EL PAPEL DEL SEGLAR
El seglar en la Iglesia ha tenido muy diversas posturas, desde su pasividad, hasta adquirir un puesto central en la misma, pasando por todas las actitudes intermedias.
Hoy en día sed ha estudiado esto minuciosamente, a lo que ha contribuido principalmente el gran teólogo francés de los años 50: el padre Congar. En España influyó su obra fundamental Falsas y verdaderas reformas de la Iglesia, publicada en Francia en 1950 con censura eclesiástica favorable; y que después apareció en nuestra península sin ella, pues pareció a nuestros obispos demasiado avanzada para nuestra manera nacionalcatólica de entender entonces el cristianismo.
Fue la época en que empezaron a editarse dos revistas escritas por seglares católicos, que no queríamos tragar las ruedas de molino que se nos imponían. Fueron El Ciervo y Espiritualidad Seglar. Rara avis, cada una de ellas, para aquellos tiempos clericales a ultranza.
Nosotros unos pocos seglares católicos, deseábamos tener una voz en la Iglesia, y no ser las ovejas mudas que se quería que fuésemos.
El padre Congar, en otro libro, que solo podía obtenerse en Francia, estudió dos años después todo ello a fondo. Los llamó Jalons pour une Théologie du Laïcat.
Allí definía al seglar de este modo: “El seglar será aquel para el cual, en la obra que Dios le ha confiado, existe la sustancia de las cosas en sí mismas y es interesante. En cambio el clérigo, y más todavía el monje, es un hombre para el cual las cosas no son verdaderamente interesantes por ellas mismas, sino por otra cosa que ellas en sí, esto es: en la relación que tienen con Dios”. Con estas palabras se da el `puesto central del seglar católico en el mundo.
SIN VOZ NI VOTO
Eso es lo que queríamos ser los seglares conscientes en los primeros 50, algo que el Concilio Vaticano II desarrolló, añadiendo las posibles funciones que podíamos ejercer también dentro de la propia Iglesia, para no ser un personaje sin voz ni voto dentro de ella.
En la modernidad no había ocurrido esto, lo que se pretendía por ejemplo en la Iglesia católica de Inglaterra, por boca de monseñor Talbot, era solamente que el seglar se dedicara a “disparar, cazar y entretenerse”. Y para el cardenal Wiseman, “la única función del laicado era pagar”.
Ha pasado el tiempo y no hemos conseguido convencer a nuestros jerarcas de la Iglesia de ser algo más que obedientes ovejas mudas, que un clérigo español definió hace tres siglos en un cómico libro que llamó. Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo.
Eso es lo que se nos ha suministrado en religión, y así es como se nos ha considerado en la Iglesia. ¿Qué ha ocurrido, por no haber hecho caso de lo que pedía el Padre Congar?
Algo que también predijo el cardenal Newman en el siglo XIX: que nos apartaríamos de una religión así, donde se nos considera menores de edad.
Ahí es donde nos encontramos hoy: en una profunda crisis religiosa de abandono, unas veces por resentimiento contra el trato recibido en la Iglesia, otras aburridos e indiferentes ante un religión demasiado infantil.
Y sin embargo, seguimos unos pocos ─cada vez menos─ tenaces en nuestro modo abierto de ver el cristianismo, a pesar de nuestro clero.
Y nos preguntamos, sin saber qué responder: ¿se abrirá la Iglesia a un futuro mejor?, o ¿se quedará cada vez más sola casi sin seguidores en nuestro mundo occidental?
Miret Magdalena
“EL Ciervo” trasfondo 25 Mayo 2005
Esta es la tragedia de los cristianos que permanecen en la ICR, porque se quedará cada vez más sola y no sólo en nuestro mundo Occidental.
El seglar en la Iglesia ha tenido muy diversas posturas, desde su pasividad, hasta adquirir un puesto central en la misma, pasando por todas las actitudes intermedias.
Hoy en día sed ha estudiado esto minuciosamente, a lo que ha contribuido principalmente el gran teólogo francés de los años 50: el padre Congar. En España influyó su obra fundamental Falsas y verdaderas reformas de la Iglesia, publicada en Francia en 1950 con censura eclesiástica favorable; y que después apareció en nuestra península sin ella, pues pareció a nuestros obispos demasiado avanzada para nuestra manera nacionalcatólica de entender entonces el cristianismo.
Fue la época en que empezaron a editarse dos revistas escritas por seglares católicos, que no queríamos tragar las ruedas de molino que se nos imponían. Fueron El Ciervo y Espiritualidad Seglar. Rara avis, cada una de ellas, para aquellos tiempos clericales a ultranza.
Nosotros unos pocos seglares católicos, deseábamos tener una voz en la Iglesia, y no ser las ovejas mudas que se quería que fuésemos.
El padre Congar, en otro libro, que solo podía obtenerse en Francia, estudió dos años después todo ello a fondo. Los llamó Jalons pour une Théologie du Laïcat.
Allí definía al seglar de este modo: “El seglar será aquel para el cual, en la obra que Dios le ha confiado, existe la sustancia de las cosas en sí mismas y es interesante. En cambio el clérigo, y más todavía el monje, es un hombre para el cual las cosas no son verdaderamente interesantes por ellas mismas, sino por otra cosa que ellas en sí, esto es: en la relación que tienen con Dios”. Con estas palabras se da el `puesto central del seglar católico en el mundo.
SIN VOZ NI VOTO
Eso es lo que queríamos ser los seglares conscientes en los primeros 50, algo que el Concilio Vaticano II desarrolló, añadiendo las posibles funciones que podíamos ejercer también dentro de la propia Iglesia, para no ser un personaje sin voz ni voto dentro de ella.
En la modernidad no había ocurrido esto, lo que se pretendía por ejemplo en la Iglesia católica de Inglaterra, por boca de monseñor Talbot, era solamente que el seglar se dedicara a “disparar, cazar y entretenerse”. Y para el cardenal Wiseman, “la única función del laicado era pagar”.
Ha pasado el tiempo y no hemos conseguido convencer a nuestros jerarcas de la Iglesia de ser algo más que obedientes ovejas mudas, que un clérigo español definió hace tres siglos en un cómico libro que llamó. Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo.
Eso es lo que se nos ha suministrado en religión, y así es como se nos ha considerado en la Iglesia. ¿Qué ha ocurrido, por no haber hecho caso de lo que pedía el Padre Congar?
Algo que también predijo el cardenal Newman en el siglo XIX: que nos apartaríamos de una religión así, donde se nos considera menores de edad.
Ahí es donde nos encontramos hoy: en una profunda crisis religiosa de abandono, unas veces por resentimiento contra el trato recibido en la Iglesia, otras aburridos e indiferentes ante un religión demasiado infantil.
Y sin embargo, seguimos unos pocos ─cada vez menos─ tenaces en nuestro modo abierto de ver el cristianismo, a pesar de nuestro clero.
Y nos preguntamos, sin saber qué responder: ¿se abrirá la Iglesia a un futuro mejor?, o ¿se quedará cada vez más sola casi sin seguidores en nuestro mundo occidental?
Miret Magdalena
“EL Ciervo” trasfondo 25 Mayo 2005
Esta es la tragedia de los cristianos que permanecen en la ICR, porque se quedará cada vez más sola y no sólo en nuestro mundo Occidental.