El Catolicismo Romano, a través del Concilio Vaticano II y la domotización de la Asunción de María, cavó su propia tumba, creando el arma con el que finalmente se destruyó.
Con esta introducción, que reconozco tiene un tono algo sensacionalista, pretendo presentar un razonamiento que pone en evidencia las contradicciones evidentes dentro del Catolicismo Romano, las cuales demuestran que no es posible que ese Magisterio sea infalible. Y claro, que mejor forma, que con una reducción al absurdo, o sea, asumiendo que es infalible.
A continuación, quiero dejar claras las presuposiciones que guiarán y fundamentaran el silogismo que presentaré: (I) Principio de No Contradicción, (II) Principio de Tercero Excluido, (III) Una falacia no constituye un razonamiento válido ni concluyente para una descubrir una verdad, (IV) Una verdad es razonable si se alcanza mediante un razonamiento necesariamente concluyente, (V) El Magisterio Católico Romano es infalible en sus Concilios y declaraciones extraordinarias, (VI) Las declaraciones del Catecismo Católico Romano, basadas en documentos magisteriales, deben ser tomadas como verdades.
Dicho esto, procederé con colocar mis proposiciones y su conclusión, y posterior a esto justificarlas una por una.
P1: Todo lo que constituye el Depósito de la Fe debe estar presente en las Escrituras y la Tradición.
P2: La Asunción de María es considerada parte del Depósito de la Fe.
CI1: La Asunción de María debe estar contenida en las Escrituras y la Tradición.
P3: La Asunción de María no se deduce racionalmente de las Escrituras ni de la Tradición.
P4: Una verdad se puede conocer ya sea por razonamiento o por revelación.
CI2: La Asunción de María se conoce por revelación al Magisterio Infalible.
P5: No debemos esperar nuevas revelaciones públicas antes de que vuelva Cristo.
CI3: El Magisterio no tiene nuevas revelaciones.
C: El Magisterio se contradice al declarar la Asunción de Maria como dogma de fe.
Esta premisa, es una declaración dogmática dentro del Catolicismo Romano, se cree que todo lo que es Depósito de la Fe, o sea, un Dogma, debe residir en las Escrituras, entendiendo esta como la Biblia con canon de 73 libros; y residir en la Tradición entiendo esta como la Tradición Oral, la cuál es lógicamente, Tradición Apostólica, no referenciando a la Tradición Eclesiástica (Coloquialmente dicha, tradición con “t” minúscula).
Pero claro, ¿a qué nos referimos con todos y cada uno de estos términos? cualquiera que esté leyendo esto y no posea mucho conocimiento de la terminología Católica Romana, puede confundirse, así que rápidamente daremos unas breves definiciones de términos, especialmente sobre “tradición”.
“El depósito (cf. 1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la sagrada Tradición y en la sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia.”
Esta premisa, es una declaración dogmática para Catolicismo Romano dada en el 1 de Noviembre de 1950, por el Papa Pio XII, se dió en el documento Munificentissimus Deus, donde el Papa habla Ex Cathedra. La declaración Ex Cathedra es la siguiente:
“La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”
Es así como la Asunción de Maria se dogmatiza, y se reconoce como parte del Depósito de la fe.
Por Modus Ponens podemos concluir que si todo lo que es Dogma debe estar en las Escrituras y Tradición, y la Asunción de María es Dogma, entonces la Asunción de Maria debe estar en las Escrituras o Tradición explícita o implícitamente.. Esto se sigue de la Primera Premisa y de la Segunda Premisa.
¿Qué estoy tratando de dar a entender?, primero, esta premisa no se debe entender como “La Asunción de Maria no esta explicitamente en las Escrituras”, sería un error de comprensión por parte del lector, más bien lo que quiero dar a entender es: “La Asunción de María no se puede leer explícitamente ni deducir racionalmente (implícito) de las Escrituras ni de la Tradición”, en este sentido, yo estoy dando una afirmación negativa, y para poder probarla, voy a responder y objetar a todos y cada uno de los argumentos que tratan de justificar racionalmente la Asunción de María con el Depósito de la Fe, o sea, la Tradición y las Escrituras.
La citación de mis objeciones será estructurada de una forma ordenada para una mejor comprensión, estarán en dos secciones (I,II), la primera será las Escriturales (I), la segunda será las de la Tradición (II). Seguido de esto estarán los argumentos que traten de demostrar que la Asunción de María es razonable de las Escrituras y Tradición (a, b, c….), y por último, mis refutaciones (1, 2, 3…).
"De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso."(Ap 19:15)
La cita es tomada del Salmo 2:
"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás."(Sal 2:9)
Si leemos con atención todo el salmo veremos que en la primera parte los príncipes y reyes de la tierra se levantan unidos contra el Ungido del Señor rechazando su gobierno. Esto tuvo su cumplimiento durante la primera venida del Señor, tal como correctamente interpretaron los apóstoles (Hch 4:24-28)
Podemos concluir entonces que este “hijo” es Jesus, entonces, si la Mujer es su Madre, entonces es claro que la Mujer es Maria.
Se dice en el primer verso que la Mujer (la cual es Maria) está en el cielo, entonces, si Maria está en cielo, por lo tanto, fue asunta.
“Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.” (v. 17)
Lo cual es un paralelismo claro con un pasaje de la Anunciación de Lucas:
“Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.” (Lc 1:48)
Dado este paralelismo evidente, podemos afirmar que aquella Reina es Maria.
Sabemos que el Rey, Dios, esta en los cielos, por ende, si Maria esta a lado del Rey, está en los cielos, como Maria está en el cielo, entonces fue asunta.
La presencia divina que desciende y cubre:
"La Nube descendió sobre la Tienda del encuentro (donde estaba el Arca) y la Gloria de Yavé cubrió con su sombra la Morada" (Ex 40:34-35)
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1:35)
El viaje a los cerros de Judá:
"Se puso de pie y fue a los cerros de Judá para traer el Arca del Señor" (2 Sa 6:2)
"Se puso de pie y fue a los cerros de Judá a visitar a Isabel" (Lc 1:39)
La expresión de indignidad ante la presencia sagrada:
"¿Cómo puede el Arca de Yahvé venir a mi casa?" (2 Sa 6:9)
"¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?" (Lc :43)
La alegría manifestada:
David “saltó de alegría” al ver el Arca (2 Sa 6:15-16)
Juan "saltó de alegría" al escuchar la voz de María (Lc 1:44)
La permanencia en Judá:
El Arca "permaneció en los cerros de Judá, en casa de Obed-Edom por tres meses" (2 Sa 6:11)
María "permaneció tres meses en los cerros de Judá en casa de Isabel y su esposo Zacarías" (Lc 1:56)
Podemos afirmar con plena seguridad que el Arca posee una relación tipológica con Maria.
Dada esta relación tipológica, nosotros nos podemos dirigir a un texto Apocalíptico, donde encontraremos que el Arca se encuentra en los cielos (Ap. 11:19), entonces, si el Arca es tipo de Maria, podemos decir que el Arca representa a Maria, y que Maria está en los cielos, por ende, fue asunta.
Cabe aclarar que yo no tengo problema con la relación tipológica entre Maria y el Arca
Nosotros sabiendo que Maria posee una relación tipológica, podemos dirigirnos a un Salmo, donde podremos encontrar lo siguiente:
“Levántate, oh Yahvé, al lugar de tu reposo, Tú y el arca del poder.” (Sal. 132:8)
Esta es una clara prefiguración a la Asunción de Maria, pues sabiendo que el Arca es tipo de Maria, aquí estamos viendo el Arca siendo levantada al lugar del reposo de Dios, que es el cielo mismo,
Considerando que existe una relación tipológica entre el Arca y María, y dado que se establece que el Arca fue asunta a los cielos (cf. Apocalipsis 11:19 ), es razonable inferir que María, como antitipo del Arca, también debería haber sido asunta a los cielos. Esta conclusión se deriva de la correspondencia entre los dos elementos dentro del marco tipológico, donde el Arca prefigura a María, implicando que lo que ocurre con el Arca en los cielos tiene una relación directa con el destino de María.
Respuesta:
María es la mujer mencionada en el protoevangelio (cf. Génesis 3:15), y por lo tanto, se le asigna una enemistad con Satanás, quien es identificado como la serpiente en ese pasaje. Esta enemistad no sería coherente si María hubiera experimentado la muerte en este mundo, pues la muerte, en el contexto bíblico, no se alinea con la victoria final sobre Satanás que se anticipa en dicho versículo. En consecuencia, María no murió, sino que fue asunta al cielo, lo cual preservaría el cumplimiento de esa enemistad de manera plena y definitiva.
La Asunción de María se menciona incluso desde el siglo IV en los Padres de la Iglesia, como lo atestigua Epifanio de Salamina (cf Panarion 78, 11:2-5). Este hecho evidencia que se trata de una Tradición Oral que, al haber sido transmitida de manera continua dentro de la Iglesia, constituye lo que se denomina Tradición Apostólica. Si aceptamos que esta enseñanza pertenece a la Tradición Apostólica, entonces, de acuerdo con la comprensión teológica de la Iglesia primitiva, esta tradición adquiere el estatus de un Dogma de fe.
Existen apócrifos y escritos que pueden datarse del siglo II, como los escritos siriacos, los cuales indican que, en esos tiempos, ya había personas que creían en la Asunción de María. Esta creencia, al ser documentada en fuentes tan tempranas, sugiere que se trataba de una Tradición Apostólica que, con el tiempo, fue consolidándose dentro de la enseñanza de la Iglesia. De este modo, la Asunción de María puede ser considerada como un Dogma de fe que tiene sus raíces en las primeras generaciones cristianas.
La Carta de Dionisio el Egipcio o el Místico a Tito, Obispo de Creta, que data de finales del siglo III a mediados del siglo IV, fue publicada por primera vez en alemán por el Dr. Weter de la Facultad de Tübinga en 1887. Según lo que dice el Padre Cardoso, el Dr. Nirschl, quien ha estudiado la carta, establece como fecha el año 363, declarándose absolutamente auténtica.
Respuesta:
No existe ninguna carta auténtica de Dionisio el Egipcio a Tito, hablando sobre la Asunción. Lo que sí existe es una carta apócrifa del pseudo-Dionisio el Areopagita hacia Tito de Creta, en la cual se relata la dormición. Existen varios puntos que deben ser tratados al respecto:
Comencemos señalando que, en ningún momento, hay mención de escritos de los Padres de la Iglesia en los primeros tres siglos que respalden la Asunción de María, sino que los primeros testimonios sobre este tema se encuentran en los escritos de finales del siglo IV al IX. Esto, de ninguna manera, constituye una prueba histórica de un hecho verídico, ya que carece de los elementos temporales necesarios para confirmarlo como parte de la Tradición Apostolcia primitiva.
Lo mismo ocurre con los elementos litúrgicos y otras manifestaciones similares, que son productos posteriores al siglo V, y que no ofrecen una prueba sustancial para respaldar la autenticidad de la Asunción.
Es, por tanto, indemostrable que alguno de los Padres Apostólicos haya creído en la Asunción de María, o siquiera un discípulo directo de estos. Reformulando: ningún Padre Pre-Niceno afirmó de manera explícita creer en la Asunción de María.
La primera mención de la Asunción se hace de forma hipotética en el siglo IV, en la obra Panarion de Epifanio, quien, en su exposición, presenta una hipótesis sobre la posible muerte de María, sugiriendo, entre otras opciones, que podría haber sido martirizada. Esto entra en contradicción con la noción de la Asunción tal como se presenta más tarde, pues se desvía de la idea de un traslado celestial.
Algunos podrían argumentar que la ausencia de mención sobre la Asunción en los primeros siglos se debe a que los Padres de la Iglesia no estaban centrados en el tema de la asunción de personas en general, sino más bien en Cristo. Sin embargo, esta afirmación no se sostiene, ya que a lo largo de los siglos, los Padres Pre-Nicenos discutieron abiertamente sobre la asunción corporal de otras figuras bíblicas, como Moisés, Enoc y Elías. Sin embargo, es notable que jamás se menciona a María en estos debates.
Clemente de Roma,
“Miremos a Enoch que, habiendo sido encontrado justo en la obediencia, fue trasladado y no se conoce su muerte.” (Epist. Clem. IX)
Tertuliano,
“Sin duda, Enoc fue trasladado, y también Elías. Entonces, ¿no experimentaron la muerte? No, sino que ésta fue pospuesta, para extinguir al Anticristo con su sangre.” (De Anima L)
“Que hoy Enoc y Elías, aún no preparados para la resurrección porque no habían sido tratados por la muerte, fueron transferidos del mundo y son candidatos a la eternidad.” (De Res. Carn. LVIII)
“Y, sin embargo, la elevación del hombre al cielo es un ejemplo del creador en Elias” (Adv. Marc. V, 12.8)
Metodio de Olimpo
"Como también lo demostró la traslación de Enoc" (Orat. de Res. XIV)
Ireneo de Lyon,
"Mas ¿qué decir de ellos? Enoch, por haber agradado a Dios, fue trasladado en el cuerpo mismo en que había agradado a Dios, prefigurando así el traslado de los justos, también Elías fue asumido tal como se hallaba en la sustancia de su carne." (Adv. Haer. V, 5.2)
Dionisio,
“Queremón era ya muy anciano y obispo de la ciudad llamada Nilópolis. Habiendo huido con su mujer a la montaña de Arabia, no regresó más, y los hermanos, a pesar de que escudriñaron bien muchas zonas, no pudieron dar con ellos ni con sus cadáveres.” (Hist. Eccl. VI, 42.3)
Y es que con esta cita se lleva incluso a un punto que está completamente opuesto a que los Padres ignoraban las demás cosas y por eso no mencionaron a la Asunción de Maria, porque se menciona hasta la desaparición de un Obispo llamado "Queremón", y es que resulta increíble pensar que los Padres de la Iglesia hayan relatado estos hechos, pero no la Asunción de Maria.
Debate entre Fausto y Agustín sobre Asunciones:
En el diálogo entre Fausto y Agustín, Fausto plantea la siguiente objeción:
“...Sobre todo teniendo en cuenta que no creéis que el inmortal y arrebatado en cuerpo al cielo fue sólo Elías, sino que le añadís a Moisés y a Enoc…”
Agustín responde:
“En lo que se refiere a Enoc, Elías y Moisés, nosotros creemos todo lo que la Sagrada Escritura, puesta en la cima suprema de la autoridad, atestigua con las pruebas seguras y grandes de su fiabilidad, no lo que Fausto sospecha que creemos.”
Rep. Faustum XXVI
Es relevante destacar que Fausto menciona a los personajes cuya asunción se discutía entre los cristianos de la época, pero no hace alusión alguna a María. Este hecho sugiere de manera implícita que, en ese contexto histórico, la Asunción de María no era una enseñanza común ni aceptada en las Iglesias de ese tiempo. Si dicha doctrina hubiera tenido el respaldo generalizado que algunos sugieren, Fausto habría formulado su crítica de una manera distinta, refiriéndose a algo como: “...sino que añadís a María, Moisés y Enoc.”
¿Será que Fausto no menciona a María porque no le causaba problema su inclusión en dicha lista? La respuesta a esta pregunta es no. Fausto expresa con claridad: “No creéis que el inmortal y arrebatado en cuerpo al cielo fue solo Elías”, lo que implica una exclusión tajante de cualquier otra figura. La utilización de la expresión “añadís” sugiere que solo se reconocían como asuntos a Elías y los mencionados por Fausto. Si María hubiera formado parte de este grupo, era de esperar que él la mencionara explícitamente, dado el propósito de su crítica.
Este argumento se refuerza al observar la respuesta de Agustín. Es difícil imaginar que un teólogo de la talla de Agustín, tan consciente de las controversias doctrinales de su tiempo, hubiera omitido una corrección sobre un tema tan crucial como la Asunción de María, especialmente cuando se trata de la madre del Señor. La ausencia de tal corrección sugiere que la doctrina de la Asunción no constituía una enseñanza generalmente aceptada ni en las Iglesias de ese periodo.
Intentar justificar este vacío argumentando que Fausto y Agustín ignoraban o no conocían la doctrina de la Asunción de María resulta, por tanto, una postura rebuscada, carente de fundamento histórico sólido.
Una evidencia significativa a este respecto la proporciona Epifanio de Salamina, quien señala la ignorancia acerca del destino final de María, lo que implica de manera indirecta que no existía una creencia generalizada de que María hubiera sido asunta. De hecho, en sus escritos, Epifanio llega incluso a negar implícitamente esta doctrina.:
“Si alguien piensa que estoy equivocado, que busque en las Escrituras y no encuentre ni la muerte de María, ni si murió o no, ni si fue sepultada o no, aunque Juan seguramente viajó por toda Asia. Y, sin embargo, en ninguna parte dice que llevó consigo a la santísima Virgen. La Escritura simplemente guardó silencio debido al sobrecogedor asombro, para no consternarse.
Porque no me atrevo a decirlo; aunque tengo mis sospechas, permanezco en silencio. Tal vez, así como no se encuentra su muerte, también yo haya encontrado algunos rastros de la santa y bendita Virgen. En un pasaje Simeón dice de ella: “Y una espada traspasará tu propia alma, para que queden al descubierto los pensamientos de muchos corazones.” Y en otro lugar el Apocalípsis de Juan dice: “Y el dragón fue tras la mujer que había dado a luz al hijo varón, y se le dieron alas de águila y fue llevada al desierto, para que el dragón no la atrapara.” Tal vez esto se pueda aplicar a ella; no puedo decidir con certeza, y no estoy diciendo que permaneció inmortal. Pero tampoco estoy afirmando que murió.
Porque la Escritura fue más allá del entendimiento del hombre y lo dejó en suspenso con respecto a su precioso y escogido vaso, para que nadie sospechara de ella comportamiento carnal. Si murió, no lo sé; y [incluso] si fue sepultada, nunca tuvo relaciones carnales, ¡perezca el pensamiento!” (Pan. 78, 11.2-5)
Entre otros muchos ejemplos que no he citado, estos casos muestran que la Asunción de personas se menciona en el contexto de debates sobre el poder de Dios, pero nunca se alude a María. ¿Es que acaso había desprecio hacia María o será que, por casualidad, siempre se olvidaban de ella? Ambas respuestas parecen poco convincentes, ya que exponentes como Ireneo de Lyon tenían una alta estima por María. En sus escritos, como en Adversus Haeresias (especialmente en el libro III), Ireneo menciona a María de manera prominente.
Algunos podrían argumentar que la ausencia de menciones a la Asunción de María es una falacia del ad silentium. Sin embargo, este argumento no es válido, ya que los Padres de la Iglesia mencionan a María en múltiples ocasiones. La falta de mención de un hecho tan trascendental y milagroso como la Asunción de María hace que esta falacia sea difícil de sostener. Si María hubiera sido asunta, como se argumenta en la doctrina más reciente, resulta inverosímil que no se hubiera mencionado en un contexto teológico o histórico tan relevante.
Para ilustrar este punto, podemos comparar la documentación del hecho milagroso de la resurrección de Jesús, que está ampliamente registrada por diversas fuentes, tanto cristianas como no cristianas, y por historiadores de la época. Esta resurrección fue un evento tan relevante que se registró de manera detallada por varias personas de distintas perspectivas. En contraste, el hecho igualmente asombroso de la Asunción de María no fue mencionado en ninguna fuente relevante de la época, lo que nos deja con la intuición de que probablemente no sucedió, aunque esta observación no pueda considerarse concluyente.
Culmino esta sección sobre la Tradición con una cita de una de las personas que ha estudiado este tema por décadas, que subraya la importancia de estos vacíos documentales:
“Al retroceder a partir de esta fecha, lamentablemente estamos limitados por el estado de nuestras fuentes. Como ha dejado claro el comienzo de este capítulo, no hay evidencia de ninguna tradición sobre la Dormición y Asunción de María anterior al siglo V. La única excepción a esto es el intento fallido de Epifanio de descubrir una tradición del final de la vida de María hacia finales del siglo IV, y su fracaso confirma el silencio ensordecedor. El propio siglo V también tiene muy poco que ofrecer, hasta el final, cuando aparecen los primeros fragmentos de una narración de la Dormición, así como indicaciones limitadas de unas pocas fuentes independientes que confirman un interés repentino en esta época por el final de la vida de María.” (Ancient Traditions of Virgin Mary's Assumption and Dormition, Stephen J. Shoemaker. Oxford text, p26)
El Catecismo de la Iglesia Católica Romana enseña que el ser humano tiene la capacidad de conocer la verdad mediante dos vías fundamentales: la razón natural y la revelación divina:
“Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina” (CIC 50, Dei Filius, DS 3015(1795))
Por lo tanto, el Catecismo distingue entre las verdades que el hombre puede alcanzar mediante el uso de la razón y aquellas que solo se pueden conocer si Dios las revela.
Esto va a plantear una distinción fundamental: si una verdad no es accesible a la razón natural, ya sea que esta se aplique a la naturaleza o a contenidos previamente revelados, su conocimiento sólo es posible a través de una revelación divina. De modo análogo, así como la razón natural, en ausencia de revelación, no podría por sí misma llegar al concepto del “Espíritu Santo”, dicha verdad, al situarse más allá del ámbito racional, sólo puede ser aprehendida mediante el ejercicio de la razón sobre el contenido revelado. En este sentido, la función de la razón no es descubrir verdades que trascienden su horizonte epistemológico, sino profundizar en la inteligibilidad de aquellas verdades que han sido reveladas sobrenaturalmente.
Así es como podemos afirmar, que una verdad se adquiere, o por la razón o por revelación, o sea, si no se puede por razón, entonces es por revelación, aunque si es por revelación, también podría (no necesariamente), ser por razón. Esto opera bajo un principio de tercio excluido, o sea, no puede negarse ambas al mismo tiempo, tiene que necesariamente al menos ser cierto.
Esta proposición se deriva de la Primera Conclusión Intermedia, Tercera Premisa y Cuarta Premisa, dado que se ha asumido que la Asunción de María es una verdad dogmática (CI1). Sin embargo, esta verdad no puede ser deducida mediante el uso de la razón natural aplicada a la revelación (P3), por lo que, para sostener su certeza, es imprescindible afirmar que el magisterio debió haber recibido una revelación especial (P4). De lo contrario, si no hubiera revelación y tampoco existiera un razonamiento que permita acceder a la condición de verdad de la Asunción de Maria, no habría forma de conocerla como una verdad objetiva, por ende, el Magisterio simplemente se lo habría inventado, pero es es imposible, porque el Magisterio erraría.
Por ende, para el Magisterio mantener su infalibilidad, tiene que haber conocido esto, por medio de una revelación.
El Catecismo de la Iglesia Católica Romana enseña de manera explícita que no debemos esperar nuevas revelaciones públicas antes de la venida de Cristo, y mucho menos revelaciones que pretendan completar o perfeccionar el Depósito de la Fe:
"…ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (CIC 66, DV 4).
En la teología católica romana se distinguen dos tipos de revelación: Revelación Pública y Revelación Privada.
Revelación Pública: Consiste en la comunicación sobrenatural de un conocimiento que no se basa en el razonamiento humano. Esta revelación constituye el núcleo esencial del Depósito de la Fe y, por tanto, debe ser aceptada de manera obligatoria, es decir, dogmáticamente. Incluye las verdades fundamentales de la fe cristiana reveladas por Dios.
Revelación Privada: Se refiere a revelaciones dirigidas a individuos o grupos específicos, cuyo propósito es ayudarles a vivir su fe de manera más profunda. Sin embargo, estas no obligan a ser creídas por todos los fieles, ni añade ni perfeccionan el Depósito de la Fe, ya que su función es meramente pastoral y personal.
En este sentido, no se debe esperar una nueva revelación la cuál mejore, aclare, perfeccione, aumente o parecidos, al Depósito de la Fe, o sea, una revelación la cuál implique una Fe Dogmática.
Esta proposición deriva directamente de la Quinta Premisa, pues si no podemos esperar nuevas revelaciones públicas, o sea, para el Depósito de la Fe, no podemos esperar que el Magisterio reciba revelación en su quehacer teológico extraordinario.
En este sentido, todo quehacer teológico del Magisterio, no es creativo, sino interpretativo o sea, racional, y claro, en el caso que sea racional, cualquiera puede verificar ese razonamiento, porque la condición de verdad de un razonamiento, persiste independientemente de quien lo diga.
Conclusión Final:
Esta es la conclusión de mi silogismo, la cual se deriva directamente de la Tercera Conclusión Intermedia y la Segunda Conclusión Intermedia. En ellas, se sostiene que el Magisterio sólo puede conocer la verdad de la Asunción de María mediante una revelación. Sin embargo, dado que el Magisterio no puede acceder a ese tipo de revelaciones, surge una contradicción lógica.
La única salida coherente a esta contradicción es refutar mi Tercera Premisa, o bien negar la Quinta y Sexta Proposición, es decir, la Infalibilidad del Magisterio de la Iglesia Católica Romana.
Con esto, he expuesto los puntos clave de mi argumentación y los dilemas que surgen al intentar mantener la postura oficial sobre la Asunción de María en el contexto de la infalibilidad magisterial. Esto invita a una reflexión profunda sobre si hay una consistencia interna en las afirmaciones del Magisterio y sus implicaciones para la Teología Católica, y no simplemente esto, sino también para la Fe Personal. Concluyo mi intervención invitando a considerar cuidadosamente estos puntos y su posible resolución razonable, invitando a que tenga una crítica interna de su Magisterio de una forma objetiva, como diríamos coloquialmente “No buscarle la quinta pata al gato”.
Con esta introducción, que reconozco tiene un tono algo sensacionalista, pretendo presentar un razonamiento que pone en evidencia las contradicciones evidentes dentro del Catolicismo Romano, las cuales demuestran que no es posible que ese Magisterio sea infalible. Y claro, que mejor forma, que con una reducción al absurdo, o sea, asumiendo que es infalible.
A continuación, quiero dejar claras las presuposiciones que guiarán y fundamentaran el silogismo que presentaré: (I) Principio de No Contradicción, (II) Principio de Tercero Excluido, (III) Una falacia no constituye un razonamiento válido ni concluyente para una descubrir una verdad, (IV) Una verdad es razonable si se alcanza mediante un razonamiento necesariamente concluyente, (V) El Magisterio Católico Romano es infalible en sus Concilios y declaraciones extraordinarias, (VI) Las declaraciones del Catecismo Católico Romano, basadas en documentos magisteriales, deben ser tomadas como verdades.
Dicho esto, procederé con colocar mis proposiciones y su conclusión, y posterior a esto justificarlas una por una.
P1: Todo lo que constituye el Depósito de la Fe debe estar presente en las Escrituras y la Tradición.
P2: La Asunción de María es considerada parte del Depósito de la Fe.
CI1: La Asunción de María debe estar contenida en las Escrituras y la Tradición.
P3: La Asunción de María no se deduce racionalmente de las Escrituras ni de la Tradición.
P4: Una verdad se puede conocer ya sea por razonamiento o por revelación.
CI2: La Asunción de María se conoce por revelación al Magisterio Infalible.
P5: No debemos esperar nuevas revelaciones públicas antes de que vuelva Cristo.
CI3: El Magisterio no tiene nuevas revelaciones.
C: El Magisterio se contradice al declarar la Asunción de Maria como dogma de fe.
Continuaré con el desarrollo de mis proposiciones:
Primera Premisa:
Todo lo que constituye el Depósito de la Fe debe estar presente en las Escrituras y la Tradición.
Esta premisa, es una declaración dogmática dentro del Catolicismo Romano, se cree que todo lo que es Depósito de la Fe, o sea, un Dogma, debe residir en las Escrituras, entendiendo esta como la Biblia con canon de 73 libros; y residir en la Tradición entiendo esta como la Tradición Oral, la cuál es lógicamente, Tradición Apostólica, no referenciando a la Tradición Eclesiástica (Coloquialmente dicha, tradición con “t” minúscula).Pero claro, ¿a qué nos referimos con todos y cada uno de estos términos? cualquiera que esté leyendo esto y no posea mucho conocimiento de la terminología Católica Romana, puede confundirse, así que rápidamente daremos unas breves definiciones de términos, especialmente sobre “tradición”.
- Tradición Apostólica: Entendemos por esto, todas las enseñanzas que nos han dejado los Apóstoles, explícitas o implícitamente. Esta se enseñó tanto por vía Oral como por vía Escritural. (Catecismo #75-76)
- Tradición Oral: Entendemos por esto, las enseñanzas de los apóstoles siendo transmitidas a través de sus sucesores, en esta, podemos encontrar la Tradición Apostólica. O sea, específicamente, lo dicho de la boca de los apóstoles. (Catecismo #77)
- Tradición Eclesiástica: Entendemos por esto, las enseñanzas dadas por el Magisterio, los decretos disciplinarios, las enseñanzas de los Santos Padres de la Iglesia y sucesores de los apóstoles, etc. En esta se puede encontrar la Tradición Oral, aunque, no toda Tradición Eclesiástica es Tradición Oral. (Catecismo #78)
“El depósito (cf. 1 Tm 6,20; 2 Tm 1,12-14) de la fe (depositum fidei), contenido en la sagrada Tradición y en la sagrada Escritura fue confiado por los Apóstoles al conjunto de la Iglesia.”
Segunda Premisa:
“La Asunción de María es considerada parte del Depósito de la Fe.”Esta premisa, es una declaración dogmática para Catolicismo Romano dada en el 1 de Noviembre de 1950, por el Papa Pio XII, se dió en el documento Munificentissimus Deus, donde el Papa habla Ex Cathedra. La declaración Ex Cathedra es la siguiente:
“La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”
Es así como la Asunción de Maria se dogmatiza, y se reconoce como parte del Depósito de la fe.
Primera Conclusión Intermedia:
“La Asunción de María debe estar contenida en las Escrituras y la Tradición.”Por Modus Ponens podemos concluir que si todo lo que es Dogma debe estar en las Escrituras y Tradición, y la Asunción de María es Dogma, entonces la Asunción de Maria debe estar en las Escrituras o Tradición explícita o implícitamente.. Esto se sigue de la Primera Premisa y de la Segunda Premisa.
Tercera Premisa:
“La Asunción de María no se deduce racionalmente de las Escrituras ni de la Tradición.”¿Qué estoy tratando de dar a entender?, primero, esta premisa no se debe entender como “La Asunción de Maria no esta explicitamente en las Escrituras”, sería un error de comprensión por parte del lector, más bien lo que quiero dar a entender es: “La Asunción de María no se puede leer explícitamente ni deducir racionalmente (implícito) de las Escrituras ni de la Tradición”, en este sentido, yo estoy dando una afirmación negativa, y para poder probarla, voy a responder y objetar a todos y cada uno de los argumentos que tratan de justificar racionalmente la Asunción de María con el Depósito de la Fe, o sea, la Tradición y las Escrituras.
La citación de mis objeciones será estructurada de una forma ordenada para una mejor comprensión, estarán en dos secciones (I,II), la primera será las Escriturales (I), la segunda será las de la Tradición (II). Seguido de esto estarán los argumentos que traten de demostrar que la Asunción de María es razonable de las Escrituras y Tradición (a, b, c….), y por último, mis refutaciones (1, 2, 3…).
Sección I:
Objeción a:
En las Visiones Joánicas podemos ver una mujer (Ap. 12:1), esa mujer dará a luz a un hijo que regirá con vara de hierro a todas las naciones (v.5). Como vemos en este pasaje, el énfasis está puesto en “un hijo varón que regirá con vara de hierro a todas las naciones”. Y más adelante en Apocalipsis veremos la misma expresión justo en el momento en que el Señor regresa a este mundo victorioso para reinar:"De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso."(Ap 19:15)
La cita es tomada del Salmo 2:
"Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás."(Sal 2:9)
Si leemos con atención todo el salmo veremos que en la primera parte los príncipes y reyes de la tierra se levantan unidos contra el Ungido del Señor rechazando su gobierno. Esto tuvo su cumplimiento durante la primera venida del Señor, tal como correctamente interpretaron los apóstoles (Hch 4:24-28)
Podemos concluir entonces que este “hijo” es Jesus, entonces, si la Mujer es su Madre, entonces es claro que la Mujer es Maria.
Se dice en el primer verso que la Mujer (la cual es Maria) está en el cielo, entonces, si Maria está en cielo, por lo tanto, fue asunta.
Respuesta:
- El contexto del pasaje, nos indica que la mujer no está en el cielo, pues si vemos, la mujer llega a estar en el desierto (v. 6, 14), así también se nos habla de una acción posible en la tierra, que sería la tierra tragándose agua (v. 15-16), si hacemos un análisis en mayor profundidad, veremos que lo que se ve en el cielo es la Señal en sí misma, más no las cosas que se ven en la señal, para entenderlo mejor, es como decir “Ví una señal en mi televisor, un policía arrestando un ladrón”, obviamente el policía y el ladrón no están en el televisor en sí. De este modo, debemos comprender que Juan está viendo en los cielos unas imágenes, y allí ve el relato.
- Aun en el caso que se concediera que la mujer, la cual evidentemente es Maria (en otras secciones Israel, y en otras la Iglesia), esté en el cielo, la conclusión que se sigue es una Falacia del Antecedente, “Maria esta en cielo, por lo tanto, fue asunta”, pues se tiene un consecuente, el cual seria “Maria esta en el cielo”, el cual tiene múltiples posibles antecedentes, como: Ser Asunta, morir y que su Alma esté en el cielo, traslación del alma antes de morir, etc. Entonces, de nuestro consecuente, no es posible concluir uno de los antecedentes, porque estaríamos cometiendo una Falacia de Antecedente, lo que no constituye un razonamiento válido, non sequitur.
Objeción b:
En un Salmo encontramos que la Reina está a la diestra del Rey (Sal. 45:9), si nos dirigimos más adelante, encontraremos que a esta Reina se le dice:“Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones, Por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre.” (v. 17)
Lo cual es un paralelismo claro con un pasaje de la Anunciación de Lucas:
“Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.” (Lc 1:48)
Dado este paralelismo evidente, podemos afirmar que aquella Reina es Maria.
Sabemos que el Rey, Dios, esta en los cielos, por ende, si Maria esta a lado del Rey, está en los cielos, como Maria está en el cielo, entonces fue asunta.
Respuesta:
- Si vamos a revisar el pasaje donde supuestamente se habla de la reina (v. 16), y nos dirigimos a una interlineal como la de BLB, nosotros encontraremos que en la morfología del texto, las palabras “tus padres”, “tus hijos”, “tú los harás”, “tu nombre”, “te alabarán” (v. 16-17), se encuentran en su segunda persona, en masculino, ¿Que estoy diciendo? que en estas partes “Tus, tú”, tiene implicito un sexo masculino, pero ojo, no confundir esto con el propio sexo del verbo o sustantivo (hijos por ejemplo, es masculino), pues sucede que en el hebreo, se puede indicar si la persona a quien se dirije es masculino, cosa que en el Español no podemos, porque para nosotros “Tu perro”, puede ser dicho a una mujer a un hombre, mientras que el hebreo tiene más desarrollado, y el “tu” puede especificar si es a una mujer o a un hombre.
- Aun si concedemos que el verso habla de la Reina, no implica que sea Maria, pues un paralelismo no necesaria significa que la reina de quien se habla en el texto sea Maria, lo que podríamos llegar a deducir en última instancia, es que aquí tenemos un tipo que se relaciona con el la Anunciación (Lc. 1:48), pero eso no implica que todo lo que se hable de la Reina en el Salmo, se aplique a Maria, pues asi no funciona la tipología. El racionamiento sería un poco más coherente, en cuyo caso el pasaje sea de indole escatologico, o sea, como Apocalipsis, donde si identificamos que ente X simboliza a Y, entonces, cuando miremos a X en ese pasaje, deberíamos ver a Y, pero en las tipologías, esto no funciona así. Un ejemplo sencillo:
Encontramos una relación tipológica entre estos dos pasajes:
“Me pusieron además hiel por comida. Y en mi sed me dieron a beber vinagre.”(Sa. 69:21)
“...Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca…”(Jn. 19:28-39)
Ahora, si seguimos el razonamiento que se trata de hacer, deberíamos decir que aquí el sujeto que es Tipo, es David en su Salmo, y deberíamos retroceder unos versos atrás, y encontraremos que este Tipo dice:
“Dios, tú conoces mi insensatez, Y mis pecados no te son ocultos.”(v. 5)
Si seguimos el razonamiento, Cristo debería tener insensatez y pecados, pero claro, esto es absurdo, pues Cristo no tiene pecado. (2 Co. 5:21, He. 4:15, 1 Pe. 2:22, 1 Jn. 3:5).
- Aun así, si concedemos que la Reina es Maria a pesar de todo, este razonamiento: “Maria está en el cielo, entonces fue asunta.” es una Falacia del Antecedente, pues como se explicó en la Primera Sección, Objeción a, Segunda Respuesta (I, a, 2), pues que algo esté en el cielo, no implica que haya sido asunto, non sequitur.
Objeción c:
En la Biblia, podemos encontrar un paralelismo entre Maria y el Arca de la Alianza,La presencia divina que desciende y cubre:
"La Nube descendió sobre la Tienda del encuentro (donde estaba el Arca) y la Gloria de Yavé cubrió con su sombra la Morada" (Ex 40:34-35)
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1:35)
El viaje a los cerros de Judá:
"Se puso de pie y fue a los cerros de Judá para traer el Arca del Señor" (2 Sa 6:2)
"Se puso de pie y fue a los cerros de Judá a visitar a Isabel" (Lc 1:39)
La expresión de indignidad ante la presencia sagrada:
"¿Cómo puede el Arca de Yahvé venir a mi casa?" (2 Sa 6:9)
"¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?" (Lc :43)
La alegría manifestada:
David “saltó de alegría” al ver el Arca (2 Sa 6:15-16)
Juan "saltó de alegría" al escuchar la voz de María (Lc 1:44)
La permanencia en Judá:
El Arca "permaneció en los cerros de Judá, en casa de Obed-Edom por tres meses" (2 Sa 6:11)
María "permaneció tres meses en los cerros de Judá en casa de Isabel y su esposo Zacarías" (Lc 1:56)
Podemos afirmar con plena seguridad que el Arca posee una relación tipológica con Maria.
Dada esta relación tipológica, nosotros nos podemos dirigir a un texto Apocalíptico, donde encontraremos que el Arca se encuentra en los cielos (Ap. 11:19), entonces, si el Arca es tipo de Maria, podemos decir que el Arca representa a Maria, y que Maria está en los cielos, por ende, fue asunta.
Respuesta:
Cabe aclarar que yo no tengo problema con la relación tipológica entre Maria y el Arca
- Se está cometiendo una Falacia de Presuposición Injustificada, al suponer que el Arca del verso apocalíptico, representa a Maria. Se tiene que justificar que así es, pues claro, que el Arca sea tipo de Maria, no implica que siempre que veamos “Arca” en la Biblia, tengamos que ver “Maria”. Aquí ¿porque no simplemente ver, al Arca en el cielo? Pues esta es la interpretación más natural del texto.
- Aun si se asume que el Arca de este versículo es Maria, de nuevo se cae en una Falacia del Antecedente, pues no implica que haya sido asunta, porque de estar en el cielo, no implica haber sido asunto, cosa que ya explique en la Primera Sección, Objeción a, Segunda Respuesta (I. a. 2), por ende, no constituye un razonamiento válido, non sequitur.
Objeción d:
Nosotros sabiendo que Maria posee una relación tipológica, podemos dirigirnos a un Salmo, donde podremos encontrar lo siguiente:
“Levántate, oh Yahvé, al lugar de tu reposo, Tú y el arca del poder.” (Sal. 132:8)
Esta es una clara prefiguración a la Asunción de Maria, pues sabiendo que el Arca es tipo de Maria, aquí estamos viendo el Arca siendo levantada al lugar del reposo de Dios, que es el cielo mismo,
Respuesta:
- Se está cometiendo una falacia de presuposición injustificada al asumir, sin justificación adecuada, un trasfondo tipológico (específicamente con una Asunción) en un texto poético que, en realidad, apunta a un hecho histórico anterior. En palabras del comentarista bíblico de la Nácar Colunga, el texto se refiere claramente a un acontecimiento del pasado. A través de los términos empleados en este pasaje, el poeta describe el traslado del Arca y hace referencia explícita a los portadores de la misma. Es relevante observar que el Arca se encontraba en Cariatiarim, región situada al noroeste de Jerusalén, y los campos de Yaar o del "bosque" parecen corresponder a los alrededores de esa misma localidad. En este contexto, el salmista refleja la existencia del Arca en esa región, y presenta a los portadores de la misma, destacando su disposición para trasladarla al lugar indicado por el rey David. Este traslado es acompañado de la fraseología litúrgica "Levántate, Yahvé...", un clamor que se repetía cuando se ponía en marcha la comitiva sacerdotal que transportaba el Arca.
Adicionalmente, se debe subrayar que la frase "Levántate, oh Yahvé, Tú y el Arca de tu Poder" tiene un paralelo claro con las palabras del rey Salomón durante la dedicación del templo y la introducción del Arca en su morada (cf. 2 Crónicas 6:41). Es relevante destacar que esta es la única vez en las Escrituras que el Arca es referida como “Arca de tu Poder”, lo que refuerza la especificidad de esta expresión en el contexto histórico y ritual que describe.
En consecuencia, se puede concluir con certeza que este poema hace referencia al traslado del Arca hacia el Templo por parte de Salomón, un acto que tiene un trasfondo histórico concreto. Por lo tanto, es imperativo demostrar que este pasaje posee una carga tipológica en relación con la Asunción de María y no asumirlo sin mayor fundamento. En el campo de la tipología, es crucial establecer de manera rigurosa la evidencia de las cualidades del tipo y la presencia de las mismas cualidades en el antitipo. No podemos asumir que el antitipo posee estas cualidades simplemente porque el tipo las tiene.
- Incluso si se concede que existe un trasfondo tipológico, es más adecuado referirse a la Ascensión de Cristo (cf. Lucas 24:51; Hechos 1:9) y a la Asunción del Arca (cf. Apocalipsis 11:19), ya que ambos eventos están respaldados por la Escritura. La Ascensión de Cristo es un evento narrado de manera clara y directa, mientras que la Asunción del Arca se deduce lógicamente a partir del hecho de que el Arca se encuentra en el cielo.
Es fundamental tener en cuenta que este razonamiento es válido únicamente en función de que el Arca está en el cielo, ya que un objeto inerte como el Arca no puede ser trasladado al cielo de la misma manera que un ser humano con alma o vida. El Arca, siendo un objeto, requiere ser movido, y su presencia en el cielo es un dato significativo para la interpretación.
Objeción e:
Considerando que existe una relación tipológica entre el Arca y María, y dado que se establece que el Arca fue asunta a los cielos (cf. Apocalipsis 11:19 ), es razonable inferir que María, como antitipo del Arca, también debería haber sido asunta a los cielos. Esta conclusión se deriva de la correspondencia entre los dos elementos dentro del marco tipológico, donde el Arca prefigura a María, implicando que lo que ocurre con el Arca en los cielos tiene una relación directa con el destino de María.
Respuesta:
- Esta es una manera inadecuada de abordar la tipología, ya que, para realizar una tipología válida, es esencial contar con evidencia de que el objeto de la conexión tipológica está presente tanto en el tipo como en el antitipo. El problema radica en que el razonamiento presentado carece de dicha evidencia que respalde la afirmación de que el objeto de la tipología se encuentra presente en el antitipo.
Para ilustrar el grave error en el que se incurre, recurriremos a una analogía. Somos conscientes de la relación tipológica existente entre David y Jesús; por ende, podemos afirmar que David es un tipo de Jesús. David expresa que fue extraño para sus hermanos y desconocido para los hijos de su madre (cf Salmo 69:8), lo cual presenta un paralelismo con lo que se dice de Jesús y sus hermanos (cf Juan 7:5). Si aplicamos el mismo razonamiento, deberíamos concluir: "Si David tenía hermanos de la misma madre, entonces Jesús también", y de allí inferir que María tuvo más hijos. ¿Es este razonamiento válido? No, porque la tipología no opera de esta manera. De manera similar, que María tenga una conexión tipológica con el Arca no implica que todo lo relacionado con el Arca deba estar presente en María. Este es un razonamiento inválido.
La estructura lógica de este razonamiento erróneo es la siguiente:
- Definimos A y B como elementos del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, respectivamente.
- Establecemos X, Y, Z, [...], como las características que tienen conexión tipológica entre A y B, es decir, aquellas que comparten, lo cual sabemos por textos explícitos o deducciones lógicas.
- Determinamos que A posee J, K, L, [...], características que no se mencionan de B en ningún texto.
- A partir de esto, se concluye erróneamente que, dado que existe una relación tipológica entre A y B, entonces B debe tener también J, K, L, lo cual es un razonamiento lógicamente inconsistente.
Por ende no constituye un razonamiento valido para demostrar la Asunción de Maria, non sequitur.
Objeción f:
María es la mujer mencionada en el protoevangelio (cf. Génesis 3:15), y por lo tanto, se le asigna una enemistad con Satanás, quien es identificado como la serpiente en ese pasaje. Esta enemistad no sería coherente si María hubiera experimentado la muerte en este mundo, pues la muerte, en el contexto bíblico, no se alinea con la victoria final sobre Satanás que se anticipa en dicho versículo. En consecuencia, María no murió, sino que fue asunta al cielo, lo cual preservaría el cumplimiento de esa enemistad de manera plena y definitiva.
Respuesta:
- En este pasaje, la mujer a la que se hace referencia no es María, sino más bien Eva, de quien se habla explícitamente. El contexto nos permite discernir con claridad que la mujer de cuya descendencia y enemistad se predica es Eva. No obstante, sería inapropiado concluir o razonar que Eva no experimentó la muerte simplemente debido a su enemistad con la serpiente.
- Incluso si se asume que la mujer mencionada no es Eva, sino María, el hecho de tener una enemistad con el enemigo no necesariamente implica la evasión de consecuencias tales como la muerte, el pecado o los sufrimientos. Si nos dirigimos a la Epigrafía Petrina, encontramos que Satanás es descrito como nuestro adversario (cf. 1 Pedro 5:8), y de manera similar, en las Visiones Joánicas se relata cómo Satanás hace guerra contra nosotros (cf. Apocalipsis 12:17). ¿Deberíamos concluir que, como resultado de esta enemistad, no moriremos, sino que seremos asuntos? Evidentemente, no. Existen muchos ejemplos de cristianos que han muerto, lo cual demuestra que la enemistad con Satanás no necesariamente lleva a la inmortalidad o a la asunción.
Sección II:
Objeción a:
La Asunción de María se menciona incluso desde el siglo IV en los Padres de la Iglesia, como lo atestigua Epifanio de Salamina (cf Panarion 78, 11:2-5). Este hecho evidencia que se trata de una Tradición Oral que, al haber sido transmitida de manera continua dentro de la Iglesia, constituye lo que se denomina Tradición Apostólica. Si aceptamos que esta enseñanza pertenece a la Tradición Apostólica, entonces, de acuerdo con la comprensión teológica de la Iglesia primitiva, esta tradición adquiere el estatus de un Dogma de fe.
Respuesta:
- Se está incurriendo en una Falacia del Antecedente, ya que el hecho de que un Padre de la Iglesia diga algo no implica necesariamente que esto sea, por sí mismo, una Tradición Oral y, por ende, Apostólica. El hecho de que un Padre de la Iglesia menciona un tema puede tener diversas razones subyacentes, como ser una piedad popular, una invención o, efectivamente, una Tradición Oral, entre otras. Por lo tanto, concluir uno de los antecedentes basándose únicamente en el consecuente (el cual tiene múltiples antecedentes posibles) constituye una Falacia del Antecedente, lo que no puede considerarse un razonamiento válido. Non sequitur.
Objeción b:
Existen apócrifos y escritos que pueden datarse del siglo II, como los escritos siriacos, los cuales indican que, en esos tiempos, ya había personas que creían en la Asunción de María. Esta creencia, al ser documentada en fuentes tan tempranas, sugiere que se trataba de una Tradición Apostólica que, con el tiempo, fue consolidándose dentro de la enseñanza de la Iglesia. De este modo, la Asunción de María puede ser considerada como un Dogma de fe que tiene sus raíces en las primeras generaciones cristianas.
Respuesta:
- Cabe recalcar que los apócrifos y escritos anónimos (que, por cierto, provienen muy probablemente de orígenes heterodoxos) no constituyen parte de la Tradición Eclesiástica, es decir, no son Tradiciones Autorizadas. Por lo tanto, no pueden ser utilizados como base para fundamentar afirmaciones doctrinales o dogmáticas.
- Es cierto que estos textos indican que había personas que creían en la Asunción de María (aunque la datación del siglo II puede ser discutida), pero, de nuevo, se incurre en una Falacia del Antecedente. El hecho de que algo se haya dicho en ciertos escritos no implica necesariamente que esa creencia provenga de una Tradición Oral o Apostólica. Esta cuestión ya fue abordada y respondida en la Segunda Sección, Objeción a, Respuesta Primera (II, a, 1).
Objeción c:
La Carta de Dionisio el Egipcio o el Místico a Tito, Obispo de Creta, que data de finales del siglo III a mediados del siglo IV, fue publicada por primera vez en alemán por el Dr. Weter de la Facultad de Tübinga en 1887. Según lo que dice el Padre Cardoso, el Dr. Nirschl, quien ha estudiado la carta, establece como fecha el año 363, declarándose absolutamente auténtica.
Respuesta:
No existe ninguna carta auténtica de Dionisio el Egipcio a Tito, hablando sobre la Asunción. Lo que sí existe es una carta apócrifa del pseudo-Dionisio el Areopagita hacia Tito de Creta, en la cual se relata la dormición. Existen varios puntos que deben ser tratados al respecto:
- El documento data del siglo XII, lo que le resta completa validez como evidencia histórica. (Theol. Quartalschrift, 69 p. 133).
- El documento ni siquiera parece ser la carta original apócrifa (IX), dado que las otras versiones en griego y latín abordan un tema completamente distinto. En cambio, esta versión en armenio solo se enfoca en la Asunción. (Arm. MS. in Bodleian Lib., c168).
- En la Patrología de Migne, se incluye la versión que no menciona la Asunción, lo cual ya resulta bastante revelador sobre la naturaleza espuria del texto armenio. (PG, v3, c1103).
A continuación culminaré mi intervención con una argumentación desde la Tradición Eclesiástica de la Iglesia:
Comencemos señalando que, en ningún momento, hay mención de escritos de los Padres de la Iglesia en los primeros tres siglos que respalden la Asunción de María, sino que los primeros testimonios sobre este tema se encuentran en los escritos de finales del siglo IV al IX. Esto, de ninguna manera, constituye una prueba histórica de un hecho verídico, ya que carece de los elementos temporales necesarios para confirmarlo como parte de la Tradición Apostolcia primitiva.
Lo mismo ocurre con los elementos litúrgicos y otras manifestaciones similares, que son productos posteriores al siglo V, y que no ofrecen una prueba sustancial para respaldar la autenticidad de la Asunción.
Es, por tanto, indemostrable que alguno de los Padres Apostólicos haya creído en la Asunción de María, o siquiera un discípulo directo de estos. Reformulando: ningún Padre Pre-Niceno afirmó de manera explícita creer en la Asunción de María.
La primera mención de la Asunción se hace de forma hipotética en el siglo IV, en la obra Panarion de Epifanio, quien, en su exposición, presenta una hipótesis sobre la posible muerte de María, sugiriendo, entre otras opciones, que podría haber sido martirizada. Esto entra en contradicción con la noción de la Asunción tal como se presenta más tarde, pues se desvía de la idea de un traslado celestial.
Algunos podrían argumentar que la ausencia de mención sobre la Asunción en los primeros siglos se debe a que los Padres de la Iglesia no estaban centrados en el tema de la asunción de personas en general, sino más bien en Cristo. Sin embargo, esta afirmación no se sostiene, ya que a lo largo de los siglos, los Padres Pre-Nicenos discutieron abiertamente sobre la asunción corporal de otras figuras bíblicas, como Moisés, Enoc y Elías. Sin embargo, es notable que jamás se menciona a María en estos debates.
Clemente de Roma,
“Miremos a Enoch que, habiendo sido encontrado justo en la obediencia, fue trasladado y no se conoce su muerte.” (Epist. Clem. IX)
Tertuliano,
“Sin duda, Enoc fue trasladado, y también Elías. Entonces, ¿no experimentaron la muerte? No, sino que ésta fue pospuesta, para extinguir al Anticristo con su sangre.” (De Anima L)
“Que hoy Enoc y Elías, aún no preparados para la resurrección porque no habían sido tratados por la muerte, fueron transferidos del mundo y son candidatos a la eternidad.” (De Res. Carn. LVIII)
“Y, sin embargo, la elevación del hombre al cielo es un ejemplo del creador en Elias” (Adv. Marc. V, 12.8)
Metodio de Olimpo
"Como también lo demostró la traslación de Enoc" (Orat. de Res. XIV)
Ireneo de Lyon,
"Mas ¿qué decir de ellos? Enoch, por haber agradado a Dios, fue trasladado en el cuerpo mismo en que había agradado a Dios, prefigurando así el traslado de los justos, también Elías fue asumido tal como se hallaba en la sustancia de su carne." (Adv. Haer. V, 5.2)
Dionisio,
“Queremón era ya muy anciano y obispo de la ciudad llamada Nilópolis. Habiendo huido con su mujer a la montaña de Arabia, no regresó más, y los hermanos, a pesar de que escudriñaron bien muchas zonas, no pudieron dar con ellos ni con sus cadáveres.” (Hist. Eccl. VI, 42.3)
Y es que con esta cita se lleva incluso a un punto que está completamente opuesto a que los Padres ignoraban las demás cosas y por eso no mencionaron a la Asunción de Maria, porque se menciona hasta la desaparición de un Obispo llamado "Queremón", y es que resulta increíble pensar que los Padres de la Iglesia hayan relatado estos hechos, pero no la Asunción de Maria.
Debate entre Fausto y Agustín sobre Asunciones:
En el diálogo entre Fausto y Agustín, Fausto plantea la siguiente objeción:
“...Sobre todo teniendo en cuenta que no creéis que el inmortal y arrebatado en cuerpo al cielo fue sólo Elías, sino que le añadís a Moisés y a Enoc…”
Agustín responde:
“En lo que se refiere a Enoc, Elías y Moisés, nosotros creemos todo lo que la Sagrada Escritura, puesta en la cima suprema de la autoridad, atestigua con las pruebas seguras y grandes de su fiabilidad, no lo que Fausto sospecha que creemos.”
Rep. Faustum XXVI
Es relevante destacar que Fausto menciona a los personajes cuya asunción se discutía entre los cristianos de la época, pero no hace alusión alguna a María. Este hecho sugiere de manera implícita que, en ese contexto histórico, la Asunción de María no era una enseñanza común ni aceptada en las Iglesias de ese tiempo. Si dicha doctrina hubiera tenido el respaldo generalizado que algunos sugieren, Fausto habría formulado su crítica de una manera distinta, refiriéndose a algo como: “...sino que añadís a María, Moisés y Enoc.”
¿Será que Fausto no menciona a María porque no le causaba problema su inclusión en dicha lista? La respuesta a esta pregunta es no. Fausto expresa con claridad: “No creéis que el inmortal y arrebatado en cuerpo al cielo fue solo Elías”, lo que implica una exclusión tajante de cualquier otra figura. La utilización de la expresión “añadís” sugiere que solo se reconocían como asuntos a Elías y los mencionados por Fausto. Si María hubiera formado parte de este grupo, era de esperar que él la mencionara explícitamente, dado el propósito de su crítica.
Este argumento se refuerza al observar la respuesta de Agustín. Es difícil imaginar que un teólogo de la talla de Agustín, tan consciente de las controversias doctrinales de su tiempo, hubiera omitido una corrección sobre un tema tan crucial como la Asunción de María, especialmente cuando se trata de la madre del Señor. La ausencia de tal corrección sugiere que la doctrina de la Asunción no constituía una enseñanza generalmente aceptada ni en las Iglesias de ese periodo.
Intentar justificar este vacío argumentando que Fausto y Agustín ignoraban o no conocían la doctrina de la Asunción de María resulta, por tanto, una postura rebuscada, carente de fundamento histórico sólido.
Una evidencia significativa a este respecto la proporciona Epifanio de Salamina, quien señala la ignorancia acerca del destino final de María, lo que implica de manera indirecta que no existía una creencia generalizada de que María hubiera sido asunta. De hecho, en sus escritos, Epifanio llega incluso a negar implícitamente esta doctrina.:
“Si alguien piensa que estoy equivocado, que busque en las Escrituras y no encuentre ni la muerte de María, ni si murió o no, ni si fue sepultada o no, aunque Juan seguramente viajó por toda Asia. Y, sin embargo, en ninguna parte dice que llevó consigo a la santísima Virgen. La Escritura simplemente guardó silencio debido al sobrecogedor asombro, para no consternarse.
Porque no me atrevo a decirlo; aunque tengo mis sospechas, permanezco en silencio. Tal vez, así como no se encuentra su muerte, también yo haya encontrado algunos rastros de la santa y bendita Virgen. En un pasaje Simeón dice de ella: “Y una espada traspasará tu propia alma, para que queden al descubierto los pensamientos de muchos corazones.” Y en otro lugar el Apocalípsis de Juan dice: “Y el dragón fue tras la mujer que había dado a luz al hijo varón, y se le dieron alas de águila y fue llevada al desierto, para que el dragón no la atrapara.” Tal vez esto se pueda aplicar a ella; no puedo decidir con certeza, y no estoy diciendo que permaneció inmortal. Pero tampoco estoy afirmando que murió.
Porque la Escritura fue más allá del entendimiento del hombre y lo dejó en suspenso con respecto a su precioso y escogido vaso, para que nadie sospechara de ella comportamiento carnal. Si murió, no lo sé; y [incluso] si fue sepultada, nunca tuvo relaciones carnales, ¡perezca el pensamiento!” (Pan. 78, 11.2-5)
Entre otros muchos ejemplos que no he citado, estos casos muestran que la Asunción de personas se menciona en el contexto de debates sobre el poder de Dios, pero nunca se alude a María. ¿Es que acaso había desprecio hacia María o será que, por casualidad, siempre se olvidaban de ella? Ambas respuestas parecen poco convincentes, ya que exponentes como Ireneo de Lyon tenían una alta estima por María. En sus escritos, como en Adversus Haeresias (especialmente en el libro III), Ireneo menciona a María de manera prominente.
Algunos podrían argumentar que la ausencia de menciones a la Asunción de María es una falacia del ad silentium. Sin embargo, este argumento no es válido, ya que los Padres de la Iglesia mencionan a María en múltiples ocasiones. La falta de mención de un hecho tan trascendental y milagroso como la Asunción de María hace que esta falacia sea difícil de sostener. Si María hubiera sido asunta, como se argumenta en la doctrina más reciente, resulta inverosímil que no se hubiera mencionado en un contexto teológico o histórico tan relevante.
Para ilustrar este punto, podemos comparar la documentación del hecho milagroso de la resurrección de Jesús, que está ampliamente registrada por diversas fuentes, tanto cristianas como no cristianas, y por historiadores de la época. Esta resurrección fue un evento tan relevante que se registró de manera detallada por varias personas de distintas perspectivas. En contraste, el hecho igualmente asombroso de la Asunción de María no fue mencionado en ninguna fuente relevante de la época, lo que nos deja con la intuición de que probablemente no sucedió, aunque esta observación no pueda considerarse concluyente.
Culmino esta sección sobre la Tradición con una cita de una de las personas que ha estudiado este tema por décadas, que subraya la importancia de estos vacíos documentales:
“Al retroceder a partir de esta fecha, lamentablemente estamos limitados por el estado de nuestras fuentes. Como ha dejado claro el comienzo de este capítulo, no hay evidencia de ninguna tradición sobre la Dormición y Asunción de María anterior al siglo V. La única excepción a esto es el intento fallido de Epifanio de descubrir una tradición del final de la vida de María hacia finales del siglo IV, y su fracaso confirma el silencio ensordecedor. El propio siglo V también tiene muy poco que ofrecer, hasta el final, cuando aparecen los primeros fragmentos de una narración de la Dormición, así como indicaciones limitadas de unas pocas fuentes independientes que confirman un interés repentino en esta época por el final de la vida de María.” (Ancient Traditions of Virgin Mary's Assumption and Dormition, Stephen J. Shoemaker. Oxford text, p26)
Cuarta Premisa:
“Una verdad se puede conocer ya sea por razonamiento o por revelación.”El Catecismo de la Iglesia Católica Romana enseña que el ser humano tiene la capacidad de conocer la verdad mediante dos vías fundamentales: la razón natural y la revelación divina:
“Mediante la razón natural, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la Revelación divina” (CIC 50, Dei Filius, DS 3015(1795))
Por lo tanto, el Catecismo distingue entre las verdades que el hombre puede alcanzar mediante el uso de la razón y aquellas que solo se pueden conocer si Dios las revela.
Esto va a plantear una distinción fundamental: si una verdad no es accesible a la razón natural, ya sea que esta se aplique a la naturaleza o a contenidos previamente revelados, su conocimiento sólo es posible a través de una revelación divina. De modo análogo, así como la razón natural, en ausencia de revelación, no podría por sí misma llegar al concepto del “Espíritu Santo”, dicha verdad, al situarse más allá del ámbito racional, sólo puede ser aprehendida mediante el ejercicio de la razón sobre el contenido revelado. En este sentido, la función de la razón no es descubrir verdades que trascienden su horizonte epistemológico, sino profundizar en la inteligibilidad de aquellas verdades que han sido reveladas sobrenaturalmente.
Así es como podemos afirmar, que una verdad se adquiere, o por la razón o por revelación, o sea, si no se puede por razón, entonces es por revelación, aunque si es por revelación, también podría (no necesariamente), ser por razón. Esto opera bajo un principio de tercio excluido, o sea, no puede negarse ambas al mismo tiempo, tiene que necesariamente al menos ser cierto.
Segunda Conclusión Intermedia:
“La Asunción de María se conoce por revelación al Magisterio Infalible.”Esta proposición se deriva de la Primera Conclusión Intermedia, Tercera Premisa y Cuarta Premisa, dado que se ha asumido que la Asunción de María es una verdad dogmática (CI1). Sin embargo, esta verdad no puede ser deducida mediante el uso de la razón natural aplicada a la revelación (P3), por lo que, para sostener su certeza, es imprescindible afirmar que el magisterio debió haber recibido una revelación especial (P4). De lo contrario, si no hubiera revelación y tampoco existiera un razonamiento que permita acceder a la condición de verdad de la Asunción de Maria, no habría forma de conocerla como una verdad objetiva, por ende, el Magisterio simplemente se lo habría inventado, pero es es imposible, porque el Magisterio erraría.
Por ende, para el Magisterio mantener su infalibilidad, tiene que haber conocido esto, por medio de una revelación.
Quinta Premisa:
“No debemos esperar nuevas revelaciones públicas antes de que vuelva Cristo.”El Catecismo de la Iglesia Católica Romana enseña de manera explícita que no debemos esperar nuevas revelaciones públicas antes de la venida de Cristo, y mucho menos revelaciones que pretendan completar o perfeccionar el Depósito de la Fe:
"…ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (CIC 66, DV 4).
En la teología católica romana se distinguen dos tipos de revelación: Revelación Pública y Revelación Privada.
Revelación Pública: Consiste en la comunicación sobrenatural de un conocimiento que no se basa en el razonamiento humano. Esta revelación constituye el núcleo esencial del Depósito de la Fe y, por tanto, debe ser aceptada de manera obligatoria, es decir, dogmáticamente. Incluye las verdades fundamentales de la fe cristiana reveladas por Dios.
Revelación Privada: Se refiere a revelaciones dirigidas a individuos o grupos específicos, cuyo propósito es ayudarles a vivir su fe de manera más profunda. Sin embargo, estas no obligan a ser creídas por todos los fieles, ni añade ni perfeccionan el Depósito de la Fe, ya que su función es meramente pastoral y personal.
En este sentido, no se debe esperar una nueva revelación la cuál mejore, aclare, perfeccione, aumente o parecidos, al Depósito de la Fe, o sea, una revelación la cuál implique una Fe Dogmática.
Tercera Conclusión Intermedia:
“El Magisterio no tiene nuevas revelaciones.”Esta proposición deriva directamente de la Quinta Premisa, pues si no podemos esperar nuevas revelaciones públicas, o sea, para el Depósito de la Fe, no podemos esperar que el Magisterio reciba revelación en su quehacer teológico extraordinario.
En este sentido, todo quehacer teológico del Magisterio, no es creativo, sino interpretativo o sea, racional, y claro, en el caso que sea racional, cualquiera puede verificar ese razonamiento, porque la condición de verdad de un razonamiento, persiste independientemente de quien lo diga.
Conclusión Final:
“El Magisterio se contradice al declarar la Asunción de María como dogma de fe”
Esta es la conclusión de mi silogismo, la cual se deriva directamente de la Tercera Conclusión Intermedia y la Segunda Conclusión Intermedia. En ellas, se sostiene que el Magisterio sólo puede conocer la verdad de la Asunción de María mediante una revelación. Sin embargo, dado que el Magisterio no puede acceder a ese tipo de revelaciones, surge una contradicción lógica.La única salida coherente a esta contradicción es refutar mi Tercera Premisa, o bien negar la Quinta y Sexta Proposición, es decir, la Infalibilidad del Magisterio de la Iglesia Católica Romana.
Con esto, he expuesto los puntos clave de mi argumentación y los dilemas que surgen al intentar mantener la postura oficial sobre la Asunción de María en el contexto de la infalibilidad magisterial. Esto invita a una reflexión profunda sobre si hay una consistencia interna en las afirmaciones del Magisterio y sus implicaciones para la Teología Católica, y no simplemente esto, sino también para la Fe Personal. Concluyo mi intervención invitando a considerar cuidadosamente estos puntos y su posible resolución razonable, invitando a que tenga una crítica interna de su Magisterio de una forma objetiva, como diríamos coloquialmente “No buscarle la quinta pata al gato”.