El filioque

11 Marzo 2004
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<DIR>CREO EN UN SOLO DIOS, Padre Omnipotente, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre, antes de todos los siglos; luz de luz; verdadero Dios de Dios verdadero. Engendrado no hecho; consubstancial al Padre, por Quien fueron hechas todas las cosas. Quien por nosotros los hombres y para nuestra salvación, bajó de los cielos y se encarnó del Espíritu Santo y María Virgen, y se hizo hombre. Fue crucificado también para nosotros bajo el poder de Poncio Pilatos, padeció, fue sepultado. Resucitó al tercer día según las escrituras. Subió a los cielos y está sentado a la diestra del Padre. Y vendrá por segunda vez lleno de gloria a juzgar a los vivos y a los muertos y su Reino no tendrá fin.

Y en el Espíritu Santo, Señor y Vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es juntamente adorado y glorificado que habló por los profetas.

Y en una Iglesia Santa Católica y Apostólica. Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados. Y espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero. Amén.



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hay una diferencia en la procesión eterna del Espíritu Santo, que propiamente forma su atributo personal, y su procesión temporal sobre las criaturas o su misión en el mundo, la que no se relaciona con la hipóstasis misma del Espíritu santo, sino que forma una cosa externa, accesoria, y no se atribuye más al Espíritu Santo que al Hijo (Juan 16:28-29). Cuando la Iglesia Ortodoxa afirma que el Espíritu Santo procede del Padre sólo, aquélla se propone hablar solamente de la procesión eterna e hipostática del Espíritu Santo. En cuanto a su procesión temporal, los ortodoxos mismos creen con los cristianos occidentales que el Espíritu Santo procede, es decir que tiene su misión en el mundo, no solamente del Padre, sino también del Hijo, o mejor decir, por el Hijo.
¿Hay en la Escritura algún pasaje claro y directo que compruebe que el Espíritu Santo procede del Padre? Si, sin duda, y hasta un pasaje tan claro y directo como se puede desear; son las palabras del Salvador a los Apóstoles “Cuando viniere el Consolador, el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, dará testimonio de Mi (Juan 15:26).



Si reconocemos que las palabras, “que procede del Padre,” no expresan la procesión eterna del Espíritu Santo, sino solamente su envío temporal en el mundo, primero seríamos obligados a admitir en el discurso del Salvador una extraña tautología; habrá que leerlo así: “Cuando venga el Consolador, que yo os enviaré de mi Padre, el Espíritu de verdad, que fue enviado por el Padre, él dará testimonio de mí.” Luego, no se puede explicar por qué el verbo “procede” está en el tiempo presente cuando se trata de un envío futuro del Espíritu Santo, y cuando previamente el Salvador ya había anunciado más de una vez este mismo envío en un tiempo venidero al decir del Padre: “El os dará otro Consolador” (Juan 14:16), o: “Mi Padre lo enviará en mi nombre” (Ibid., 26); y de si mismo: “Yo os enviaré del Padre” (Ibid., 15:26) mientras que, si tomamos por incontestable que, en el texto examinado, se trata de la procesión eterna del Espíritu Santo, no encontraremos ni tautología en las palabras, ni nada incomprensible en el verbo procede; al contrario, este verbo debe estar en el tiempo presente, para indicar también tan aproximadamente como sea posible la eternidad, es decir, la constancia y la inmutabilidad de la procesión del Espíritu Santo; así como, para declarar su propia eternidad, nuestro divino Salvador dijo en el presente: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p></o:p>
Finalmente, esta verdad es confirmada por la voz unánime de toda la cristiandad primitiva, que jamás cesó de ver en las palabras del Salvador, “que procede del Padre,” la idea de la procesión eterna del Espíritu Santo. Será suficiente recordar aquí que estas palabras han sido entendidas precisamente en el mismo sentido, no solamente por los Doctores más celebres de la Iglesia, Basilio el Grande, Gregorio el Teólogo, Juan Crisóstomo, etc., sino también por todo un Concilio Ecuménico (el Segundo), que las insertó en el mismo símbolo de la fe.<o:p></o:p>
 
Re: El filioque

El Padre y el Hijo, así como el Espíritu Santo, son efectivamente uno por esencia, pero ellos difieren entre si en que son personas; y todo lo que posee el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo lo poseen igualmente, salvo, sin embargo, los atributos personales, que no les son comunes, de otro modo se cae en el sabelianismo confundiendo las hipóstasis divinas. Y cuando se dice que el Padre engendra al Hijo y hace proceder al Espíritu Santo, se habla propiamente del Padre como de una persona teniendo su atributo personal que le distingue del Hijo y del Espíritu Santo. Por consiguiente, también, cuando se dice que el Espíritu Santo procede del Padre, no se puede comprender bajo el nombre del Padre al mismo tiempo al Hijo, el cual es uno con el Padre por esencia, y no en personalidad (Gregorio el Teólogo, oración 25).

Además, si se admite que la expresión “que procede del Padre” supone, lejos de excluir, la idea de que el Espíritu Santo procede igualmente del Hijo, el Hijo, siendo uno por esencia con el Padre, se deberá paralelamente admitir que las palabras “engendrado del Padre” no excluyen, sino que suponen, al contrario, la idea de que el Hijo sea también engendrado del Espíritu Santo, el Espíritu siendo sólo uno con el Padre. Y aun más, uno sería obligado a admitir que el Hijo, engendrado del Padre, es también engendrado de si mismo, y que el Espíritu Santo, procediendo del Padre, procede también de si mismo, y eso a causa de la unidad de esencia de ellos con el Padre y de la coeternidad de todos.

<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p>Al consolar a sus discípulos antes de ascender al cielo, el Salvador les promete enviar en su lugar al Espíritu Santo, y este envío El lo atribuye o al Padre o a si mismo, diciéndoles: “Y yo os enviaré” (Juan 15:26; compárese 14:26).</o:p>
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<o:p> Pero, inmediatamente después de estas palabras, El comienza a hablar de la procesión del Espíritu Santo; es solamente al Padre que indica, sin hacer alusión alguna a su propia persona. ¿Por qué entonces, preguntaremos con San Marcos de Efeso, nuestro divino Salvador, después de haber hablado tan directamente de si mismo y de haber atribuido a si mismo igual que al Padre el envío del Espíritu Santo, no ha dicho igualmente de la procesión que procede de nosotros?</o:p>
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<o:p>1) Algunos insisten en esa última locución del Salvador, Yo os enviaré... y han hecho este razonamiento: “Si el Espíritu Santo es enviado por el Hijo, es porque Aquél procede de Este; de otra manera el Hijo no podría enviar al Espíritu. Este también es un razonamiento inadmisible. La idea de que, en el misterio de la santa Trinidad el envío de una persona por otra supone necesariamente que la segunda proceda de la primera, lejos de tener el menor fundamento en la sagrada Escritura, es completamente en oposición a ella; porque la Escritura dice que el mismo Hijo es enviado por el Espíritu Santo, y no únicamente por el Padre (Isaías 48:16; 61:1; Lucas 4:18)</o:p>
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<o:p>2) Utilizan tambien esos: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El” (8:9) Pero el Espíritu Santo es llamado Espíritu de Cristo, y por la razón que le hace llamar Espíritu del Hijo, es decir, porque es consubstancial con El (Ambrosio, Comentario sobre la Epístola a los Efesios, cap. 3), y porque es el mismo Espíritu que reposa constantemente sobre Cristo y le anima como nuestro Redentor Isaías 11:2, 3), y porque es dado a nosotros a causa de los méritos de Cristo. Además, al examinar el contexto de estas palabras del Apóstol, se puede entenderlas así: “Vosotros no vivís ya de una vida carnal y pecaminosa, sino de una vida espiritual y santa; porque el Espíritu de Dios permanece en vosotros. En cuanto a aquél que no vive espiritualmente, que no tiene en si el Espíritu de Cristo, es decir que no guarda en si los pensamientos y los sentimientos que llenaban a Cristo, a aquel hombre no lo cuento por cristiano.” En efecto, la expresión, el Espíritu de Cristo, es reemplazada en el primer versículo del mismo capítulo por la sola palabra espíritu, en oposición a la palabra carne; mientras que la expresión tener el Espíritu de Cristo hace contraste con éstas: estar en Cristo (8:1). Cristo está en nosotros (8:10). No puede haber entonces en esto alusión alguna a la procesión eterna del Espíritu Santo del Hijo.<o:p></o:p></o:p>
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