El sexo es una invención de nuestro ingenioso Padre
que entraña dos fines distintos, muy prosaico el primero
y el segundo muy sutil, pero ambos muy necesarios.
Perpetuación de la especie es evidente el primero;
que nos parezca faltarnos la mitad de nuestro ser
y bajo amor nos busquemos, los hombres y las mujeres
es el segundo y sutil; el invento del amor, el del amor natural,
pues nuestra naturaleza doble es por definición
en este mundo de carne, que no en el mundo real.
Real parece la carne, ahora que la revestimos,
porque no es más que un vestido que de nosotros caerá,
y nos veremos cual somos, despojados de tapujos.
Tapujo es lo que nos tapa, y que impide que veamos
lo que somos en verdad, un alma que Dios creó
revestida de Sus Fuerzas: el cuerpo espiritual.
Carne y cuerpo espiritual encapsulan lo que somos
y no hay ninguna otra cosa en nuestra constitución,
y solamente nuestra alma fue imagen del Creador
pues Él no tiene ni forma ni cuerpo espiritual,
y los nuestros son muletas, ayudas a nuestro ser,
pero nada substancial ni que haya de valorarse.
Escucha amigo inquietado, lo que tengo que decir,
que la carne perderás y aún seguirás siendo el mismo,
y en días muy muy remotos, en el distante futuro,
te despojarás de todo para ser prístino y limpio
como tu Padre lo es, cual rama viva del Árbol
y ya no una rama seca que no aporta ningún fruto.
Y es que tú retoñarás, porque recuerdas tus raíces.
No las podrás olvidar, pues de ellas tienes tu savia,
de ellas la Vida y Verdad, y a ellas va tu gratitud
toda vez que estás despierto, y no inmerso en esos sueños
que te convencen de que eres independiente del Padre.
¿Qué rama vive sin tronco? ¿Qué tronco vive sin raíces?
Mas siempre estarán ocultas, anónimas y benditas,
como el que da de verdad, de corazón y en silencio,
sin querer ser conocido, sin nombre al que agradecer.
Allá donde existen nombres el de Dios no se conoce,
porque Dios no tiene un nombre, porque Dios los tiene todos.
Todo ser es de Su ser... ¿Y qué nombre vas a darle a Quien todos los posee?
¿Va a ser mujer? ¿Va a ser hombre?
El cuerpo nada define. El alma define todo.
Y el alma no tiene sexo; tú no tienes ningún sexo.
Tú eres un alma de Dios, y ese juego de los sexos,
o por mejor expresarlo, esa ilusión de los sexos,
esos géneros distintos, no se encuentran en las almas.
Las almas no tienen sexo; ningún género hay en ellas,
ni tampoco genitales, que no hacen ninguna falta,
ni aparatos digestivos, que no hacen ninguna falta...
Lo innecesario se extingue. Aquí está la ley de Dios.
Los cuerpos espirituales ni necesitan comer
ni copular ni dormir. ¡Aprende la realidad!
Pues pronto vendrás hasta ella. No es ella quien va a cambiar
para amoldarse a tus creencias. Va a ser más bien al revés.
Porque tú estás aprendiendo cómo Dios hizo los Mundos.
Y a fe que lo aprenderás, o pasarás mil milenios
sumido en tus convicciones, lejos de la realidad,
en penumbras y en las dudas de tu mediocre “verdad”.
Reconoce que tú eres un pobre y simple aprendiz
y si en verdad reconoces, un maestro vendrá a ti,
pues no hay falta de maestros, empero sí de aprendices.
¡En ti viva esa humildad, la más excelsa virtud
de cuantas el hombre tiene, la que le vuelve el primero
de los que atrás se pusieron, creyéndose los menores!
Ahí está qué significa “Los últimos… ¡los primeros!”
¡Alabado sea Dios y todas Sus santas Leyes!
¡Bendito el Padre por siempre y cada una de Sus Obras!
que entraña dos fines distintos, muy prosaico el primero
y el segundo muy sutil, pero ambos muy necesarios.
Perpetuación de la especie es evidente el primero;
que nos parezca faltarnos la mitad de nuestro ser
y bajo amor nos busquemos, los hombres y las mujeres
es el segundo y sutil; el invento del amor, el del amor natural,
pues nuestra naturaleza doble es por definición
en este mundo de carne, que no en el mundo real.
Real parece la carne, ahora que la revestimos,
porque no es más que un vestido que de nosotros caerá,
y nos veremos cual somos, despojados de tapujos.
Tapujo es lo que nos tapa, y que impide que veamos
lo que somos en verdad, un alma que Dios creó
revestida de Sus Fuerzas: el cuerpo espiritual.
Carne y cuerpo espiritual encapsulan lo que somos
y no hay ninguna otra cosa en nuestra constitución,
y solamente nuestra alma fue imagen del Creador
pues Él no tiene ni forma ni cuerpo espiritual,
y los nuestros son muletas, ayudas a nuestro ser,
pero nada substancial ni que haya de valorarse.
Escucha amigo inquietado, lo que tengo que decir,
que la carne perderás y aún seguirás siendo el mismo,
y en días muy muy remotos, en el distante futuro,
te despojarás de todo para ser prístino y limpio
como tu Padre lo es, cual rama viva del Árbol
y ya no una rama seca que no aporta ningún fruto.
Y es que tú retoñarás, porque recuerdas tus raíces.
No las podrás olvidar, pues de ellas tienes tu savia,
de ellas la Vida y Verdad, y a ellas va tu gratitud
toda vez que estás despierto, y no inmerso en esos sueños
que te convencen de que eres independiente del Padre.
¿Qué rama vive sin tronco? ¿Qué tronco vive sin raíces?
Mas siempre estarán ocultas, anónimas y benditas,
como el que da de verdad, de corazón y en silencio,
sin querer ser conocido, sin nombre al que agradecer.
Allá donde existen nombres el de Dios no se conoce,
porque Dios no tiene un nombre, porque Dios los tiene todos.
Todo ser es de Su ser... ¿Y qué nombre vas a darle a Quien todos los posee?
¿Va a ser mujer? ¿Va a ser hombre?
El cuerpo nada define. El alma define todo.
Y el alma no tiene sexo; tú no tienes ningún sexo.
Tú eres un alma de Dios, y ese juego de los sexos,
o por mejor expresarlo, esa ilusión de los sexos,
esos géneros distintos, no se encuentran en las almas.
Las almas no tienen sexo; ningún género hay en ellas,
ni tampoco genitales, que no hacen ninguna falta,
ni aparatos digestivos, que no hacen ninguna falta...
Lo innecesario se extingue. Aquí está la ley de Dios.
Los cuerpos espirituales ni necesitan comer
ni copular ni dormir. ¡Aprende la realidad!
Pues pronto vendrás hasta ella. No es ella quien va a cambiar
para amoldarse a tus creencias. Va a ser más bien al revés.
Porque tú estás aprendiendo cómo Dios hizo los Mundos.
Y a fe que lo aprenderás, o pasarás mil milenios
sumido en tus convicciones, lejos de la realidad,
en penumbras y en las dudas de tu mediocre “verdad”.
Reconoce que tú eres un pobre y simple aprendiz
y si en verdad reconoces, un maestro vendrá a ti,
pues no hay falta de maestros, empero sí de aprendices.
¡En ti viva esa humildad, la más excelsa virtud
de cuantas el hombre tiene, la que le vuelve el primero
de los que atrás se pusieron, creyéndose los menores!
Ahí está qué significa “Los últimos… ¡los primeros!”
¡Alabado sea Dios y todas Sus santas Leyes!
¡Bendito el Padre por siempre y cada una de Sus Obras!