El "Testimonium Flavianum", según César Vidal
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PRESENTO, merced a la gentileza de un contertulio nuestro, un resumen del interesante análisis que el historiador español César VIDAL MANZANARES realiza del controvertido Testimonium Flauianum, es decir, la exposición que el historiador judío romanizado del siglo I Flavio Josefo hace del Jesús de la historia. El Testimonium Flauianum se halla en su obra Antigüedades Judaicas, y en la versión griega se lee lo siguiente:
<<Vivió por esa época Jesús, un hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre. Porque fue hacedor de hechos portentosos, maestro de hombres que aceptan con gusto la verdad. Atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. Era el Mesías. Cuando Pilato, tras escuchar la acusación que contra él formularon los principales de entre nosotros, lo condenó a ser crucificado, aquellos que lo habían amado al principio no dejaron de hacerlo. Porque al tercer día se les manifestó vivo de nuevo, habiendo profetizado los divinos profetas estas y otras maravillas acerca de él. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los cristianos>>. (Ant. XVIII, 63-64)
HITOS de su estudio contenidos en la tesis doctoral* de César Vidal:
-La autenticidad del texto no fue cuestionada prácticamente hasta el siglo XIX y el hecho resulta comprensible si tenemos en cuenta que todos los manuscritos que han llegado hasta nosotros lo incluyen sin excepción. Cabe decir, por tanto, que la evidencia textual de los manuscritos se manifiesta unánimemente en favor de su autenticidad.
-Parece bastante posible que la afirmación de que Jesús era un «hombre sabio» sea josefina. Ciertamente esa limitación de atributos en relación con Jesús a una mera condición humana y la ausencia de otros apelativos encajan difícilmente con un interpolador cristiano (en el mismo sentido Klausner, 1971, 52 ss.). Añadamos a esto que la expresión, por el contrario, tiene paralelos en el mismo Josefo (Ant. XVIII, 2,7; X, 11,2).
-También es muy probable que resulte auténtico el relato de la muerte de Jesús. Se menciona la responsabilidad de los saduceos en la misma —un argumento exculpatorio común en autores judíos hasta el siglo actual— y se descarga la culpa inherente a la orden de ejecución sobre Pilato, algo que ningún evangelista (no digamos cristianos posteriores) estaría dispuesto a afirmar de forma tan tajante, pero que sería lógico en un fariseo y más si no simpatizaba con los cristianos y se sentía inclinado a presentarlos bajo una luz desfavorable ante un público romano.
-La referencia a los saduceos como «los primeros entre nosotros» encaja perfectamente con el estilo del Josefo de las Antigüedades en discrepancia con el de la Guerra de los Judíos, que nunca emplea el pronombre de primera persona.
-La referencia a los cristianos como « tribu » (algo no necesariamente peyorativo) también armoniza con las expresiones josefinas (Guerra III, 8, 3; VII, 8, 6) aunque habría sido descartado ciertamente por un interpolador cristiano.
-Resumiendo: se puede afirmar que resulta muy posible que Josefo incluyera en las Antigüedades una referencia a Jesús como un «hombre sabio», cuya muerte, instada por los saduceos, fue ejecutada por Pilato, y cuyos seguidores seguían existiendo hasta la fecha en que Josefo escribía.
- El pasaje «era el Mesías» (Cristo), tal y como nos ha llegado, pudiera tener resonancias neotestamentarias claras (Lc 23,35; Jn 7, 26; Hch 9, 22). No es imposible que Josefo conociera algunos escritos del Nuevo Testamento y, hoy por hoy, parece demostrado que conocía relativamente bien el cristianismo y que incluso en las Antigüedades se recogen diversos intentos de interpretación de las Escrituras contrarias a las de este movimiento , pero, con todo, aquí no nos hallamos con una declaración neutra al estilo de la de Ant. XX, sino con una evidente confesión de fe. Salvo algún caso aislado, que sostiene la conversión de Josefo , existe una total unanimidad hoy en día en negar —como ya en su día lo hizo Orígenes (Contra Celso I, 47; Comentario sobre Mateo X, 17)— la posibilidad de que este autor creyera en Jesús como Mesías. Es por ello por lo que el pasaje, tal y como nos ha llegado, no pudo salir de su pluma. Ahora bien, no se puede descartar que, efectivamente, Josefo hiciera una referencia a las pretensiones mesiánicas de Jesús. De hecho parece obligado si tenemos en cuenta que le serviría para explicar el que a sus seguidores se les denominara «cristianos». Cabe la posibilidad de que fuera una nota injuriosa (Schürer, 1987, 439 ss.) que resultó suprimida por un copista cristiano ofendido por la misma, aunque resulta también verosímil que Josefo se limitara a señalar que Jesús era considerado el Mesías por algunos sin que él apoyara tal pretensión. De ser cierto este último supuesto, también el pasaje resultó previsiblemente alterado —por considerarlo demasiado tibio— por el copista cristiano. Resulta aún más claro que las palabras «si es que puede llamársele hombre» son una interpolación cristiana. Parecen desde luego presuponer la creencia en la divinidad de Cristo (algo impensable en un judío no cristiano). Ahora bien, indirectamente sirven para reforzar el carácter auténtico del «hombre sabio» josefino. Es posible que el supuesto censor cristiano no se sintiera contento con lo que consideraba un pálido elogio de Cristo y que añadiera la apostilla de que no se le podía limitar a la categoría de simple ser humano.
-La expresión «maestro de gentes que aceptan la verdad con placer» posiblemente sea también auténtica en su origen, si bien en la misma podría haberse deslizado un error textual al confundir (intencionadamente o no) el copista la palabra taaeze con taleze. De hecho, el pasaje, con esta variación, presenta resonancias de Josefo por cuanto tanto las expresiones parádodsa erga (Ant. IX, 8, 6; XII, 2, 8) como edoné déjeszai (Ant. XVII, 12, 1; XVIII 1, 1; 3, 1; 3, 4; 6, 10; XIX 1, 16; 2, 2) cuentan con paralelos en las Antigüedades. Por otro lado, la lectura, que con taleze resultaba aceptable para un cristiano al convertir a los seguidores de Jesús en amantes de la verdad, con taaeze encajaría perfectamente en una visión farisea moderada de Jesús: el fue un hombre sabio, pero sus seguidores, en su mayoría, eran gente que buscaban sólo el elemento espectacular.
-Respecto al grado de autenticidad que puede tener la referencia de Josefo a la resurrección de Jesús, desde luego, tal y como nos ha llegado, no puede provenir de este autor porque —una vez mas— implicaría una confesión de fe cristiana. Ahora bien, admitido este punto, caben dos posibilidades: que el texto sea una interpolación total o que presente un cercenamiento del original. Sin ningún dogmatismo, creemos que esta ultima posibilidad es la que más se acerca a la realidad. De ser cierta esta hipótesis, el relato adquiriría además una clara coherencia porque señalaría la base de explicación de la permanencia del movimiento originado en Jesús: sus seguidores afirmaban que había resucitado.
CONCLUSIÓN: El cuadro acerca de Jesús que Josefo reflejo originalmente pudo ser muy similar al que señalamos a continuación: Jesús era un hombre sabio, que atrajo en pos de si a mucha gente, si bien la misma estaba guiada más por un gusto hacia lo novedoso (o espectacular) que por una disposición profunda hacia la verdad. Se decía que era el Mesías y, presumiblemente por ello, los miembros de la clase sacerdotal decidieron deshacerse de él entregándolo a Pilato, que lo crucificó. Ahora bien, el movimiento no terminó ahí, porque los seguidores del ejecutado, llamados cristianos en virtud de las pretensiones mesiánicas de su maestro, dijeron que se les había aparecido. De hecho, en el año 62, un hermano de Jesús, llamado Santiago, fue ejecutado por Anano, si bien, en esta ocasión, la muerte no contó con el apoyo de los ocupantes sino que tuvo lugar aprovechando de un vacío de poder romano en la región. Tampoco esta muerte había conseguido acabar con el movimiento. Cuando Josefo escribía, seguían existiendo seguidores de Jesús.
LA VERSIÓN ÁRABE
Recogida por un tal Agapio en el siglo X, su autenticidad resulta cuando menos problemática aunque no pueda descartarse sin más la posibilidad de que reproduzca algún texto de Josefo más primitivo que el que nosotros poseemos. Su traducción al castellano dice así:
En este tiempo existió un hombre sabio de nombre Jesús. Su conducta era buena y era considerado virtuoso. Muchos judíos y gente de otras naciones se convirtieron en discípulos suyos. Los que se habían convertido en sus discípulos no lo abandonaron. Relataron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; según esto, fue quizá el Mesías del que los profetas habían contado maravillas.
EL JOSEFO ESLAVO
En cuanto a la versión eslava, poca duda puede haber de que no es sino un conjunto de interpolaciones no solo relativas a Jesús sino también a los primeros cristianos. Ciertamente contó con una valoración inusitada e injustificada por parte de Robert Eisler (1929-1930) que pretendía basar en la misma algunas de sus especiales teorías sobre el carácter de Jesús y del movimiento originado en él. Sin embargo, como señalaría uno de los autores más influidos por Eisler, «con unas pocas notables excepciones, la tesis del Dr. Eisler ha sido vigorosamente repudiada por los eruditos de denominación cristiana, judía y agnóstica» (Brandon, 1951, 115).
Lo cierto es que el entusiasmo de Eisler por esta fuente y su interpretación subsiguiente de la figura de Jesús, como ya hemos señalado con anterioridad, no llegaron a prender del todo ni siquiera en sus imitadores. Brandon, en una obra de muy discutible metodología y conclusiones, pretendió que en el Josefo eslavo había una fuente más cercana al original que la que ha llegado hasta nosotros. Desgraciadamente, no solo no fundamentó con un mínimo de convicción su tesis sino que incluso llegó a violentar el contenido de esta fuente para hacerla encajar en presuposiciones de trabajo. En cuanto a J. W. Jack, atribuyó el Josefo eslavo a una falsificación consciente que la Iglesia ortodoxa habría utilizado para combatir la herejía, contradiciendo así la tesis de Eisler que veía el origen de la difusión mas bien en un grupo de judaizantes. La explicación de J. W. Jack tampoco resulta convincente y, en términos generales, parece ser un eco de tesis expresadas un año antes por J. M. Creed.
Ciertamente, y en esto existe un consenso casi unánime, no parece posible determinar si existe algo en ella que pueda servirnos como fuente histórica, toda vez que los pasajes parecidos a los de Antigüedades aparecen en la Guerra y que además se hace referencia a otros episodios adicionales. Aunque algún aspecto de la misma parece confirmar nuestra reconstrucción de Josefo (v.g.: son los discípulos y no Josefo quienes afirman que Jesús ha resucitado, a Jesús se le atribuyen obras milagrosas, es ejecutado por Pilato, etc.), consideramos muy arriesgado concederle ningún valor documental de relevancia.
http://personal5.iddeo.es/magolmo/flauianum.htm
BREVÍSIMA REFERENCIA AL PASAJE CONTENIDO EN ANTIGÜEDADES XX ("...a uno llamado Santiago, hermano de Jesús, el llamado Mesías..."):
Tiene todos los visos de ser auténtico (en la tesis que estamos glosando se contiene un análisis pormenorizado).
Para quien le interese conocer el trabajo de otros autores al respecto del famoso Testimonium Flauianum, yo envié aquí un artículo titulado precisamente así (El "Testimonium Flavianum") el pasado 21 de diciembre.
*La tesis de Vidal, defendida el 2 de febrero de 1993 y que obtuvo "cum laude" por unanimidad, fue dirigida por Pilar Fernández Uriel, Profesora Titular de Historia Antigua de la UNED, y calificada por un tribunal compuesto por los siguientes especialistas (repárese en la competencia y el prestigio de estos profesores): José María Blázquez, catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid y presidente del tribunal; Enrique Cantera, profesor titular de Historia Medieval de la UNED y secretario del tribunal; Julio Mangas, catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid; Gonzalo Fernández, profesor titular de Historia Antigua de la Universidad de Valencia; y Julio Trebolle, profesor titular de Hebreo de la Universidad Complutense de Madrid.