ALIMENTO DIARIO
Leer con oración: Hch.7:23-30a; Ex.19:4-6,8; Ro.7:7; Mt.6:9-10
"Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt 6:9-10)
EL REINO ES EL RESULTADO DE
LA SANTIFICACIÓN DEL NOMBRE DEL SEÑOR
Como vimos ayer, Dios envió a Moisés para librar al pueblo de Israel y conducirlo de regreso a Canaán, con miras al establecimiento del reino de Dios en la tierra. En la vida de Moisés vemos tres períodos de cuarenta años. El primero, lo pasó en el palacio de Egipto aprendiendo toda la cultura egipcia. Al final de esos cuarenta años, él consideraba que podría hacer algo por el pueblo, pero estaba lleno de su fuerza y capacidad natural. Cuando vio a uno de los hijos de Israel siendo tratado injustamente, fue a defenderlo y vengó al oprimido, matando al egipcio. Por ello tuvo que huir al desierto adonde permaneció otros cuarenta años (cfr. Hch 7:23-30a).
En el desierto, por cuarenta años Moisés no trató con personas, sino con el rebaño. Podemos decir que fue un período en el que su ser, capacidad y habilidades naturales pasaron por la muerte y resurrección. Al final de ese segundo período de cuarenta años de la vida de Moisés, Dios lo hizo pasar por lecciones profundas, y él ya no se sentía capaz ni habilitado para liberar al pueblo de Israel. Entonces fue cuando Dios se le apareció y lo llamó, y luego pudo ser usado por Dios. Para ser usados por Dios, necesitamos pasar por la muerte y resurrección para que nuestras capacidades y habilidades naturales puedan morir y resucitar a fin de serle Útiles en Sus manos.
Después de las señales y prodigios que Dios hizo en la tierra de Egipto por medio de Moisés, Faraón dejó ir al pueblo de Israel. Cuando llegaron al desierto, Dios les declaró: "Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel" (Ex.19.4-6). Dios los sacó de la tierra de Egipto para cumplir lo que prometiera a Abraham y así obtener un reino de sacerdotes y de gente santa. Cuando Moisés transmitió al pueblo las palabras del Señor, todos respondieron unánimemente: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (v.8). En verdad, ellos no se conocían a sí mismos; se creían muy capaces de cumplir la voluntad de Dios por sí solos. Dios entonces les dio la ley, los Diez Mandamientos, como un retrato de Sí mismo, para que viesen en realidad quienes eran y su incapacidad natural de expresar a Dios y representarlo en la tierra. La ley expuso la naturaleza humana caída y sus pecados (cfr: Ro 7:7). Por la historia de los hijos de Israel, vemos que ellos fracasaron en cumplir la ley y en expresar el reino de Dios en la tierra, pues vivían en la vida natural. En los dos mil años de la historia de la nación de Israel, sólo hubo fracaso tras fracaso.
Con todo, Dios aún quería tener Su reino en la tierra, para que Su voluntad fuese hecha en ella así como es hecha en los cielos. En la oración que el Señor enseñó, hay tres puntos iniciales: santificar el nombre del Padre, que venga Su reino y que Su voluntad pueda ser hecha en la tierra como en los cielos (Mt 6:9-10). El hombre puede santificar el nombre del Señor invocándole. Cuando invocamos el nombre del Señor Su reino también es producido; el reino de los cielos viene a la tierra. Además de eso, cuando invocamos Su nombre, Su voluntad se hace aquí en la tierra así como es hecha en los cielos. Cuando invocamos el nombre del Señor, la iglesia es producida. La iglesia tiene las llaves del reino de los cielos, pues ella es el reino de los cielos en la tierra, por eso la voluntad de Dios puede ser hecha aquí en la tierra como es hecha en los cielos. Dios quiere un reino en la tierra y ese reino se produce cuando hay un grupo de personas que invocan el nombre del Señor.
Palabra clave: Reino de sacerdotes
Pregunta: ¿Cuáles son los tres puntos iniciales de la oración del Señor?
Dong Yu lan
Derechos reservados a:
Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
Leer con oración: Hch.7:23-30a; Ex.19:4-6,8; Ro.7:7; Mt.6:9-10
"Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt 6:9-10)
EL REINO ES EL RESULTADO DE
LA SANTIFICACIÓN DEL NOMBRE DEL SEÑOR
Como vimos ayer, Dios envió a Moisés para librar al pueblo de Israel y conducirlo de regreso a Canaán, con miras al establecimiento del reino de Dios en la tierra. En la vida de Moisés vemos tres períodos de cuarenta años. El primero, lo pasó en el palacio de Egipto aprendiendo toda la cultura egipcia. Al final de esos cuarenta años, él consideraba que podría hacer algo por el pueblo, pero estaba lleno de su fuerza y capacidad natural. Cuando vio a uno de los hijos de Israel siendo tratado injustamente, fue a defenderlo y vengó al oprimido, matando al egipcio. Por ello tuvo que huir al desierto adonde permaneció otros cuarenta años (cfr. Hch 7:23-30a).
En el desierto, por cuarenta años Moisés no trató con personas, sino con el rebaño. Podemos decir que fue un período en el que su ser, capacidad y habilidades naturales pasaron por la muerte y resurrección. Al final de ese segundo período de cuarenta años de la vida de Moisés, Dios lo hizo pasar por lecciones profundas, y él ya no se sentía capaz ni habilitado para liberar al pueblo de Israel. Entonces fue cuando Dios se le apareció y lo llamó, y luego pudo ser usado por Dios. Para ser usados por Dios, necesitamos pasar por la muerte y resurrección para que nuestras capacidades y habilidades naturales puedan morir y resucitar a fin de serle Útiles en Sus manos.
Después de las señales y prodigios que Dios hizo en la tierra de Egipto por medio de Moisés, Faraón dejó ir al pueblo de Israel. Cuando llegaron al desierto, Dios les declaró: "Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel" (Ex.19.4-6). Dios los sacó de la tierra de Egipto para cumplir lo que prometiera a Abraham y así obtener un reino de sacerdotes y de gente santa. Cuando Moisés transmitió al pueblo las palabras del Señor, todos respondieron unánimemente: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (v.8). En verdad, ellos no se conocían a sí mismos; se creían muy capaces de cumplir la voluntad de Dios por sí solos. Dios entonces les dio la ley, los Diez Mandamientos, como un retrato de Sí mismo, para que viesen en realidad quienes eran y su incapacidad natural de expresar a Dios y representarlo en la tierra. La ley expuso la naturaleza humana caída y sus pecados (cfr: Ro 7:7). Por la historia de los hijos de Israel, vemos que ellos fracasaron en cumplir la ley y en expresar el reino de Dios en la tierra, pues vivían en la vida natural. En los dos mil años de la historia de la nación de Israel, sólo hubo fracaso tras fracaso.
Con todo, Dios aún quería tener Su reino en la tierra, para que Su voluntad fuese hecha en ella así como es hecha en los cielos. En la oración que el Señor enseñó, hay tres puntos iniciales: santificar el nombre del Padre, que venga Su reino y que Su voluntad pueda ser hecha en la tierra como en los cielos (Mt 6:9-10). El hombre puede santificar el nombre del Señor invocándole. Cuando invocamos el nombre del Señor Su reino también es producido; el reino de los cielos viene a la tierra. Además de eso, cuando invocamos Su nombre, Su voluntad se hace aquí en la tierra así como es hecha en los cielos. Cuando invocamos el nombre del Señor, la iglesia es producida. La iglesia tiene las llaves del reino de los cielos, pues ella es el reino de los cielos en la tierra, por eso la voluntad de Dios puede ser hecha aquí en la tierra como es hecha en los cielos. Dios quiere un reino en la tierra y ese reino se produce cuando hay un grupo de personas que invocan el nombre del Señor.
Palabra clave: Reino de sacerdotes
Pregunta: ¿Cuáles son los tres puntos iniciales de la oración del Señor?
Dong Yu lan
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¡Jesús es el Señor!