Estimados hermanos, la paz:
Durante siglos, la iglesia se mantuvo firme contra toda forma de entretenimiento mundano, denunciando lo que éste era ... un dispositivo para perder el tiempo, un refugio contra la voz perturbadora de la conciencia, un esquema para desviar la atención de la responsabilidad moral.
Pero últimamente la iglesia visible, sus pastores y sus ”fieles”, parecen haber decidido adorar al dios del entretenimiento, unir fuerzas con él y hacer uso también del poder que él usa.
La cristiandad está tan enredada con el mundo que millones nunca imaginarán cuán radicalmente han perdido el modelo del Nuevo Testamento. El compromiso está por todas partes. El mundo está lo bastante encubierto como para pasar la inspección de hombres ciegos que posan como creyentes.
Algunos piernsan que la mentira es TAN fácil de descubrir, porque no conocen ni a Dios nil as Escrituras, en las cuales encontramos que dice:
1 JUAN 5
19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.
Por esta razón la cristiandad evangélica moderna está ahora trágicamente por debajo de la norma del Nuevo Testamento. La mundanalidad, osea el reino de Satanás, es una parte aceptada de su estilo de vida.
Nuestro entorno religioso es social en lugar de espiritual.
Soy testigo, una y otra vez, que la gente se junta en los locales de reunión a los cuales llaman ”templo”, no porque tengan una doctrina común, sino por la necesidad social de comunicación, por la soledad, por el ABURRIMIENTO, pero no por Cristo, porque no conocen las Escrituras, por lo que malamente pueden sostener la doctrina. Estas reuniones están llenas de incrédulos, de mundanos, también de hinchas de Jesús, gente que lo tiene en los labios, pero muy lejos del corazón.
No adoran, pues sus líderes no conocen la adoración. No se están santificando; sus modelos son los exitosos hombres de negocios, los atletas famosos y las personalidades teatrales, y ahhhhh !!! … los cantantes, UFFFFF !!! .. esos son irremplazables, son los que le roban la gloria a Jesús ...
La iglesia evangélica moderna continua sus actividades religiosas con los métodos de la publicidad moderna. Sus locales se han convertido en teatros. Su literatura es poco profunda y su himnario raya en el sacrilegio, y escasamente alguien parece notarlo, pues si lo ponemos en evidencia, saltan todos y vienen las justificaciones.
La lectura del Nuevo Testamento está redirigida, es el evangelio anatema, donde la verdad objetiva es obscurecida, endulzada con canciones mundanas y sazonada por la entretención religiosa.
Cristo llama a los hombres a tomar la cruz; ellos llaman al show dominical, la reunión social del domingo.
Él los llama a abandonar el mundo; ellos aseguran que si “aceptan” a Jesús, el mundo será su refugio.
Él los llama a sufrir; ellos llaman a disfrutar todas las comodidades burguesas que brinda la civilización moderna.
Él los llama a la autonegación y la muerte; ellos llaman a extenderse como árboles o a volverse estrellas en el lastimoso firmamento religioso.
Él los llama a la santidad; ellos llaman a una felicidad barata y chillona que habría sido rechazada con desdén por el menor de los filósofos estoicos.
Un nuevo Decálogo ha sido adoptado por los neocristianos de hoy, la primera palabra del cual dice: «No discreparás»; y también una nueva serie de bienaventuranzas que empieza: «Felices aquellos que toleran todo, porque ellos no se harán responsables de nada».
Es ahora cosa aceptada hablar sobre las diferencias religiosas en público con la “comprensión” de que nadie intentará convertir a otro o señalará errores en sus creencias.
Imaginen a Moisés aceptando tomar parte en un panel de discusión con Israel sobre el becerro de oro; o a Elías comprometido en un "caballeroso diálogo" con los profetas de Baal.
O intenten imaginarse a nuestro Señor Jesucristo buscando reunirse con los fariseos para zanjar las diferencias.
La bendición de Dios es prometida al pacificador, pero no al que transa la verdad, al negociador religioso que vigila mejor sus pasos, conforme a la version políticamente correcta.
La oscuridad y luz nunca se juntan, no pueden ser reunidas por el hablar. Algunas cosas no son negociables.
Cien personas religiosas tejidas en una unidad por una organización no constituyen una iglesia más que once hombres muertos que hacen un equipo de fútbol. El primer requisito es la Vida, siempre ... el Señor Jesucristo y su Evangelio.
Dios les aumente