En mi trabajo actual, tengo una responsabilidad que me obliga a aprender el código Braille.
Es algo simple en realidad: el grabado se hace en placas de laminado de aluminio que es "punteado" -algo semejante al repujado- de acuerdo al cóidigo Braille: seis puntos colocados en un cierto número de combinaciones que, según una codificación previamente establecida, resultan en letras, números, y símbolos de puntuación. La limitada combinación de puntos (creo que son hasta 64 combinaciones posibles) obligan al uso de símbolos identificadores de letras y números, obligándole al invidente o débil visual aprender un mayor número de símbolos.
La gracia del código Braille, no es solo saber leerlo al derecho, sino escribirlo... al revés. Podría resultar algo complicado confundir símbolos muy parecidos entre sí. Ejemplo, las letras "e" e "i" tienden a ser muy similares en su lectuira/escritura. Un principiante puede verse ocasionalmente confundido escribiendo ambas letras, dando resultados algo cómicos cuando escribe una palabra que debería tener una letra, teniendo otra que no se deseaba escribir.
Para un invidente, resulta imposible de entender una lectura que lleve indicencias sobre "ver" algo. Pero un débil visual tiene una cierta capacidad visual, sea que haya nacido con una limitación visual, o que haya perdido el sentido de la vista. En este caso, los débiles visuales se atreven a entender el mundo de su alrededor, interactuando con quienes contamos con el sentido de la vista.
Las sagradas letras del Eterno no pueden expresar la gran totalidad de la "gloria" exiustente en los cielos, la misma presencia del Eterno, así como Su naturaleza y esencia. El lenguaje escrito presenta esta limitación, desafortunadamente. Sin embargo, quienes han avanzado en lo espiritual, han desarrollado cierto "sentido espiritual" que les permite entender un poco mejor lo ya escrito. Esto, naturalmente, no significa que nuestras Biblias no tengan valor; lo tienen en un grado muy alto. Nosotros, seres carentes de este "sentido espiritual", tenemos que ser capaces de entender lo que, dentro de la limitación literaria, Dios nos quiere decir. No porque el Altísimo esté limitado -¡para nada!-, sino porque precisamente nosotros no tenemos aún "eso" que nos permita dimensionar la realidad que va más allá de nuestros sentidos terrenales.
Claro que ello implica no solo estudiar las Escrituras, sino aplicarlas en nuestra vida cotidiana, si es que hemos aceptado el señorío de Cristo en nosotros. Por algo Cristo dijo que aún ciertas cosas terrenales no podemos entenderlas; ¡con cuanta mayor dificultad podríamos entender lo espiritual! Eso tampoco significa, naturalmente, que nos rersignemos a no desear aprender lo espiritual. Al contrario. Si nuestra naturaleza caída nos limita de lo espiritual, nos queda la fe como una forma de ser guiados hacia lo espiritual, logrando las cosas que le Eterno espera que logremos.
Es algo simple en realidad: el grabado se hace en placas de laminado de aluminio que es "punteado" -algo semejante al repujado- de acuerdo al cóidigo Braille: seis puntos colocados en un cierto número de combinaciones que, según una codificación previamente establecida, resultan en letras, números, y símbolos de puntuación. La limitada combinación de puntos (creo que son hasta 64 combinaciones posibles) obligan al uso de símbolos identificadores de letras y números, obligándole al invidente o débil visual aprender un mayor número de símbolos.
La gracia del código Braille, no es solo saber leerlo al derecho, sino escribirlo... al revés. Podría resultar algo complicado confundir símbolos muy parecidos entre sí. Ejemplo, las letras "e" e "i" tienden a ser muy similares en su lectuira/escritura. Un principiante puede verse ocasionalmente confundido escribiendo ambas letras, dando resultados algo cómicos cuando escribe una palabra que debería tener una letra, teniendo otra que no se deseaba escribir.
Para un invidente, resulta imposible de entender una lectura que lleve indicencias sobre "ver" algo. Pero un débil visual tiene una cierta capacidad visual, sea que haya nacido con una limitación visual, o que haya perdido el sentido de la vista. En este caso, los débiles visuales se atreven a entender el mundo de su alrededor, interactuando con quienes contamos con el sentido de la vista.
Las sagradas letras del Eterno no pueden expresar la gran totalidad de la "gloria" exiustente en los cielos, la misma presencia del Eterno, así como Su naturaleza y esencia. El lenguaje escrito presenta esta limitación, desafortunadamente. Sin embargo, quienes han avanzado en lo espiritual, han desarrollado cierto "sentido espiritual" que les permite entender un poco mejor lo ya escrito. Esto, naturalmente, no significa que nuestras Biblias no tengan valor; lo tienen en un grado muy alto. Nosotros, seres carentes de este "sentido espiritual", tenemos que ser capaces de entender lo que, dentro de la limitación literaria, Dios nos quiere decir. No porque el Altísimo esté limitado -¡para nada!-, sino porque precisamente nosotros no tenemos aún "eso" que nos permita dimensionar la realidad que va más allá de nuestros sentidos terrenales.
Claro que ello implica no solo estudiar las Escrituras, sino aplicarlas en nuestra vida cotidiana, si es que hemos aceptado el señorío de Cristo en nosotros. Por algo Cristo dijo que aún ciertas cosas terrenales no podemos entenderlas; ¡con cuanta mayor dificultad podríamos entender lo espiritual! Eso tampoco significa, naturalmente, que nos rersignemos a no desear aprender lo espiritual. Al contrario. Si nuestra naturaleza caída nos limita de lo espiritual, nos queda la fe como una forma de ser guiados hacia lo espiritual, logrando las cosas que le Eterno espera que logremos.