Álex Lachhein Official:
LA CIZAÑA
Álex N. Lachhein
Se atribuye (falsamente) a Voltaire, la frase: «No creo en lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a decirlo». Todo un alegato, sin duda, a la libertad de expresión, en la que, por supuesto, creo a pies juntillas como un derecho indiscutible de nuestra sociedad. El problema viene cuando, quienes manejan los hilos del poder y la información, sólo permiten expresarse a quienes son de la misma opinión ideológica, vetando voz en los medios a quienes se manifiestan radicalmente en contra.
Lo vemos todos los días en radios, periódicos y televisiones generalistas con el asunto de la supuesta pandemia de marras, y en la que el discurso es calcado y homogéneo en todos los medios. Ni un sólo discrepante en las tertulias. Ni un disidente en los platós. Ningún contrario a la verdad única. Enciendes la tele, sea el canal que sea, y todos repitiendo el mismo argumentario global y oficialista.
Tanto periodistas, como políticos o científicos, han creado una nueva figura pública: el covidiano (cepólogo o varientólogo), empeñado en aterrorizar aún más a la población a costa de un supuesto virus variante que nadie ha visto, que dicen que mata pero que nadie confirma por autopsia, y que por arte de magia se ha comido de un plumazo todas las demás enfermedades empezando por la gripe, de la cual no tenemos ni un solo caso desde hace casi dos años. Asombroso.
Un personaje este, el covidiano, que empeña su vida en intentar convencer al prójimo de que, para sobrevivir, hay que inocularse un fármaco génico experimental (no aprobado por ningún regulador), y al que él y todos los de su cuerda, increíblemente, llaman vacuna. Y si no estás de acuerdo, te acusa de insolidario por poner en peligro su salud, y te amenaza poco menos que con el destierro social, señalándote despectivamente con el “palabro” de moda: ser un “negacionista”. Amenaza esta, por cierto, que seguramente pudiera estar encuadrada penalmente como delito de odio.
Buen ejemplo de lo que digo, es el sujeto responsable del siguiente artículo, que cumple todos los puntos enumerados más arriba, y que no ha dudado en vomitar su bilis contra el prójimo contrario a él en una cabecera generalista española, hace unos pocos días. No tiene desperdicio el pobre. Carga contra los pocos medios libres, por respetar el derecho a la sagrada libertad de expresión. Entre toda la basura que destila su texto, un ejemplo amenazante: «Funcionario: si no te vacunas, no cobras». Y así, todo. Angelito mío.
Copio y pego literal
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DE LOS NEGACIONISTAS, HASTA EL GORRO
Por Xosé Carlos Caneiro, 2-VIII-2021
Publicado en «La Voz de Galicia»
No lo dudaría ni un momento. Si tuviese en mi mano legislar sobre la estupidez humana, lo haría. Categórico. Ya sé que defendemos la libertad sobre casi todas las cosas, casi, porque por encima de la libertad está la salud. Es decir, quien usa la libertad que le proporciona este sistema para atentar contra la salud del resto, debe ser parado. Me hartan estos hoplitas de la negación. Me harta el brillantísimo Miguel Bosé, al que alguien debiera poner en su sitio. Digo que me vulnera encender una radio musical y que suene la música de este señor que día a día está contribuyendo, con sus declaraciones, a que la peste del virus nos siga arruinando la existencia. No todas las opiniones valen lo mismo, aunque todos tengamos derecho a la opinión. En medicina, vale el criterio de los médicos. El resto es soflama y trampantojo. Estoy enfadado y enfangado con tantas noticias cetrinas sobre el negror que soportamos desde hace año y medio. Estoy enfadado y enfangado con algunos medios de comunicación que le dan cancha a esta cohorte de menestrales de la estulticia. Este batallón de insensatos que son muy libres de opinar, y reopinar, pero que están poniendo en riesgo la salud de todos. A estas alturas, y desde el principio, sabemos que de este abismo solo nos sacan las vacunas. No va más, señores.
La confrontación es de orden moral. La libertad no puede estar por encima de ella.