El Señor de los Anillos
José de Segovia
La obra de Tolkien se ha convertido en uno de los fenómenos literarios más importantes de todos los tiempos. La película que lleva al cine el primer tomo de su trilogía El Señor de los Anillos ha convertido su novela en uno de los acontecimientos más populares de estas fechas. Publicada en los años cincuenta, su mensaje resulta más actual que nunca para una nueva generación, que está todavía fascinada por la imaginación de este profesor de Oxford, que con C. S. Lewis tanta fantasía escribió inspirada por su fe cristiana, como una luz de esperanza en un mundo de oscuridad.
La mitología de Tolkien no está basada en una simple fantasía, sino que según él era la única forma de expresar ciertas verdades trascendentes de una forma que fuera inteligible. Su tema es la realidad última de la vida humana. La comunidad (los hobbits y la comarca) , el mundo natural (la tierra media) y los valores espirituales (el mar) están amenazados por la unión del poder, el capital y la ciencia tecnológica de Mordor. Lejos de ser escapista o reaccionario, Tolkien describe la gran lucha de nuestro tiempo. Para ello crea una historia y geografía propias, creando idiomas y pueblos, comenzando por la creación que narra en El Silmarillion (publicado después de su muerte el año 77).
Porque el camino de la Comarca a Mordor es el viaje en busca de un descanso, que no está finalmente ni en la Tierra Media ni en esta tierra. Como dice Aragorn en su despedida: "En pena debemos ir, pero no desesperados. ¡Adelante! No estamos atados eternamente a los círculos del mundo, por delante hay más que la memoria". Tolkien presenta los grandes temas bíblicos de la caída, el poder del mal, el perdón, la redención y la esperanza, pero no en forma de alegoría, como Lewis o El progreso del peregrino. Porque el anillo no representa nada, pero habla del amor y la luz, la gracia y la nobleza, todo sobre un fondo oscuro de una maldad terrible. El Señor de los Anillos es la historia de una búsqueda, un inmenso viaje para acabar con el mal, bajo la amenaza continua de Saurón, el Señor Oscuro, y sus huestes de orcos, hombres corruptos y jinetes negros. Pero no hay una fascinación por lo oculto, sino por el amor, la gracia y la verdad.
Hay una comunidad del anillo, formada por representantes de toda la Tierra Media -elfos, enanos, hombres y hobbits-, dirigidos por ese extraño ángel-brujo que es Gandalf. Las razas se encuentran así en una nueva amistad por un amor sacrificial, como el de la princesa de los elfos por ese rey mortal que es Aragorn. Vemos la caída y arrepentimiento de Boromir, la ambición y miseria de Gollum, así como la sabiduría de Gandalj; que da su vida para salvar a la comunidad. Pero sobre todo conocemos a los hobbits, entrañables y alocados, pequeños y frágiles, pero también perseverantes y fieles. Como Merry en su lucha con el señor de Nazgul, capitán de las huestes de Mordor, o Frodo y su leal compañero Sam, que ha de destruir el anillo de poder de Saurón.
Al final no son los grandes, los reyes, o los magos, los que hacen las cosas más importantes, sino el débil, el humilde y el loco. Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y su debilidad más fuerte que su poder (1 Corintios 1:25). Jesús murió en aparente debilidad, fracaso y locura; pero venció, destruyendo a la muerte, y al que tiene poder sobre ella, para rescatar a los que estamos perdidos y esclavizados, sin esperanza.
José de Segovia
es periodista, teólogo y pastor en una iglesia de Madrid
José de Segovia
La obra de Tolkien se ha convertido en uno de los fenómenos literarios más importantes de todos los tiempos. La película que lleva al cine el primer tomo de su trilogía El Señor de los Anillos ha convertido su novela en uno de los acontecimientos más populares de estas fechas. Publicada en los años cincuenta, su mensaje resulta más actual que nunca para una nueva generación, que está todavía fascinada por la imaginación de este profesor de Oxford, que con C. S. Lewis tanta fantasía escribió inspirada por su fe cristiana, como una luz de esperanza en un mundo de oscuridad.
La mitología de Tolkien no está basada en una simple fantasía, sino que según él era la única forma de expresar ciertas verdades trascendentes de una forma que fuera inteligible. Su tema es la realidad última de la vida humana. La comunidad (los hobbits y la comarca) , el mundo natural (la tierra media) y los valores espirituales (el mar) están amenazados por la unión del poder, el capital y la ciencia tecnológica de Mordor. Lejos de ser escapista o reaccionario, Tolkien describe la gran lucha de nuestro tiempo. Para ello crea una historia y geografía propias, creando idiomas y pueblos, comenzando por la creación que narra en El Silmarillion (publicado después de su muerte el año 77).
Porque el camino de la Comarca a Mordor es el viaje en busca de un descanso, que no está finalmente ni en la Tierra Media ni en esta tierra. Como dice Aragorn en su despedida: "En pena debemos ir, pero no desesperados. ¡Adelante! No estamos atados eternamente a los círculos del mundo, por delante hay más que la memoria". Tolkien presenta los grandes temas bíblicos de la caída, el poder del mal, el perdón, la redención y la esperanza, pero no en forma de alegoría, como Lewis o El progreso del peregrino. Porque el anillo no representa nada, pero habla del amor y la luz, la gracia y la nobleza, todo sobre un fondo oscuro de una maldad terrible. El Señor de los Anillos es la historia de una búsqueda, un inmenso viaje para acabar con el mal, bajo la amenaza continua de Saurón, el Señor Oscuro, y sus huestes de orcos, hombres corruptos y jinetes negros. Pero no hay una fascinación por lo oculto, sino por el amor, la gracia y la verdad.
Hay una comunidad del anillo, formada por representantes de toda la Tierra Media -elfos, enanos, hombres y hobbits-, dirigidos por ese extraño ángel-brujo que es Gandalf. Las razas se encuentran así en una nueva amistad por un amor sacrificial, como el de la princesa de los elfos por ese rey mortal que es Aragorn. Vemos la caída y arrepentimiento de Boromir, la ambición y miseria de Gollum, así como la sabiduría de Gandalj; que da su vida para salvar a la comunidad. Pero sobre todo conocemos a los hobbits, entrañables y alocados, pequeños y frágiles, pero también perseverantes y fieles. Como Merry en su lucha con el señor de Nazgul, capitán de las huestes de Mordor, o Frodo y su leal compañero Sam, que ha de destruir el anillo de poder de Saurón.
Al final no son los grandes, los reyes, o los magos, los que hacen las cosas más importantes, sino el débil, el humilde y el loco. Porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y su debilidad más fuerte que su poder (1 Corintios 1:25). Jesús murió en aparente debilidad, fracaso y locura; pero venció, destruyendo a la muerte, y al que tiene poder sobre ella, para rescatar a los que estamos perdidos y esclavizados, sin esperanza.
José de Segovia
es periodista, teólogo y pastor en una iglesia de Madrid