EL CAMINO DEL AMOR
Polémica
La palabra "polémica" viene de la palabra griega "polemos" que significa guerra. Sin embargo hay dos clases de guerras: una guerra ofensiva y una guerra defensiva. Durante la segunda guerra mundial Hitler atacó constantemente a todos los países, también a Holanda. Por eso nos vimos obligados a una guerra defensiva. La Biblia dice que en el ámbito espiritual nos encontramos en estado de guerra. Efesios 6:10-20 describe quienes son los ejércitos enemigos: "principados, potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Esos poderes pretenden cercarnos con movimientos envolventes. Se nos amonesta a permanecer firmes "contra las asechanzas del diablo". Nosotros recibimos un proyecto detallado de cómo debemos actuar en esta guerra defensiva. Polémica, pues, en el sentido de una guerra defensiva espiritual no es en sí misma errónea. También el Señor Jesús ha mantenido una tal polémica con los judíos que le atacaban. En Juan 8:30-59, se describe con detalle una tal discusión.
¿Qué nos impulsa?
Pero la pregunta más determinante es: ¿con qué motivos entablamos una tal polémica? En Jesús está muy claro: el amor. Él sabía que en Jerusalén le rechazaban radicalmente
y que incluso le llevarían a la muerte. A pesar de ello "cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella" (Lc. 19:41). Entonces suspira diciendo: Oh habitantes de Jerusalén, si supieseis lo que es para vosotros la verdadera paz y cómo podéis alcanzarla. Y añade: "Mas ahora está encubierto de tus ojos". Así también clamó en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". También debemos mantener una polémica cuando somos atacados en nuestro más íntimo convencimiento. Pero sin olvidar que somos hombres pecadores. Por lo cual debemos mantenernos siempre en nuestro lugar ante "lo engañoso de nuestro corazón" (Jer. 17:9). Por eso debemos comprobar siempre, cuáles son nuestros verdaderos motivos. ¿Reacciono desde el amor que otorga a cada uno la verdadera y eterna paz? ¿O reacciono con amargura y enemistad porque personalmente me siento atacado? Yo aplico eso a nuestra polémica frente a Roma. ¿Si yo pienso que he sorprendido a la iglesia católica en un error, me alegro por ello, o más bien me entristece? ¿He llorado también alguna vez interiormente por Roma como Jesús por Jerusalén?
Nada de falso ecumenismo
En nuestro tiempo son muchos los que han llegado al convencimiento de que no debemos mantener más una enemistosa polémica frente a otras iglesias protestantes ni tampoco frente a Roma. Pero así existe el peligro de que caigamos en otro extremismo: El falso ecumenismo. Con eso quiero decir que, las diferencias esenciales que todavía existen, pretendamos disimularlas y aparentar una unidad externa que no hay. De un tal ecumenismo falso nos debemos mantener apartados. Porque eso es una mentira. Y no debemos pensar que el Señor va a permanecer esperando en nuestras mentiras para extender Su Reino sobre la tierra. El fin nunca justifica los medios. El falso ecumenismo es un medio equivocado para un buen fin: el hacer visible la unidad entre los cristianos.
Roma lo tiene claro
La Iglesia Católica tampoco quiere seguir el camino del falso ecumenismo. Eso se deduce una vez más de la declaración "Dominus Iesus" que con la aprobación del papa el 6 de agosto del 2000 fue promulgada por el cardenal J. Ratzinger.
En ese documento podemos leer: La Iglesia Católica, "es la única iglesia de Cristo". Las iglesias protestantes "no son iglesias en el verdadero significado". Aunque se reconoce en ese "documento" que "también fuera del regazo de la Iglesia Católica se encuentran varios elementos de santificación y verdad. Pero eso se lo deben agradecer a la Iglesia Católica. "Ellas toman su eficacia de la plenitud de gracia y verdad que le ha sido confiada a la Iglesia Católica". "El Espíritu de Cristo no acepta, pues, que ellas usen medios de salvación, que toman su poder precisamente de la plenitud de la gracia y la verdad que le fue confiada a la Iglesia Católica".
Cuando lees esto último, como protestante estás dispuesto a irritarte y clamar: "¡Qué sentimiento de superioridad!". Por lo que a esto se refiere nada ha cambiado en la Roma oficial.
La verdadera reacción es la del amor que se entristece por semejante oscurantismo en el que Roma aún vive; el amor que se preocupa por tantísimos miembros de esta iglesia que son conducidos por un camino equivocado; el amor que no quiere otra cosa que anunciar la completa gloria y amor de Cristo a todo el que quiera escucharlo.
Testificar no apalear
Pero repito: yo me alegro con este lenguaje claro de Roma. Incluso soy contrario a todo falso ecumenismo. También en mi libro "Een in de levende Christus" (Uno en Cristo viviente) he escrito que yo siempre he mantenido lo que escribí en mi libro. "Madre yo te acuso". Y ese libro no se anda con bagatelas. Es muy claro el absoluto rechazo a los dogmas antibíblicos que aún sigue proclamando la Iglesia Católica, aunque también haya una unidad con Roma en principios fundamentales de la Escritura. Con la Iglesia Católica aceptamos por ejemplo: Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre; Jesús fue concebido virginalmente y nació de la virgen María; Él ha muerto para perdón de los pecados.
La revista En La Calle Recta tiene como subtítulo: para testimonio y diálogo con Roma. ECR siempre ha querido testimoniar de Alguien, de Jesucristo, en Quien "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2:9). "Y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (v.10).
El amor es delicado
Testificar de Cristo es testificar de un Dios, que es amor y eso lo ha demostrado obviamente en la entrega de Su Hijo. Y sólo podremos dar un testimonio fidedigno de Cristo si nosotros mismos vivimos del Amor. Y lo que pide el amor de nosotros lo puedes encontrar resumido en 1 Corintios 13. Ese amor es, entre otras cosas, delicado. Ese amor, que no lastima los sentimientos de nadie, en el pasado a veces ha faltado en mí. Espero que en los años que aún el Señor quiera darme, crecer por su gracia y su poder en el maravilloso amor de 1 Cor. 13, el Amor que es Cristo Mismo. Yo quiero dar testimonio de mi Amado. Por eso no quiero apalear a nadie con mis disquisiciones. Y estoy seguro que mi Amado me ayudará a realizar Su amor en mi propia vida.
H.J.Hegger
http://www.epos.nl/ecr/
Polémica
La palabra "polémica" viene de la palabra griega "polemos" que significa guerra. Sin embargo hay dos clases de guerras: una guerra ofensiva y una guerra defensiva. Durante la segunda guerra mundial Hitler atacó constantemente a todos los países, también a Holanda. Por eso nos vimos obligados a una guerra defensiva. La Biblia dice que en el ámbito espiritual nos encontramos en estado de guerra. Efesios 6:10-20 describe quienes son los ejércitos enemigos: "principados, potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Esos poderes pretenden cercarnos con movimientos envolventes. Se nos amonesta a permanecer firmes "contra las asechanzas del diablo". Nosotros recibimos un proyecto detallado de cómo debemos actuar en esta guerra defensiva. Polémica, pues, en el sentido de una guerra defensiva espiritual no es en sí misma errónea. También el Señor Jesús ha mantenido una tal polémica con los judíos que le atacaban. En Juan 8:30-59, se describe con detalle una tal discusión.
¿Qué nos impulsa?
Pero la pregunta más determinante es: ¿con qué motivos entablamos una tal polémica? En Jesús está muy claro: el amor. Él sabía que en Jerusalén le rechazaban radicalmente
y que incluso le llevarían a la muerte. A pesar de ello "cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella" (Lc. 19:41). Entonces suspira diciendo: Oh habitantes de Jerusalén, si supieseis lo que es para vosotros la verdadera paz y cómo podéis alcanzarla. Y añade: "Mas ahora está encubierto de tus ojos". Así también clamó en la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". También debemos mantener una polémica cuando somos atacados en nuestro más íntimo convencimiento. Pero sin olvidar que somos hombres pecadores. Por lo cual debemos mantenernos siempre en nuestro lugar ante "lo engañoso de nuestro corazón" (Jer. 17:9). Por eso debemos comprobar siempre, cuáles son nuestros verdaderos motivos. ¿Reacciono desde el amor que otorga a cada uno la verdadera y eterna paz? ¿O reacciono con amargura y enemistad porque personalmente me siento atacado? Yo aplico eso a nuestra polémica frente a Roma. ¿Si yo pienso que he sorprendido a la iglesia católica en un error, me alegro por ello, o más bien me entristece? ¿He llorado también alguna vez interiormente por Roma como Jesús por Jerusalén?
Nada de falso ecumenismo
En nuestro tiempo son muchos los que han llegado al convencimiento de que no debemos mantener más una enemistosa polémica frente a otras iglesias protestantes ni tampoco frente a Roma. Pero así existe el peligro de que caigamos en otro extremismo: El falso ecumenismo. Con eso quiero decir que, las diferencias esenciales que todavía existen, pretendamos disimularlas y aparentar una unidad externa que no hay. De un tal ecumenismo falso nos debemos mantener apartados. Porque eso es una mentira. Y no debemos pensar que el Señor va a permanecer esperando en nuestras mentiras para extender Su Reino sobre la tierra. El fin nunca justifica los medios. El falso ecumenismo es un medio equivocado para un buen fin: el hacer visible la unidad entre los cristianos.
Roma lo tiene claro
La Iglesia Católica tampoco quiere seguir el camino del falso ecumenismo. Eso se deduce una vez más de la declaración "Dominus Iesus" que con la aprobación del papa el 6 de agosto del 2000 fue promulgada por el cardenal J. Ratzinger.
En ese documento podemos leer: La Iglesia Católica, "es la única iglesia de Cristo". Las iglesias protestantes "no son iglesias en el verdadero significado". Aunque se reconoce en ese "documento" que "también fuera del regazo de la Iglesia Católica se encuentran varios elementos de santificación y verdad. Pero eso se lo deben agradecer a la Iglesia Católica. "Ellas toman su eficacia de la plenitud de gracia y verdad que le ha sido confiada a la Iglesia Católica". "El Espíritu de Cristo no acepta, pues, que ellas usen medios de salvación, que toman su poder precisamente de la plenitud de la gracia y la verdad que le fue confiada a la Iglesia Católica".
Cuando lees esto último, como protestante estás dispuesto a irritarte y clamar: "¡Qué sentimiento de superioridad!". Por lo que a esto se refiere nada ha cambiado en la Roma oficial.
La verdadera reacción es la del amor que se entristece por semejante oscurantismo en el que Roma aún vive; el amor que se preocupa por tantísimos miembros de esta iglesia que son conducidos por un camino equivocado; el amor que no quiere otra cosa que anunciar la completa gloria y amor de Cristo a todo el que quiera escucharlo.
Testificar no apalear
Pero repito: yo me alegro con este lenguaje claro de Roma. Incluso soy contrario a todo falso ecumenismo. También en mi libro "Een in de levende Christus" (Uno en Cristo viviente) he escrito que yo siempre he mantenido lo que escribí en mi libro. "Madre yo te acuso". Y ese libro no se anda con bagatelas. Es muy claro el absoluto rechazo a los dogmas antibíblicos que aún sigue proclamando la Iglesia Católica, aunque también haya una unidad con Roma en principios fundamentales de la Escritura. Con la Iglesia Católica aceptamos por ejemplo: Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre; Jesús fue concebido virginalmente y nació de la virgen María; Él ha muerto para perdón de los pecados.
La revista En La Calle Recta tiene como subtítulo: para testimonio y diálogo con Roma. ECR siempre ha querido testimoniar de Alguien, de Jesucristo, en Quien "habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2:9). "Y vosotros estáis completos en Él, que es la cabeza de todo principado y potestad" (v.10).
El amor es delicado
Testificar de Cristo es testificar de un Dios, que es amor y eso lo ha demostrado obviamente en la entrega de Su Hijo. Y sólo podremos dar un testimonio fidedigno de Cristo si nosotros mismos vivimos del Amor. Y lo que pide el amor de nosotros lo puedes encontrar resumido en 1 Corintios 13. Ese amor es, entre otras cosas, delicado. Ese amor, que no lastima los sentimientos de nadie, en el pasado a veces ha faltado en mí. Espero que en los años que aún el Señor quiera darme, crecer por su gracia y su poder en el maravilloso amor de 1 Cor. 13, el Amor que es Cristo Mismo. Yo quiero dar testimonio de mi Amado. Por eso no quiero apalear a nadie con mis disquisiciones. Y estoy seguro que mi Amado me ayudará a realizar Su amor en mi propia vida.
H.J.Hegger
http://www.epos.nl/ecr/
