El martir de las catacumbas

tadeo

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24 Septiembre 1999
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EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS
.. Ojala pueda despertar nuestra conciencia al hecho de que, si el Señor
tarda en su venida, hemos de vernos en el imperativo de sufrir por El que
voluntariamente tanto sufrio por nosotros.
La Biblia ya no ocupa el legitimo lugar que le corresponde en nuestros
colegios y universidades; la oracion familiar es un habito perdido; nuestro
Señor Jesucristo, el unigenito y bien amado Hijo del Dios viviente, es
desacreditado y deshonrado precisamente en casa de aquellos que profesan
ser sus amigos; el testimonios en corporacion ha desaparecido de la tierra;
no se obedece el llamado a Laodicea al arrepentimiento; y es asi que la
promesa del Señor de la comunion con EL esta librada solo al individuo.
Y aun a nosotros en estos dias puede alcanzarnos la promesa a Smirna: "Se
fiel hasta muerte y yo te dare la corona de la vida". La sangre de los
martires de Rusia y Alemania clama desde la tierra, cual admonicion a los
cristianos de todos lo paises.
Pero aun podemos arrancar de nuestras almas el clamor anhelante:
"VEN SEÑOR JESUS; VEN PRONTO".

Hartsdale, N.Y. Richard L. Roberts


EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS (Parte I)

El Coliseo
Cruel carniceria para jolgorio de los romanos

Era uno de los grandes dias de fiesta en Roma. De todos los estremos del
pais las gentes convergian hacia un destino comun. Recorrian el Monte
Capitolino, el Foro, el Templo de la Paz, el Arco de Tito y el palacio
imperial en su desfile por las innumerables puertas, desapareciendo en el
interior.
Alli se encontraban frente a un escenario maravilloso: en la parte inferior
la arena interminable se desplegaba rodeada por incontables hileras de
asientos que se elevaban hasta el tope de la pared exterior que bordeaba
los cuarenta metros. Aquella enorme extension se hallaba totalmente
cubierta por seres humanos de todas las edades y clases sociales. Una
reunion tan vasta, concentrada de tal modo, en la que solo se podian
distinguir largas filas de rostros fieros, que se iban extendiendo
sucesivamente, constituian un formidable espectaculo que en ninguna parte
del mundo ha podido igualarse, y que habia sido ideado, sobre todo, para
aterrorizar e infundir sumision en el alma del espectador. Mas de cien mil
almas se habian reunido aqui, animadas de un sentimiento comun, e incitadas
por una sola pasion. Pues lo que les habia atraido a este lugar era una
ardiente sed de sangre de sus semejantes. Jamas se hallara un comentario
mas triste de esta alardeada civilizacion de la antigua Roma, que este
macrabo espectaculo creado por ella.
Alli sa hallaban presentes guerreros que habian combatido en lejanos campos
de batalla, y que estaban bien entrenados de lo que constituian actos de
valor; sin embargo, no sentian la menor indignacion ante las escenas de
cobarde opresion que se desplegaban ante sus ojos. Nobles de antiguas
familias se hallaban presentes alli, pero no tenian ojos para ver en estas
exhibiciones crueles y brutales el estigma sobre el honor de su patria. A
su vez los filosofos, los poetas, los sacerdotes, los gobernadores, los
encumbrados, como tambien los humildes de la tierra, atestaban los
asientos; pero los aplausos de los patricios eran tan sonoros y avidos como
los de los plebeyos. ¿Que esperanza habia para Roma cuando los corazones
de sus hijos se hallaban integramente dados a la crueldad y a la opresion
mas brutal que se puede imaginar? El sillon levantado sobre un lugar
prominente del enorme anfiteatro se hallaba ocupado por el Emperador Decio,
a quien rodeaban los principales de los romanos. Entre estos se podia
contar un grupo de la guardia pretoriana, que criticaban los diferentes
actos de la escena que se desenvolivia en su
presencia con aire de expertos. Sus carcajadas estridentes, su alborozo y
su esplendida vestimenta los hacian objeto de especial atencion de parte de
sus vecinos.
Ya se habian presentado varios espectaculos preliminares, y era hora de que
empezaran los conbates. Se presentaron varion combates mano a mano, la
mayoria de los cuales tuvo resultados fatales, despertando diferentes
grados de interes, segun el valor y habilidad que derrochaban los
combatientes.
Todo ello lograba el efecto de aguzar el apetito de los espectadores,
aumentando su vehemencia, llenandoles del mas avido deseo por los eventos
aun mas emocionantes que habian de seguir.
Un hombre en particular habia despertado la admiracion y el frenetico
aplauso de la multitud. Se trataba de un africano de Mauritania, cuya
complexion y fortaleza eran de gigante. Pero su habilidad igualaba a su
fortaleza.
Sabia blandir su espada con destreza maravillosa, y cada uno de los
contrincantes que hasta el momento habia tenido yacia muerto. LLego el
momento en que habia de medirse con un gladiador de Batavia, hombre al cual
solamante el le igualaba en fuerza y estatura. Pero los separaba un
contraste sumamente notable. El africano era tostado, de cabello
relumbrante y rizado y ojos chispeantes; el de Batavia era de tez ligera,
de cabello rubio y de ojos vivisimos de color griz.
Era dificil decir cual de ellos llevaba ventaja; tan acertado habia sido el
cotejo en todo sentido.
Pero, como primero habia ya estado luchando por algun tiempo, se pensaba
que el tenia esto como desventaja. Luego, pues, el momento en que se trabo
la contienda con gran vehemencia y actividad de ambas partes. El de
Batavia asesto tremendos golpes a su contrincante, que fueron parados
gracias a la viva destreza de este. El africano era agil y estaba furioso,
pero nada podia hacer contra la fria y sagaz defensa de su vigilante
adversario.
Finalmente, a una señal dada, se suspendio el combate, y los gladiadores
fueron retirados, pero de ninguna manera ante la admiracion o conmiseracion
de los espectadores, sino simplemente por el sutil entendimiento de que era
el mejor modo de agradar al publico romano.
Todos entendian, naturalmente, que los gladiadores volverian. LLego ahora
el momento en que un gran numero de hombres fue conducido a la arena.
Estos todavia estaban armados de espadas cortas. No bien paso un momento,
cuando ya ellos habian empezado el ataque. No era un conflicto de dos
bandos opuestos, sino una contienda general, en la cual cada uno atacaba a
su vecino. Tales escenas llegaban a ser las mas sangrientas, y por lo
tanto las que mas emocionaban a los espectadores. Un conflicto de este
tipo siempre destruiria el mayor numero en el menor tiempo.
La arena presentaba el escenario de confusion mas horrible. Quinientos
hombres en la flor de la
vida y la fortaleza, armados de espadas luchaban en ciega confusion unos
contra otros. Algunas veces se trenzaban en una masa densa y enorme; otras
veces se separaban violentamente , ocupando todo el espacio disponible,
rodeando un rimero de muertos en el centro del campo. Pero, a la
distancia, se asaltaban de nuevo con indeclinable y sedienta furia,
llegando a trabarse combates separados en todo el rededor del macabro
escenario; el victorioso en cada uno corria presuroso a tomar parte en los
otros, hasta que los ultimos sobrevivientes sa hallarian nuevamente
empeñados en un ciego combate masivo.
A la larga las luchas agonicas por la vida o la muerte se tornaban cada vez
mas debiles. Solamente unos cien quedaban de los quinientos que empezaron,
a cual mas agotados y heridos. Repentinamente se dio una señal y dos
hombres saltaban a la arena y se precipitaban desde extremos opuestos sobre
esta miserable multitud. Eran el africano y el de Batavia. Ya frescos
despues del reposo, caian sobre los infelices sobrevivientes que ya no
tenian no el espiritu para combinarse, ni la fuerza para resistir. Todo se
reducia a una carniceria. Estos gigantes mataban a diestra y siniestra sin
misericordia, hasta que nadie mas que ellos quedaba de pie en el campo de
la muerte y oian el estruendo del aplauso de la muchedumbre.
Estos dos nuevamente renovaban el ataque uno contra el otro, atrayendo la
atencion de los espectadores, mientras eran retirados los despojos
miserables de los muertos y heridos. El combate volvia a ser tan cruel
como el anterior y de invariable similitud. A la agilidad del africano se
oponia la precaucion del de Batavia. Pero finalmente aquel lanzo una
desesperada
embestida final, el de Batavia lo paro y con la velocidad del relampago
devolvio el golpe. El africano retrocedio agilmente y solto su espada.
Era demasiado tarde, porque el golpe de su enemigo le habia traspasado el
brazo izquierdo. Y conforme cayo, un larido estrepitoso de salvaje
regocijo surgio del centenear de millares de asi llamados seres humanos.
Pero esto no habia de considerarse como el fin, porque mientras aun el
conquistador estaba sobre su victima, el personal de servicio se introdujo
de prisa a la arena y lo saco. Empero tanto los romanos como el heriso
sabian que no se trataba de un acto de misericordia. Solo se trataba de
reservarlo para el aciago fin que le esperaba.

- El de Batavia es un habil luchador, Marcelo - comento un joven oficial
con su companiero de la concurrencia a la que ya se ha aludido.
- Verdaderamente que lo es, mi querido Luculo - replico el otro -. No creo
haber visto jamas un gladiador mejor que este. En verdad los dos que se
han batido eran mucho mejores de lo comun
- Alla adentro tienen un hombre que es mucho mejor que estos dos.
- ¡Ah! ¿Quien es el?
- El gran gladiador Macer. Se me ocurre que el es el mejor que jamas he
visto.
- Algo he oido respecto a El. ¿Crees que lo sacaran esta tarde?
- Entiendo que si.

Esta breve conversacion fue bruscamente interrumpida por un tremendo rugido
que surco los aires procedente del vivario, o sea el lugar en donde se
tenian encerradas las fieras salvajes. Fue uno de aquellos rugidos feroces
y terrorificos que solian lanzar las mas salvajes fieras cuando habian
llegado al colmo del hambre que coincidia con el mismo grado de furor.
No tardaron en abrirse los enrejados de hierro manejados por hombres desde
arriba, apareciendo el primer tigre al acecho en la arena. Era una fiera
del Africa, desde donde habia sido traida no muchos dias antes. Durante
tres dias no habia probado alimento alguno, y asi al hambre juntamente con
el prolongado encierro habia aguzado su furor a tal extremo que solamente
el contemplarlo aterrorizaba. Azotandose con la cola recorria la arena
mirando hacia arriba, con sanguinarios ojos, a los espectadores. Pero la
atencion de estos no tardo en desviarse hacia un objeto distinto. Del otro
extremo de donde la fiera se hallaba fue arrojado a la arena nada menos que
un hombre. No llevaba armadura alguna, sino que estaba desnudo como todos
los gladiadores, con la sola excepcion de un taparrabo. Portando en su
diestra la habitual espada corta, avanzo con dignidad y paso firma hacia el
centro del escenario.
En el acto todas las miradas convergieron sobre este hombre. Los
innumerables espectadores clamaron freneticamente: "¡Macer, Macer!"
El tigre no tardo en verlo, lanzando un breve pero salvaje rugido que
infundia terror. Macer con serenidad permanecio de pie con su mirada
apacible pero fija sobre la fiera que movia la cola con mayor furia cada
vez, dirigiendose hacia el. Finalmente el tigre se agazapo, y de esta
posicion con el impulso caracteristico se lanzo en un salto feroz sobre su
presa. Macer no estaba desprevenido. Como una centella volo hacia la
izquierda, y no bien habia caido el tigre en tierra, cuando le aplico una
estocada corta pero tajante y certera en el mismo corazon. ¡Fue el golpe
fatal para la fiera!. La enorme bestia se estremecio de la cabeza a los
pies, y encogiendose para sacar toda la fuerza de sus entrañas, solto su
postrer bramido que se oyo casi como el clamor de un ser humano, despues
de lo cual cayo muerta en la arena.
Nuevamente el aplauso de la multitud se oyo como el estrepito del trueno
por todo el derredor.

- ¡Maravilloso! - exclamo Marcelo -, ¡Jamas he visto habilidad cono la de
Macer!
Su amigo le contesto reanudando la charla, - ¡Sin duda se ha pasado la vida
luchando!

Pronto el cuerpo del animal muerto fue arrastrado fuera de la arena, al
mismo tiempo que se oyo el rechinar de las rejas que se abrian nuevamente
atrayendo la atencion de todos. Esta vez era un leon. Se desplazo
lentamente en direccion opuesta, mirando en derredor suyo al escenario que
le rodeaba, en actitud de sorpresa. Era este el ejemplar mas grande de su
especie, todo un gigante en tamaño, habiendo sido largo tiempo preservado
hasta hallarle un adversario adecuado. A simple vista parecia capaz de
hacer frente victoriosamente a dos tigres como el que le habia precedido.
A sulado Macer no era sino una debil criatura.
El ayuno de esta fiera habia sido prolongado, pero no mostraba la furia del
tigre. Atraveso la arena de uno a otro extremo, y luego el rededor en una
especie de trote, como si buscara una puerta de escape. Mas hallando todo
cerrado, finalmente retrocedio hacie el centro, y pegando el rostro contra
el suelo dejo oir profundo bramido tan alto y prolongado que las enormes
piedras del mismo Coliseo vibraron con el sonido. Macer permanecio inmovil.
Ni un solo musculo de su rostro cambio en lo mas minimo. Estaba con la
cabeza erguida con la expresion vigilante y
caracteristica, sosteniendo su espada en guardia. Finalmente el leon se
lanzo sobre El de lleno. El rey de las fieras y el rey de la creacion se
mantuvieron frente a frente mirandose a los ojos el uno al otro. Pero la
mirada serena del hombre parecio enardecer la ira propia del animal.
Erecta la cola y todo el, retrocedio; y tirando su melena, se agazapo hasta
el suelo en preparacion para saltar.
La enorme multitud se paro embelesada. He aqui una escena que merecia
su interes. La masa oscura del leon se lanzo al frente, y otra vez el
gladiador en su habitual maniobra salto havia el costado y lanzo su
estocada. Empero esta vez la espada solamente hirio una de las costillas y
se le cayo de la mano. EL leon fue herido ligeramente, pero el golpe
sirvio solo para levantar su furia hasta el grado supremo.
Macer empero no perdio ni un apice de su caracteristica calma y frialdad en
este momento tremendo. Perfectamente desarmado en espera del ataque, se
planto delante de la fiera. Una y otra vez el leon lanzo sus feroces
ateques, y cada uno fue evadido por el agil gladiador, quien con sus
habiles movimientos se acercaba ingeniosamente al lugar en donde estaba su
arma hasta lograr tomarla nuevamente. Y ahora, otra vez armado de su
espada protectora, espera el zarpazo final de la fiera que respiraba
muerte. El leon se arrojo como la vez anterior, pero esta vez Macer acerto
en el blanco. La espada le traspaso el corazon. La enorme fiera cayo
contorsionandose de dolor. Poniendose en pie echo a corres por la arena, y
tras su ultimo rugido agonico cayo muerto junto a las rejas por donde habia
salido.
Ahora Macer fue conducido fuera del ruedo, viendose aparecer nuevamente al
de Batavia. Se trataba de un publico de refinado gusto, que demandaba
variedad. Al nuevo contentor le soltaron un tigre pequeño, el cual fue
vencido. Seguidamente se le solto un leon. Este dio muestras de extrema
ferocidad, aunque por su tamanio no salia de lo comun. No cabia la menor
duda de que el de Batavia no se igualeba a Macer. El leon se lanzo sobre
su victima, habiendo sido herido; pero, al lanzarse por segunda vez al
ataque, agarro a su adversario, y literalmente lo despedazo. Entonces
nuevamente fue sacado Macer, para quien fue tarea facil acabar con el
cachorro.
Y esta vez, mientras Macer permanecia de pie recibiendo los interminables
aplausos, aparecio un hombre por le lado opuesto. Era el africano. Su
brazo no siquiera haia sido vendado sino que colgaba a su costado,
completamente cubierto de sangre. Se encamino titubeando hacia Macer, con
penosos pasos de agonia. Los romanos sabian que este habia sido enviado
sencillamente para que fuese nuerto. Y el desventurado tambien lo sabia,
porque conforme se acerco a su adversario, arrojo su espada y exclamo en
una actitud mas bien de desesperacion:
- ¡Matame pronto! Librame del dolor.
Todos los espectadores a uno quedaron mudos de asombro al ver a Macer
retroceder y arrojar al suelo su espada. Todos seguian contemplando
maravillados hasta lo sumo de silenciosos. y su asombro fue tanto mayor
cuando Macer volvio hacia el lugar donde se hallaba el Emperador, y
levantando las manos muy alto, clamo con voz clara que a todos alcanzo:
- ¡Augusto Emperador, yo soy cristiano! Yo peleare con fieras silvestres,
pero jamas levantare mi mano contra mis semejantes, los hombres, sean del
color que fueren. Yo morire gustoso; pero ¡yo no matare! Ante semejantes
palabras y actitud se levanto un creciente murmullo.

-¿Que quiere decir este? ¡Cristiano! ¿Cuando sucedio su conversion? -
pregunto Marcelo.
Luculo contesto, - supe que lo habian visitado en el calabozao los malditos
cristianos, y que el se habria unido a esa despreciablo secta, en la cual
se halla reunida toda la hez de la humanidad. Es muy probable que se haya
vuelto cristiano.
- ¿Y preferira el morir antes que pelear?
- Asi suelen proceder aquellos fanaticos.

La sopresa de aquel populacho fue reemplazada por una ira salvaje. Le
indignaba que un mero gladiador se atreviera a decepcionarles. Los lacayos
se apresuraron a intervenir para que la lucha continuara. Si en verdad
Macer insistia en negarse a luchar deberia sufrir todo el peso de las
consecuencias.
Pero la firmeza del cristiano era inconmovible. Absolutamente desarmado
avanzo hacia el africano, a quien el podia haber dejado muerto solamente
con un golpe de su puño. El rostro del africano se habia tronado en estos
breves instantes cual de un feroz endemoniado. En sus siniestros ojos
relumbraba una mezcla de sorpresa y regocijo loco. Recogiendo su espada y
asiendola firmemente se dispuso al ataque con toda libertas, hundiendola de
un golpe en el corazon de Macer.
- ¡SEÑOR JESUS, RECIBE MI ESPIRITU!
Salieron esas palabras entre el torrente de sangre en medio del cual este
humilde pero osado testigo de Cristo dejo la tierra, uniendose al
nobilisimo ejercito de martires.

-¿Suele haber muchas escenas como esta? - pregunto Marcelo
- Asi suele ser. cada vez que se presentan cristianos. Ellos hacen frente
a cualquier numero de fieras. Las muchachas caminan de frente firmemente
desafiando a los leones y a los tigres, pero ninguno de estos locos quiere
levantar su mano contra otros hombres. Este Macer ha desilusionado
amargamente a nuestro populacho. Era el mas excelente de todos los
gladiadores que se han conocido; empero, al convertirse en cristiano,
cometio la peor de las necedades.
Marcelo contesto meditativo - ¡Fascinante religion debe ser aquella que
lleva a un simple gladiador a proceder de la manera que hemos visto!
- Ya tendras la oportunidad de contemplar mucho mas de esto que te admira.
- ¿Como asi?
- ¿No lo has sabido? Estas comisionado para desenterrar a algunos de estos
cristinaos. Se han introducido en las catacumbas y hay que perseguirlos.
- Cualquiera pensaria que ya tienen suficiente. Solamente esta mañana
quemaron cincuenta de ellos.
- Y la semana pasada degollaron cien. Pero eso no es nada. La ciudad
integra se ha convertido en todo un enjambre de ellos. Pero el Emperador
Decio ha resulto restaurar en toda su plenitud la antigua religion de los
romanos. Desde que estos cristianos han aparecido el imperio va en
vertiginosa declinacion. En vista de eso el se ha propuesto a aniquilarlos
por completo. Son la mayor maldicion, y como a tal se les tiene que
tratar. Pronto llegaras a comprenderlo.
Marcelo contesto con modestia: - Yo no he residido en Roma lo suficiente, y
es asi que no comprendo que el lo que los cristianos creen en verdad. Lo
que ha llegado a mis oidos es que casi cada crimen que sucede se les imputa
a ellos. Sin embargo, en el caso de ser como tu dices, he de tener la
oportunidad de llegar a saberlo.

En ese momento una nueva escena les llamo la atencion. Esta vez entro al
escenario un anciano, de figura inclinada y cabello blanco plateado. Era
de edad muy avanzada. Su aparicion fue recibida con gritos de burla e
irrision, aunque su rostro venerable y su actitud digna hasta lo sumo
hacian presumir que se le presentaba para despertar admiracion. Mientras
las risotadas y los alaridos de irrision herian sus oidos, el elevo su
cabeza al mismo tiempo que pronuncio unas pocas palabras

- ¿Quien es el? - pregunto Marcelo
- Ese el Alejandro, un maestro de la abominable secta de los cristianos.
Es
tan obstinado que se niega a retractarse...
- Silecio. Escucha lo que esta hablando
- Romanos, - dijo el anciano -, yo soy cristiano. Mi Dios murio
por mi, y yo gozoso ofrezco mi vida por El.

Un bronco estallido de gritos e imprecaciones salvajes ahogaron su voz. Y
antes que aquello hubiera concluido, tres panteras aparecieron saltando
hacia el. El anciano cruzo los brazos, y elevando sus miradas al cielo, se
le veia mover los labios como musitando sus oraciones. Las salvajes fieras
cayeron sobre El mientras oraba de pie, y en cuestion de segundos lo habian
despedazado.
Seguidamente dejaron entrar otras fieras salvajes. Empezaron a saltar
alrededor del ruedo intentando saltar contra las barreras. En su furor se
trenzaron en horrenda pelea unas contra otras. Era una escena espantosa.
En medio de la misma fue arrojada una banda de indefensos prisioneros,
empujados con rudeza. Se trataba principalmente de muchachas, que de este
modo eran ofrecidas a la apasionada turba romana sedienta de sangre.
Escenas como esta habrian conmovido el corazon de cualquiera en quien las
ultimas trazas de sentimientos humanos no hubiesen sido anuladas. Pero la
compasion no tenia lugar en Roma. Encogidas y temerosas las infelices
criaturas, mostraban la humana debilidad natural al enfrentarse con la
muerte tan terrible; pero de un momento a otro, algo como una chispa
misteriosa de fe las poseia y las hacia superar todo temor. Al darse
cuenta las fieras de la presencia de sus presas, empezaron a acercarse.
Estas muchachas juntando las manos, pusieron los ojos en los cielos, y
elevaron un canto solemne e imponente, que se elevo con claridad y
bellisima dulzura hacia las mansiones celestiales:
Al que nos amo,
Al que nos ha lavado de nuestros pecados
En su propia sangre;
Al que nos ha hecho reyes y sacerdotes,
Para nuestro Dios y Padre;
A el sea el dominio
Por lo siglos de los siglos
¡Aleluya! ¡Amen!
Una por una fueron silenciadas las voces, ahogadas con su propia sangre,
agonia y muerte; uno por uno los clamores y contorsiones de angustia se
confundian con exclamaciones de alabanza; y estos bellos espiritus
juveniles, tan heroicos ante el sufrimiento y fieles hasta la muerte,
llevaron su canto hasta unirlo con los salmos de los redimidos en las
alturas.

Tomado de "El Martir de las Catacumbas"
Edtorial Portavoz
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Gracias tadeo por tu aporte, que el Señor nos permita tener el espíritu que tenían estos hermanos.
 
Ese libro es excelente ya que a pesar de ser una novela, narra lo que en verdad padecieron los primeros cristianos en las catucumbas y cuando estos eran apresados.

Es un verdadero ejemplo para nosotros el que esos hermanos ofrendaran asi sus vidas para Dios.

¿Estaremos nosotros tambien dispuestos a oferendarnos como ellos?

Les recomiendo el libro completo.

su hermano:

JOSE MANUEL