El compromiso político del creyente

18 Noviembre 1998
12.218
21
blogs.periodistadigital.com
Ponencia de César Vidal leía hoy, creo que por su pastor, en el I Congreso Protestante de Madrid, convocado por el Consejo Evangélico de Madrid (CEM)


EL COMPROMISO POLÍTICO DEL CREYENTE

César Vidal



Los organizadores del Congreso Evangélico me pidieron hace unos meses que elaborara una ponencia sobre el compromiso político del creyente. Debo reconocer que la propuesta me provocó un cierto estupor al que debo referirme de manera obligada. A diferencia de otros creyentes que, históricamente, me han antecedido y que vendrán después de mi, yo no milito en ningún partido político. Se trata de una circunstancia que respeto, pero confieso que no tengo la menor intención de militar nunca en una formación de ese tipo y, si se me permite confesarlo, tendría serias dudas sobre un colectivo que se dedicara a esos menesteres y que aceptara integrarme en sus filas como militante. Dada esa circunstancia, pedirme que hablara del compromiso político no podía sino causarme sorpresa.
En segundo lugar, la propia formulación ahondó mi estupor. El término compromiso político no sólo no aparece en la Biblia sino que es, históricamente hablando, de muy reciente creación. Lo inventaron los partidos socialistas en un intento de convencer a determinadas personas poseedoras de cierto peso social para que les entregaran un respaldo estimable, como si, de esa manera, cumplieran con una ineludible obligación. Así, del escritor se esperaba que tuviera un compromiso político aunque como tal se entendía que apoyara con su nombre y su prestigio determinadas causas y campañas propagandísticas. Fue el caso, por ejemplo, de Anatole France que, a la vez, que escribía una novela justificando la rebelión de Lucifer contra Dios defendía este tipo de causas. Durante décadas los cristianos estuvieron excluidos de ese denominado compromiso porque el cristianismo era uno de los enemigos que había que abatir y resultaba absurdo pedir a sus miembros siquiera que se convirtieran en compañeros de viaje. La situación comenzó a experimentar un cambio a partir de los años treinta del siglo XX y, sobre todo, tras la segunda guerra mundial. De hecho, ya en los años veinte del siglo pasado, el italiano Antonio Gramsci comprendió, tras visitar la URSS, que el socialismo no lograría imponerse sobre una sociedad ni siquiera aunque el mecanismo de represión fuera tan despiadado como el de los bolcheviques rusos. No podría a menos que lograra llevar a cabo un adoctrinamiento que cambiara las mentes y corazones de millones de personas. Para alcanzar esa meta – señaló Gramsci - resultaba indispensable implicar en la lucha final a sectores como los cristianos. No es que a éstos les fuera a esperar un papel importante – si es que iban a tener alguno – tras la victoria, pero, de momento, se pedía que tuvieran un compromiso político. En realidad, se les instaba con un eufemismo a convertirse en instrumentos del camino hacia el socialismo, camino, por cierto, que le costó al género humano durante el pasado siglo la pavorosa cifra de más de cien millones de muertos.
Por supuesto, llegué a la conclusión de que no podía ser que los responsables de este congreso me pidieran desarrollar este punto de vista. Llegué así, pues, a la conclusión de que puesto que no pertenezco a ningún partido ni tampoco soy un defensor del concepto gramsciano de compromiso político, los organizadores tan sólo pretendían invitarme en calidad de dos circunstancias que se corresponden – esta vez sí – con mi realidad, las de que soy evangélico e historiador.
Lo cierto es que si repasamos histórica y actualmente la relación de los cristianos con la política hay que reconocer que las posiciones al respecto han sido muy variadas. Por supuesto, ha existido siempre un núcleo variable numéricamente, pero nada escaso que sostiene que la política no es ocupación para un creyente y que incluso abogaría por abstenerse en unas elecciones. Argumentos – justo es decirlo – no les faltan. En Lucas 4, 5 ss se nos enseña, por ejemplo, que Satanás tiene poder sobre los gobiernos de este mundo, tanto que puede ofrecérselos al que, postrado, le adore. No debería sorprendernos por ello que muchos hayan considerado que hay que mantenerse lo más alejados posible de esas esferas de acción diabólica.
Esa posición ha existido codo a codo con otras más participativas en las que los cristianos acababan dejando su impronta en la configuración política de una sociedad. Al respecto, el papel de los puritanos ingleses en las revoluciones inglesas del s. XVII y, sobre todo, en la norteamericana del siglo XVIII me parece extraordinariamente relevante. He dedicado una parte de mi trabajo como historiador a dejar de manifiesto que la democracia es un resultado directo de esas revoluciones que, a diferencia de la francesa o de las socialistas del s. XX, tenían un concepto pesimista del ser humano, pero que, precisamente partiendo de esa base bíblica, dieron lugar a sistemas de una notable libertad, justicia y solidez.
Sin embargo, la propia postura de los puritanos no fue la línea general. No debería sorprendernos porque la democracia es una forma de gobierno que fracasó estrepitosamente en el mundo clásico, que volvió a aparecer ayer por la noche en términos históricos y que, en buena medida, está ausente de la vida de la mayoría de los creyentes en el globo. Si se tiene en cuenta tan elementales principios no sorprende, por ejemplo, que nuestro Juan Pérez en pleno siglo XVI no soñara con una división de poderes y una toma democrática de decisiones. De hecho, en su Suplicazión a don Felipe II se conformaba con poder adorar a Dios de acuerdo con los principios contenidos en la Biblia y en poder enseñar a otros a hacerlo. En otras palabras, la libertad religiosa era el derecho primordial y de manera nada sorprendente, encontramos esa misma visión en Lutero, en Calvino y, si se me permite recordarlo, en la declaración de los representantes de las iglesias evangélicas españolas que nada más concluir la guerra civil saludaban la victoria de Franco en términos extraordinariamente positivos. La lectura de tan singular documento indica dos cosas. Primero, que nuestros hermanos de antaño se sentían muy felices de haberse librado de una experiencia como la soviética en territorio español y, segundo, que lo único que esperaban era que se les permitiera vivir libremente de acuerdo con su fe. La buena fe y el diálogo con las autoridades políticas – como se ve – no dan como suma necesaria la infalibilidad.
Todo lo dicho hasta ahora me permite aterrizar finalmente – y supongo que con alivio de los presentes – en la materia más perfilada de esta exposición. Una exposición que, a mi juicio, debería enunciarse como ¿qué debería esperarse políticamente de un cristiano? La respuesta, en términos bíblicos, en términos históricos y en términos prácticos, me parece – ahora sí – que resulta relativamente fácil de enunciar.

Lo que el Señor espera de un cristiano es que sea un buen ciudadano.

Quizá no sea suficiente para los que creen en la revolución, en la llegada de la utopía o en otras esperanzas políticas, pero la Biblia al respecto es muy clara.
El creyente debe someterse a las autoridades superiores. En ese sentido, el texto de Pablo en Romanos 13 resulta tan obvio que no merece la pena detenerse en él. La Biblia enseña que existe un principio de orden público que, incluso en una sociedad corrompida por el pecado, siempre es mejor que la anarquía o la ausencia de orden. Un buen cristiano se someterá a él independientemente de que le guste más o menos. Independientemente, en realidad, de que se ajuste o no a su cosmovisión. Pedro, escribiendo en un contexto claramente peligroso para los cristianos, señalaba:
“Por causa del Señor, someteos a esta institución humana, ya sea el rey, como a superior, ya a los gobernadores, como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para encubrir la malicia, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad la fraternidad. Temed a Dios. Honrad al rey” (I Pedro 2, 13-17).
Desde luego, por si alguien tiene dudas acerca de la visión cristiana de Pedro podría seguir leyendo los versículos siguientes. En ellos, el apóstol presenta una visión del mundo laboral y conyugal que horrorizaría a muchos, pero que a mi me parece políticamente incorrecta y, por lo tanto, deliciosa. Aunque eso, en realidad, resulta secundario. En realidad, lo relevante es que es cristiana.
El creyente debe orar por sus gobernantes. Al respecto, Pablo – el Pablo encarcelado a la espera de que Nerón acabara con su vida – escribió a Timoteo (I Timoteo 2, 1 ss):
“Exhorto, pues, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”.
Al respecto, resulta de interés recordar una cita de Tertuliano, escrita a inicios del s. III, en su Apología, una obra destinada a defender a sus correligionarios de la persecución imperial. Escribía Tertuliano: “Rogamos siempre por todos los emperadores, pidiendo para ellos una vida prolongada, un imperio tranquilo, una casa libre de peligros, ejércitos fuertes, un senado fiel, un pueblo leal, un mundo en paz”.

Lo que el Señor espera de un cristiano es que defienda la libertad religiosa.
Creo que, en buena medida, este principio queda contemplado en el anterior. Las oraciones de los creyentes persiguen el bien del reino y que ese bien incluya un disfrute tranquilo de la libertad de adorar a Dios de acuerdo a lo enseñado en la Biblia. No deja de ser significativo, al respecto, que en Hechos 4, 19-20, Pedro y Juan indicaran a las autoridades que debían juzgar si era justo que las obedecieran antes que a Dios porque no podían “menos de decir” lo que habían visto y oído.
Los apóstoles no esperaban que las autoridades del Templo o el gobernador romano les concediera un pie de igualdad con el sistema sacerdotal. Mucho menos hubieran esperado subvenciones. En realidad, ni siquiera parece que nada de eso les preocupara lo más mínimo. Lo que sí les importaba era afirmar su derecho a predicar el Evangelio. Permítaseme subrayarlo: a predicar el Evangelio. Si por alguna razón, ese derecho era conculcado, desobedecerían a las autoridades porque no podían en conciencia dejar de comunicar el mensaje de salvación por medio de la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz.
La defensa de la libertad religiosa está relacionada, desde mi punto de vista, con algo tan elemental como el derecho a la libertad de enseñanza, pero no puedo detenerme ahora en ese aspecto. Permítaseme, sin embargo, recordar una anécdota de hace casi treinta años atrás. Sucedió en Barcelona, en casa del conocido teólogo José Grau. Cuando yo, que era un joven bastante despistado, me permití identificar laicismo con libertad religiosa – sí, lo sé, es una verdadera estupidez, pero ruego de la clemencia de los presentes que se considere un pecadillo de juventud - Grau me comentó que era mucho mejor tener clase de religión. Una de sus hijas, sin ir más lejos, sufría en la clase de ética a un docente que utilizaba como texto el “Por qué no soy cristiano” de Bertrand Russell. Me temo que cuando, en lugar de un enseñante aislado, es todo un programa el que va en esa línea, hay que llegar a la conclusión de que la libertad religiosa tendrá que defenderse en las aulas lo mismo que en las iglesias.

Lo que el Señor espera de un cristiano es que de un testimonio profético.
Mencionaba hace unos instantes a Tertuliano y su Apología. Permítaseme que reincida. Hace más de milenio y medio, el conocido padre de la iglesia escribía: “Para nosotros (obviamente los cristianos), indiferentes ante el afán de la gloria y la ambición de poder, no hay necesidad alguna de partidos y ninguna cosa es más ajena que los asuntos de política; una única república, común a todos, reconocemos: el mundo”. Esta declaración de principios la indica Tertuliano, para, acto seguido, desgranar de manera profética, una verdadera diatriba de la sociedad en la que vivía. Comenzando por las diversiones de su tiempo, el autor va señalando la inmundicia de la sociedad pagana para recalar, al final, en una descripción de las iglesias de su tiempo que – lo creo sinceramente – debería servirnos de elemento de reflexión hoy en día. Lamentablemente, no podemos hacerlo ahora.
Tertuliano no era, desde luego, original. En su obra, resuena el Pablo que en los primeros capítulos de la carta a los romanos indica que conductas como la injusticia, la fornicación, la avaricia, la homosexualidad, la murmuración, la insolencia, la desobediencia a los padres o la falta de piedad son frontalmente opuestas a Dios y que además están insertas en un proceso perverso de degeneración. Se trata de un proceso en el que, primero, se perpetra el mal; luego se justifica el mal y, finalmente, se persigue a los que no se prestan a defender ese mal como si fuera un bien indiscutible. Desde luego, cuando se observa cómo nuestra sociedad ha ido, en mayor o menor medida, aceptando los presupuestos de los grupos de presión homosexuales o los principios antifamiliares de algunas utopías educativas hay que concluir que Pablo no describía sólo la realidad de mediados del s. I, sino un proceso de deterioro moral con manifestaciones en todos los tiempos.
El ejemplo paulino tiene claros paralelos en otras partes de la Biblia. Pedro, por ejemplo, indica cómo la falta de arrepentimiento acarrea el juicio de Dios (2 Pedro 3, 1 ss) y no otro fue el mensaje de Jesús cuando lloraba ante Jerusalén. Todos ellos amaban a sus contemporáneos y, precisamente por eso, les habían comunicado el Evangelio. Sin embargo, también precisamente por ello, les resultaba obvio que debían anunciar a la vez el juicio profético. Una sociedad que no se arrepiente, a fin de cuentas, como cualquier individuo sólo se está colocando en el camino del juicio de Dios y, como señaló Ezequiel, aquel creyente que, debiendo hablar, calla, se coloca en una situación de responsabilidad. El principio es obvio:
“Convertios y volveos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina” (Ezequiel 18, 30)
Me consta que la idea de que Dios ejecuta juicios no está en los primeros lugares en la escala de popularidad de la gente. El que así sea, sin embargo, no debería afectar a nuestro cumplimiento del deber. Seguramente, a Joel no le gustó anunciar una plaga de langostas por la falta de arrepentimiento, pero lo hizo. Seguramente a Ezequiel no le agradó señalar el final del sistema político judío, pero lo hizo. Seguramente a Elías no le entusiasmó anunciar una sequía terrible, pero lo hizo. Creo sinceramente que esa situación sigue estando vigente en el día de hoy.
Una sociedad en la que, de manera legal, se decide el asesinato de decenas de miles de criaturas en clínicas abortistas no escapará del juicio de Dios.
Una sociedad en la que, de manera legal, se ataca a la familia como institución de manera sistemática y programada no escapará del juicio de Dios.
Una sociedad en la que, de manera legal, se decide institucionalizar el matrimonio de homosexuales – una práctica que ni siquiera se dio en las encanalladas sociedades paganas – no escapará del juicio de Dios.
Una sociedad en la que, de manera legal, se permite la adopción de niños por parejas homosexuales no escapará del juicio de Dios.
Una sociedad en la que, de manera legal, la eutanasia puede convertirse en una realidad mañana no escapará del juicio de Dios.
A decir verdad – y si juzgamos por los no escasos precedentes que presentan la Biblia y la Historia – en una sociedad así lo lógico sería esperar que a la sequía siga la crisis económica y a ésta, el colapso político a menos... a menos que se vuelva hacia Dios.
Anunciar, pues, el Evangelio, las consecuencias de rechazarlo y el juicio futuro constituyen, por lo tanto, una parte esencial e irrenunciable de lo que el Señor espera de un cristiano.
La Biblia y la Historia muestran que las relaciones entre los cristianos y el poder político no siempre han sido fáciles. De manera bien significativa, en el Nuevo Testamento, no encontramos diatribas contra el imperialismo romano pronunciadas por Jesús o Pablo, tampoco referencias a la socialización de los latifundios imperiales, ni mucho menos la formación de grupos de resistentes cristianos partidarios de lograr la independencia de Roma. Sí aparecen repetidos hasta la saciedad principios esenciales.
Son los principios que dicen que:
Siempre debemos ser buenos ciudadanos incluso aunque los gobiernos sean pésimos.
Siempre obedeceremos las leyes a menos que se opongan a la ley de Dios.
Siempre oraremos por los gobiernos para que Dios los oriente, tengamos paz y, si fuera Su voluntad, los conduzca al arrepentimiento.
Siempre anunciaremos el Evangelio de la salvación por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz.
Siempre daremos un testimonio profético de juicio que le espera a una sociedad y a unos individuos que rehusan arrepentirse y dan la espalda a Dios, y
Siempre seremos conscientes de que “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transfigurará el cuerpo de nuestro estado de humillación, conformándolo al cuerpo de la gloria suya, en virtud del poder que tiene también para someter a si mismo todas las cosas”.

Muchas gracias. Que Dios les bendiga.
 
Re: El compromiso político del creyente

DIOS Y ALMAS

A continuación hago algunos comentarios al texto, pues no estoy de acuerdo con el enfoque meramente pasivo que dá sobre la participación política del cristiano:

César Vidal dijo:
El término compromiso político no sólo no aparece en la Biblia sino que es, históricamente hablando, de muy reciente creación.

El término no aparece en la Biblia, pero el concepto que denota sí aparece.

Así como en la Biblia no aparece el término Trinidad, pero el concepto sí.

Sin embargo me da la impresión en el contexto que eso no es a lo que él se refiere.

Más bien parece afirmar que el concepto mismo no está en la Biblia, lo cual no es verdad.

De hecho, ya en los años veinte del siglo pasado, el italiano Antonio Gramsci comprendió, tras visitar la URSS, que el socialismo no lograría imponerse sobre una sociedad ni siquiera aunque el mecanismo de represión fuera tan despiadado como el de los bolcheviques rusos. No podría a menos que lograra llevar a cabo un adoctrinamiento que cambiara las mentes y corazones de millones de personas. Para alcanzar esa menta – señaló Gramsci - resultaba indispensable implicar en la lucha final a sectores como los cristianos.

Me gustaría saber de qué parte ha sacado ésto el señor Vidal.

Hasta donde yo sé, Gramsci propone con su "hegemonía cultural" exactamente lo opuesto: el eliminar la influencia del Cristianismo de la esfera cultural, para luego contagiar así a las esferas social y política.

Es decir, que en Estado ideal de Gramsci, el Cristianismo es devaluado culturalmente, y al alcanzar el ateísmo la hegemonía cultural, obtiene así la autoridad moral para suprimir los valores cristianos de la Política, y la cosmovisión cristiana en general.

¿Podría ser que el señor Vidal trata de forzar el texto de Gramsci para hacer que concuerde con su propia visión apolítica?

En Lucas 4, 5 ss se nos enseña, por ejemplo, que Satanás tiene poder sobre los gobiernos de este mundo,

Antes del Advenimiento del Reino en efecto el diablo dominaba según Lc. 4,5 pero con la Crucifixión ésto cambia, y ahora el diablo está echado fuera (Jn. 12,31-33) y ahora nos toca a nosotros el mostrar el Reino al mundo (Mt. 5,14-16).

Y la acción del cristiano contempla también la política en sentido activo, y no sólo en sentido pasivo como concluye el señor Vidal.

Al respecto, el papel de los puritanos ingleses en las revoluciones inglesas del s. XVII y, sobre todo, en la norteamericana del siglo XVIII me parece extraordinariamente relevante. He dedicado una parte de mi trabajo como historiador a dejar de manifiesto que la democracia es un resultado directo de esas revoluciones que, a diferencia de la francesa o de las socialistas del s. XX, tenían un concepto pesimista del ser humano,

En efecto la actitud Protestante al respecto es "pesimista".

La actitud secular es "optimista".

Pero la actitud de la Iglesia Católica -que es la verdadera- es positiva y conciente a la vez.

Positiva porque afronta todas las áreas y no se niega a ninguna (a diferencia de "la pesimista").

Conciente porque no ignora que en cada área de actividad humana puede surgir la corrupción y la destrucción (a diferencia de "la optimista" para la cual "todo es bueno" en sentido ontológico).

El creyente debe someterse a las autoridades superiores. En ese sentido, el texto de Pablo en Romanos 13 resulta tan obvio que no merece la pena detenerse en él.

¡Pequeña mentirita!

El señor Vidal no se detiene en él pues no conviene a su punto de vista.

Yo ya hago algunos comentarios a Romanos 13 en el siguiente tema:

http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?t=19500

Un buen cristiano se someterá a él independientemente de que le guste más o menos. Independientemente, en realidad, de que se ajuste o no a su cosmovisión. Pedro, escribiendo en un contexto claramente peligroso para los cristianos, señalaba:
“Por causa del Señor, someteos a esta institución humana, ya sea el rey, como a superior, ya a los gobernadores, como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo el bien, hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para encubrir la malicia, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad la fraternidad. Temed a Dios. Honrad al rey” (I Pedro 2, 13-17).

El señor Vidal omite el contexto clave.

Todos los comentarios de San Pedro al respecto parten de la siguiente aclaración:

"Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros..." (1Pe. 2,11)

De tal manera que el texto no legitima su postura política meramente pasiva.

Simplemente señala la especial cautela que debe tener el cristiano en los países donde es minoría y está fácilmente a la merced del poder político sin medida (y resulta obvio que es prudente seguir tales consideraciones para cristianos aún hoy en día en países abiertamente hostiles como China o Sri Lanka).

Conclusión: la participación política del cristiano no se debe limitar a una actitud pasiva como la propuesta, sino que debe pasar también a la activa, a la propositiva.

Les invito a leer las consideraciones emitidas por la Congregación para la Doctrina de la Fé al respecto de la participación del cristiano en la vida política:

http://www.vatican.va/roman_curia/c...s/rc_con_cfaith_doc_20021124_politica_sp.html

ALABADO SEA JESUCRISTO
 
Re: El compromiso político del creyente

Vidal:
Para alcanzar esa menta – señaló Gramsci - resultaba indispensable implicar en la lucha final a sectores como los cristianos.

Luis:
Mobile, lo que César quiere decir ahí es que Gramsci proponía que en esa lucha final se atacara a los cristianos, no que se les usara para lograr los objetivos que él buscaba. Es decir, él sabía que si no se luchaba contra la ideología cristiana, el socialismo no tenía nada que hacer pues con la represión no bastaba. Ciertamente tenía razón
 
Re: El compromiso político del creyente

X. MANUEL SUÁREZ


Cataluña ¿una nación?




“Cataluña es una nación”, dice el primer artículo del texto aprobado con un muy amplio consenso en el parlamento catalán. Y se ha reabierto el debate; se ha reabierto porque nunca se acabó de cerrar. Si volvemos en la memoria al momento de la redacción de la última constitución, recordaremos que éste fue uno de los temas sensibles. Cataluña, Euskadi y Galicia proponían la recuperación del reconocimiento político de su identidad nacional, y enfrente otras sensibilidades se oponían incluso al título VIII, que establecía el estado de las autonomías –Fraga decía que éste destruiría España; paradojas de la política, acabó presidiendo una de esas destructoras autonomías–. Se acabó pactando una solución a medias: las tres comunidades serían reconocidas como “nacionalidades” (ni naciones ni regiones) y, para descafeinar esa singularidad, Suárez diseñó el “café para todos”, ofreciendo autonomía a las demás –algunas incluso creadas sobre la marcha–.

De aquí arranca una parte de la tensión, pues por aquel entonces pocos ciudadanos de las otras comunidades sentían necesidad de autonomía, pero el “café para todos” abrió un camino de reclamaciones de competencias fundadas no en la necesidad política, sino en la sensación de agravio comparativo con las tres “nacionalidades”. Cuando un tema no se resuelve bien, acaba aflorando siempre; los cristianos hemos de apoyar el consenso, pero es mejor manifestar claramente las diferencias que cerrarlas en falso.

Hay que aclarar que lo que se está debatiendo es sólo el reconocimiento político de una identidad: Cataluña es una región, una nacionalidad o una nación, y lo seguirá siendo sea lo que sea lo que se apruebe en su parlamento, en el español, o en el oportuno referéndum. Pero un sistema democrático debe reflejar políticamente de forma fiel la realidad social: si Cataluña es una nación, el sistema debe reconocerlo y dar vía al libre desarrollo de las implicaciones políticas que esto tiene, y si no es una nación, debe igualmente promover su reflejo político consecuente; en este sentido, cumplirá con lo que Pablo pide que busquemos en oración: que “vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1Ti 2.2), esto es, que el respeto a la propia identidad no suponga una amenaza a la paz social, ni ésta se imponga anulando la identidad.

La cuestión básica que nos tenemos que plantear en este tema es ¿qué es una nación? No tenemos espacio para resumir respuestas que ocupan libros, pero les invito a que nos centremos en un área a la que los cristianos somos más sensibles: una nación se define, entre otras cosas, como un colectivo con una cosmovisión, una forma de acercarse al mundo y entenderlo. Dios nos habla a través de la creación (Ro 1.20), y de una manera muy específica Dios decide colocarnos a cada uno en un entorno geográfico específico desde el que recibamos ese mensaje de la creación y podamos acercarnos al conocimiento de la realidad y de la verdad: Hch 17.26 dice que “ de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación ; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle”. Es precioso: hace a todos los hombres iguales y al mismo tiempo explica las diferencias culturales, al colocar a colectivos diferentes en espacios geográficos diferentes, espacios todos igualmente merecedores de ser amados porque conducen al ser humano a la búsqueda de Dios, tanto un atardecer grandioso en una explanada castellana como un estampido blanco de almendros en flor en una ladera catalana. Por otra parte, cuando el hombre cumple con el mandato de señorear sobre la tierra, empieza dándole nombre a cada elemento de la creación (cfr. Gén 2.19-20); en el acto de nombrar el hombre define también su forma de entender el mundo, su cosmovisión; esta cosmovisión tiene tanto elementos comunes como específicos de cada cultura: las diferentes formas de darle nombre a las cosas refleja la diversidad de las cosmovisiones y genera la diversidad de las lenguas (¿se podría acaso traducir la palabra seny al gallego, o al castellano? ¿no refleja una forma específica de aprehender el mundo?). Así que un colectivo que se desarrolla en un habitat concreto y crea una lengua y define así una cosmovisión, es una nación; otra cosa es el reflejo político que quiera o pueda darse a esta identidad.

Para los cristianos esto es interesante porque la gran comisión nos hace responsables de la evangelización de todo el mundo, pero nos llama a empezar por nuestro entorno social más inmediato (Lc 24.47), aquél en el que la soberanía de Dios nos puso, aquél con el que compartimos una forma de acercarnos al mundo desde una específica geografía o un idioma concreto, para que contextualicemos y demos a conocer el mensaje del Evangelio en ese entorno. Una nación es, en este sentido, el colectivo por el que los cristianos debemos empezar en nuestra evangelización de todo el mundo.

Bien, si aplicamos esto a Cataluña, ¿cumple o no los criterios que definen a una nación? Es una respuesta que dejo para Vdes., pero sobre todo debemos dejar para los catalanes, porque es su responsabilidad; no es razonable imponer una identidad a ningún colectivo, porque la identidad no se impone, se reconoce. Ahora, no creo que el debate sobre las señas de identidad de una nación sea lo que más preocupa a muchos españoles, sino las implicaciones –especialmente económicas– que ésta tiene; no es ésta una forma de abordar la cuestión que facilite su solución porque supone un desconocimiento de las verdaderas motivaciones: es cierto que en Cataluña, Euskadi o Galicia hay ciudadanos que reclaman el reconocimiento político de su identidad para sacar más tajada en el reparto de los dineros, pero no es esto lo que define las motivaciones mayoritarias de la población: pesa más el deseo de ver reflejada adecuadamente su identidad, y no dudo que muchos estarían dispuestos incluso a pagar un coste económico por esto –Galicia, por ejemplo, saldrá perjudicada económicamente por las nuevas propuestas, pero es un precio que es correcto pagar–. Si somos capaces de resolver la cuestión de la identidad, no será difícil encontrar el acuerdo para los aspectos económicos. En cualquier caso, hay que empezar a dar pasos que mejoren la confianza y comprensión mutua; y hago varias propuestas:

La identidad nacional española no se puede seguir construyendo en detrimento de las otras identidades. Si se cree de verdad que esa identidad española se enriquece con la diversidad, hay que dar pasos prácticos que lo demuestren. Por ejemplo, si se defiende que el catalán y la cultura catalana forman parte de la identidad española y no son elementos excluyentes, esto tiene sus consecuencias: ¿acaso es congruente con esta visión el hecho de que se estudie más el catalán en las universidades británicas que en las españolas? ¿acaso es normal que los escolares españoles desconozcan por completo la poesía catalana? ¿no es algo tan suyo como el Quijote? ¿por qué muchos españoles se molestan cuando alguien habla en catalán en TV? ¿acaso no forma parte de su identidad común española? ¿por qué muchos españoles protestan porque los indicadores de población en Cataluña expresan el topónimo original sin traducir? ¿no forma parte de su identidad española la toponimia catalana? traduces lo que te es ajeno, no lo que consideras propio. El catalán debería ser utilizado con normalidad en todas las instituciones políticas españolas, y no como una concesión, sino como una defensa de lo que se considera propio, no ajeno. No se puede seguir defendiendo que la identidad catalana forma parte de la española si se manifiesta tal rechazo a conocer siquiera el catalán, si otros pueblos muestran más respeto e interés por conocerlo que quienes defienden la españolidad de la identidad catalana.

En la Península vivimos muchos millones de ciudadanos que pensamos, trabajamos, amamos, vivimos, oramos cada día en un idioma que no es el castellano. Cuando escribo estas líneas, lo hago traduciendo a un idioma, el castellano, que no es el mío propio, pero que respeto y cultivo. A los gallegos, catalanes y vascos se nos dice que nuestra identidad forma parte de la riqueza cultural de España, pero cuando vemos elementos como los que acabo de describir, nos sentimos excluidos. Cuando nuestras señas de identidad son toleradas en nuestra tierra pero ignoradas en España, cuando no se nos abren cauces para que colaboremos a la definición de esa identidad española, empezamos a percibir que la pretendida unidad española se nos está haciendo ajena, percibimos con claridad que se trata sólo de un argumento político para defender un status económico y social determinado, no el fruto de la convicción de corazón; si se cree de corazón, hay que demostrarlo con hechos. El arma más poderosa de ese separatismo que muchos perciben como una amenaza real no son los argumentos economicistas de los radicales, es el nacionalismo español excluyente y homogeneizador; el separatismo perderá muchos de sus argumentos cuando en Madrid no sólo se tolere, sino se estimule el uso del catalán como algo propio, no como una peculiaridad folklórica de esos fenicios del nordeste, sino como parte de la identidad propia, cuando en Madrid se piense no sólo en castellano, sino también en catalán.

Por otra parte, quienes desde Cataluña reclaman que se reconozca políticamente a su país como una nación deben dejar claras sus motivaciones. Las motivaciones económicas son legítimas, pero quitan autoridad moral; entiendo que el nacionalismo catalán debería dejarlas en un segundo plano, y esto eliminaría mucha desconfianza; y aquí son imprescindibles los acuerdos políticos que muestren en la práctica que el pueblo catalán ha sido y seguirá siendo un pueblo solidario; es verdad, eso sí, que la solidaridad no la deben imponer quienes la reciben, sino la deben producir quienes la generan. Otra área en la que deben dar pasos que generen confianza es en el trato a quienes llegan a Cataluña de otras partes de la Península: las actitudes y las regulaciones políticas de apertura y renuncia al exclusivismo serán la mejor arma para reclamar posteriormente lo mismo en las relaciones de Cataluña con el estado español. Contra el exclusivismo españolista no se puede oponer exclusivismo catalanista; la intolerancia nacionalista (casi religiosa) a uno u otro lado, la que define a lo propio sólo en oposición a lo ajeno, bloquea cualquier tipo de acuerdo político de convivencia.

Buena parte de la tensión en el debate del Estatut desaparecería si se encontrasen soluciones que calmasen los deseos de unos y los miedos de otros; y esto exige esfuerzos de comprensión mutua, algo en lo que los protestantes podríamos ayudar porque nosotros no nos sentimos religiosamente apegados a ninguna identidad nacional –y este apego religioso lo podemos encontrar en sectores del nacionalismo español y del catalán–, sino nos reconocemos primero hijos de Dios peregrinos y extranjeros en camino a nuestra patria celestial, y después nos sentimos integrados en una comunidad nacional.

El texto citado de 1Ti 2.2 combina dos elementos que no siempre el sistema político sabe compatibilizar: la paz y la honestidad, la superación de los conflictos sin negar la autenticidad, y aquí está el meollo de la solución al debate que nos ocupa. La constitución del 78 primó la paz por encima de la autenticidad, y nos ha dejado una pesada hipoteca que no debemos subrogar en nuestros hijos. Una respuesta coherente y sólida debe hacer compatibles pulsiones divergentes, debe garantizar tanto el consenso como el respeto a la genuina identidad. Creo que el artículo 5º del nuevo Estatut ofrece una respuesta de este tipo: “Cataluña considera que España es un estado plurinacional”. Reconocer esta realidad sería un buen punto de partida para ambas partes: ambas verían alejarse sus temores de desmembración en un caso y de negación de la identidad nacional en el otro; verían aseguradas la paz social sin detrimento de la identidad; en palabras de 1Ti 2.2, la quietud y la honestidad.

No dudo que este artículo generará interesantes debates entre los lectores; me atrevo sólo a pedir que en ese caso todos usemos de la originalidad, que nuestras reflexiones no se queden en los manidos argumentos que ya hemos escuchado a uno y otro lado, que no se mueven ni un centímetro de sus prejuicios seculares, que Protestante Digital sirva una vez más de foro de encuentro en el que no se defiendan castillos irreductibles, sino se tiendan puentes. En un debate tan mediatizado por la emotividad, será de esperar que los protestantes, que tantas veces hemos bregado justamente con cuestiones de identidad, diversidad y unidad, podamos aportar una visión original y constructiva a una cuestión tan candente y relevante.


X. Manuel Suárez es médico, escritor y Consejero de Medios de Comunicación del Consello Evanxélico Galego.

Las negritas son de Tobi
 
Re: El compromiso político del creyente

DIOS Y ALMAS

Querido hermano en Cristo Luis Fernando:

Luis Fernando dijo:
Mobile, lo que César quiere decir ahí es que Gramsci proponía que en esa lucha final se atacara a los cristianos, no que se les usara para lograr los objetivos que él buscaba.

Bueno, a mí me da la impresión, dado el contexto y "sus conclusiones", que Vidal puso a Gramsci como manipulando sus verdaderos conceptos políticos, para dejarlo algo así como "su antagónico" en cuanto a si los cristianos deben ser políticamente activos o nó.

Es decir: me da la impresión que Vidal dice: "Gramsci quiere que los cristianos participen activamente en política, y en cambio yo, en el lado opuesto, digo que no deben participar activamente en ella".

Puedo estar equivocado, pero tal parece por el contexto de su ponencia y su personal punto de vista, que eso es así.

Y no me extrañaría, pues si manipuló a San Pedro..............

ALABADO SEA JESUCRISTO
 
Re: El compromiso político del creyente

Luis Fernando dijo:
Ponencia de César Vidal leía hoy, creo que por su pastor, en el I Congreso Protestante de Madrid, convocado por el Consejo Evangélico de Madrid (CEM)


Me acabo enterar por un hermano, que los organizadores no permitieron que se leyera la ponencia de César Vidal. Volvemos a épocas de oscuridad y censura. Que vergüenza que esta vez los censores sean evangélicos.

Bendiciones

Bart




:Eye_anim: :Eye_anim:
 
Re: El compromiso político del creyente

Acabo de hablar con César porque no me podía creer la noticia. Pues es cierta. Un tal Máximo García (creo que ese es el apellido), miembro de la Iglesia de General Lacy, fue el que le negó al pastor de César la lectura de la ponencia.
Pero es que para colmo fueron los organizadores los que le pidieron que les hiciera el favor de hablar con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, para que inaugurara el Congreso, a lo cual ésta última accedió.
¿Y cómo le pagan a César Vidal el favor?
Censurándole

Ahora digo yo que si existe el más mínimo ápice de decencia en el protestantismo español sólo queda esperar una reacción generalizada y PÚBLICA de desprecio hacia los organizadores de dicho Congreso.

Por cierto, ¿sabéis a qué asociación pertenece el tal Máximo?
A la Juan XIII. Sí, la de Tamayo, Miret Magdalena y demás fauna teológica progre.
La libertad que piden dentro de la Iglesia Católica se la niegan a los demás. De la misma manera que Batasuna es el brazo político de ETA, estos son el brazo eclesial de la dictadura comunistoide
 
Re: El compromiso político del creyente

Bart dijo:

Me acabo enterar por un hermano, que los organizadores no permitieron que se leyera la ponencia de César Vidal. Volvemos a épocas de oscuridad y censura. Que vergüenza que esta vez los censores sean evangélicos.
Realmente bochornoso
El texto de nuestro hermano Vidal lo imprimi el otro dia de las noticias cristianas, para leerlo con calma, hoy he tenido oportunidad, y me parece sencillamente magnifico.
Ultimamente en el "mundo evangelico tradicional español" hay una tendencia a politizarlo todo... a ser mas "justos" y "buenos" que Dios. Asi el Comite Permanente de la IEE va a "revisar" la Biblia para ver como se aceptan a los homosexuales... hay algunos que han confundido la Iglesia con una especie de ONG, y nada mas lejos.
Es precisamente esa vision "no politica" la que escuece.
En cuanto a lo que dice Mobile:
El señor Vidal omite el contexto clave.

Todos los comentarios de San Pedro al respecto parten de la siguiente aclaración:

"Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros..." (1Pe. 2,11)
Te dire sencillamente que el Señor Vidal no solo no lo omite, sino que a diferencia tuya, lo entiende.
El Apostol se refiere a que en este mundo asi es como hemos de comportarnos "como extranjeros y forasteros", como los que no tienen aqui ciudad permenente sino que esperan la por venir, como peregrinos, como si Nuestro Reino no fuera de este mundo, porque sencillamente no lo es.
En cuanto a si Satanas tiene potestad sobre los reinos de la tierra... amigo y mucha mas que tendrá:
"Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió.
Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase.
Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis." Apocalipsis 13.14-18
En cuanto al tema nacionalista, no debiamos olvidarlo, nosotros somos de otra Nacion, una que es Santa, apartada para Dios, Nuestro Señor nos ha dado otra Nacionalidad que es Eterna. ¿Acaso no nos es suficiente?
 
Re: El compromiso político del creyente

DIOS Y ALMAS

Jaaziel dijo:
En cuanto a lo que dice Mobile:
Te dire sencillamente que el Señor Vidal no solo no lo omite, sino que a diferencia tuya, lo entiende.
El Apostol se refiere a que en este mundo asi es como hemos de comportarnos "como extranjeros y forasteros", como los que no tienen aqui ciudad permenente sino que esperan la por venir, como peregrinos, como si Nuestro Reino no fuera de este mundo, porque sencillamente no lo es.

Querido hermano en Cristo Jaaziel:

Sí sí, comprendo perfectamente que es principio evangélico que los cristianos no somos del mundo, aunque estamos en él (Jn. 16,17) pero........ ¿es a ese concepto al que realmente se refiere San Pedro con dichas palabras?.

¿O estará acaso dirigiéndose, en términos literales, a verdaderos extranjeros y forasteros?

Para dilucidar la cuestión de a cuál de los dos sentidos se refiere, veamos el versículo ya citado y luego el siguiente a ese:

"Queridos, os exhorto a que, como extranjeros y forasteros, os abstengáis de las apetencias carnales que combaten contra el alma. Tened en medio de los gentiles una conducta ejemplar a fin de que, en lo mismo que os calumnian como malhechores, a la vista de vuestras buenas obras den gloria a Dios en el día de la Visita." (1Pe. 2,11-12) (énfasis mío)

"Tened en medio de los gentiles", o sea, como extranjero *en sentido literal*.

Por tanto, tal parece que San Pedro no está hablando en el "sentido figurativo" referido de 'los-cristianos-somos-extranjeros', sino más bien habla de consejos pastorales para aquellos cristianos que son literalmente extranjeros y forasteros en los diversos lugares.

Además, si se refiriese al "concepto figurativo" con esas palabras, no habría ninguna necesidad de la redundancia de "extranjeros y forasteros" sino bastaría con que dijera: "como extranjeros que somos..."; entonces sí estaría claro como el agua que se refiere al concepto figurativo y no que está hablando literalmente, pero tal no es el caso.

También hay que ver que él no dice eso: extranjeros somos (los cristianos).

Sino que se está excluyendo él mismo como cristiano de tal significación, y le está hablando directamente a dicho grupo de cristianos: lo que comprueba que estamos frente a una exhortación dirigida de una parte no-extranjera a otra que sí es extranjera, y al no haber lenguaje inclusivo (como sería: "los cristianos somos extranjeros") entonces debemos concluir que no habla en sentido figurativo, espiritual, sino que habla literalmente al respecto: de un cristiano no-extranjero en su propia tierra, a otros que sí lo son.

Por último: si queda alguna duda, basta con consultar el versículo siguiente:

"Sed sumisos, a causa del Señor, a toda instituición humana: sea al rey, como soberano" (1Pe. 2,13)

En vista de ésto, me parece carente de sentido afirmar que el sentido de las palabras extranjero y forastero sería el concepto figurativo de no-pertenencia-al-mundo puesto que obviamente aquí se está refiriendo al orden político extranjero bajo el que estarían los cristianos en otros países.

Por éstas razones citadas, concluyo que es evidente que con las palabras "extranjeros" y "forasteros" está refiriéndose San Pedro al concepto literal de las mismas, y no habla en sentido figurativo.

Así es que sostengo mi dicho referente a tal contexto de la Epístola de San Pedro, y sostengo que el Sr. Vidal se equivoca al afirmar que eso se aplica "al cristiano local en país cristiano".

Al cristiano local en país cristiano se le aplica más bien Rom. 13, 1-7 (¡precisamente el texto que el Sr. Vidal evadió!).

ALABADO SEA JESUCRISTO
 
Re: El compromiso político del creyente

En la censura a Cesar Vidal se manifiesta claramente el resultado de alguien que más que religioso es político. En este caso Máximo García. Lo que pasa es que no veo diferencia alguna entre este defensor de la izquierda con otro que participa en los foros que desde la misma forma de religiosidad defiende lo contrario.
En cuanto a lo que Cesar Vidal llama "pecado de juventud" su laicismo y su pretensión de defender lo contrario mediante la experiencia de Jose Grau y su hija (¿no sería més bien su nieta?) sobre su experiencia en una clase de ética, sustituta de la religiosa, fue debido precisamente a no cumplir el laicismo en las escuelas públicas. Aquella niña ya tenía su Escuela Dominical (y los católicos sus escuelas de catequesis) El que desea recibir clases de una determinada confesión religiosa que vaya a una escuela confesional y con el profesorado religioso pagado de su bolsillo y no por el Estado. Así de simple.
Cesar Vidal no ha entendido que es realmante laicismo.
 
Re: El compromiso político del creyente

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.” 1 Pedro 2.11-14<o:p></o:p>

¿Si no fueran extranjeros no los exhortaría a abstenerse de los deseos de la carne? ¿Estamos exonerados los que estamos en un “país cristiano”? Por cierto ¿Qué es un país cristiano? ¿Cómo cualo?<o:p></o:p>
En cualquier caso, y volviendo a lo que dice Vidal “por causa del Señor someteos a toda institución humana”, y se lo dice a gente que vivía en países gentiles ¿No? ¿Estamos libres nosotros de esa exhortación?<o:p></o:p>
mobile21 dijo:
Por tanto, tal parece que San Pedro no está hablando en el "sentido figurativo" referido de 'los-cristianos-somos-extranjeros', sino más bien habla de consejos pastorales para aquellos cristianos que son literalmente extranjeros y forasteros en los diversos lugares.
Aaahh, osea que los cristianos que no son extranjeros no tienen ni obligación de someterse a las instituciones humanas, ni a los gobernadores, por libre vamos… ¿Tampoco se tienen que abstener de los “deseos carnales que batallan contra el alma”?<o:p></o:p>
mobile21 dijo:
Sino que se está excluyendo él mismo como cristiano de tal significación, y le está hablando directamente a dicho grupo de cristianos: lo que comprueba que estamos frente a una exhortación dirigida de una parte no-extranjera a otra que sí es extranjera, y al no haber lenguaje inclusivo (como sería: "los cristianos somos extranjeros") entonces debemos concluir que no habla en sentido figurativo, espiritual, sino que habla literalmente al respecto: de un cristiano no-extranjero en su propia tierra, a otros que sí lo son.
Vas a inaugurar toda una nueva rama de la teología, el Evangelio para nacionales, y el Evangelio para “sin papeles”… curioso.<o:p></o:p>
mobile21 dijo:
Así es que sostengo mi dicho referente a tal contexto de la Epístola de San Pedro, y sostengo que el Sr. Vidal se equivoca al afirmar que eso se aplica "al cristiano local en país cristiano".
Y una nueva clasificación de las epístolas:<o:p></o:p>
a) para cristianos locales en país cristiano<o:p></o:p>
b) para cristianos extranjeros en país cristiano<o:p></o:p>
c) para cristianos locales en país extranjero<o:p></o:p>
d) para cristinos extranjeros en país extranjero<o:p></o:p>
Te vuelvo a repetir ¿Qué es un “país cristiano”? ¿Ha bajado ya la Jerusalén celeste? ¿Ha sido ya el juicio a las naciones?<o:p></o:p>
mobile21 dijo:
Al cristiano local en país cristiano se le aplica más bien Rom. 13, 1-7 (¡precisamente el texto que el Sr. Vidal evadió!).
Para que te des cuenta de lo “peregrino y extranjero” de tu argumentación, ¿Te das cuenta de que la carta de Romanos, que mencionas, como aplicable a “cristiano local en país cristiano”, va dirigida, como su nombre indica, a los cristianos en Roma, que te aseguro no era precisamente un “país cristiano” en el Siglo I cuando la epístola fue escrita?<o:p></o:p>
En cuanto a que “evadiera” el texto, ciertamente lo dudo:<o:p></o:p>
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.” Romanos 13.1-4<o:p></o:p>

Y esto el Apóstol Pablo, se lo dice a los romanos, bajo el emperador romano, allí donde el mismo seria luego martirizado… <o:p></o:p>
mobile21 dijo:
ALABADO SEA JESUCRISTO
Amen.<o:p></o:p>
 
Re: El compromiso político del creyente

Leer que han censurado la ponencia de Cesar Vidal en el último Congreso Evangélico Español de Madrid, me ha asombrado. Es increíble el grado de sectarismo y desfachatez que los progres que mangonean el panorama evangélico español han alcanzado. Andan crecidos con las relaciones y los medios millonarios que empiezan a tener a su alcance a través de las subvenciones gubernamentales.

¡Pobres ciegos laodicenses!

Ciertamente que a mí, que no soy nadie, me censurasen un par de artículos en Protestante Digital, no es más que un suceso irrelevante (aunque nunca más me censurarán nada como le dije al Sr. Tarquis). Ahora bien jamás pensé que la osadía y el sectarismo del entorno de esa tropa llegase a censurar una ponencia previamente encargada en el al que sin duda es el cristiano evangélico español, Cesar Vidal. El que más ha contribuido a extender el mensaje del Evangelio de la gracia a través desde la mayoría de su prolífica y excelente producción literaria, en libros, artículos, conferencias, entrevistas, etc. Quien ha conseguido que el testimonio publico de su fe en Cristo, que compartimos la mayoría de los evangélicos que vivimos en España, llegase a más españoles de todas las capas sociales. Tampoco recuerdo a ningún otro cristiano evangélico español que haya sido tan reconocido por su sabiduría, su capacidad intelectual y su valentía como él.

En la cuestión de la participación en política, suscribo punto por punto y coma por coma todo lo que ha expuesto, como siempre magistral y argumentadamente Cesar Vidal. Del artículo de mi apreciado amigo Manuel Suarez, que Tobi ha introducido aquí, solo quiero hacer algunas observaciones. La primera es que se trata de un artículo político en el que se introducen cierta argumentación destinada a un lector cristiano. Que ese artículo representa una postura y un análisis político realizado desde una visión de alguien que milita en uno de los nacionalismos que se consideran históricos frente a otros a los que no se les da la misma consideración.

Pero concretamente voy a referirme a los dos puntos que Tobi ha resaltado con negrilla, imagino que para representar su identificación con la exposición del autor.

La cuestión lingüística.- Estando yo seguro de que mi hermano Suarez no es capaz de mentir a nadie, tengo que creer que su ya antigua militancia política nacionalista le ha jugado una mala pasada. Mi hermano, que como yo somos gallegos, sabe, aunque se le haya olvidado, que no él habla el gallego que hablaba su madre, ni su padre, ni el de sus compañeros de la infancia, sino uno normalizado impuesto desde la enseñanza impartida en los centros educativos y la televisión desde hace no mucho tiempo por los sectores intelectuales del nacionalismo gallego y que él, como muchos otros gallegos de su generación, viviendo en los mayores núcleos de población, aprendíamos simultáneamente un cierto gallego según la zona y el castellano desde la cuna. Que el gallego normalizado lo aprendimos por estudio después de conocer, hablar y escribir en castellano. Y que ese gallego se parece como una castaña a una bellota al que hablaban nuestros padres y vecinos, y lo mismo al que empleaba nuestra gloriosa compatriota Rosalía de Castro, ó Curros Enríquez, que a su vez diferían grandemente entre si. Que además de no ser el gallego popular ni siquiera es el que todos los gallegistas aceptan, ahí están los lusistas con sus críticas exacerbadas al invento normalizado y con su promoción del galaico-portugués. No en vano Jorge Borrow cuando llegó a Galicia en el siglo XIX la denominó como “la tierra de los 1000 dialectos”, y esta opinión proviniendo de un políglota como él tiene un peso singular, y además denota una realidad innegable. Así que en Galicia, de una lengua y materna común, poco ó nada. Y de Cataluña como no sé, no opino, pero no me extrañaría que algo parecido en mayor ó menor grado sucediese.

Pero además, alguien que como yo fui enseñado en el gallego desde la niñez, lo fui simultaneamente en el castellano, de modo que cuando hablo en gallego no traduzco, simplemente fluye aquel idioma que yo aprendí de niño en casa y en la calle. Lo mismo me sucede con el empleo del castellano, al que tampoco tengo que traducir nada, y no creo que tenga yo más meninges cerebrales que otros, simplemente el uso más prolongado y habitual de uno u otro va a resultar en la facilidad de su empleo y en la amplitud del vocabulario.

Con todo, estos argumentos no valen nada para ser justificados desde posturas cristianas. San Pablo, que se definió como el más celoso de las tradiciones de sus padres, dice que cuando siguió a Cristo consideró todo aquello como si de “mierda” se tratase (perdóneseme la expresión vulgar, pero es la más equivalente al skubalon empleado por Pablo en el koine cuando escribió Fil. 3:8). Y es que el mensaje de Jesús llama a dejar casas, tierras, padre y madre por amor su causa y la del evangelio (Mr. 10:29 con Mt. 10:37). Y cuando predicamos el evangelio a otros ¿qué es sino un llamamiento para hacer algo que se supone que nosotros hemos hecho ya, como es abandonar la vana manera de vivir heredada de los padres (1Ped. 1:18)? Y si las personas deben dejar la religión de sus padres, que es algo que tiene las raíces más arraigadas en el corazón de los seres humanos, ¿cómo no vamos a desestimar banderas, lenguas, tradiciones de tribalismo nacionalista, etc.? Los apóstoles no hicieron causa alguna por el arameo que heredaron de sus padres, sino que para una misión universal emplearon el medio de comunicación más universal que tenían a su alcance y por eso escribían sus epístolas en el griego popular. Y creo que como cristianos debemos hacer lo mismo, me haré gallego al gallego que no sabe otra cosa para predicar a Cristo, (aunque creo que ya no existe casi nadie de este género), pero desde luego siempre intentaré expresarme en el lenguaje que yo conozca que es inteligible para el mayor número de oyentes. Porque si yo no sé el significado de las palabras, seré para el que habla un extranjero y el que habla será un extranjero para mí.

Pero el virus herodiano es increíble por su capacidad para la obnubilación de mentes que en otras esferas son bien claras. Algunos que usan frecuente y acertadamente Gálatas 3:28 para oponerse a la discriminación de la mujer en el seno de las iglesias cristianas, luego no son capaces de aplicar el resto de la cita a judíos, griegos, catalanes, gallegos, portugueses, gitanos, etc. Sin embargo yo creo que la declaración es tan clara en uno como en otro sentido. El que de verdad es de Cristo forma parte de una nación diferente (conciudadanos de los santos y familia de Dios, Ef. 2:19). Un pueblo que como los otros miembros de la familia de la fe en todos los tiempos confiesan que son peregrinos y extraños en la tierra (Heb. 11:13). Que no tenemos aquí una ciudad permanente sino que buscamos la que está por venir (Heb 13:14) y a ella nos dedicamos, y no nos vamos a dejar enredar por otras patrias.


También quiero referirme al otro párrafo subrayado por Tobi:

Buena parte de la tensión en el debate del Estatut desaparecería si se encontrasen soluciones que calmasen los deseos de unos y los miedos de otros; y esto exige esfuerzos de comprensión mutua, algo en lo que los protestantes podríamos ayudar porque nosotros no nos sentimos religiosamente apegados a ninguna identidad nacional –y este apego religioso lo podemos encontrar en sectores del nacionalismo español y del catalán–, sino nos reconocemos primero hijos de Dios peregrinos y extranjeros en camino a nuestra patria celestial, y después nos sentimos integrados en una comunidad nacional.

La ayuda protestante al nacionalismo.- Por un lado tenemos a un Jesús que dice: ¿Quién me puso entre vosotros por juez ó árbitro? Y por otro el pensamiento candoroso de que Otegui, Carod y el mundo que ellos representan no satisfechos con ninguna de las ocho soluciones que el Sr. Zapatero y su equipo han preparado cuidadosamente junto con los resortes que como gobernantes tienen para una negociación política, van a aceptar la insospechada mediación protestante…

Pero los innegables buenos sentimientos de Manuel Suarez están patentes en toda la frase, aunque el autor, y buen amigo mío, cae en su propia contradicción, la típica contradicción de la militancia nacionalista y la mejor intención cristiana. Dice: nosotros no nos sentimos religiosamente apegados a ninguna identidad nacional, si no nos reconocemos primero hijos de Dios, peregrinos y extranjeros en camino a nuestra patria celestial y después nos sentimos integrados en una comunidad nacional.

¿Qué es eso religiosamente apegados? Parece que quiere expresar que solo después reconocernos primero como peregrinos luego ya podemos sentirnos integrados en una comunidad nacional religiosamente como los demás. Es decir que la cuestión radica en conservar una cierta subordinación al sentimiento primordial de lo que es el cristiano. Es como servir a dos señores pero siempre que a uno le rindamos más que lealtad que al otro.

Debo decir que yo creo que la única aportación que los cristianos evangélicos podemos hacer para que desaparezcan estas y otras tensiones es predicar y vivir el evangelio, y no es poco. Ese sentimiento cristiano solo de no sentirse religiosamente apegados a ninguna identidad nacional humana no llega por la dialéctica, sino por el nuevo nacimiento, por la obra del Espíritu Santo y, como se ve, ni siquiera se aprecia siempre en todos los creyentes.

Y ¿dónde termina el argumento de sentirnos integrados en una comunidad nacional? ¿Tal vez en que debiéramos sentirnos nacionalistas de cualquier lugar en el que nos encontremos?, ¿y donde se encuentran los límites de esa comunidad nacional?, ¿en el pueblo en el que resido? ¿En el barrio? ¿En lo que hoy llaman comunidad autónoma y antes región? Y ¿dónde están los limites de esa integración? ¿En acrecentar los limites del sentimiento tribal?¿En acrecentar las diferencias con los habitantes de otras “comunidades nacionales” y participar de sus rivalidades? ¿Debo sentirme madrileño porque ahora estoy vivo en la comunidad nacional de Madrid, y si Madrid no es una comunidad nacional, que debo sentirme? ¿Debo dejar de sentirme gallego al abandonar Galicia y sentirme miembro de la comunidad nacional de la nueva de residencia? ¿Pero no nos damos cuenta de que esto es todo un sinsentido, que forma parte de las insensateces del mundo, que tantas tragedias, enfrentamientos han producido?

En lo que debe integrarse un cristiano es en una iglesia local, y trabajar para convertirla en una embajada de su Patria Celestial, y no dejar de congregarse en ella. Todo lo demás, más que política viene a ser politiquería, no exenta de las mejores intenciones, pero por más que se adorne no dejará de ser algo completamente alejado de los contenidos del evangelio, y el que quiera hacer política porque le gusta debe dejar de marear la perdiz bíblica y asumir los riesgos que trae consigo en todos los planos de su vida, espiritual, social, material, eclesial, etc.

Al hilo, creo que puede ser oportuno para ampliar el epígrafe colgar un artículo que escribí hace cuatro años sobre la cuestión de la participación política de los cristianos. Obviamente la ilustración de la sucesión de Aznar que lo iniciaba ya no tiene actualidad ahora, pero el valor del ejemplo sigue siendo válido.

El Nacionalismo cristiano

“El embajador de Francia, sin dejar de serlo ni renunciar a su nacionalidad, ha decidido sumarse a las alternativas para la sucesión de Aznar, y ha solicitado su ingreso en el PP”. No hace falta un extenso comentario, ni un lector muy despierto, para entender la incompatibilidad de una situación semejante. Tanto “franceses” como “españoles” recelarían y rechazarían apoyar al candidato.

El debate sobre la participación de los cristianos en política es antiguo y controvertido. También lo es la evaluación histórica, vista desde según que parte. Para mí, el resultado es desfavorable para el evangelio, y de dudosos beneficios para la humanidad. Estoy convencido que hubiese ido mejor con el simple ejercicio fiel de la embajada proselitista que nos fue confiada: Predicar el evangelio, haciendo discípulos en todas las naciones; proclamando el perdón de pecados; rogando en nombre de Cristo y por medio de Él, la reconciliación con Dios, y enseñando a todos que guarden las cosas que Él ha mandado, Mr. 16:15; 2Cor. 5:20; Mt. 28:19.

Procurar y contribuir a un mundo más justo es una buena aspiración. Pero el problema radica en la fórmula. Los cristianos que participan en política lo hacen militando con las recetas del mundo. (Algunos pretendieron la implantación de un sistema teocrático, pero como los planes de Dios para este tiempo no contemplan tal hipótesis, solo alcanzaron a instaurar su particular visión teológico-dogmática de la política y del ejercicio del poder, con resultados poco afortunados). Tras citar esto como excepcional, por participación política se entiende a cristianos militando y promoviendo los remedios del socialismo, comunismo, liberalismo, social democracia, democracia cristiana., etc. Por la derecha, centro ó izquierda; desde nacionalismo ó globalización; de monarquía ó república…

La mayoría de los cristianos que militan en los diversos partidos pretenden enriquecerlos con su presencia aportando perspectivas evangélicas, pero en la práctica el propósito no se alcanza porque también confluyen ideas, fuerzas, filosofías e intereses de otros grupos sociales contrarios a la moral, ética ó cosmovisión cristiana. Y como los cristianos militan en política por idénticas razones, intereses y presupuestos que los no cristianos, no por llamamiento “providencial”, ni para ejercitar un don espiritual, juegan con semejantes armas y reglas que los otros. Así, antes ó después, aparece el conflicto y se tienen que ir ó los echan; y si se quedan, es al frustrante precio del silencio cómplice, de mirar hacia otro lado, ó pretender justificar políticas injustificables. Todos los cristianos que militan en partidos, tanto en el poder ó en la oposición, tienen que asumir posturas colectivas y decisiones contrapuestas a su fe, y se ven conducidos a mantener conflictos con otros cristianos que militan en partidos de ideología diferente.

Es más excelente vivir comprometidos políticamente con el nacionalismo celestial, conscientes de que somos ciudadanos de otra nación, que no tenemos aquí nuestra vivienda permanente y ansiar con morriña nuestra morada en los cielos. Desde ese planteamiento podremos alcanzar el peso social necesario para aportar mayores dosis de justicia, sirviendo a nuestro Rey, a sus intereses y al mundo. Desde los diferentes roles que cada uno ocupa, se puede luchar contra la discriminación y la acepción de personas (gitanos ó payos, blancos ó negros, gallegos ó catalanes, hombres ó mujeres, ricos ó pobres, amos ó esclavos, gordos ó delgados, guapos ó feos), y muchas otras injusticias (hambre, contaminación, aborto, violencia, etc.) y a la par realizar nuestra comisión de embajadores y pueblo adquirido para anunciar las virtudes de Cristo, no perdiendo de vista que el amor a nuestro Rey es incompatible con amar a este mundo bajo sus propios presupuestos y caminos, y la política es uno de ellos.

El nacionalismo cristiano presenta una visión de un mundo dividido en dos clases: “celestiales” y “terrenales”: Los que han aceptado a Cristo como Rey, y los que le rechazan ó no le conocen, que salvo arrepentimiento están destinados a la condenación, independientemente de su ideología, grado de bienestar social, formación, ó lugar de nacimiento. El reto de extender el evangelio y vivir sus contenidos es enorme, y de innegables repercusiones políticas. En la medida que crece el número de las personas que se salvan, el evangelio adquiere peso en la sociedad y las bendiciones de la justicia celestial influyen en la justicia humana. Si en España fuésemos millones, fieles, capacitados y maduros, sin necesidad de militancia política, la sociedad tendría mejores leyes, las televisiones mejores programaciones, la prensa otros valores, aunque solo sea por efecto de la ley del mercado y de los votos. Políticos, empresarios, comunicadores, etc. tendrían en cuenta “nuestra sensibilidad” en muchas materias y se aplicarían en las políticas que tantos “votantes” y “consumidores” desean.

Pensar que formando parte del parlamento ó alcanzando responsabilidades de gobierno, bajo las reglas del juego de la política humana, va a mejorar la justicia, eso si que es una utopía y no la mía. La sociedad mejora cuando el peso de los ciudadanos del cielo, viviendo como tales, es mayor. Con diez justos Sodoma no sería destruida. La destrucción no se pudo evitar porque Lot y su familia no llevaron a nadie al temor de Dios. Cuando los cristianos son un buen número, ocupan roles en todas las esferas de la sociedad y viven consecuentes con su fe, alumbran condiciones de justicia simplemente siendo luz.

La biografía de Daniel pone de manifiesto la cantidad de problemas de un siervo de Dios en un puesto de autoridad dentro de un sistema pagano. Y no pudo evitar, a pesar de su consistencia espiritual, la idolatría, decadencia y ruina del imperio caldeo. Un “mal profeta” como Jonás en el ejercicio de su misión consiguió cotas que Daniel nunca pudo alcanzar en el ejercicio del suyo.

La iglesia en el principio tampoco se ocupó en la política, sino en empapar la sociedad de evangelio. Los cristianos judíos no se comprometieron políticamente a la defensa de Jerusalén y Palestina, ni engrosaron las filas de la revuelta de Bar Cojba. Tenían claro que el nacionalismo implícito en el mensaje evangélico no era el judío, romano o griego, sino el celestial. Cuando esa visión se difuminó hasta perderse y se desató el ansia por los poderes temporales, los resultados fueron nefastos para la Patria celestial y para el mundo.

Pablo Blanco / 2002
 
Re: El compromiso político del creyente

Sencillamente magnifica la aportación de nuestro hermano Pablo Blanco, con la que estoy de acuerdo punto por punto, me quedo especialmente con esto:
Es más excelente vivir comprometidos políticamente con el nacionalismo celestial, conscientes de que somos ciudadanos de otra nación, que no tenemos aquí nuestra vivienda permanente y ansiar con morriña nuestra morada en los cielos. Desde ese planteamiento podremos alcanzar el peso social necesario para aportar mayores dosis de justicia, sirviendo a nuestro Rey, a sus intereses y al mundo.
Gracias estimado hermano, la guardo en mi corazón, como de donde viene, de la sabiduria de nuestro Dios y Señor.
El Señor le bendiga y le guarde en todos sus caminos
 
El compromiso político del creyente

Luis Fernando dijo:
Ponencia de César Vidal leía hoy, creo que por su pastor, en el I Congreso Protestante de Madrid, convocado por el Consejo Evangélico de Madrid (CEM)
He leído detenidamente y subrayado la ponencia de César Vidal y me parece de lo más sensato e interesante, como todo lo que él escribe.

Gracias por compartirla.
 
Re: El compromiso político del creyente

DIOS Y ALMAS

Querido hermano en Cristo Jaaziel:

Jaaziel dijo:
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos,


Momento.

No acepto que el texto bíblico original tenga lo que usted dice, a saber: "como a extranjeros".

El texto bíblico dice:

"os exhorto a que, como extranjeros y forasteros"

O sea que no dice ni "como a extranjeros" ni "como si ustedes fuesen extranjeros". Dice "como extranjeros" sin más.

Para comparación, cito la Biblia versión NASB:

"Beloved, I urge you as aliens and strangers to abstain from fleshly lusts which wage war against the soul." (1Pe. 2:11) (énfasis mío)

En inglés el traductor también pone el mismo sentido de calidad de extranjería y no figurativo, pues para que dijese figurativamente "como a extranjeros" tendría que decir en inglés "you like aliens".

Pero no, dice "you as aliens" que significa en español "como extranjeros" o sea en-calidad-de-extranjeros.

Y bueno, después de ver en la dedicatoria de la Epístola que en efecto es a tales cristianos, pues..........
<o:p></o:p>
¿Si no fueran extranjeros no los exhortaría a abstenerse de los deseos de la carne?

¿Y qué acaso eso dice el texto?

Yo no veo tal "conclusión" por ningún lado.

Lo único que veo ahí, es una compilación de consejos que considera San Pedro importantes para los cristianos en tales países extranjeros a los que han salido.

Es decir, que en el versículo 11 y 12 habla del ejemplo intachable que deben dar, para salir adelante aún entre calumnias.

En los versículos 13 al 17 refiere cómo se deben conducir ante tales autoridades y ante la sociedad.

En el 18 al 20 sobre las relaciones laborales (puesto que los inmigrantes no llegan "con bienes" o "como patrones" sino que llegan de obreros).

El que San Pedro considere como relevantes éstos consejos en particular para ellos que están como extranjeros, no nos dá derecho de deducir nada más, ni de poner palabras que no están en el texto.
<o:p></o:p>
Vas a inaugurar toda una nueva rama de la teología, el Evangelio para nacionales, y el Evangelio para “sin papeles”… curioso.

Quien vé esas distinciones es usted.

En dicha Epístola, San Pedro les recomienda precauciones pertinentes a su especial estado de "extraños" en esas sociedades.

Quien sigue viendo "un opuesto" entre deberes morales es usted, pero eso no lo dice el texto.

Sencillamente se trata consejos especiales para ellos.
<o:p></o:p>

Y una nueva clasificación de las epístolas:<o:p></o:p>
a) para cristianos locales en país cristiano<o:p></o:p>
b) para cristianos extranjeros en país cristiano<o:p></o:p>
c) para cristianos locales en país extranjero<o:p></o:p>
d) para cristinos extranjeros en país extranjero


No...no.........

San Pedro dirige esa Epístola a cristianos que salen antes de la Diáspora de los judíos hacia lugares donde todavía no hay ninguna comunidad cristiana.

Veamos:

"Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros en la Dispersión: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia" (1Pe. 1,1)

¿Sigue dudando que no sea literal?

No es lo mismo la naturaleza de ésta misiva, a las Epístolas que se dirigen a las comunidades cristianas ya establecidas, como la Epístola a los Tesalonicenses por ejemplo.
<o:p></o:p>

¿Te das cuenta de que la carta de Romanos, que mencionas, como aplicable a “cristiano local en país cristiano”, va dirigida, como su nombre indica, a los cristianos en Roma, que te aseguro no era precisamente un “país cristiano” en el Siglo I cuando la epístola fue escrita?


El país no es cristiano pero la comunidad cristiana local ciertamente que ya está establecida, e incluso con problemas propios como son las disputas entre paganos conversos y cristianos de origen judío.

No son lo mismo los lugares donde no había ningún cristiano y llegaban ellos "como extraños", que los lugares donde ya habían comunidades cristianas locales.
<o:p></o:p>

En cuanto a que “evadiera” el texto, ciertamente lo dudo:<o:p></o:p>
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.
De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.
Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.” Romanos 13.1-4<o:p></o:p>

Y esto el Apóstol Pablo, se lo dice a los romanos, bajo el emperador romano, allí donde el mismo seria luego martirizado…<o:p></o:p><o:p></o:p>

Precisamente.

La diferencias fundamental entre los consejos de San Pedro a los cristianos que están como forasteros en esos lugares, y San Pablo que le escribe a la comunidad cristiana establecida en Roma es que San Pedro no establece ningún enfoque cualitativo del gobierno al que debe someterse quien llega el extranjero, mientras que San Pablo le dice a la comunidad que sí hay una característica cualitativa en la autoridad.

Es fácil entrever qué es lo que está diciendo San Pablo: que toda autoridad justa es de Dios y hay que respetarla, y que si alguien está "de autoridad" pero en realidad es injusto, entonces lógicamente que su poder no viene de Dios y por tanto no se le debe nada.

A continuación cito un fragmento del enlace citado por mí anteriormente:

mobile21 dijo:
Mucho han dicho los politólogos anticristianos sobre que el Cristianismo ha favorecido sistemas injustos, en base a la concepción política de Rom. 13,1-2 cuando en realidad ésto no es verdad.

La Biblia establece que la autoridad, toda autoridad, en verdad proviene de Dios.

Sea la de un padre de familia, o la de un Ministro de Culto, o la de un Presidente.

El punto está en que un gobiernante injusto, por sus mismas obras está demostrando que no se adecua a la Ley de Dios, y por tanto ya desde éste punto su posición de gobierno ya no queda bajo la "protección" de Rom. 13,1-2 puesto que en el mismo capítulo, en Rom. 13, 3-4 se da por un hecho que se refiere a la autoridad justa.

Y si esto no fuera lo suficientemente claro, tenemos que el versículo 7 nos dice:

"Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor" (Rom. 13,7)

¿Y a quien comete injusticia, acaso se le debe justicia?

Claro que no: la Biblia nos está mostrando inequívocas correspondencias al respecto.

Al actuar mal, el gobernante inicuo ya se ha despojado él solo de su propia -antes legítima- autoridad.

Esto lo reafirmó muy claramente Santo Tomás de Aquino al declarar que toda ley que no se adecua en última instancia a la Ley de Dios que es Su Voluntad, entonces por sí misma no es ley

ALABADO SEA JESUCRISTO
 
Re: El compromiso político del creyente

A ver, es que yo todavía estoy en estado de shock. Los hechos son así:

1- El consejo evangélico de Madrid (al que por cierto perteneció hace años quien era mi pastor) decide organizar un congreso en la capital de España
2- Sabiendo que es, de largo, el protestante más conocido y con más influencia social de España, le piden a César Vidal que les haga el favor de hablar con la presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, para que sea ella quien inaugure el congreso
3- César accede a la petición, habla con Esperanza y la misma cumple con el deseo de los organizadores
4- César prepara una ponencia para el congreso. Como ese fin de semana viaja a Jerusalén para realizar desde la Ciudad Santa su programa durante dos días, le pide al pastor de la iglesia donde se congrega que le haga el favor de leer su ponencia.
5- Los organizadores censuran la ponencia e impiden que los asistentes la escuchen.


A ver, ¿cómo llamamos a eso? ¿qué adjetivos cabe aplicar a esos señores, en especial al tal Máximo García, secretario ejecutivo del Consejo Evangélico de Madrid? ¿en manos de quién está la credibilidad y representación de los evangélicos de este país y de Madrid en concreto? ¿cómo es posible que no se pida el cese inmediato de cualquier función de representatividad a los responsables del Consejo Evangélico de Madrid? ¿cómo es posible que a nadie se le caiga la cara de vergüenza ante esta acción que pone a los pies de los caballos a decenas de miles de evangélicos madrileños? ¿o es que piensan que doña Esperanza Aguirre no se ha enterado de lo ocurrido? ¿acaso creen que la presidenta de la Comunidad de Madrid puede volver a tomar en serio para algo a los protestantes de dicha comunidad mientras éstos no echen, a patadas si hace falta, a quienes les representan? ¿cómo es posible que al tal Máximo García no se le eche de una de las iglesias bautistas más importante de España después de que ha demostrado ser un verdadero fascista? ¿qué va a hacer la FEREDE al respecto? ¿qué va a hacer el señor Tarquis? ¿qué va a decir Mariano Blázquez?

Los señores de la siguiente foto....

permanente.jpg


..... ¿no piensan hacer nada? ¿van a permanecer callados?

Estos son los datos del CEM, por si alguno queréis expresarles vuestra opinión acerca de lo ocurrido:

CONSEJO EVANGÉLICO DE MADRID <TABLE class=texto><TBODY><TR><TD>Nombre del Presidente:</TD><TD>Gonzalo Soriano Ariza</TD></TR><TR><TD>Secretario Ejecutivo:</TD><TD>Máximo García Ruiz</TD></TR><TR><TD>Dirección Postal:</TD><TD>Apartado 225 Torrejón de Ardoz, Madrid</TD></TR><TR><TD>Teléfono:</TD><TD>91-667-52-97</TD></TR><TR><TD>Oficinas:</TD><TD>91-381-89-88</TD></TR><TR><TD>E-Mail:</TD><TD>[email protected]</TD></TR><TR><TD>Página Web:</TD><TD>www.cemadrid.org</TD></TR></TBODY></TABLE>


A la web no entréis que está muy desfasada (anuncian un concierto del año 2002).
 
Re: El compromiso político del creyente

Luis Fernando dijo:
A ver, es que yo todavía estoy en estado de shock. Los hechos son así:

1- El consejo evangélico de Madrid (al que por cierto perteneció hace años quien era mi pastor) decide organizar un congreso en la capital de España
2- Sabiendo que es, de largo, el protestante más conocido y con más influencia social de España, le piden a César Vidal que les haga el favor de hablar con la presidenta de la Comunidad autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, para que sea ella quien inaugure el congreso
3- César accede a la petición, habla con Esperanza y la misma cumple con el deseo de los organizadores
4- César prepara una ponencia para el congreso. Como ese fin de semana viaja a Jerusalén para realizar desde la Ciudad Santa su programa durante dos días, le pide al pastor de la iglesia donde se congrega que le haga el favor de leer su ponencia.
5- Los organizadores censuran la ponencia e impiden que los asistentes la escuchen.


A ver, ¿cómo llamamos a eso? ¿qué adjetivos cabe aplicar a esos señores, en especial al tal Máximo García, secretario ejecutivo del Consejo Evangélico de Madrid? ¿en manos de quién está la credibilidad y representación de los evangélicos de este país y de Madrid en concreto? ¿cómo es posible que no se pida el cese inmediato de cualquier función de representatividad a los responsables del Consejo Evangélico de Madrid? ¿cómo es posible que a nadie se le caiga la cara de vergüenza ante esta acción que pone a los pies de los caballos a decenas de miles de evangélicos madrileños? ¿o es que piensan que doña Esperanza Aguirre no se ha enterado de lo ocurrido? ¿acaso creen que la presidenta de la Comunidad de Madrid puede volver a tomar en serio para algo a los protestantes de dicha comunidad mientras éstos no echen, a patadas si hace falta, a quienes les representan? ¿cómo es posible que al tal Máximo García no se le eche de una de las iglesias bautistas más importante de España después de que ha demostrado ser un verdadero fascista? ¿qué va a hacer la FEREDE al respecto? ¿qué va a hacer el señor Tarquis? ¿qué va a decir Mariano Blázquez?

Los señores de la siguiente foto....

permanente.jpg


..... ¿no piensan hacer nada? ¿van a permanecer callados?

Estos son los datos del CEM, por si alguno queréis expresarles vuestra opinión acerca de lo ocurrido:

CONSEJO EVANGÉLICO DE MADRID <TABLE class=texto><TBODY><TR><TD>Nombre del Presidente:</TD><TD>Gonzalo Soriano Ariza</TD></TR><TR><TD>Secretario Ejecutivo:</TD><TD>Máximo García Ruiz</TD></TR><TR><TD>Dirección Postal:</TD><TD>Apartado 225 Torrejón de Ardoz, Madrid</TD></TR><TR><TD>Teléfono:</TD><TD>91-667-52-97</TD></TR><TR><TD>Oficinas:</TD><TD>91-381-89-88</TD></TR><TR><TD>E-Mail:</TD><TD>[email protected]</TD></TR><TR><TD>Página Web:</TD><TD>www.cemadrid.org</TD></TR></TBODY></TABLE>


A la web no entréis que está muy desfasada (anuncian un concierto del año 2002).


Quien sige ciego? y Por que?
 
Re: El compromiso político del creyente

Repito lo que he dicho en el otro epígrafe sobre el mismo tema:
D. Luis Fernando Perez nada tiene que ver en este asunto. ¿Quien le ha dado vela en el mismo?
El congreso fue protestante y lo que se decidió en el mismo es una cuestión que nos afecta a los protestantes y no a alguien que se ha dedica a saltar del romanismo al protestantismo, de alli a la ortodoxia (y quien sabe a que otros sitios más) y depues de vuelta al romanismo en el que primeraremente aun reprochaba la mariolatria y finalmente a un conservadurismo de lo mas tramontano.
¿Y con estos antecedentes se mete a redentor de causas ajenas? ¿Por que no se preocupa de la suya que hace aguas por todas partes? No me cansaré de repetirlo. MAS DEL 80% DE LOS BAUTIZADOS les han vuelto la espalda y eso no lo resuelve manifestaciones de una cuantos millares. Pero de eso no se entera.
Ya basta de inocular veneneo a quienes desearía que despareciéramos de su mapa. Claro que lo tiene crudo. Si su Nacional Catolicismo del mejor signo franquista no lo consiguió, ¿lo va a conseguir él?.
 
Re: El compromiso político del creyente

Tobi dijo:
Repito lo que he dicho en el otro epígrafe sobre el mismo tema:
D. Luis Fernando Perez nada tiene que ver en este asunto. ¿Quien le ha dado vela en el mismo?
El congreso fue protestante y lo que se decidió en el mismo es una cuestión que nos afecta a los protestantes y no a alguien que se ha dedica a saltar del romanismo al protestantismo, de alli a la ortodoxia (y quien sabe a que otros sitios más) y depues de vuelta al romanismo en el que primeraremente aun reprochaba la mariolatria y finalmente a un conservadurismo de lo mas tramontano.
¿Y con estos antecedentes se mete a redentor de causas ajenas? ¿Por que no se preocupa de la suya que hace aguas por todas partes? No me cansaré de repetirlo. MAS DEL 80% DE LOS BAUTIZADOS les han vuelto la espalda y eso no lo resuelve manifestaciones de una cuantos millares. Pero de eso no se entera.
Ya basta de inocular veneneo a quienes desearía que despareciéramos de su mapa. Claro que lo tiene crudo. Si su Nacional Catolicismo del mejor signo franquista no lo consiguió, ¿lo va a conseguir él?.


Ya le he respondido en el otro epígrafe.
De todas formas, cabe decir que las últimas manifestaciones no fueron de unos cuantos millares sino de unos cuantos millones.
Y todavía está por ver que en este país haya alguien capaz de congregar a más de medio millón de jóvenes como hizo Juan Pablo II hace un par de años en Cuatro Vientos.
Es decir, que para el catolicisimo español las cosas no están bien pero no todo lo mal que algunos desearían.
 
Re: El compromiso político del creyente

Luis Fernando dijo:
Ya le he respondido en el otro epígrafe.
De todas formas, cabe decir que las últimas manifestaciones no fueron de unos cuantos millares sino de unos cuantos millones.
Y todavía está por ver que en este país haya alguien capaz de congregar a más de medio millón de jóvenes como hizo Juan Pablo II hace un par de años en Cuatro Vientos.
Es decir, que para el catolicisimo español las cosas no están bien pero no todo lo mal que algunos desearían.

¿En Cuatro Vientos? ¿Y de donde soplaban los cuatro?
¿Medio Millon? ¿Y donde estaba los más de 38 millones que os han vuelto la espalda?
Os soplan malos vientos.