¿COMO CONOCER A DIOS?
LA CONDICIÓN HUMANA
DAVID BURT
"Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
circuncidado al octavo día, del linaje Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo,
en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.
Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,
y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;
a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,
si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago; olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:4-14).
¿Cómo podemos conocer a Dios? Hace relativamente pocos años España, como los demás países del mundo, era por así decirlo un mundo en sí.
Quiero decir con esto que, si bien la gente sabía, en teoría, que en otros países la creencias eran diferentes, que en el norte de Europa había protestantes, que en el norte de Africa musulmanes, y otras religiones por otras partes del mundo.
Si bien esto se sabía en teoría, ya que nadie tenía contacto ni con Europa del Norte, excepto una pequeña minoría, ni con ninguna otra parte del mundo, sino que todo el mundo vivía dentro de su pueblo, y sólo respiraba el ambiente de su pueblo, era normalísimo seguir con lo de casa, y pensar que todos los demás serían unos herejes, una gente con ideas absurdas en cuanto a la religión.
Porque el consenso del medio ambiente presionaba en ese sentido. La normalidad consistía sencillamente en ser católico romano, y todo el mundo lo era. Excepto algún exaltado o sabiondo o disidente.
Pero nuestro mundo ha cambiado radicalmente en los últimos años. Supongo que lo que más influido en este cambio ha sido la pequeña pantalla de la televisión. Y a través de ella y los demás medios de comunicación, ya tenemos el mundo entero en nuestro salón.
Y ya empezamos a palpar que no somos solamente ciudadanos de un pequeño pueblo, o de una ciudad, o de un país. Sino que compartimos nuestra suerte con un mundo entero. Y que lo que dábamos por sentado de lo que era la normalidad, ya no lo es tanto. Porque día tras día vemos a otras gentes que consideran que su normalidad es la normalidad, y que la nuestra es un absurdo.
Sigue siendo cierto que la mayor parte de nuestros compatriotas, quizás por pura comodidad, por pereza intelectual, por intereses sociales, en teoría se conforma al status quo tradicional. Pero debajo de esta fachada de conformismo, vivimos una época que se caracteriza por un mar de incredulidad, de incertidumbre y de relativismo total en cuanto a conceptos religiosos.
Es por esto que oímos decir tantísimas veces: yo soy católico romano. Y luego se añade: a mí manera. Queriendo decir normalmente con esto que para razones sociales sigo siendo católico, bautizo a mis niños, me caso por la iglesia, me entierran por la iglesia, también. Pero en el fondo, en el fondo, soy exceptico, no sé lo que creo, ni me interesa demasiado saber lo que debo creer.
Sabemos perfectamente que de haber nacido en otros países, probablemente, practicaríamos otra religión. Si hubiésemos nacido en Afganistán seguro que casi todos nosotros, sino todos nosotros, seríamos musulmanes. De haber nacido en Suecia seríamos luteranos. De haber nacido en la URS muchos seríamos ateos.
La religión entonces aparentemente es cuestión de un accidente de nacimiento. Y esta percepción nos conduce a otras derivaciones. Si es así de relativa la cuestión religiosa, pues, evidentemente sobran los dogmatismos. Se impone una enorme tolerancia.
Muchos dirían que lo más importante es que seas sincero. Incluso esta postura se ha ratificado dentro del catolicismo romano, a raíz del segundo Concilio Vaticano. Y con que seas sincero, sea cuál sea tu filosofía de vida o religión, incluso si eres ateo, no pasa nada. Porque Dios no es tan injusto como para juzgarnos fuera de nuestro contexto social. Y por lo tanto, Él es comprensivo y no te pasará nada. Así que, no te preocupes.
Lo cual conduce finalmente a la idea de que creer en Dios o no creer en Dios, creer en el Dios revelado en la Biblia, y a través del Señor Jesucristo, o no creer en Él, es de poca monta.
En la práctica nuestros contemporáneos viven su vida a su manera. Tratan toda manifestación religiosa con cierto distanciamiento. Con una buena dosis de agnosticismo en medio. Muchos de ellos con mucho cinismo. Pero, por si acaso, mejor no renunciar totalmente el concepto filosófico de Dios, porque además esto también nos conduciría a ciertas consecuencias un tanto desagradables, y no sé si todavía somos suficientemente fuertes como para afrontar estas consecuencias filosóficas.
Por lo tanto, retenemos como abstracción la idea de Dios como hipótesis. Pero esto no toca mi vida, vivo a mi manera.
En la práctica, la persona que dice que todas las religiones son iguales, para todos los efectos. Puesto que estas mismas religiones no se ponen de acuerdo entre sí, ni siquiera puedes determinar a base de un estudio de las religiones si existe Dios o no, porque hay muchas religiones que prescinden de Dios.
Ni puedes determinar si hay un sólo Dios o no, porque hay muchas religiones que dicen que sí, otras que dicen que hay una pluralidad de dioses. Ni se ponen de acuerdo las religiones en cuanto a cómo es este Dios que posiblemente exista. Ni mucho menos en cuanto a cómo los seres humanos hemos de relacionarnos con este Dios, o dioses, o falta de Dios.
Digo pues, la persona que dice: todas las religiones son iguales. A parte de cometer un error enorme, en realidad lo que me parece que están diciendo es: que todo brote religioso no es más que la proyección de unas inquietudes, o unos sentimientos humanos, y en esto todas son iguales.
Toda religión no es más que una fabricación humana, todo es relativo. Y por lo tanto, para mí, para todos los efectos, no hay nada verdadero en todo esto.
Ante todo este panorama, plantear la pregunta: ¿cómo podemos conocer a Dios? si es que yo realmente he podido describir un poco el medio ambiente en el que vivimos, da la impresión de pecar de ingenuidad.
Ante esta perspectiva ¿cómo podemos saber con seguridad acerca de Dios?
Intento ponerme en el lugar de alguna persona, yo no sé si quizás haya alguna aquí esta mañana, que quizás haya entrado en este culto por curiosidad para ver lo que decimos nosotros en torno a este tema del conocimiento de Dios.
Y pienso que, de encontrarme yo en esta situación, sería como encontrarme en un gran mercado, con muchísimos puestos y en todos los puestos venden manzanas. Manzanas de diferentes colores, de diferentes sabores, pero todas son manzanas. Y todos los vendedores están gritando: las mías son las verdaderas manzanas, las mías son las buenas, las demás no valen.
Y a lo mejor entras dentro del mercado y durante un tiempo vas probando manzanas, pero finalmente has probado tantas que empiezas a tener una indigestión. Y en medio de tantas voces y tanto clamor religioso, sales del mercado desilusionado, diciendo: es imposible saber. Disgustado. La religión un fraude.
Pero también sales del mercado sin haber contestado las preguntas más fundamentales de la vida. Sales del mercado sin saber ni quién eres, ni de dónde vienes, ni a dónde vas. Y esto tampoco es plan.
Pero comprendo perfectamente que la persona que haya entrado aquí en esta mañana, en estas condiciones, ¿cómo le vamos a pedir, a la luz de tanta diversidad de formas religiosas, cómo le vamos a pedir que en primer lugar el cristianismo, entre todas estas religiones, sea la religión verdadera?
Y en segundo lugar que dentro del campo cristiano, con toda su complejidad, que nuestra pequeña secta, aquí representada, sea la verdadera.
¿Cómo vamos a poder persuadir a alguien que nosotros, que somos cuatro gatos y mal avenidos, que nosotros somos los que tenemos el monopolio de la verdad?
¿No sería mejor cerrar nuestro puesto y dejar de vender manzanas y volver a casa?
Yo francamente a veces he tenido ganas. No por dudar de las manzanas que quiero vender, sino por comprender el punto de vista del posible comprador, y sentir mi incapacidad de poder persuadir al comprador a que realmente estas manzanas, que para mí son las verdaderas, persuadirle al comprador de que lo sean.
Pero aquí estás en esta mañana, en nuestro puesto. Y aquí delante tenemos las manzanas. Y a pesar de los otros gritos, te has dignado dedicar una hora de tu tiempo para escuchar lo que nosotros tenemos que decir al respecto.
¿Qué te podemos decir? Pues podemos decirte, en primer lugar, que si quieres mirar a tu entorno verás a muchas personas que dirían que es totalmente posible conocer a Dios.
Yo en esta mañana humildemente os digo que a pesar de todas mis limitaciones, a pesar de ser lo que yo soy, a pesar de ser totalmente indigno, de que el Dios de nuestro universo me mire a mí, te puedo decir que por su gracia le conozco.
Y digo, si miras a tu entorno verás a muchos otros que podrían decir lo mismo. No digo que todos. La gran mayoría profesa conocer a Dios, sólo Dios sabe lo que verdaderamente hay en el corazón de cada uno.
Por otro lado, repito, ¿quiénes somos nosotros? Y harás muy bien si abordas este tema con cierta precaución, con cierto grado de escepticismo.
A nosotros no nos preocupa en absoluto cierto grado de escepticismo. Al contrario, pensamos más bien que la persona que no tiene nada de escepticismo en materia religiosa, es una persona que va a caer en las trampas más inverosimiles.
Escucha, pues, nuestro testimonio cuando te decimos que nosotros conocemos a Dios, que Dios es el centro de nuestra vida, que es en torno a Él que vivimos, y Él es la mayor realidad de nuestra vivencia. Escucha nuestro testimonio, pero escucha con inteligencia.
Es cierto que el cinismo en materia religiosa puede derivar hacia un relativismo total. Pero también hay el otro extremo, como acabo de decir.
Escucha, pues, nuestro testimonio con cierta precaución. Pero luego, otro consejo en cuanto a nuestro testimonio, nosotros somos personas que decimos que nuestro conocimiento de Dios procede de la revelación de Dios en la persona de Jesucristo.
Ahora, yo me temo que de hecho en el mercado de las religiones lo que ha ocurrido es que en cierta época Buda montó su puesto, pero luego murió. Y otros seguidores suyos empezaron a seguir con su puesto, pero después de unas generaciones hubo peleas entre ellos, entonces formaron dos puestos. Y ambos puesto pretendían ser puestos de Buda. Y con el tiempo ha habido toda una serie de divisiones. Y ahora entras en el mercado y hay al menos cincuenta puestos que pretenden ser los puestos de venta de manzanas de Buda.
Lo mismo de Jesucristo. Por lo tanto, un segundo consejo. Si nosotros decimos que lo que estamos diciendo es palabra de Cristo, investiga tú mismo a ver si es cierto lo que decimos. No sea que, para utilizar una frase que hemos utilizado mucho últimamente, te vendamos gato por liebre, o naranjas por manzanas.
Tienes los textos de Jesucristo a tu alcance, míralos a ver si lo que verdaderamente decimos es lo que Él decía.
Vale, en primer lugar, por lo tanto, nosotros decimos que nosotros creemos en Dios, y decimos que le conocemos. Pero acabo de hablar de textos, y lo segundo que quisiéramos decir en esta mañana es que nosotros creemos en un Dios que ha hablado a la humanidad a lo largo de su existencia.
Nosotros no somos inventores de una nueva religión, sino que caemos dentro de una línea de pueblo de Dios, que ha existido desde los albores de la historia humana. Que esta línea se puede trazar perfectamente dentro de los textos que plasman para nosotros la revelación de este Dios a la humanidad.
Y por lo tanto, el mensaje que proclamamos acerca de Dios no descansa meramente sobre nuestro testimonio subjetivo, de una experiencia que nosotros hayamos vivido personalmente, sino descansa también sobre esta otra columna de una revelación de Dios, a lo largo de siglos y siglos, la coherencia de la cual es para nosotros una de las grandes, las mayores evidencias de su acierto.
Aunque no hubiese nadie aquí que pudiera dar testimonio personal de su conocimiento de Dios, creemos que la Palabra de Dios, revelada a lo largo de los siglos, sigue siendo poderosa.
Ésta es una de nuestras ideas especiales, raras, si quieres. Que la Palabra de Dios no necesita otro defensor que sí misma. Y que si tienes valentía para leerla, con mente abierta, ella misma es capaz de vencer aún tus escepticismo.
En tercer lugar, diríamos que con el fin de que pudiésemos llegar a conocer a Dios con toda seguridad, Dios entró en nuestro mundo, en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Una de las personas que más cerca estaba de Jesús de Nazaret, que convivió con Él durante años, y que llegó a tener muchísima intimidad con Él, escribió estas palabras de Él:
Aquel Verbo, la manifestación de comunicación de parte de Dios hacia nosotros, fue hecho carne, es decir se hizo hombre, y vivió entre nosotros, y nosotros hemos visto su gloria, gloria como del unigénito del Padre. A Dios nadie le ha visto jamás; pero el Hijo que existe y procede del seno del Padre, de su intimidad, Él le ha dado a conocer a Dios. Esto también lo creemos.
Y por lo tanto, creemos que de hecho nuestras premisas, las premisas bíblicas, son totalmente contrarias a las premisas de nuestro contorno, de nuestra sociedad, en cuanto a estas materias. De allí, la enorme dificultad que tenemos para entrar en un diálogo.
Esto lo comentábamos en otro día en una reunión de ancianos, que mientras hace sólo un par de generaciones, creer en Dios, creer en la Biblia, creer en la iglesia, aunque eran creencias muy matizadas, sin embargo, se podían aceptar como los lugares comunes de todos nuestros vecinos. Y por lo tanto, el diálogo religioso era relativamente sencillo, porque todos partíamos de la base de las mismas premisas.
Pero hoy en día no. Ya tenemos que dar muchísimos pasos para atrás para poder encontrar un punto de coincidencia, sobre el cual poder empezar a elaborar una defensa de la fe que nosotros hemos recibido.
Evidentemente sobre todo esto hay tanto que decir, y sólo estoy tocando algunos puntos sueltos en esta mañana. Pero, desde luego, nuestras premisas son radicalmente diferentes de aquellas que yo describía al comienzo.
Y supongo que la diferencia más clara y más enorme es esta: que lejos de ver a Dios como la proyección de una inquietudes humanas, como si el ser humano fuese el centro, y Dios una fabricación suya. Lo vemos totalmente al revés. Que nuestra vida, ciertamente puede ser un sueño, pero la de Dios no. Podemos dudar de nuestra existencia, de la realidad de lo que nosotros somos, porque a fin de cuentas nosotros somos una proyección de Dios. Pero la gran realidad de la vida no somos nosotros sino Dios mismo, y nosotros somos criaturas suyas.
Yo no sé si tengo palabras en esta mañana para comunicaros el enorme abismo que separa este punto de vista del que nos rodea normalmente. Pero es, efectivamente, poner las cosas totalmente al revés.
A veces, por su gracia, Dios irrumpe en nuestra experiencia de tal manera que es como si entrara un relámpago en medio de nuestra oscuridad, y de repente lo entendemos. ¡Ojalá esto pudiese ocurrir a alguna persona en esta mañana!
Me viene a la mente la experiencia de Daniel. Allí en medio del gran imperio en el que se practicaban muchas formas religiosas, y todo era relativo, y había dioses para todos los gustos, lo mismo que en nuestra generación. Y Dios afirmó su existencia cuando el rey Nabucodonosor tuvo un sueño, y Daniel puede decir estas palabras tan hermosas de alabanza a Dios: Gracias Dios, porque Tú eres el Dios real, todo lo demás son sombras inventadas por los hombres. Pero hay un Dios en los cielos, el Dios que verdaderamente está allí.
Ciertamente la gran mayoría de las formas religiosas no son más que la proyección de la fabricación del ser humano. La Biblia mismo nos lo dice. Pero hay un Dios en los cielos que actúa, que actúa poderosamente, que ha actuado a lo largo de la historia. Y de la misma manera que nosotros hemos llegado a tener experiencia de este Dios, nuestra pretensión hoy es que tú también puedes confirmar experimentalmente la realidad de este Dios. Pero desde luego, nuestras premisas son diferentes.
Pero a esto quisiera añadir una cosa más, en cuanto a lo fundamental que quisiéramos comunicar en esta serie: y es que la revelación de Dios en la Biblia, en el Señor Jesucristo, y en nuestra propia experiencia y testimonio personal es: esta revelación cuenta con un aliado dentro de ti mismo. Es por esto que finalmente no pliego mi puesto y me marcho a casa. Porque dentro de ti hay algo que es capaz de confirmar la verdad de lo que yo estoy diciendo.
Porque a fin de cuentas tú eres, si nosotros tenemos razón, creación de Dios. Y por mucho que se haya estropeado en ti en propósito inicial de Dios para tu vida, queda algo de la imagen de Dios en ti.
Para expresarlo de otra manera. En ti existe el vacío de Dios. En ti existe un anhelo de eternidad. En ti existe algo que lucha contra la idea, que es un tópico de nuestra generación, de que no somos más que un trozo de protoplasma, que luego va a convertirse en polvo de la tierra, y vamos a desaparecer.
Y éste es el aliado con el que yo cuento en esta serie. Algo en ti, te queda de la creación divina. Y que puede conectar, por la gracia de Dios, con lo que yo estoy diciendo en esta serie de conferencias.
El apóstol Pablo al encontrarse en medio de Atenas, en medio de mucha incredulidad y mucho desbarajuste filosófico y religioso, en mucho orgullo humano, en torno a la filosofía. Pudo expresar esta misma idea en estos términos:
"De una sangre Dios ha hecho todo el linaje de los hombres, y los ha creado de tal manera, que busquen a Dios, si en alguna manera palpándole puedan hallarle".
Aunque la verdad es que Él no está lejos de ninguno de nosotros.
A la luz de estas consideraciones, pues, volvamos a nuestra pregunta: ¿Cómo podemos conocer a Dios?
Y quiero añadir esta mañana dos subpreguntas, por así decirlo. La primera: ¿Por qué es que no lo conozco ya, por naturaleza? La segunda: Más bien voy a invertir el orden. La primera: ¿Para qué me interesa conocerle? Y luego pasar a la otra: ¿Por qué es que no lo conozco ya por naturaleza?
¿Para qué conocerle?
Yo creo que cae por su peso y por esto no quiero entretenerme mucho en este punto. La razón por la que deberías desear conocer a Dios, si es que Dios existe, es sencillamente que de existir, Dios tiene, por definición, que ser la mayor realidad de nuestra vida. Al menos me parece que esta es una lógica que casi todos aceptaríamos en seguida.
Si Dios es creador de todo lo que es, y al menos en nuestros conceptos occidentales de Dios entendemos que Dios es el creador de lo que existe, si es que Él existe. Cae por su peso, como digo, que vivir a espaldas de Dios es vivir a espaldas de la mayor realidad de mi vida.
Y por lo tanto, a los creyentes no nos sorprende en absoluto que nuestra sociedad se caracterice, como todas las sociedades humanas se han caracterizado, por la frustración, por el aburrimiento, por la frivolidad y la superficialidad, por el escapismo, por la alienación, finalmente por una vida sin sentido, sin rumbo. Todas las cuales se palpan fácilmente en la gente que nos rodea.
Y no es de sorprender, sencillamente, por esto, que vivimos a espaldas de la mayor realidad de nuestras vidas, y viviendo a espaldas de ella, no podemos nunca encontrar el propósito, la dirección y el sentido de nuestra vida. De ahí que procede todo un mar de confusiones y de problemas.
Al dorso del programa que hemos distribuido, en cuanto a esta serie, hay estas palabras del Señor Jesucristo: "Esta es vida eterna, que te conozcan a ti".
Normalmente lo leemos: "Esta es vida eterna, que te conozcan a ti". Yo quiero leerlo con el énfasis en el sentido contario, en este momento. El conocimiento de Dios es lo que nos abre la puerta a lo que la Biblia llama vida eterna. O que el mismo Señor Jesús llama en Juan capítulo 10: vida abundante.
No es sencillamente una existencia física que acaba en la tumba y que se ha caracterizado durante años por la frustración y la inutilidad. Es una vida con rumbo, con sentido. Porque el conocimiento de Dios es lo que nos da sentido y dirección en nuestras vidas.
Vida eterna. La vida eterna no es sólo la vida al infinito, la vida que no para nunca. La vida eterna es cierta calidad de vida. Y sencillamente no tenemos palabras muy adecuadas para definir lo que entendemos por esta calidad porque es algo que tienes que experimentar para poder entender.
Pero digo, no quiero extenderme más sobre este punto, en primer lugar por falta de tiempo y en segundo lugar porque creo que cae por su peso, y de todas maneras vamos a ver otros matices en contestación a esta pregunta: ¿Para qué me interesa conocer a Dios?
Pasemos entonces a la otra pregunta: ¿Por qué es que no le conozco ya?
Y os propongo que el mayor obstáculo a creer en la existencia de Dios quizás se encuentre aquí, por la lógica siguiente: si Dios verdaderamente existe, hemos dicho que tiene que ser la mayor realidad de nuestro universo, si, pues, Dios es la mayor realidad de nuestro universo, ¿no tendría que ser tan obvia su existencia? ¿No tendría que incidir tan directamente su existencia en mi propia vida que jamás tendría que plantearme la pregunta de su existencia siquiera? Porque sería tan obvia su existencia.
¿No demuestra el mero hecho de que algunos, sino yo mismo, algunos de mis contemporáneos pueden plantearse esta pregunta, no demuestra esto de por sí que realmente las evidencias a favor de la existencia de Dios tienen que ser enormemente pobres?
El que nosotros seamos incapaces de ver lo que tendría que ser lo más visible de todo, ¿no demuestra que aquellos que pretender verlo realmente son unos ilusos?
A esto me parece que la revelación bíblica nos diría dos cosas. En primer lugar que no debería sorprendernos el que no veamos la realidad suprema de nuestro universo, sencillamente porque debido a nuestra pequeñez tenemos la tendencia constante de reducirle a Dios, en nuestro concepto, y estar buscando, no a Dios, sino a una proyección de nuestra imaginación, a la que damos el título de Dios. Y a este Dios efectivamente no lo encontramos, no lo vemos.
Hace unos meses di una ilustración de esto que ahora voy a repetir, fue delante de los niños, así que espero que nadie se ofenda. Recordaréis que, para perplejidad de algunos miembros de la iglesia, me quité el zapato y lo tenía en mano, y decía que el otro día vi una hormiga que daba vueltas sobre mi zapato. Y yo pensaba para mí: ¿cómo es que una hormiga empieza a dar vueltas sobre mi zapato?
Desde luego tiene que ser una hormiga bien ciega, porque tendría que saber que sólo con agacharme podría en seguida matarla. Y si me conociera un poco sabría la hormiga que a mí no me gusta que las hormigas se suban a mi zapato y, que por lo tanto, es una cosa muy arriesgada para la hormiga ponerse a dar vueltas en mi zapato. Pero la hormiga daba vueltas sin tener conocimiento de mi existencia, si quiera. ¿Por qué? Porque yo soy pequeño, poco visible. No, sencillamente porque la hormiga no tiene ojos para verme.
Y hay muchos de nosotros que durante muchos años hemos estado dando vueltas sobre el zapato de Dios, sin poder verle. Y vamos diciendo: Dios no existe, Dios no existe, porque no lo veo, cuando de hecho lo que no vemos es a nuestro Dios pequeño de bolsillo que nos hemos fabricado.
El Dios que verdaderamente está allí es tan sumamente más real a nosotros, como nosotros lo somos a la posibilidad de percepción de esta hormiga.
Hay muchos textos bíblicos que hablan un poco según esta línea. En Isaías capítulo 55, se nos dice lo siguiente: "Mis pensamientos, dice el Señor, no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. Porque como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos".
Por mucho que intentes extender tu capacidad racional, no vas a poder crear un concepto adecuado de Dios. Sus pensamientos siempre nos van a escapar, porque Él es tan inmenso, eterno, en comparación con nosotros.
Esta es la primera razón, pero hay una segunda razón por la que no le conocemos ya, y es porque nuestro Dios es santo y nosotros somos pecadores.
Y es por este motivo que nosotros tenemos que empezar nuestra serie hablando de lo que dice la Biblia acerca de nuestra condición humana, porque si no entendemos bien el análisis bíblico de esta condición humana nuestra, ni vamos a entender por qué no conocemos a Dios, ni nunca vamos a poder llegar a conocerle. Al menos esta es la tesis bíblica.
Dios es santo, y nosotros somos pecadores. En vano me buscáis, dice el Señor, porque yo soy el Señor que hablo justicia, que anuncio rectitud -palabras de Isaías- y la implicación es: y vosotros no seguís ni la justicia ni la rectitud, y por lo tanto, es en vano que vayáis utilizando vuestros razonamientos para buscarme, nunca me vais a encontrar.
"Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios". Podríamos alargar el número de textos bíblicos que dicen más o menos lo mismo.
Y os propongo en esta mañana que estas afirmaciones bíblicas son mucho más serias de lo que hemos entendido y hemos pensado, incluso muchos de los que somos evangélicos.
Supongo que no hay nadie aquí que diría que jamás, jamás ha pecado. Pero igualmente dudo que haya muchos aquí presentes que de todo corazón han admitido el análisis bíblico de nuestra condición humana.
¿Cuál es este análisis? Nuevamente me voy a limitar a un solo texto, se encuentra en el capítulo 3 de Romanos: "No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios".
Aquí si queréis lo fundamental, las tres columnas sobre las cuales descansa nuestra pecaminosidad humana. El capítulo 1 de Romanos, de hecho, las describe en el orden invertido. No hay quien busque a Dios. Aquí está el comienzo de nuestros males, nuestra impiedad. Le hemos dado la espalda a Dios, consciente o inconscientemente.
Como consecuencia, dos cosas: no hay quien entienda. O como diría en el capítulo 1: somos necios, no hay entendimiento, no hay comprensión. Al contrario, debido a que le hemos dado la espalda al Dios verdadero, el que realmente existe y está allí, ¿cuál es la consecuencia?
Pues la consecuencia es este mercado de puestos en los que todo el mundo pretende vender sus manzanas, la consecuencia es la proliferación de religiones, para todos los gustos, de filosofías, mediante las cuales el ser humano pretende dar un marco que justifique la vida a su manera, conforme a su propia carnalidad.
Necedad, dice la Biblia. Nos hemos vuelto necios, como consecuencia de haberle dado la espalda al Dios verdadero.
La otra consecuencia, la injusticia. La impiedad conduce necesariamente a la necedad, porque si le damos la espalda al Dios verdadero, a partir de este momento, por muy brillantes que sean mis pensamientos, y hay seres humanos que son brillantes al menos en comparación con los demás de nosotros, pero por muy brillantes que sean estas consideraciones, ya que proceden de una premisa totalmente equivocada, son necedades finalmente.
Y de la misma manera que la impiedad conduce necesariamente a la necedad de nuestras filosofías y religiones, también conduce inexorablemente a la injusticia. Porque si le he dado la espalda a Dios es con el fin de que, habiéndole destronado a Dios, pueda colocar mi propio egoísmo en su lugar. Y mi egoísmo es la raíz de toda la injusticia de mi vida.
Por lo tanto, dice la Biblia, así nos ve Dios. No hay justo, somos injustos. No hay quien entienda, somos necios. No hay quien busque a Dios, somos impíos. Todos se desviaron, nos hemos apartado de los propósitos que Dios tenía para nosotros, y como consecuencia, a una se hicieron inútiles.
Nos hemos estropeado, ya no servimos. Este es el veredicto de Dios. Y francamente no nos gusta. Y en seguida empezamos a aducir nuestros argumentos en contra.
Esta tarde tendremos unas presentaciones aquí en la iglesia, y diremos: pero ¿cómo es que la Biblia hable en estos términos de estos pobres inocentes, con lo majos que son?
Y luchamos, aun como creyentes, en contra de la aceptación de este veredicto. La gente es buena en el fondo, decimos. Cuando la Biblia dice todo lo contrario. La gente es relativamente buena en la superficie, pero rascas un poco, y descubres lo contrario, la gente es egoísta, yo soy egoísta, tú lo eres. Tú no buscas a Dios, tú no amas la verdad. Así dice Dios de ti.
Y esta es la gran respuesta a nuestra pregunta: ¿Por qué es que por naturaleza, como cosa innata en mí, cómo es que no conozco a Dios?
Pues no conoces a Dios sencillamente porque por tu misma naturaleza eres hijo, no de Dios sino de la desobediencia, eres hijo de la ira, te has separada, repito, inconsciente o conscientemente de Dios, le has dado la espalda, vives de espalda a Él, es por esto que no conoces a Dios por naturaleza. Ni nunca llegarás a conocer a Dios, a no ser que Dios tenga misericordia de ti. Cuando de hecho, no tiene ninguna necesidad de tener misericordia de ti.
En los días sucesivos creo que vamos a decir unas cosas enormemente positivas y gloriosas y sublimes acerca de este Dios que nos extiende la mano, para permitir que podamos entrar en la plena comunión con Él, y andar con Él, y disfrutar de su conocimiento.
Pero sólo será en la medida en la que somos capaces de agachar la cabeza, desde el primer momento, y reconocer lo que por definición bíblica, por definición de este mismo Dios, nosotros somos: miserables pecadores, indignos de nuestro Creador, estropeados, inútiles.
Y puedes tener tus reservas. Yo nunca descubrí la profundidad de mi rebelión y de mi pecado, hasta bastante tiempo de mi conversión a Cristo. Y digo, puedes tener tus reservas, y querer en seguida matizar esto. Pero repito, nunca vas a conocer al Dios bíblico, al Dios verdadero, al Dios que se revela a través de nuestro Señor Jesucristo, hasta que no aceptes en principio el veredicto divino en cuanto a ti mismo.
Es por esto que, como decía el Señor Jesucristo, como ocurría en la experiencia del Señor Jesucristo, las prostitutas y los pecadores más abiertamente pecadores entraban antes en el reino de Dios que la gente que se consideraba justa. Porque la gente justa es incapaz de aceptar este veredicto.
Esta es la explicación del ¿por qué no le conocemos a Dios?
Y a fin de cuentas, el conocimiento de Dios no es, en primer lugar, una cuestión de argumentos racionales. Ahora, esto en seguida se presta a mal entendidos. Yo no estoy diciendo que quien crea en Dios tiene que ser por una fe ciega, contra todas las evidencias, al contrario, a mi juicio no hay argumentos contundentes, como tales argumentos filosóficos, ni para demostrar la existencia de Dios ni para demostrar su no existencia.
Porque Dios nos alcanza, finalmente, en el nivel no de la mente, sino a través de la mente en el nivel de nuestro corazón, de nuestra voluntad.
Finalmente el creer o no en la existencia de Dios es una cuestión moral. Es una cuestión que afecta nuestra disposición, nuestra actitud ante el Dios de toda justicia.
Con esto no quiere decir que no tengamos que aducir argumentos ni hablar de argumentos, estoy hablando de lo que ocurre finalmente, el por qué finalmente algunos llegan a aceptarle a Dios, y otros a rechazarle.
Decía el Señor Jesucristo, en otro contexto que no era tanto de la existencia de Dios, sin en cuanto a su propia autoridad divina,"El que quiere hacer la voluntad de Dios sabrá si la doctrina es cierta o no".
Por lo tanto, esta mañana te pregunto: ¿qué dices de este veredicto de tu condición humana?
Aquí es el punto de partida, es a aquel que se quebranta delante de Dios, en reconocimiento de que efectivamente: soy un desastre. Quizás en comparación con otros puedo pensar que no soy tan desastre, pero ante lo que yo tendría que ser, como ser humano, soy un desastre, soy un fracasado, soy un inútil.
Es a aquella persona que se quebranta, que se humilla delante de Dios, que Dios promete revelarse. Pero aquella persona que se confirma en su propia justicia, a aquella persona Dios no puede revelarse.
Te pregunto, pues, en esta mañana, ¿qué harás con este veredicto bíblico?
Después, si alguien quisiera seguir charlando con esta temática, estoy enteramente a vuestra disposición.
Vamos a tener unos momentos de reflexión personal.
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Padre celestial, en estos momentos queremos reconocer que son nuestros pecados los que han hecho división entre Tú y nosotros. De manera que naturalmente no te conocemos, y como consecuencia, Señor, reconocemos nuestra total incapacidad de poder alcanzarte. Señor, si Tú no extiendes tu mano, si Tú no nos salvas, si Tú no irrumpes en nuestras vidas, estamos definitivamente perdidos, porque estamos definitivamente alejados de Ti.Por esto, Señor, los que te conocemos te alabamos, te glorificamos en estos momentos, porque efectivamente Tú, en Cristo, te has acercado a nosotros, y a través de Él has creado un puente por el que podemos llegar a Ti. Él es el camino, el único. Y nos regocijamos en esta mañana por haber encontrado este camino.Pedimos, Señor, que de la misma manera Tú extiendas tu manos a todo aquel que está aquí en esta mañana sin conocerte, para hacerle comprender su situación, y después para hacerle comprender la inmensidad de tu amor manifestado hacia nosotros en la salvación que Cristo ha forjado para nosotros. En su nombre te lo pedimos. Amén.