El consejo de los cardenales al papa Julio III

14 Marzo 2007
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El consejo de los cardenales al papa Julio III
El recelo del catolicismo en relación a las verdades de la Sagrada Biblia siempre ha sido un hecho. Si ahora el católico-romano medio tiene más libertad para leer la Biblia, es porque, 1) Roma, dado los tiempos que corren, no puede impedir a sus fieles que la lean, 2) Roma realmente piensa que también dados los tiempos de modernismo y culto a la ciencia humana y al materialismo, pocos fieles van a encontrar en la Biblia una respuesta que les satisfaga.

Lo primero es cierto. Lo segundo es equivocado, porque cuando el católico lee la Palabra de Dios con fe, su vida empieza a cambiar, y empieza a experimentar verdadera hambre y sed de Dios que le hace buscar más allá del círculo católico-romano. Esto último lo sabían los cardenales del tiempo de la Contrarreforma.

Los más altos responsables del catolicismo romano están perfectamente conscien*tes de las contradicciones insalvables entre la Sagrada Biblia y el sistema de la Iglesia de Roma.

En un discurso proferido por los cardenales de la Curia Romana, al Papa Julio III, en 1550, inmediatamente después de su ascensión al Papado, éstos, conscientes de tales contradicciones, aconsejaron al recién llegado a la <<silla de San Pedro>>. Ese discurso está contenido en un documento histórico, del tiempo de la Reforma, conservado en la Biblioteca Nacional de París, en la hoja B, nº 1.088, vol. II, págs. 641 -650. De ese documento, sacamos los siguientes pasajes, que aclaran bien esas con*tradicciones.

Atención a lo que los cardenales dicen: «De todo el consejo que podemos ofrecer a vuestra Santidad retuvimos lo más ne*cesario hasta el fin. Hay que abrir bien los ojos y usar toda la fuerza posible en la cuestión, a saber, para permitir lo menos posible la lectura del Evangelio especialmente en el vernáculo (lengua nativa), en todos los países bajo la jurisdicción. Baste la pequeña parte del Evangelio leída usualmente en la misa, y no se permita que nadie lea más».

¿Roma espantada de la verdad de la Biblia? Así es....Más adelante, los cardenales advierten al Papa: «En cuanto el pueblo esté contento con esa pequeña porción, florecerán los intere*ses de vuestra Santidad, pero cuando el pueblo quiera leer más, sus intereses comenzarán a fallar».

Después, los cardenales fueron hasta el punto de definir la Biblia como su verdadero enemigo: «La Biblia es un libro que, más que cualquier otro, ha levantado contra nosotros los alborotos y tempestades, por los cuales casi perecemos».

¡El único interés de Roma es no perecer! A continuación reconocen que hay conflictos entre la Biblia y lo que se enseña en la Iglesia Católica: «De hecho —escriben los cardenales—, si alguien examina de cerca y compara las en*señanzas de la Biblia, como ocurre en nuestras iglesias, entonces encontrará discordias y comprenderá que nuestra enseñanza es muchas veces diferente a la Biblia y nunca cesará de desafiarnos hasta que todo sea expuesto y entonces nos volveremos objeto de burlas y odios universales».

Finalmente, aconsejan al Papa qué hacer con la Biblia: «Por tanto, es necesario retirar la Biblia de la vista del pueblo, pero con cuidado, a fin de no causar rebelión».

Todo esto, —subráyese—, fue dicho por los Cardenales de Roma al Papa Julio III. Parece que la cuestión está pues suficientemente clara: Roma tiene miedo a la Biblia porque la Biblia pone a Roma en evidencia; y esto dicho por la misma Roma. ¿Qué más podemos añadir al respecto?

Por eso queremos animar a todos los católico-romanos a que lean con atención y fe el único libro que define perfectamente el pensamiento, voluntad y carácter del Creador, la Biblia. La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, y no hay manera de mantenernos fieles al Señor a menos que la conozcamos y la obedezcamos
 
Re: El consejo de los cardenales al papa Julio III

El consejo de los cardenales al papa Julio III
El recelo del catolicismo en relación a las verdades de la Sagrada Biblia siempre ha sido un hecho. Si ahora el católico-romano medio tiene más libertad para leer la Biblia, es porque, 1) Roma, dado los tiempos que corren, no puede impedir a sus fieles que la lean, 2) Roma realmente piensa que también dados los tiempos de modernismo y culto a la ciencia humana y al materialismo, pocos fieles van a encontrar en la Biblia una respuesta que les satisfaga.

Lo primero es cierto. Lo segundo es equivocado, porque cuando el católico lee la Palabra de Dios con fe, su vida empieza a cambiar, y empieza a experimentar verdadera hambre y sed de Dios que le hace buscar más allá del círculo católico-romano. Esto último lo sabían los cardenales del tiempo de la Contrarreforma.

Los más altos responsables del catolicismo romano están perfectamente conscien*tes de las contradicciones insalvables entre la Sagrada Biblia y el sistema de la Iglesia de Roma.

En un discurso proferido por los cardenales de la Curia Romana, al Papa Julio III, en 1550, inmediatamente después de su ascensión al Papado, éstos, conscientes de tales contradicciones, aconsejaron al recién llegado a la <<silla de San Pedro>>. Ese discurso está contenido en un documento histórico, del tiempo de la Reforma, conservado en la Biblioteca Nacional de París, en la hoja B, nº 1.088, vol. II, págs. 641 -650. De ese documento, sacamos los siguientes pasajes, que aclaran bien esas con*tradicciones.

Atención a lo que los cardenales dicen: «De todo el consejo que podemos ofrecer a vuestra Santidad retuvimos lo más ne*cesario hasta el fin. Hay que abrir bien los ojos y usar toda la fuerza posible en la cuestión, a saber, para permitir lo menos posible la lectura del Evangelio especialmente en el vernáculo (lengua nativa), en todos los países bajo la jurisdicción. Baste la pequeña parte del Evangelio leída usualmente en la misa, y no se permita que nadie lea más».

¿Roma espantada de la verdad de la Biblia? Así es....Más adelante, los cardenales advierten al Papa: «En cuanto el pueblo esté contento con esa pequeña porción, florecerán los intere*ses de vuestra Santidad, pero cuando el pueblo quiera leer más, sus intereses comenzarán a fallar».

Después, los cardenales fueron hasta el punto de definir la Biblia como su verdadero enemigo: «La Biblia es un libro que, más que cualquier otro, ha levantado contra nosotros los alborotos y tempestades, por los cuales casi perecemos».

¡El único interés de Roma es no perecer! A continuación reconocen que hay conflictos entre la Biblia y lo que se enseña en la Iglesia Católica: «De hecho —escriben los cardenales—, si alguien examina de cerca y compara las en*señanzas de la Biblia, como ocurre en nuestras iglesias, entonces encontrará discordias y comprenderá que nuestra enseñanza es muchas veces diferente a la Biblia y nunca cesará de desafiarnos hasta que todo sea expuesto y entonces nos volveremos objeto de burlas y odios universales».

Finalmente, aconsejan al Papa qué hacer con la Biblia: «Por tanto, es necesario retirar la Biblia de la vista del pueblo, pero con cuidado, a fin de no causar rebelión».

Todo esto, —subráyese—, fue dicho por los Cardenales de Roma al Papa Julio III. Parece que la cuestión está pues suficientemente clara: Roma tiene miedo a la Biblia porque la Biblia pone a Roma en evidencia; y esto dicho por la misma Roma. ¿Qué más podemos añadir al respecto?

Por eso queremos animar a todos los católico-romanos a que lean con atención y fe el único libro que define perfectamente el pensamiento, voluntad y carácter del Creador, la Biblia. La Biblia y sólo la Biblia, la Palabra de Dios, y no hay manera de mantenernos fieles al Señor a menos que la conozcamos y la obedezcamos
No te habia leido,pero por curisidad lei este, y me parese muy bueno.
 
Re: El consejo de los cardenales al papa Julio III

Hola a todos
Me gustaria saber como se puede acceder a esta carta completa. porque estoy haciendo un trabajo y me seria de mucha utilidad poder tener el texto completo.

Agradecido Francisco A.
 
Re: El consejo de los cardenales al papa Julio III

Primero averigua si la carta es verdadera.
Si quieres algo realmente histórico ve al concilio de Trento, el cual realizó algunas seciones durante el pontificado de Julio III.

CONCILIO DE TRENTO
DECRETO SOBRE LA EDICIÓN Y USO DE LA SAGRADA ESCRITURA

Considerando además de esto el mismo sacrosanto Concilio, que se podrá seguir mucha utilidad a la Iglesia de Dios, si se declara qué edición de la sagrada Escritura se ha de tener por auténtica entre todas las ediciones latinas que corren; establece y declara, que se tenga por tal en las lecciones públicas, disputas, sermones y exposiciones, esta misma antigua edición Vulgata, aprobada en la Iglesia por el largo uso de tantos siglos; y que ninguno, por ningún pretexto, se atreva o presuma desecharla. Decreta además, con el fin de contener los ingenios insolentes, que ninguno fiado en su propia sabiduría, se atreva a interpretar la misma sagrada Escritura en cosas pertenecientes a la fe, y a las costumbres que miran a la propagación de la doctrina cristiana, violentando la sagrada Escritura para apoyar sus dictámenes, contra el sentido que le ha dado y da la santa madre Iglesia, a la que privativamente toca determinar el verdadero sentido, e interpretación de las sagradas letras; ni tampoco contra el unánime consentimiento de los santos Padres, aunque en ningún tiempo se hayan de dar a luz estas interpretaciones. Los Ordinarios declaren los contraventores, y castíguenlos con las pensas establecidas por el derecho. Y queriendo también, como es justo, poner freno en esta parte a los impresores, que ya sin moderación alguna, y persuadidos a que les es permitido cuanto se les antoja, imprimen sin licencia de los superiores eclesiásticos la sagrada Escritura, notas sobre ella, y exposiciones indiferentemente de cualquiera autor, omitiendo muchas veces el lugar de la impresión, muchas fingiéndolo, y lo que es de mayor consecuencia, sin nombre de autor; y además de esto, tienen de venta sin discernimiento y temerariamente semejantes libros impresos en otras partes; decreta y establece, que en adelante se imprima con la mayor enmienda que sea posible la sagrada Escritura, principalmente esta misma antigua edición Vulgata; y que a nadie sea lícito imprimir ni procurar se imprima libro alguno de cosas sagradas, o pertenecientes a la religión, sin nombre de autor; ni venderlos en adelante, ni aun retenerlos en su casa, si primero no los examina y aprueba el Ordinario; so pena de excomunión, y de la multa establecida en el canon del último concilio de Letran. Si los autores fueren Regulares, deberán además del examen y aprobación mencionada, obtener licencia de sus superiores, después que estos hayan revisto sus libros según los estatutos prescritos en sus constituciones. Los que los comunican, o los publican manuscritos, sin que antes sean examinados y aprobados, queden sujetos a las mismas penas que los impresores. Y los que los tuvieren o leyeren, sean tenidos por autores, si no declaran los que lo hayan sido. Dese también por escrito la aprobación de semejantes libros, y parezca esta autorizada al principio de ellos, sean manuscritos o sean impresos; y todo esto, es a saber, el examen y aprobación se ha de hacer de gracia, para que así se apruebe lo que sea digno de aprobación, y se repruebe lo que no la merezca. Además de esto, queriendo el sagrado Concilio reprimir la temeridad con que se aplican y tuercen a cualquier asunto profano las palabras y sentencias de la sagrada Escritura; es a saber, a bufonadas, fábulas, vanidades, adulaciones, murmuraciones, supersticiones, impíos y diabólicos encantos, adivinaciones, suertes y libelos infamatorios; ordena y manda para extirpar esta irreverencia y menosprecio, que ninguno en adelante se atreva a valerse de modo alguno de palabras de la sagrada Escritura, para estos, ni semejantes abusos; que todas las personas que profanen y violenten de este modo la palabra divina, sean reprimidas por los Obispos con las penas de derecho, y a su arbitrio.