apuntes de un cuaderno juvenil, destinados a servir de orientación para su estudio de la Biblia, hallamos muchas referencias a la Trinidad, en particular a la relación de Cristo con el Padre. Cita, por caso: “Porque hay un solo Dios, y asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (I Tim. 2, 5). Las menciones de Newton a san Atanasio, al arrianismo y a la historia de la Iglesia en el siglo IV lo llevan a Richard Westfall a sugerir que “casi el primer fruto del estudio teológico de Newton fue dudar sobre el estado de Cristo y la doctrina de la Trinidad” (Westfall, 2000, p. 126). Newton comprobó que la fórmula trinitaria no se desprendía de la Biblia siria ni de los escritos de teólogos anteriores al siglo IV, y acabó por creer firmemente que en tiempos de Arrio la Escritura había sido víctima de una insólita corrupción. Minuciosamente, puso en evidencia que durante el Concilio de Nicea se había tergiversado la opinión de los antiguos padres, tales como Dionisio de Alejandría (siglo III), a quien san Atanasio adjudicaba tendenciosamente el empleo (trinitario) de la palabra homoousion, original de Plotino. En el siglo IV, el cristianismo primitivo había sido profanado. Poco después de haber redactado aquellos apuntes, Newton se volvió arriano.

Probablemente la adopción de esta tesis doctrinal, por sí sola, permitiría organizar en gran parte su interpretación de la historia, de las profecías y de su filosofía natural y moral. El trinitarismo era para Newton una intromisión espuria de la metafísica en la única religión auténticamente revelada, el cristianismo primitivo de Arrio. En su fuero íntimo, como lo testimonian sus manuscritos, atacó las instituciones eclesiásticas férreamente jerarquizadas y su ingerencia en materia social y política, y en particular la intolerancia religiosa que surge de aplicar a ultranza la prescripción de Lucas, 14, 23: Oblígalos a entrar [en la única Verdad]. Pero debía permanecer en silencio: sus creencias eran heterodoxas, heréticas, y de haberlas revelado hubiese sido condenado al ostracismo. El sucesor de Newton en Cambridge, William Whis¬ton, quien admitió públicamente su antitrinitarismo, tuvo que abandonar su cátedra de matemática y se volvió una suerte de paria que ofrecía sus predic¬ciones en los pubs. Adquirió cierta celebridad por interpretar aconteci¬mientos naturales insólitos, como terremotos y cometas, signos, a su juicio, de que en breve acontecerían los hechos anunciados en los libros proféticos de Daniel y el Apocalipsis. Newton, por su parte, sólo se atrevió a discutir sus convicciones arrianas con John Locke, tres años después de publicados los Principia (1687). A fines de 1690, le envió dos cartas que en conjunto conforman un breve tratado: Un informe histórico sobre dos importantes corrupciones de las Sagradas Escrituras, en Carta a un Amigo; le escribió una tercera sobre el mismo asunto, pero se ignora si Locke la recibió. Más adelante, hacia 1710, escribió los catorce capítulos de Of the Church, analizado detenidamente por Matt Goldish, escrito en el que su antitrinitarismo se expone de la manera más rotunda y elaborada (Goldish, 1999) .

Lo fundamental en la búsqueda teológica de Newton es la acción de la providencia de Dios en la historia, es decir, el plan que Dios ha establecido para el mundo, tal como se manifiesta en la tradición judía y en la primitiva Iglesia cristiana. Amar a Dios y amar a los hombres: ésta es la sencilla y verdadera religión que Dios reveló a Adán. Pero tal religión original fue corrompida numerosas veces por actitudes del judaísmo y luego, en el siglo IV, por la introducción en ella de ingredientes metafísicos, tales como el dogma de la Trinidad. Para Newton, era necesario restringir todo cuanto debemos creer a unas pocas y sencillas verdades morales, extraídas de la Escritura y registradas por los voceros de Dios; el resto debía ser considerado un discurso vacuo e irrelevante para la salvación. La doctrina trinitaria, obra de “blasfemos y fornicadores intelectuales”, como los llamaba Newton, se había convertido en dogma tanto para la Iglesia católica como para la anglicana, y conformaba una “falsa religión infernal” atestada de metafísica. Con palabras de Westfall, en el Cambridge de los años setenta del siglo XVII, “Newton se había comprometido reinterpretar la tradición central de toda la civilización europea” y no es difícil entender por qué se impacientaba por entonces con interrupciones derivadas de insignificancias tales como la mecánica, la óptica o la matemática (Westfall, 2000, p. 129).

3. Yendo de un éter a otro
Los historiadores de las últimas décadas han analizado las distintas concepciones del éter que Newton propuso a lo largo de su vida, han señalado sus ambiguas y/o contradictorias posiciones y también las razones por las cuales abandonó unas y propuso otras. La necesidad de introducir un medio etéreo para explicar las interacciones físicas, particularmente las gravitatorias, y a la vez exponer sus propiedades, se convirtió para él en una obsesión crucial. En una primera etapa, juvenil, Newton intentó desarrollar modelos materiales del éter de carácter cartesiano. En la segunda, de madurez, que incluye el período de redacción de los Prin¬cipia, rechaza públicamente toda clase de éter y a la vez sus anteriores especulaciones. Pero en una de las Cuestiones agregadas a la edición latina de la Óptica (1706), Newton expone sus nuevas convicciones y señala que Dios, presente en el espacio, mueve los cuerpos a su propia voluntad, una tesis ya desarrollada en privado veinte años antes. Ahora las fuerzas son consideradas como manifestaciones no mediadas de la presencia de Dios en el mundo, es decir, como resultado de la acción divina. De allí que a esta etapa la podemos llamar teológica no mediada. Sin embargo, en el "Escolio General" de la 2a edición de los Principia, pero en particular en las sorprendentes Cuestiones de la 2a edición inglesa de la Óptica (1717), Newton introduce nuevamente un medio etéreo, muy distinto del éter material cartesiano que había adoptado en su juventud.
El nuevo éter, de carácter divino, habría de ser según Newton el sostén de las fuerzas a distancia (y de las interacciones en general) pero a la vez un mediador entre Dios y la naturaleza. En la obra de herméticos renacentistas como Paracelso y van Helmont es habitual hallar referencias a mediadores entre el espíritu y la materia, y de hecho, como consecuencia del influjo de Isaac Barrow y Henry More sobre Newton, las encontramos en los escritos alquímicos de éste (Abrantes, 1998, p. 100). Esta tercera etapa, que podemos denominar teológica mediada, corresponde especialmente a las especulaciones de la segunda década del siglo XVIII, y es particularmente importante a los efectos de este trabajo pues es posible advertir notables similitudes entre el nuevo éter de Newton y sus convicciones arrianas.

4. El éter arriano

Cautamente, Newton afirma que no considera a la gravitación como una propiedad esencial de la materia, pero que ha agregado una cuestión referida a la posible causa de ella de modo tentativo, “porque aún no estoy satisfecho con ella por falta de experimentos”. La “causa” a la que remite Newton no es otra cosa que un éter mediador entre el mundo y un Dios que es claramente una divinidad arriana. Dios requiere de un hombre, Jesucristo, para redimir al género humano, y a la vez de un medio, el éter, para actuar sobre la naturaleza. Con palabras de Carlos Solís Santos, "de la misma manera que Cristo carga con los pecados de todos los hombres y nos redime a todos a costa de sí, el éter carga con la explicación mecánica de todas las interacciones redimiéndolas de ejercerse a distancia, pero pagando por ello el precio de su propia ininteligibilidad mecánica" (Solís Santos, 1987, p. 73). El difícil problema de aceptar esas acciones a distancia tan criticadas por los continentales, pensaba Newton, se mitigaría con su nueva concepción del éter.

Los modelos cartesianos del éter de la primera etapa del pensamiento de Newton habían sido inaceptables para él desde el punto de vista teológico pues eran conducentes al ateísmo. Por su parte, la negación del éter, en la segunda etapa, suponía atribuir a Dios la responsabilidad de realizar una tarea directa sobre la naturaleza, inaceptable para una deidad arriana, a la vez que exponía a Newton a la acusación de panteísmo. Escribe Newton: "El Dios supremo no hace por sí mismo nada que pueda hacer por otros". La solución característica de la tercera etapa era pues admitir la existencia de un éter intermediario entre la Divinidad y la materia, alternativa que procuraba a la vez satisfacer sus creencias religiosas y responder a los reparos suscitados por la teoría de la gravitación expuesta en los Principia. Esta solución de compromiso entre un Dios ausente de la naturaleza y un Dios que se identifica con ella lo convierten, desde un punto de vista teológico, en un trascendentalista moderado.

5. El fracaso final

Pero los experimentos cuya falta denunciaba Newton bien pronto se hicieron presentes. A los problemas matemáticos que generaba el nuevo éter se agregaron otros de carácter empírico y las discrepancias se volvieron insuperables. Trabajos realizados en la Royal Society por hábiles experimentadores como Francis Hauksbee y Jean Desaguliers, particularmente los referidos a nuevos fenómenos eléctricos y de capilaridad, conflictos entre el comportamiento esperado del éter y el movimiento de los planetas, dificultades para explicar ciertos fenómenos ópticos, ponían en jaque al gran proyecto del anciano Newton, impotente ante la diversidad y complejidad de las nuevas inte¬racciones puestas en evidencia por tales resultados. El nuevo éter era incapaz, significativamente, de explicar fenómenos magnéticos, eléctricos y de cohesión. Cuanto más conocimiento empírico sobre las diversas interacciones presentes en la naturaleza se acumulaba en la Royal Society, más difícil resultaba su comprensión en términos del nuevo medio etéreo. Por ello Newton menciona la gravedad, la elec¬tricidad y el magnetismo como tres especies diferentes de interacciones observables, junto con otras que quizás a su vez exijan diversos agentes "que corresponde descubrir a la filosofía experimental".

Para citar un solo ejemplo, mencionado por Solís Santos, algunos experimentos de Desaguliers requerían para su comprensión de un medio extraordinariamente sutil, que difícilmente podría mover por impactos a los cuer¬pos celestes (Solís Santos, 1987, p. 75). Finalmente, en sus últimos años de vida, según un testimonio de Martin Folkes, quien posteriormente habría de ser Presidente de la Royal Society, Newton reconoció su fracaso ante sus colegas de la Royal Society con estas muy citadas palabras: “Mis ojos se apagan, mi espíri¬tu está cansado de trabajar; a vosotros corresponde realizar los mayores esfuerzos para no dejar escapar un solo hilo que pueda guiaros”. Así, Newton acabó su brillante carrera sin haber logrado la comprensión final de la naturaleza incesantemente buscada. Colmado de honores, convertido en vida en el Supremo Pontífice de la física del siglo XVIII, el gran personaje público debió cargar sobre sus espaldas, en la intimidad de su inmenso genio, como Einstein, la frustración personal de no haber podido resolver un problema crucial que lo había perseguido desde su juventud.

6. Epílogo

Hace veinte años, cuando el autor de este trabajo se interesó fugazmente por la obra del último Newton, pensó que la decepción de éste al final de su vida bien podría ser descrita con palabras de Raymond Chandler: murió triste, solitario y final. Pocos años después leyó el notable trabajo de Carlos Solís Santos, La fuerza de Dios y el éter de Cristo, en donde se dice que, en esta etapa postrera, Newton estaba “triste y cansado” como Humphrey Bogart en El sueño eterno, película que se basa en una novela del propio Chandler. No parece ser una coincidencia. Tal vez el fracaso, el desaliento, la vejez, la certeza de que la vida es breve, de que hay misterios que son insondables para las posibilidades humanas, hayan signado el destino de un simple detective de ficción como Marlowe pero también el de Newton, uno de los mayores prodigios de la historia de la ciencia.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Abrantes, P. (1998), Imagens de natureza, imagens de ciência, Campinas: Papirus.

Boido, G. (2003), “Filosofía natural y filosofía moral en Newton: la verdad de los dos libros”, en L. Benitez, Z. Monroy y J. A. Robles (eds.), Filosofía natural y filosofía moral en la Modernidad, México: Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pp. 291-298.

Cohn, N. (1997), En pos del Milenio, Madrid: Alianza. [Original: 1957.]

Filoramo, G. (2000), “Las religiones de salvación: monoteísmo y dualismos”, en G. Filoramo, M. Massenzio, M. Raveri, y P. Scarpi, Historia de las religiones, Barcelona: Crítica. [Original: 1998.]

Force, J. E. (1999), “Newton, the ‘Ancients’ and the ‘Moderns’”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Newton and Religion. Context, Nature and Influence, Dordrech: Kluwer Academic Publishers, pp. 237-257.

Goldish, M. (1998), Judaism in the Theology of Sir Isaac Newton, Dordrech: Kluwer Academic Publishers.

Goldish, M. (1999), “Newton's Of the Church: Its Contents and Implications”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Op. cit., pp. 145-164.
Lindars, B. (1988), “The New Testament”, en J. Rogerson, C. Rowland y B. Lindars (eds.), The Study and Use of the Bible, Basingstore: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., pp. 229-397.

Pilloni, F. (2002), Teologia come sapienza della fede: Teologia e Filosofia nella crisi ariana del IV secolo, Bologna: EDB.

Solís Santos, C. (1987), “La fuerza de Dios y el éter de Cristo: la explicación de la interacción a través del espacio en la filosofía de la naturaleza de Newton”, Sylva Clius, 2, 51-80.

Westfall, R. S. (2000), Isaac Newton: una vida, Madrid: Cambridge University Press. [Original: 1993.]

Y que prueba esto?
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Y que prueba esto?

Que ya en esa época se comenzaba a vislumbrar este debate : diseño (divino) o evolución (mecánica).
Solo que en esa época se lo trataba con otras categorías conceptuales : animismo o mecanicismo (en los sistemas físicos del Cosmos).
Newton ya la había detectado en su intimidad y muy probablemente sabia lo que se venia para el futuro (por lo menos desde el punto de vista físico).
Por eso se trató de hacer comulgar a sus descubrimientos científicos con su proyecto teológico. Pero fracasó y termino sus días amargado.
Saludos y buen fin de semana.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Estimado este escrito que les propongo es el fruto de años de investigación en donde se han redescubiertos textos inéditos de Newton acerca de su proyecto de trabajo y sus objetivos teológicos.
El tema central es que Isaac Newton (quizás el científico mas grande toda la historia) ya había detectado que para la explicación correcta de su sistema del Cosmos debía acudir a una idea de éter cartesiano y netamente material (con el riesgo de ser etiquetado de ateo). A cambio de eso, y para no ir en contra de sus creencias religiosas, acude a un concepto de éter divino que hacia las veces de mediador entre Dios y el mundo. El problema es que este ultimo tipo de éter tenia graves problemas (especialmente experimentales) con su sistema.
Por eso es que hacia el final de sus días dicen que Newton termino amargado y apesadumbrado porque se dio cuenta que el único éter que daba cuenta de su excepcional sistema era uno de tipo eminentemente mecánico y material. Muere con el problema sin resolver.

Esto viene a colación de uno de los miles escapes por parte del señor Nobleagle a los debates serios.
Espero que te sirva de lección Nobleagle y que te enseñe a no hablar de temas que no sabes ni querer abrir puertas que no conoces a donde te pueden llevar... como en este caso...

A los demás forista les recomiendo este trabajo serio de investigación. Es quizás un poquito extenso pero entiendo que no tiene desperdicios. Y no se olviden que como decía Newton "Si he visto más lejos que los otros hombres es porque me he aupado a hombros de gigantes"




Arrianismo y éter en el último Newton:
triste, solitario y final


Guillermo Boido
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
Universidad de Buenos Aires
2008


1. Introducción

Las llamadas controversias cristológicas, en los primeros siglos de la Era Cristiana, versaban acerca del problema de la relación entre Dios y el Hijo. La necesidad de establecer con precisión la ortodoxia del nuevo credo radicaba en la presencia de sectores ju¬díos que negaban la divinidad de Cristo o bien, a la inversa, de autores gnósticos de los siglos II y III que negaban su naturaleza humana . En un principio, Cristo era considerado aquel profeta anunciado en el Deuteronomio, mero hombre mortal, como Jeremías o Daniel, escogido por Dios para realizar sus designios . Esta tesis fue denominada adopcionismo. Mas luego, en oposición a ella, se desarrolló gradualmente una nueva creencia, el encarnacionismo; sus adherentes sostenían que Cristo, literalmente, había sido Hijo de Dios, consustancial con él. Todo lo cual dio lugar a reflexiones sistemáticas sobre las relaciones del Hijo de Dios con el Padre, a fin de proteger a la vez el monoteísmo y la existencia de un Padre y de un Hijo. El Imperio Romano de Occidente se convirtió en baluarte del encarnacionismo, pero las iglesias orientales adoptaron creencias orientadas hacia el adopcionismo. Arrio, sacerdote de Alejandría, sostuvo enérgicamente en 319 esta última concepción, con lo cual negaba el dogma de la Trinidad: Cristo habría sido una criatura humana y no parte del Creador. Esta convicción llevó a Arrio a sostener que Cristo “no es eterno, coeterno con el Padre, increado como éste, porque del Padre ha recibido la vida y el ser”.

Ante la gravedad del conflicto doctrinal y con el propósito de poner fin a las controversias, el emperador Constantino convocó a un Concilio que se llevó a cabo en 325 en Nicea (hoy Izmik, ciudad perteneciente a Turquía) y que reunió a 318 obispos. Los oráculos cristianos romanos se inspiraban por entonces en sus antecesores judaicos (que pretendían convertir a los paganos a su religión) y presentaban a Constantino como un “rey mesiánico”, deificación que en el mundo grecorromano había comenzado con Alejandro Magno (Cohn, 1997, p. 29). Ello incidió, probablemente, en las resoluciones finales del Concilio. La controversia estuvo centrada en tres posiciones acerca de la esencia del Hijo con respecto al Padre, asociadas con las palabras homoousion, de la misma esencia; heteroousion, de distinta esencia; y homoiousion, de similar esencia. Aunque cada sector en pugna trató de obtener el apoyo de Constantino, una gran mayoría de obispos adhirieron a la primera posición y condenaron la segunda, sostenida por los arrianos, a la vez que declaraban a las creencias de Arrio “errores” y “herejías”. De inmediato, el Concilio declaró lapidariamente: "Creemos en un solo Dios Padre omnipotente [...] y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre". De este modo, se rechazó la tesis arriana de que Cristo es un ser subordinado al Padre y se ratificó la plena divinidad del Hijo.

En la resolución de estas controversias fue fundamental el papel desempeñado por san Atanasio, teólogo cristiano y doctor de la Iglesia, secretario del obispo de Alejandría (luego habría de ser obispo), quien protegió la ortodoxia trinitaria ante la amenaza del arrianismo. Logró la condena de los escritos de Arrio e incluso la excomunión y el destierro de éste. En el Primer Concilio de Constantinopla (381) se admitió el carácter divino no sólo del Padre y del Hijo sino también del Espíritu Santo con esta declaración: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre. Junto con el Padre y el Hijo recibe adoración y gloria". A partir de allí quedó establecida la fórmula “Dios es uno y trino”, que preservaba la unicidad de Dios y a la vez la autonomía como “personas” del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El dogma de la Trinidad había quedado definitivamente instaurado y ahora formaba parte esencial de la profesión de fe cristiana (Filoramo, 2000, p. 163).

Pese a ello, la polémica entre encarnacionistas y arrianos habría de perdurar durante todo el siglo IV. De hecho, hubo emperadores arrianos como Constancio, hijo de Constantino, quien se opuso a san Atanasio. La tesis de Arrio fue adoptada luego por algunos pueblos germánicos, evangelizadas por predicadores arrianos, pero gradualmente comenzó a desaparecer. El último rey germano en abandonar el arrianismo fue Leovigildo, rey de los visigodos, a fines del siglo VI. Sin embargo, la doctrina reapareció en su forma original en pleno siglo XVII, en la figura señera de Isaac Newton, quien adoptó las creencias arrianas hacia 1673 luego de un intenso estudio de fuentes teológicas, particularmente de la patrística, iniciado poco antes. Newton, quien acababa de ser admitido como miembro de la Royal Society, era por entonces profesor en Cambridge: el profesor del Trinity College negaba la Trinidad.
En un trabajo anterior (Boido, 2002) hemos señalado la insistencia de Newton en la necesidad de restaurar una antigua sabiduría que prácticamente no reconoce límites entre lo natural y lo moral. Como lo ha destacado James Force, la concepción newtoniana del absoluto dominio de Dios sobre la naturaleza incide profundamente no sólo sobre su filosofía natural sino también sobre sus doctrinas teológicas, morales y políticas, y no podremos comprender a Newton en sus propios términos si no analizamos la vinculación, en su pensamiento, entre su concepción metafísica de Dios y todo aquello que a su juicio es necesario conocer acerca de las cosas humanas y acerca de lo que éstas nos dicen sobre la Creación (Force, 1999, p. 256). Los notables logros científicos que podemos encontrar en los Principia y en la Óptica llevaron finalmente a ignorar el notable proyecto filosófico-teológico que su autor había concebido para perfilar coherentemente una visión del mundo a la vez material y espiritual. Pero si en este diseño no hay separación ostensible entre filosofía natural y teología, se justifica sobradamente la presencia de tesis religiosas en la ciencia de Newton. Las hay, y son numerosas (algunas de ellas extensamente analizadas por historiadores, filósofos y teólogos), pero en este trabajo nos centraremos en una de ellas: la que involucra el papel desempeñado por el arrianismo en la concepción del éter que Newton concibió en sus últimas décadas de vida.

2. Newton y el arrianismo
Si bien no se conocen manuscritos teológicos anteriores a 1672, existen evidencias del temprano interés de Newton por la teología. Ya en los apuntes de un cuaderno juvenil, destinados a servir de orientación para su estudio de la Biblia, hallamos muchas referencias a la Trinidad, en particular a la relación de Cristo con el Padre. Cita, por caso: “Porque hay un solo Dios, y asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (I Tim. 2, 5). Las menciones de Newton a san Atanasio, al arrianismo y a la historia de la Iglesia en el siglo IV lo llevan a Richard Westfall a sugerir que “casi el primer fruto del estudio teológico de Newton fue dudar sobre el estado de Cristo y la doctrina de la Trinidad” (Westfall, 2000, p. 126). Newton comprobó que la fórmula trinitaria no se desprendía de la Biblia siria ni de los escritos de teólogos anteriores al siglo IV, y acabó por creer firmemente que en tiempos de Arrio la Escritura había sido víctima de una insólita corrupción. Minuciosamente, puso en evidencia que durante el Concilio de Nicea se había tergiversado la opinión de los antiguos padres, tales como Dionisio de Alejandría (siglo III), a quien san Atanasio adjudicaba tendenciosamente el empleo (trinitario) de la palabra homoousion, original de Plotino. En el siglo IV, el cristianismo primitivo había sido profanado. Poco después de haber redactado aquellos apuntes, Newton se volvió arriano.

Probablemente la adopción de esta tesis doctrinal, por sí sola, permitiría organizar en gran parte su interpretación de la historia, de las profecías y de su filosofía natural y moral. El trinitarismo era para Newton una intromisión espuria de la metafísica en la única religión auténticamente revelada, el cristianismo primitivo de Arrio. En su fuero íntimo, como lo testimonian sus manuscritos, atacó las instituciones eclesiásticas férreamente jerarquizadas y su ingerencia en materia social y política, y en particular la intolerancia religiosa que surge de aplicar a ultranza la prescripción de Lucas, 14, 23: Oblígalos a entrar [en la única Verdad]. Pero debía permanecer en silencio: sus creencias eran heterodoxas, heréticas, y de haberlas revelado hubiese sido condenado al ostracismo. El sucesor de Newton en Cambridge, William Whis¬ton, quien admitió públicamente su antitrinitarismo, tuvo que abandonar su cátedra de matemática y se volvió una suerte de paria que ofrecía sus predic¬ciones en los pubs. Adquirió cierta celebridad por interpretar aconteci¬mientos naturales insólitos, como terremotos y cometas, signos, a su juicio, de que en breve acontecerían los hechos anunciados en los libros proféticos de Daniel y el Apocalipsis. Newton, por su parte, sólo se atrevió a discutir sus convicciones arrianas con John Locke, tres años después de publicados los Principia (1687). A fines de 1690, le envió dos cartas que en conjunto conforman un breve tratado: Un informe histórico sobre dos importantes corrupciones de las Sagradas Escrituras, en Carta a un Amigo; le escribió una tercera sobre el mismo asunto, pero se ignora si Locke la recibió. Más adelante, hacia 1710, escribió los catorce capítulos de Of the Church, analizado detenidamente por Matt Goldish, escrito en el que su antitrinitarismo se expone de la manera más rotunda y elaborada (Goldish, 1999) .

Lo fundamental en la búsqueda teológica de Newton es la acción de la providencia de Dios en la historia, es decir, el plan que Dios ha establecido para el mundo, tal como se manifiesta en la tradición judía y en la primitiva Iglesia cristiana. Amar a Dios y amar a los hombres: ésta es la sencilla y verdadera religión que Dios reveló a Adán. Pero tal religión original fue corrompida numerosas veces por actitudes del judaísmo y luego, en el siglo IV, por la introducción en ella de ingredientes metafísicos, tales como el dogma de la Trinidad. Para Newton, era necesario restringir todo cuanto debemos creer a unas pocas y sencillas verdades morales, extraídas de la Escritura y registradas por los voceros de Dios; el resto debía ser considerado un discurso vacuo e irrelevante para la salvación. La doctrina trinitaria, obra de “blasfemos y fornicadores intelectuales”, como los llamaba Newton, se había convertido en dogma tanto para la Iglesia católica como para la anglicana, y conformaba una “falsa religión infernal” atestada de metafísica. Con palabras de Westfall, en el Cambridge de los años setenta del siglo XVII, “Newton se había comprometido reinterpretar la tradición central de toda la civilización europea” y no es difícil entender por qué se impacientaba por entonces con interrupciones derivadas de insignificancias tales como la mecánica, la óptica o la matemática (Westfall, 2000, p. 129).

3. Yendo de un éter a otro
Los historiadores de las últimas décadas han analizado las distintas concepciones del éter que Newton propuso a lo largo de su vida, han señalado sus ambiguas y/o contradictorias posiciones y también las razones por las cuales abandonó unas y propuso otras. La necesidad de introducir un medio etéreo para explicar las interacciones físicas, particularmente las gravitatorias, y a la vez exponer sus propiedades, se convirtió para él en una obsesión crucial. En una primera etapa, juvenil, Newton intentó desarrollar modelos materiales del éter de carácter cartesiano. En la segunda, de madurez, que incluye el período de redacción de los Prin¬cipia, rechaza públicamente toda clase de éter y a la vez sus anteriores especulaciones. Pero en una de las Cuestiones agregadas a la edición latina de la Óptica (1706), Newton expone sus nuevas convicciones y señala que Dios, presente en el espacio, mueve los cuerpos a su propia voluntad, una tesis ya desarrollada en privado veinte años antes. Ahora las fuerzas son consideradas como manifestaciones no mediadas de la presencia de Dios en el mundo, es decir, como resultado de la acción divina. De allí que a esta etapa la podemos llamar teológica no mediada. Sin embargo, en el "Escolio General" de la 2a edición de los Principia, pero en particular en las sorprendentes Cuestiones de la 2a edición inglesa de la Óptica (1717), Newton introduce nuevamente un medio etéreo, muy distinto del éter material cartesiano que había adoptado en su juventud.
El nuevo éter, de carácter divino, habría de ser según Newton el sostén de las fuerzas a distancia (y de las interacciones en general) pero a la vez un mediador entre Dios y la naturaleza. En la obra de herméticos renacentistas como Paracelso y van Helmont es habitual hallar referencias a mediadores entre el espíritu y la materia, y de hecho, como consecuencia del influjo de Isaac Barrow y Henry More sobre Newton, las encontramos en los escritos alquímicos de éste (Abrantes, 1998, p. 100). Esta tercera etapa, que podemos denominar teológica mediada, corresponde especialmente a las especulaciones de la segunda década del siglo XVIII, y es particularmente importante a los efectos de este trabajo pues es posible advertir notables similitudes entre el nuevo éter de Newton y sus convicciones arrianas.

4. El éter arriano

Cautamente, Newton afirma que no considera a la gravitación como una propiedad esencial de la materia, pero que ha agregado una cuestión referida a la posible causa de ella de modo tentativo, “porque aún no estoy satisfecho con ella por falta de experimentos”. La “causa” a la que remite Newton no es otra cosa que un éter mediador entre el mundo y un Dios que es claramente una divinidad arriana. Dios requiere de un hombre, Jesucristo, para redimir al género humano, y a la vez de un medio, el éter, para actuar sobre la naturaleza. Con palabras de Carlos Solís Santos, "de la misma manera que Cristo carga con los pecados de todos los hombres y nos redime a todos a costa de sí, el éter carga con la explicación mecánica de todas las interacciones redimiéndolas de ejercerse a distancia, pero pagando por ello el precio de su propia ininteligibilidad mecánica" (Solís Santos, 1987, p. 73). El difícil problema de aceptar esas acciones a distancia tan criticadas por los continentales, pensaba Newton, se mitigaría con su nueva concepción del éter.

Los modelos cartesianos del éter de la primera etapa del pensamiento de Newton habían sido inaceptables para él desde el punto de vista teológico pues eran conducentes al ateísmo. Por su parte, la negación del éter, en la segunda etapa, suponía atribuir a Dios la responsabilidad de realizar una tarea directa sobre la naturaleza, inaceptable para una deidad arriana, a la vez que exponía a Newton a la acusación de panteísmo. Escribe Newton: "El Dios supremo no hace por sí mismo nada que pueda hacer por otros". La solución característica de la tercera etapa era pues admitir la existencia de un éter intermediario entre la Divinidad y la materia, alternativa que procuraba a la vez satisfacer sus creencias religiosas y responder a los reparos suscitados por la teoría de la gravitación expuesta en los Principia. Esta solución de compromiso entre un Dios ausente de la naturaleza y un Dios que se identifica con ella lo convierten, desde un punto de vista teológico, en un trascendentalista moderado.

5. El fracaso final

Pero los experimentos cuya falta denunciaba Newton bien pronto se hicieron presentes. A los problemas matemáticos que generaba el nuevo éter se agregaron otros de carácter empírico y las discrepancias se volvieron insuperables. Trabajos realizados en la Royal Society por hábiles experimentadores como Francis Hauksbee y Jean Desaguliers, particularmente los referidos a nuevos fenómenos eléctricos y de capilaridad, conflictos entre el comportamiento esperado del éter y el movimiento de los planetas, dificultades para explicar ciertos fenómenos ópticos, ponían en jaque al gran proyecto del anciano Newton, impotente ante la diversidad y complejidad de las nuevas inte¬racciones puestas en evidencia por tales resultados. El nuevo éter era incapaz, significativamente, de explicar fenómenos magnéticos, eléctricos y de cohesión. Cuanto más conocimiento empírico sobre las diversas interacciones presentes en la naturaleza se acumulaba en la Royal Society, más difícil resultaba su comprensión en términos del nuevo medio etéreo. Por ello Newton menciona la gravedad, la elec¬tricidad y el magnetismo como tres especies diferentes de interacciones observables, junto con otras que quizás a su vez exijan diversos agentes "que corresponde descubrir a la filosofía experimental".

Para citar un solo ejemplo, mencionado por Solís Santos, algunos experimentos de Desaguliers requerían para su comprensión de un medio extraordinariamente sutil, que difícilmente podría mover por impactos a los cuer¬pos celestes (Solís Santos, 1987, p. 75). Finalmente, en sus últimos años de vida, según un testimonio de Martin Folkes, quien posteriormente habría de ser Presidente de la Royal Society, Newton reconoció su fracaso ante sus colegas de la Royal Society con estas muy citadas palabras: “Mis ojos se apagan, mi espíri¬tu está cansado de trabajar; a vosotros corresponde realizar los mayores esfuerzos para no dejar escapar un solo hilo que pueda guiaros”. Así, Newton acabó su brillante carrera sin haber logrado la comprensión final de la naturaleza incesantemente buscada. Colmado de honores, convertido en vida en el Supremo Pontífice de la física del siglo XVIII, el gran personaje público debió cargar sobre sus espaldas, en la intimidad de su inmenso genio, como Einstein, la frustración personal de no haber podido resolver un problema crucial que lo había perseguido desde su juventud.

6. Epílogo

Hace veinte años, cuando el autor de este trabajo se interesó fugazmente por la obra del último Newton, pensó que la decepción de éste al final de su vida bien podría ser descrita con palabras de Raymond Chandler: murió triste, solitario y final. Pocos años después leyó el notable trabajo de Carlos Solís Santos, La fuerza de Dios y el éter de Cristo, en donde se dice que, en esta etapa postrera, Newton estaba “triste y cansado” como Humphrey Bogart en El sueño eterno, película que se basa en una novela del propio Chandler. No parece ser una coincidencia. Tal vez el fracaso, el desaliento, la vejez, la certeza de que la vida es breve, de que hay misterios que son insondables para las posibilidades humanas, hayan signado el destino de un simple detective de ficción como Marlowe pero también el de Newton, uno de los mayores prodigios de la historia de la ciencia.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Abrantes, P. (1998), Imagens de natureza, imagens de ciência, Campinas: Papirus.

Boido, G. (2003), “Filosofía natural y filosofía moral en Newton: la verdad de los dos libros”, en L. Benitez, Z. Monroy y J. A. Robles (eds.), Filosofía natural y filosofía moral en la Modernidad, México: Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pp. 291-298.

Cohn, N. (1997), En pos del Milenio, Madrid: Alianza. [Original: 1957.]

Filoramo, G. (2000), “Las religiones de salvación: monoteísmo y dualismos”, en G. Filoramo, M. Massenzio, M. Raveri, y P. Scarpi, Historia de las religiones, Barcelona: Crítica. [Original: 1998.]

Force, J. E. (1999), “Newton, the ‘Ancients’ and the ‘Moderns’”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Newton and Religion. Context, Nature and Influence, Dordrech: Kluwer Academic Publishers, pp. 237-257.

Goldish, M. (1998), Judaism in the Theology of Sir Isaac Newton, Dordrech: Kluwer Academic Publishers.

Goldish, M. (1999), “Newton's Of the Church: Its Contents and Implications”, en J. E. Force y R. H. Popkin (comps.), Op. cit., pp. 145-164.
Lindars, B. (1988), “The New Testament”, en J. Rogerson, C. Rowland y B. Lindars (eds.), The Study and Use of the Bible, Basingstore: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., pp. 229-397.

Pilloni, F. (2002), Teologia come sapienza della fede: Teologia e Filosofia nella crisi ariana del IV secolo, Bologna: EDB.

Solís Santos, C. (1987), “La fuerza de Dios y el éter de Cristo: la explicación de la interacción a través del espacio en la filosofía de la naturaleza de Newton”, Sylva Clius, 2, 51-80.

Westfall, R. S. (2000), Isaac Newton: una vida, Madrid: Cambridge University Press. [Original: 1993.]

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¿Que pretendes con éste escrito tendencioso lleno de afirmaciones gratuitas apoyadas en lo que otros dicen ... sin entender de lo que hablan? ... así solo se llega al extravío ... el que no conoce la verdad ... se tiene que apoyar en la mentira ... para creer que su vida tiene razón, sentido y propósito ... pero los que conocen a Dios ... saben en si mismos (no por lo que otros diga u opinen) ... que su vida tiene razón, sentido y propósito ... porque Dios se lo da ... lo tienen en ellos mismos ... y no necesitan buscarlo fuera ... están satisfechos con su condición ... y a partir de ahí ... siguen creciendo en el conocimiento de Dios ... quien es infinito e imposible de agotar.

Declara abiertamente cual es tu pretensión con éste escrito ... porque la afirmación gratuita sobre que la fe de Newton era arriana ... solo se sostiene en la ignorancia ... porque precisamente ... Cristo sería ese "éter" del que hablaba Newton (aunque no lo haya podido formular de una manera científica aceptable para los demás) ... y que los que no conocen a Dios y tampoco quieren aceptarlo ... desconocen ... y por eso no entienden a que se refería Newton con el termino "éter" (porque hay que discernirlo espiritualmente) ... pero el Espíritu Santo lo define en la Escritura refiriéndose a Cristo como al verdadero Dios y Hombre que hizo todas las cosas y las sostiene para sí mismo ... te lo pongo a continuación ...

Colosenses 1:15

El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.

Colosenses 1:16

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Colosenses 1:17

Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

Los que ignoran el testimonio que Dios nos da a través de la Escritura ... solo les queda el extravío ... como único camino. Si no quieren seguir la verdad ... han de seguir la mentira.

En fin ... esperando que te aclares ... y nos aclares que quieres decir y que es lo que pretendes ... esperaremos tu respuesta ...

Que Dios les bendiga a todos

Paz a la gente de buena voluntad

P.D. El conocimiento del concepto de "éter" que tengo ... es el que he sacado del escrito que aportas ... es decir ... Newton concebía un mediador que hacía posible que la energía se transformase en materia ... al cual se refería como "éter".
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Que ya en esa época se comenzaba a vislumbrar este debate : diseño (divino) o evolución (mecánica).
Solo que en esa época se lo trataba con otras categorías conceptuales : animismo o mecanicismo (en los sistemas físicos del Cosmos).
Newton ya la había detectado en su intimidad y muy probablemente sabia lo que se venia para el futuro (por lo menos desde el punto de vista físico).
Por eso se trató de hacer comulgar a sus descubrimientos científicos con su proyecto teológico. Pero fracasó y termino sus días amargado.
Saludos y buen fin de semana.

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¿De donde sacas que Newton acabo sus dias amargado ... o son conclusiones que convienen a tus propósitos ... o porque lo que has leído de lo que otros opinan ... o porque así quieres pensarlo? ... a la gente tendenciosa hay que mirarla con lupa ... porque no se puede uno fiar de lo que dicen.

El proyecto teológico de Newton al que te refieres es una realidad ... Dios y la ciencia verdadera ... son uno ... por eso Newton no estaba equivocado ... porque si la verdad y sabiduría emanan de Dios y son Dios ... la ciencia verdadera se basa en estos principios que defendía Newton ... si la ciencia es verdad ... y Dios es verdad ... entonces ha de haber una correspondencia absoluta entre la ciencia verdadera y Dios ... lee el capitulo 8 de Proverbios para que entiendas como Dios con su sabiduría y ciencia (que se manifiestan físicamente en Cristo y a través de Él) ... hizo todas las cosas y las sostiene ... esto es lo que los científicos entienden por leyes físicas ... así que la verdaderas leyes científicas han de estar por fuerza fundamentadas en Dios ... y no puede ser aparte de Él ... porque son verdades que emanan de Dios (engendradas por Dios y en Dios para manifestarlas a nosotros) y tienen su fundamento en la realidad de lo que Dios es.

Que Dios les bendiga a todos

Paz a la gente de buena voluntad
 
Re: El triste final de Isaac Newton

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En fin ... esperando que te aclares ... y nos aclares que quieres decir y que es lo que pretendes ... esperaremos tu respuesta ...

Esperemos que el susodicho forista se saque la careta. Perdón, quise decir que sea más sicero.
Aunque suelen irse con rodeos...
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Decir que el mayor genio que ha dado la humanidad en el estudio de la fisica murio como un fracasado y un amargado, es decir.........
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Cualquiera hoy día que descubra una novedad, se encuentra con la resistencia de la misma comunidad cientifica y de su mismo círculo de colegas, pero cuando la presión la hace la misma comunidad cientifica el caso nunca se vuelve célebre ¿por que será esto?

Cuando hay atisbos de que un dignatario religioso ejerció algun tipo de presión, eso si es un notición.

En lo personal yo no me moriría amargado porque un descubrimiento que hice no resulte aceptable, ¿ustedes sí?, dejen el drama que a Newton no le salieron canas por eso.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Cualquiera hoy día que descubra una novedad, se encuentra con la resistencia de la misma comunidad cientifica y de su mismo círculo de colegas, pero cuando la presión la hace la misma comunidad cientifica el caso nunca se vuelve célebre ¿por que será esto?

Cuando hay atisbos de que un dignatario religioso ejerció algun tipo de presión, eso si es un notición.

En lo personal yo no me moriría amargado porque un descubrimiento que hice no resulte aceptable, ¿ustedes sí?, dejen el drama que a Newton no le salieron canas por eso.


Totalmente de acuerdo con sus palabras, sr. Caminante. Ademas, ya me gustaria a mi morir " tan fracasado y amargado" como parece ser que murio el sr. Isaac Newton; pero habiendo hecho en vida tan solo la mitad de lo que este genio hizo en la suya.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

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¿Que pretendes con éste escrito tendencioso lleno de afirmaciones gratuitas apoyadas en lo que otros dicen ... sin entender de lo que hablan? ... así solo se llega al extravío ... el que no conoce la verdad ... se tiene que apoyar en la mentira ... para creer que su vida tiene razón, sentido y propósito ... pero los que conocen a Dios ... saben en si mismos (no por lo que otros diga u opinen) ... que su vida tiene razón, sentido y propósito ... porque Dios se lo da ... lo tienen en ellos mismos ... y no necesitan buscarlo fuera ... están satisfechos con su condición ... y a partir de ahí ... siguen creciendo en el conocimiento de Dios ... quien es infinito e imposible de agotar.
¿De donde sacas que Newton acabo sus dias amargado ... o son conclusiones que convienen a tus propósitos ... o porque lo que has leído de lo que otros opinan ... o porque así quieres pensarlo? ... a la gente tendenciosa hay que mirarla con lupa ... porque no se puede uno fiar de lo que dicen.
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Estimado Miniyo, este trabajo es un trabajo serio de investigación de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, está documentado, tiene referencias bibliográficas, tiene fuentes certificadas, ha sido sometido a referato internacional del más alto nivel (si quieres te lo puedo enviar por mail). Fue presentado, discutido y legitimado en la conferencia anual de la Asociación de Filosofía e Historia de la Ciencia del Cono Sur del 2004, www.afhic.org.
Fue publicado (luego de otro referato) en el Volumen II del libro de la Asociación de Filosofía e Historia de la Ciencia del Cono Sur (AFHIC), Buenos Aires, AFHIC/C.C.C. Educando, 2008, pp. 63-70.

No cometas la misma falacia del forista mencionado mas arriba que quiso opinar de este tema sin conocer de qué se estaba hablando.
http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/31437-Argumentos-Falaces?p=540172#post540172


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Declara abiertamente cual es tu pretensión con éste escrito ... porque la afirmación gratuita sobre que la fe de Newton era arriana ... solo se sostiene en la ignorancia ... porque precisamente ... Cristo sería ese "éter" del que hablaba Newton (aunque no lo haya podido formular de una manera científica aceptable para los demás) ... y que los que no conocen a Dios y tampoco quieren aceptarlo ... desconocen ... y por eso no entienden a que se refería Newton con el termino "éter" (porque hay que discernirlo espiritualmente) ... pero el Espíritu Santo lo define en la Escritura refiriéndose a Cristo como al verdadero Dios y Hombre que hizo todas las cosas y las sostiene para sí mismo ... te lo pongo a continuación ...
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A la orden mi Capitan!!!.. jajajaja….
Simplemente pretendo que sea leído y que cada uno saque sus propias conclusiones si ningún tipo de prejuicios. Anteriormente también publique un post sobre Galileo y una, para mi, buena evidencia de diseño


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P.D. El conocimiento del concepto de "éter" que tengo ... es el que he sacado del escrito que aportas ... es decir ... Newton concebía un mediador que hacía posible que la energía se transformase en materia ... al cual se refería como "éter"
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Digamos en general que si, ese era el tipo de éter divino sobre el que Newton quizo apoyar sus descubrimientos en fisica. Basicamente la gravitacion, es decir, como actua un cuerpo sobre otro a la distancia.
Un cordial saludo!
 
Re: El triste final de Isaac Newton

¿Que pasa amigo Hector?. ¿esta nervioso?.
Tomeselo con calma. El camino del concimiento tiene sus altibajos.
http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/31437-Argumentos-Falaces?p=540172#post540172
cordial saludo.

¿Tienes delirios? ¿Sientes que alguien te acosa?
Todo lo ves ad hominem...

Jesús dijo "Por sus frutos los conoceréis"
¿Qué hay de malo en querer saber del árbol de donde provienen tus "frutos"
Tu razonamiento al estilo Nicodemo es lo de menos. La cosa es de dónde provienen... todo tiene una causa y no creo que tú hayas nacido razonando.
Por algo crees en lo que crees.

Lo de Newton, creo yo que es simple fachada.

Entre otras yerbas...
 
Re: El triste final de Isaac Newton

De la "Universidad" WIKIPEDIA he copiado esto:
..
...
"Newton era arrianista y creía en un único Dios, Dios Padre. En cuanto a los trinitarios, creía que habían cometido un fraude a las Sagradas Escrituras y acusó a la Iglesia de Roma de ser la bestia del Apocalipsis. Por estos motivos se entiende por qué eligió firmar sus más secretos manuscritos alquímicos como Jehová Sanctus Unus: Jehová Único Dios. Relacionó sus estudios teológicos con los alquímicos y creía que Moisés había sido un alquimista. Su ideología antitrinitaria le causó problemas, ya que estudiaba en el Trinity College en donde estaba obligado a sostener la doctrina de la Trinidad. Newton viajó a Londres para pedirle al rey Carlos II que lo dispensara de tomar las órdenes sagradas y su solicitud le fue concedida.
Cuando regresó a Cambridge inició su correspondencia con el filósofo John Locke. Newton tuvo la confianza de confesarle sus opiniones acerca de la Trinidad y Locke le incitó a que continuara con sus manuscritos teológicos. Entre sus obras teológicas, algunas de las más conocidas son An Historical Account of Two Notable Corruption of Scriptures, Chronology of Ancient Kingdoms Atended y Observations upon the Prophecies. Newton realizó varios cálculos sobre el "Día del Juicio Final", llegando a la conclusión de que este no sería antes del año 2060."
 
Re: El triste final de Isaac Newton

sabias q newton escudriñaba la biblia? queriendo descubir los misterios por q se le pasaba por la cabeza q ese libro esta la vida del hombre pasado presente y futuro. xD
 
Re: El triste final de Isaac Newton

¿Tienes delirios? ¿Sientes que alguien te acosa?
Todo lo ves ad hominem...
Jesús dijo "Por sus frutos los conoceréis"
¿Qué hay de malo en querer saber del árbol de donde provienen tus "frutos"
Tu razonamiento al estilo Nicodemo es lo de menos. La cosa es de dónde provienen... todo tiene una causa y no creo que tú hayas nacido razonando.
Por algo crees en lo que crees.

Lo de Newton, creo yo que es simple fachada.
Entre otras yerbas...

Pues no. Tambien veo Argumentum ad verecundiam :
http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php/31437-Argumentos-Falaces?p=541565#post541565
saludos.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Estimado Miniyo, este trabajo es un trabajo serio de investigación de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, está documentado, tiene referencias bibliográficas, tiene fuentes certificadas, ha sido sometido a referato internacional del más alto nivel (si quieres te lo puedo enviar por mail). Fue presentado, discutido y legitimado en la conferencia anual de la Asociación de Filosofía e Historia de la Ciencia del Cono Sur del 2004, www.afhic.org.
Fue publicado (luego de otro referato) en el Volumen II del libro de la Asociación de Filosofía e Historia de la Ciencia del Cono Sur (AFHIC), Buenos Aires, AFHIC/C.C.C. Educando, 2008, pp. 63-70.

!

Solo por curiosidad, como se puede conciliar estas dos cosas?

Pues no. Tambien veo Argumentum ad verecundiam :
http://forocristiano.iglesia.net/sho...565#post541565
saludos.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Solo por curiosidad, como se puede conciliar estas dos cosas?

Estimado Cortes, un gusto encontrarlo por estos temas y me gusta que sea curioso pues lo que saca al hombre del letargo (entre otras cosas).
Fíjese por favor que yo estoy mostrando el contexto general en donde fue gestado y legitimado ese trabajo de investigación (Universidad académica, fecha de publicación, legitimidad de las fuentes, Instituciones que lo certifican, etc, etc,), . Es decir, el entorno que justifica su validez el que a su vez esta disponible para cualquiera que quiera consultarlo.
No hago referencia a la autoridad de personas en particular ni mucho menos a personas famosas en otras áreas. Un cordial saludo.
 
Re: El triste final de Isaac Newton

Estimado Cortes, un gusto encontrarlo por estos temas y me gusta que sea curioso pues lo que saca al hombre del letargo (entre otras cosas).
Fíjese por favor que yo estoy mostrando el contexto general en donde fue gestado y legitimado ese trabajo de investigación (Universidad académica, fecha de publicación, legitimidad de las fuentes, Instituciones que lo certifican, etc, etc,), . Es decir, el entorno que justifica su validez el que a su vez esta disponible para cualquiera que quiera consultarlo.
No hago referencia a la autoridad de personas en particular ni mucho menos a personas famosas en otras áreas. Un cordial saludo.

Ok aclarado el punto y gracias.