La doctrina moderna del “rapto secreto” de la iglesia tiene su origen en las visiones de una joven escocesa llamada Margaret McDonald, quien en 1830, en medio de un avivamiento carismático en Port Glasgow, afirmó haber recibido una revelación especial acerca de la segunda venida de Cristo. Según su testimonio, el Señor vendría primero de manera secreta para apartar a los creyentes verdaderos antes de la gran tribulación, y luego regresaría públicamente en gloria y juicio. Esta idea de una venida en dos fases —un arrebatamiento previo y una manifestación final— no tenía antecedentes en la tradición cristiana anterior, pero sus escritos circularon en los círculos carismáticos e influyeron en John Nelson Darby, líder de los Hermanos de Plymouth, quien sistematizó estas enseñanzas dentro del dispensacionalismo, distinguiendo de forma tajante entre Israel y la Iglesia.
A través de Darby, la doctrina llegó a los Estados Unidos y fue ampliamente difundida gracias a la Biblia de Referencia Scofield (1909), que la popularizó entre evangélicos y fundamentalistas. En el siglo XX, libros como The Late Great Planet Earth de Hal Lindsey y la serie Left Behind de Tim LaHaye consolidaron esta creencia en la cultura evangélica, aunque se trata de una enseñanza relativamente reciente, desconocida en la iglesia durante diecinueve siglos.
Los defensores y seguidores de esta doctrina basan sus creencias principalmente en lo expuesto en 1ra. de Tesalonicenses 4:16-17. Dice allí:
“El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire.”
Es imperativo notar el contexto del griego original en que se escribió este pasaje para entender a qué evento cultural de su tiempo se refería Pablo. Veamos:
Cuando un rey, emperador o general victorioso llegaba a una ciudad, los ciudadanos no se quedaban esperando pasivamente en sus casas. Más bien, salían a recibirlo en procesión fuera de las murallas de la ciudad, y luego lo acompañaban de regreso con honores hasta el lugar donde él residiría o presidiría.
En griego, a esa práctica se le llamaba apantēsis (ἀπάντησις), la misma palabra que Pablo usa aquí para “recibir al Señor en el aire.” El sentido, entonces, no es que los creyentes serán raptados para abandonar la tierra, sino que saldrán a recibir al Rey mesiánico (Cristo) para acompañarlo en su entrada triunfal.
Ejemplo paralelo: en Mateo 25:6, las vírgenes salen al encuentro del esposo; y en Hechos 28:15, los cristianos de Roma salen al encuentro de Pablo para escoltarlo hasta la ciudad. En ambos casos se usa el mismo término griego apantēsis.
Por eso, muchos intérpretes sostienen que Pablo está evocando esa imagen: los creyentes se “alzarán” a recibir al Señor en su manifestación gloriosa, para acompañarlo en su regreso y no para huir de este mundo.
Por otra parte, si el rapto fuese un evento “secreto”, ¿cómo explicar entonces las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:16? Él afirma claramente que la venida del Señor será “con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”. ¿Acaso una trompeta puede sonar en silencio? ¿Puede la voz de un arcángel pasar inadvertida? ¿Puede un mandato real del cielo ser susurrado para que nadie lo note? ¡Por supuesto que no! En toda la Escritura, la trompeta es símbolo de proclamación pública: convocaba al pueblo de Israel en el desierto (Números 10:9-10), anunciaba la presencia de Dios en el Sinaí con estruendo y temblor (Éxodo 19:16), y en los profetas servía para advertir del juicio inminente (Joel 2:1). ¿Qué sentido tendría, entonces, que Pablo usara un lenguaje tan sonoro para describir un evento escondido?
Además, el mismo Jesús en Mateo 24:27 enseñó que su venida sería como el relámpago que cruza de oriente a occidente: un fenómeno imposible de ocultar. ¿Cómo conciliar esto con un rapto secreto que ni el mundo ni la iglesia apóstata notaría? La Biblia, lejos de presentar un escape silencioso, anuncia una aparición pública, gloriosa y audible de Cristo, ante la cual toda rodilla se doblará (Filipenses 2:10).
Por tanto, la doctrina del “rapto secreto” se contradice con el mismo texto que se usa para defenderla. Lo que Pablo describe no es un misterio escondido, sino una proclamación real: el Rey viene, y su llegada será estruendosa, visible y gloriosa para toda la humanidad.
Bendiciones.
A través de Darby, la doctrina llegó a los Estados Unidos y fue ampliamente difundida gracias a la Biblia de Referencia Scofield (1909), que la popularizó entre evangélicos y fundamentalistas. En el siglo XX, libros como The Late Great Planet Earth de Hal Lindsey y la serie Left Behind de Tim LaHaye consolidaron esta creencia en la cultura evangélica, aunque se trata de una enseñanza relativamente reciente, desconocida en la iglesia durante diecinueve siglos.
Los defensores y seguidores de esta doctrina basan sus creencias principalmente en lo expuesto en 1ra. de Tesalonicenses 4:16-17. Dice allí:
“El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire.”
Es imperativo notar el contexto del griego original en que se escribió este pasaje para entender a qué evento cultural de su tiempo se refería Pablo. Veamos:
Cuando un rey, emperador o general victorioso llegaba a una ciudad, los ciudadanos no se quedaban esperando pasivamente en sus casas. Más bien, salían a recibirlo en procesión fuera de las murallas de la ciudad, y luego lo acompañaban de regreso con honores hasta el lugar donde él residiría o presidiría.
En griego, a esa práctica se le llamaba apantēsis (ἀπάντησις), la misma palabra que Pablo usa aquí para “recibir al Señor en el aire.” El sentido, entonces, no es que los creyentes serán raptados para abandonar la tierra, sino que saldrán a recibir al Rey mesiánico (Cristo) para acompañarlo en su entrada triunfal.
Ejemplo paralelo: en Mateo 25:6, las vírgenes salen al encuentro del esposo; y en Hechos 28:15, los cristianos de Roma salen al encuentro de Pablo para escoltarlo hasta la ciudad. En ambos casos se usa el mismo término griego apantēsis.
Por eso, muchos intérpretes sostienen que Pablo está evocando esa imagen: los creyentes se “alzarán” a recibir al Señor en su manifestación gloriosa, para acompañarlo en su regreso y no para huir de este mundo.
Por otra parte, si el rapto fuese un evento “secreto”, ¿cómo explicar entonces las palabras de Pablo en 1 Tesalonicenses 4:16? Él afirma claramente que la venida del Señor será “con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios”. ¿Acaso una trompeta puede sonar en silencio? ¿Puede la voz de un arcángel pasar inadvertida? ¿Puede un mandato real del cielo ser susurrado para que nadie lo note? ¡Por supuesto que no! En toda la Escritura, la trompeta es símbolo de proclamación pública: convocaba al pueblo de Israel en el desierto (Números 10:9-10), anunciaba la presencia de Dios en el Sinaí con estruendo y temblor (Éxodo 19:16), y en los profetas servía para advertir del juicio inminente (Joel 2:1). ¿Qué sentido tendría, entonces, que Pablo usara un lenguaje tan sonoro para describir un evento escondido?
Además, el mismo Jesús en Mateo 24:27 enseñó que su venida sería como el relámpago que cruza de oriente a occidente: un fenómeno imposible de ocultar. ¿Cómo conciliar esto con un rapto secreto que ni el mundo ni la iglesia apóstata notaría? La Biblia, lejos de presentar un escape silencioso, anuncia una aparición pública, gloriosa y audible de Cristo, ante la cual toda rodilla se doblará (Filipenses 2:10).
Por tanto, la doctrina del “rapto secreto” se contradice con el mismo texto que se usa para defenderla. Lo que Pablo describe no es un misterio escondido, sino una proclamación real: el Rey viene, y su llegada será estruendosa, visible y gloriosa para toda la humanidad.
Bendiciones.