El deseo de Dios para con el pueblo de Israel

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5 Septiembre 2001
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ALIMENTO DIARIO
Leer con oración: Ex.19:4-6,8; 20:3-17
“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Ex 19:5-6)
EL DESEO DE DIOS PARA CON EL PUEBLO DE ISRAEL
Hoy tenemos la visión que predicar el evangelio no es una mera obra sin vida, sino que es el fluir de la vida de Dios, que se multiplica y llena la tierra. Dios es amor y por eso ama al hombre y desea igualmente que él lo ame. Aunque el hombre haya caído y el pecado haya entrado en él, Dios escogió a Abraham, de cuya descendencia surgió la nación de los hijos de Israel. En un momento dado, el nieto de Abraham, Jacob, bajó a Egipto con cerca de sesenta personas, pero, después de aproximadamente cuatrocientos años, el pueblo se multiplicó y llegó a ser más de dos millones de personas, porque Dios los hizo fructificar. Sin embargo, estaban en Egipto, y el objetivo de Dios al hacerlos fructíferos y multiplicarlos era ganar una nación en la tierra que lo exprese y reine por Él.
En Egipto, el pueblo disfrutó cierto confort en la vida material y se olvidó de Dios. Cuando creó al hombre, Dios deseaba su presencia, pero los hijos de Israel, en Egipto, no lo servían más, por tanto, Dios perdió la presencia de Su pueblo. En Su divina providencia, levantó circunstancias adversas, haciendo surgir un Faraón que los oprimió y los obligó a hacer trabajos forzados. En ese momento, se acordaron del Señor y clamaron a Él, que les envió a Moisés, el cual los sacó de Egipto, los hizo atravesar el Mar Rojo y caminar por tres días hasta el monte Sinaí para que Lo sirvieran. El número tres se refiere a la resurrección. En verdad, esas personas estaban muriendo en Egipto y fueron sepultadas en el Mar Rojo y tres días después lograron la resurrección para servir al Señor.
Éxodo 19:4-6 dice: “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mi. Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Dios quería que ellos sean ciudadanos de Su reino, un reino de sacerdotes, que lo sirviesen, y aun una nación santa. ¡Cómo amaba Dios a Su pueblo, el pueblo de Israel! Pero ellos se creían muy capaces y respondieron: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (v.8).
Puesto que el hombre anímico no se conoce a sí mismo, Dios le concedió al pueblo los Diez Mandamientos, como una expresión de Sí mismo y como un espejo para que el hombre vea que es pecador e incapaz de agradarlo y de hacer Su voluntad divina. Los Diez Mandamientos estaban escritos en dos tablas, cinco en cada una. Los cinco primeros son: 1) no tener dioses ajenos delante del Señor, porque Él es único (Ex 20:3); 2) no hacer ningún ídolo (vs. 4-6); 3) no tomar el nombre del Señor en vano (v. 7); 4) santificar el sábado (vs. 8-11) y 5) honrar a los padres (v. 12). Esos cinco primeros mandamientos de la primera tabla hablan con respecto a la relación del hombre con Dios. En la segunda tabla de la ley estaban los cinco mandamientos restantes, que nos hablan acerca de la relación entre los hombres. 6) no matar (v. 13); 7) no adulterar (v. 14); 8) no hurtar (v. 15); 9) no hablar falso testimonio contra el prójimo (v. 16) y 10) no codiciar (V. 17).
Según el concepto natural, el quinto mandamiento, honrar a los padres, debería ser colocado en la segunda tabla, pues allí se habla con respecto al hombre, ya que los padres son hombres. Pero Dios lo colocó en el primer grupo de cinco, porque los padres son el origen de los hijos, así como Dios es el origen del hombre. Sin los padres, no existiríamos. Entonces no es sólo un asunto de honrar a los padres físicos, sino a nuestro Dios creador, el origen del hombre. Honrar al padre y la madre es honrar a Dios.
Palabra clave: Reino de sacerdotes
Pregunta: ¿Qué ayudó a percibir la ley al hombre?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!