Me quede hablando del quebranto. Decía que hay en la Biblia un hombre que fue quebrantado injustamente. Sí, me refiero a Jesús.
Dice en Isaías 53, 9-10: “aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.”
Jesús, sin merecerlo, es sujetado a padecimiento. Cuanto más nosotros, que somos como los presidiarios que fueron ejecutados juntamente con El, recibiendo así el justo castigo a sus iniquidades.
En esos momentos Jesús se sentía totalmente indefenso. Dice el Salmo 22:” Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.”
¿Alguna vez han sentido ser un gusano? ¿Un ser despreciable, que cualquier hombre puede pisar, como si fueras una plaga?
¿Porque Dios permitió esto? El libro de Hebreos da la respuesta:
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.”
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.”
¿Qué es la Aflicción? Es un profundo sentimiento de tristeza, pena, dolor o sufrimiento. Estar afligido es más que entristecerse, pues conlleva un sentimiento de arrepentimiento.
Los hombres, todos, en algún momento de nuestras vidas también sufrimos de aflicciones. ¿Cómo serán esas aflicciones? Yo creo que eso depende de cada uno de nosotros. Job 3:25-26 dice:” Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió. No encuentro paz ni sosiego; no hallo reposo, sino solo agitación”. El joven Rico lo que más temía era perder su posición económica, y eso fue lo que le sobrevino. En nuestro lado flaco, ahí es donde Dios hará notoria su obra. Pablo creía ser dueño de una gran doctrina, la de los fariseos, pero justamente en esa doctrina Dios le prendió para reducirlo a humildad.
No todos podemos salir del hoyo cuando somos doblegados. Por ejemplo, el Rey Saúl, su orgullo le impidió recibir la corrección que le era impuesta. Caso contrario, el Rey David, que humilla su alma después de haber pecado gravemente con Betsabé; lean el Salmo 51.
Dice en Isaías 53, 9-10: “aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.”
Jesús, sin merecerlo, es sujetado a padecimiento. Cuanto más nosotros, que somos como los presidiarios que fueron ejecutados juntamente con El, recibiendo así el justo castigo a sus iniquidades.
En esos momentos Jesús se sentía totalmente indefenso. Dice el Salmo 22:” Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.”
¿Alguna vez han sentido ser un gusano? ¿Un ser despreciable, que cualquier hombre puede pisar, como si fueras una plaga?
¿Porque Dios permitió esto? El libro de Hebreos da la respuesta:
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.”
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.”
¿Qué es la Aflicción? Es un profundo sentimiento de tristeza, pena, dolor o sufrimiento. Estar afligido es más que entristecerse, pues conlleva un sentimiento de arrepentimiento.
Los hombres, todos, en algún momento de nuestras vidas también sufrimos de aflicciones. ¿Cómo serán esas aflicciones? Yo creo que eso depende de cada uno de nosotros. Job 3:25-26 dice:” Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió. No encuentro paz ni sosiego; no hallo reposo, sino solo agitación”. El joven Rico lo que más temía era perder su posición económica, y eso fue lo que le sobrevino. En nuestro lado flaco, ahí es donde Dios hará notoria su obra. Pablo creía ser dueño de una gran doctrina, la de los fariseos, pero justamente en esa doctrina Dios le prendió para reducirlo a humildad.
No todos podemos salir del hoyo cuando somos doblegados. Por ejemplo, el Rey Saúl, su orgullo le impidió recibir la corrección que le era impuesta. Caso contrario, el Rey David, que humilla su alma después de haber pecado gravemente con Betsabé; lean el Salmo 51.