Tratándose de las imágenes sagradas, una de las principales inculpaciones que nuestros hermanos protestantes hacen a la Iglesia Católica, es la de haber adulterado el Decálogo suprimiendo el segundo mandamiento que, según ellos, condena las imágenes, para llevar a los fieles a “adorarlas”, por lo que el catolicismo es para ellos una “verdadera idolatría”.
Pero para empezar y guiándonos por una sana lógica: ¿Hubiera permitido un “Dios celoso” (Ex. 20, 5) que millones de hombres a través de tantos siglos creyeran en un decálogo adulterado? ¿Hubiera permitido Dios que se realizara semejante ultraje a su “carta magna” a lo largo de tanto tiempo? ¿Falló la promesa de Cristo de estar con su iglesia “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20)? Pensar que Dios puede permitir eso, no sólo es demencial, sino que es una verdadera blasfemia al pretender que Dios “no puede” preservar a su Iglesia del error.
Ellos pretenden probar que la Iglesia Católica ha adulterado el Decálogo, comparando la forma que de él tiene la Iglesia con la que dejó consignada Moisés en el Exodo, las cuales son iguales en esencia, pero indudablemente no lo son en su forma.
La Iglesia Católica no ha conservado en su Decálogo la forma de Moisés, por la sencilla razón de que ella no es Mosáica (como lo son las sectas), sino cristiana, es decir conforme a la doctrina de Cristo.
En efecto, Cristo no dice como Moisés: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20, 3), sino que dice: “Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente; este es el máximo y primer mandamiento” (Mt. 22, 37).
Exodo:
20:2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
20:4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
20:5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
20:7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
20:8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
20:10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
20:11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
20:12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
20:13 No matarás.
20:14 No cometerás adulterio.
20:15 No hurtarás.
20:16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Por favor, lean en la Biblia protestante Exodo 20 del 2 al 8 Suplico al lector que note cuidadosamente que, al redactar los mandamientos, ni la propia Biblia protestante indica dónde termina un Mandamiento y dónde comienza el siguiente, de tal manera que los protestantes sin absolutamente ningún derecho (ya que ellos dicen no reconocer más autoridad que la de la Biblia, y que ésta no se los concede), los han dividido a su antojo: toman así como primero tan sólo el versículo 3 y como segundo los versículos 4, 5 y 6, para inculpar a la Iglesia que agrupa todos estos versículos en un Mandamiento, de haber suprimido el segundo para hacer venerar (“adorar” dicen ellos) las imágenes a los fieles.
Ahora bien, la Iglesia Católica tiene de Cristo el derecho de enseñar la Doctrina y por ende el de interpretar las Escrituras: “Quien a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc. 10, 16) y aunque los protestantes nieguen esto, deben reconocer que tiene al menos exactamente el mismo derecho que ellos para agrupar los versículos bíblicos de la manera que juzgue mejor, y es evidente que conviene agrupar los versículos 3 al 6 en un solo Mandamiento en vez de dos, ya que todos ellos se refieren al culto que debemos rendir a Dios, siendo los versículos 4 a 6 tan sólo una ampliación o explicación del versículo 3, del mismo modo que los versículos 9, 10 y 11 son una ampliación del verso 8, ampliación aquella que si en la era Cristiana resulta por completo fuera de lugar, se imponía en la época de Moisés, ya que el pueblo hebreo, después de haber vivido durante más de 400 años entre el pueblo egipcio, esencialmente idolátrico, pues adoraba a Isis, a Osiris, al Buen Apis, a los Hipopótamos y Cocodrilos sagrados del Nilo, etc. Etc. Tenía una fuerte tendencia a la idolatría, como nos lo prueba el hecho de que apenas Moisés se separa de ellos para recibir las Tablas de la Ley, los encuentra al bajar del Monte Sinaí, no por cierto venerando la imagen de Abraham, o del Profeta Elías, sino adorando un “becerro de oro”.
Pero que ni aún la religión mosaica prohibía las imágenes en la forma tan irracional como las prohíben los protestantes, nos lo demuestra el hecho de que Dios ordenó a Moisés que hiciera dos querubines de oro y los colocara “en los dos cabos del Arca de la Alianza” (Ex. 25, 18), así como que hiciera una serpiente de bronce y la levantara en alto para que milagrosamente quedaran curados los que con fe la miraran (Núm. 21, 8).
Inútilmente buscarán los protestantes en todo el Nuevo Testamento alguna frase de Cristo o de sus Apóstoles, en la que ni remotamente pueda interpretarse como condenando el uso de las imágenes.
Y volviendo a la religión Mosaica, ¡ya va diferencia tan enorme entre los ídolos cuya adoración estaba prohibida, que eran esculturas de monstruos o de animales, a las imágenes que no adoran, sino veneran los católicos!
Leemos en el Decálogo de Moisés, que Dios da como razón para prohibir la adoración de ídolos, el ser “celoso”; ¿pero cómo podría Dios sentirse celoso de que se venere la imagen de su Hijo crucificado, de la Santísima madre de Jesús, de los Santos, que oyeron la palabra de Dios y la pusieron en práctica? (Lc. 8, 21)? ¡Qué idea tan pobre y tan mezquina tienen de Dios los protestantes para pensar que se puede sentir celoso de un culto en el que se le tributa honra a su Hijo amado y a los santos y santas, héroes y heroínas del catolicismo a través de los siglos?
Y el odio de los protestantes por las imágenes católicas no solamente es antibíblico, sino también es irracional. En efecto, ellos reconocen por legítimo tener en su casa el retrato del padre difunto, del hijo que se fue a la guerra, de la hija que se casó; reconocen la legitimidad de elevar estatuas a Washington, a Lincoln, a Juárez, y de, en el aniversario de su muerte, hacer algo con la intención de recordarlos y de honrarlos. Pero en cambio, no toleran la imagen de Jesucristo Crucificado que nos recuerda continuamente a los católicos, el amor de Cristo por el hombre. No toleran la imagen del Sagrado Corazón de Jesús mostrándonos su Corazón lleno de amor por nosotros, ni toleran rindamos culto a la imagen de la Madre de Cristo, ni a los Santos que fueron “porta-Cristos”, que llevando en su alma el espíritu de Dios, han llegado y llegan constantemente a una altura espiritual que es inconcebible en el protestantismo.
Ahora bien, profundizando aún más en esa inculpación nos damos cuenta de una cosa muy importante: los protestantes, al querer aislar el versículo 3 (poniendo aparte los versículos 4, 5 y 6), vieron que al final les resultarían once mandamientos en vez de diez, por lo que se les ocurrió la ingeniosa idea de unir los mandamientos nueve y diez en uno solo (Ex. 20, 17) y de esa forma seguían siendo diez.
Pero muchísimos siglos antes de que los protestantes nacieran, la Iglesia Católica vio en el versículo 17 dos mandamientos, porque no es lo mismo codiciar una mujer que codiciar un animal o una cosa. La mujer no es una “cosa”, es una “persona”. El problema de los protestantes es que ven la Biblia con los ojos de la ley Mosaica pero nosotros tenemos que verla con los ojos de la ley de Cristo.
Además es importante recapacitar que si la agrupación que hacen ellos fuera la correcta, tendrían que observar el sábado como día dedicado a Dios en lugar del domingo cristiano, puesto que ese precepto viene en el texto original (Ex. 20, 8-11). Podríamos entonces revertirles la objeción así: ¿Por qué “suprimen” el mandamiento del sábado?
Pero para empezar y guiándonos por una sana lógica: ¿Hubiera permitido un “Dios celoso” (Ex. 20, 5) que millones de hombres a través de tantos siglos creyeran en un decálogo adulterado? ¿Hubiera permitido Dios que se realizara semejante ultraje a su “carta magna” a lo largo de tanto tiempo? ¿Falló la promesa de Cristo de estar con su iglesia “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20)? Pensar que Dios puede permitir eso, no sólo es demencial, sino que es una verdadera blasfemia al pretender que Dios “no puede” preservar a su Iglesia del error.
Ellos pretenden probar que la Iglesia Católica ha adulterado el Decálogo, comparando la forma que de él tiene la Iglesia con la que dejó consignada Moisés en el Exodo, las cuales son iguales en esencia, pero indudablemente no lo son en su forma.
La Iglesia Católica no ha conservado en su Decálogo la forma de Moisés, por la sencilla razón de que ella no es Mosáica (como lo son las sectas), sino cristiana, es decir conforme a la doctrina de Cristo.
En efecto, Cristo no dice como Moisés: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20, 3), sino que dice: “Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente; este es el máximo y primer mandamiento” (Mt. 22, 37).
Exodo:
20:2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
20:3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
20:4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
20:5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
20:6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
20:7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
20:8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo.
20:9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
20:10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
20:11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
20:12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
20:13 No matarás.
20:14 No cometerás adulterio.
20:15 No hurtarás.
20:16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
Por favor, lean en la Biblia protestante Exodo 20 del 2 al 8 Suplico al lector que note cuidadosamente que, al redactar los mandamientos, ni la propia Biblia protestante indica dónde termina un Mandamiento y dónde comienza el siguiente, de tal manera que los protestantes sin absolutamente ningún derecho (ya que ellos dicen no reconocer más autoridad que la de la Biblia, y que ésta no se los concede), los han dividido a su antojo: toman así como primero tan sólo el versículo 3 y como segundo los versículos 4, 5 y 6, para inculpar a la Iglesia que agrupa todos estos versículos en un Mandamiento, de haber suprimido el segundo para hacer venerar (“adorar” dicen ellos) las imágenes a los fieles.
Ahora bien, la Iglesia Católica tiene de Cristo el derecho de enseñar la Doctrina y por ende el de interpretar las Escrituras: “Quien a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc. 10, 16) y aunque los protestantes nieguen esto, deben reconocer que tiene al menos exactamente el mismo derecho que ellos para agrupar los versículos bíblicos de la manera que juzgue mejor, y es evidente que conviene agrupar los versículos 3 al 6 en un solo Mandamiento en vez de dos, ya que todos ellos se refieren al culto que debemos rendir a Dios, siendo los versículos 4 a 6 tan sólo una ampliación o explicación del versículo 3, del mismo modo que los versículos 9, 10 y 11 son una ampliación del verso 8, ampliación aquella que si en la era Cristiana resulta por completo fuera de lugar, se imponía en la época de Moisés, ya que el pueblo hebreo, después de haber vivido durante más de 400 años entre el pueblo egipcio, esencialmente idolátrico, pues adoraba a Isis, a Osiris, al Buen Apis, a los Hipopótamos y Cocodrilos sagrados del Nilo, etc. Etc. Tenía una fuerte tendencia a la idolatría, como nos lo prueba el hecho de que apenas Moisés se separa de ellos para recibir las Tablas de la Ley, los encuentra al bajar del Monte Sinaí, no por cierto venerando la imagen de Abraham, o del Profeta Elías, sino adorando un “becerro de oro”.
Pero que ni aún la religión mosaica prohibía las imágenes en la forma tan irracional como las prohíben los protestantes, nos lo demuestra el hecho de que Dios ordenó a Moisés que hiciera dos querubines de oro y los colocara “en los dos cabos del Arca de la Alianza” (Ex. 25, 18), así como que hiciera una serpiente de bronce y la levantara en alto para que milagrosamente quedaran curados los que con fe la miraran (Núm. 21, 8).
Inútilmente buscarán los protestantes en todo el Nuevo Testamento alguna frase de Cristo o de sus Apóstoles, en la que ni remotamente pueda interpretarse como condenando el uso de las imágenes.
Y volviendo a la religión Mosaica, ¡ya va diferencia tan enorme entre los ídolos cuya adoración estaba prohibida, que eran esculturas de monstruos o de animales, a las imágenes que no adoran, sino veneran los católicos!
Leemos en el Decálogo de Moisés, que Dios da como razón para prohibir la adoración de ídolos, el ser “celoso”; ¿pero cómo podría Dios sentirse celoso de que se venere la imagen de su Hijo crucificado, de la Santísima madre de Jesús, de los Santos, que oyeron la palabra de Dios y la pusieron en práctica? (Lc. 8, 21)? ¡Qué idea tan pobre y tan mezquina tienen de Dios los protestantes para pensar que se puede sentir celoso de un culto en el que se le tributa honra a su Hijo amado y a los santos y santas, héroes y heroínas del catolicismo a través de los siglos?
Y el odio de los protestantes por las imágenes católicas no solamente es antibíblico, sino también es irracional. En efecto, ellos reconocen por legítimo tener en su casa el retrato del padre difunto, del hijo que se fue a la guerra, de la hija que se casó; reconocen la legitimidad de elevar estatuas a Washington, a Lincoln, a Juárez, y de, en el aniversario de su muerte, hacer algo con la intención de recordarlos y de honrarlos. Pero en cambio, no toleran la imagen de Jesucristo Crucificado que nos recuerda continuamente a los católicos, el amor de Cristo por el hombre. No toleran la imagen del Sagrado Corazón de Jesús mostrándonos su Corazón lleno de amor por nosotros, ni toleran rindamos culto a la imagen de la Madre de Cristo, ni a los Santos que fueron “porta-Cristos”, que llevando en su alma el espíritu de Dios, han llegado y llegan constantemente a una altura espiritual que es inconcebible en el protestantismo.
Ahora bien, profundizando aún más en esa inculpación nos damos cuenta de una cosa muy importante: los protestantes, al querer aislar el versículo 3 (poniendo aparte los versículos 4, 5 y 6), vieron que al final les resultarían once mandamientos en vez de diez, por lo que se les ocurrió la ingeniosa idea de unir los mandamientos nueve y diez en uno solo (Ex. 20, 17) y de esa forma seguían siendo diez.
Pero muchísimos siglos antes de que los protestantes nacieran, la Iglesia Católica vio en el versículo 17 dos mandamientos, porque no es lo mismo codiciar una mujer que codiciar un animal o una cosa. La mujer no es una “cosa”, es una “persona”. El problema de los protestantes es que ven la Biblia con los ojos de la ley Mosaica pero nosotros tenemos que verla con los ojos de la ley de Cristo.
Además es importante recapacitar que si la agrupación que hacen ellos fuera la correcta, tendrían que observar el sábado como día dedicado a Dios en lugar del domingo cristiano, puesto que ese precepto viene en el texto original (Ex. 20, 8-11). Podríamos entonces revertirles la objeción así: ¿Por qué “suprimen” el mandamiento del sábado?