¿PARA CUÁNDO ES ESTO?
El Apocalipsis compuesto por Juan consiste en una serie de visiones aparentemente caóticas. Pero si lo leemos con atención podemos sacar algunas cosas en claro.
Al comienzo dice: “Revelación de Jesucristo. Dios se la concedió a sus siervos para mostrarles lo que va a suceder pronto” (1,1). El primer versículo, pues, ya advierte que los sucesos iban a ocurrir “pronto”.
A continuación escribe: “Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el tiempo está cerca” (1,3). Es decir, reitera que lo que anuncia el libro va a suceder en un tiempo cercano al autor.
Luego cuenta todas las visiones que tuvo, y al llegar al final del libro vuelve a decir: “Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor envió a su ángel para mostrar a sus siervos lo que va a suceder pronto.” (22,6). Y más abajo dice que un ángel le advirtió: “No selles las palabras proféticas de este libro, porque el tiempo está cerca” (22,10).
Se ve pues, que lo que el libro profetizaba eran acontecimientos muy cercanos al tiempo del autor y al de los primeros lectores.
“LLEGO PRONTO”
Pero el Apocalipsis no sólo afirma de un modo explícito que el tiempo de su cumplimiento estaba cerca, sino que lo confirma con las imágenes y las visiones.
Así, se lo dice a los cristianos que sus sufrimientos no van a durar mucho. (6,11); que deben alegrarse porque el juicio de Dios ya está por llegar (14,7); que el Dragón dispone de breve tiempo para su actividad en la tierra (12,12); que cuando suenen las siete trompetas llegará el fin (10,6-7). Todo parece, pues, predecir un hecho inminente.
Por eso a lo largo del libro se leen las frases de Jesús: “pronto vendré, ya estoy a las puertas, llego en seguida.”
Si los hechos del Apocalipsis tardarían siglos en suceder ¿por qué Jesús los ilusionó inútilmente? ¿Para qué les pidió que rezaran con ansias Ven Señor Jesús (22,17-20), si Jesús no pensaba venir aún a cumplir las profecías?
El libro aseguraba a los lectores del siglo I que aquellos sucesos iban a suceder pronto. Y nosotros, pues, debemos creerle y abandonar la idea de encontrar en él acontecimientos que pertenezcan a nuestra época.
Entonces, ¿a qué acontecimientos se refiere el Apocalipsis?
Ya dijimos que el libro se escribió alrededor del año 95. En esa época gobernaba en Roma el emperador Domiciano. Y los cristianos estaban atravesando por dos problemas muy graves: a) La ruptura de relaciones con los judíos; y b) la persecución desatada por el Imperio Romano.
DEL JUDAÍSMO AL CRISTIANISMO.
Los primeros cristianos, apenas aparecieron, ya tuvieron que enfrentarse con los judíos. Porque, aunque leían las mismas Escrituras, rezaban los mismos salmos y asistían al mismo Templo, ellos creían en la resurrección de Jesús, lo cual no era aceptado por los judíos.
Se produjeron tensiones y refriegas. Las autoridades judías consideraron poco a poco a los cristianos como una “secta” y les prohibieron el ingreso al Templo y a las sinagogas.
Esto colocó a los cristianos en un grave dilema: no podían ni querían renegar de las tradiciones judías, pero ¿cómo guardar silencio sobre la resurrección de Jesús y sobre su Evangelio? Ellos sabían que Dios había elegido al pueblo judío, y querían respetar esa elección de Dios, pero ¿qué hacer si los judíos no los aceptaban a ellos?
La primera parte del Apocalipsis, es decir, los capítulos 4-11 (pues los capítulos 1-3 son una introducción), quiere responder precisamente a esta cuestión.
¿Y cuál es la respuesta de Juan? Les anuncia a los cristianos que el pueblo de Israel ha sido sustituido por la Iglesia. Que ésta es ahora el nuevo Israel. Pero no porque el antiguo Israel haya sido rechazado por Dios, sino porque los verdaderos israelitas (es decir, los judíos que sí aceptaron a Jesús) se han convertido ahora en la Iglesia, que acaba de aparecer.
Y profetiza una dolorosa ruptura entre ambas comunidades, que será total y definitiva. Pero les advierte que no debían preocuparse porque la Iglesia significa el nacimiento del nuevo pueblo de Dios, el pueblo cristiano.
EL PASO A NUEVAS MANOS
El autor dice todo esto mediante visiones y símbolos en donde muestra que el Antiguo Testamento a sido superado por la nueva Iglesia de Jesús.
Así, la visión del trono de Dios (c.4) muestra que donde antes se adoraba sólo a Yahvé ahora se adora también a Jesucristo en forma de un cordero degollado.
La visión del libro sellado (c.5) enseña que el Antiguo Testamento de los judíos es un libro indescifrable si no se le complementa con el Evangelio que predicó Jesús.
La visión de los cuatro jinetes (c.6) anuncia la llegada de Jesucristo y la inauguración de una nueva era.
La visión de los 144,000 sellados (c.7) indica que no sólo las tribus de Israel son elegidas de Dios, sino también una inmensa muchedumbre de personas de todas las razas, lenguas y pueblos.
La visión de las siete trompetas (c.8-9) señala que la oración de los cristianos es la que suscita la justicia divina sobre el mundo.
La visión sobre el librito devorado (c. 10) exhorta a salir a predicar el Evangelio.
Y la visión de los dos testigos (c. 11) muestra cómo el Templo de Jerusalén, al que nadie podía entrar, ha sido ahora reemplazado por otro templo abierto a todo el mundo.
LA LOCURA DEL IMPERIO
Pero un segundo problema preocupaba a los cristianos de fines del siglo I la persecución desatada contra ellos por el Imperio Romano.
Aún estaba fresca en su memoria la locura tristemente célebre de Calígula (37-41); y sobre todo de Nerón (54-68), quien unos años antes había perseguido cruelmente a los cristianos en Roma y habría hecho morir al apóstol Pablo, a san Pedro y a muchos otros.
Ahora, en el momento en que Juan escribe, el delirio imperial ha vuelto a instalarse. Domiciano ha decidido imponer el culto al emperador, y exige que se lo llame “señor dios”. La reacción de los cristianos fue inmediata. Su único Dios y Señor es Jesucristo. ¿Cómo podían admitir semejantes pretensiones de Domiciano?
Al ver el rechazo de los cristianos, Domiciano desató una nueva y feroz persecución que ahogaría en sangre a las comunidades creyentes.
UNA BESTIA CON SIETE CABEZAS
Frente a este segundo problema Juan compone la segunda parte de su libro (capítulos 12-20). En ella busca darles ánimo y esperanza, y alentarlos en medio de las durísimas pruebas por las que atravesaban.
Ellos se preguntaban cuánto más duraría este horror, cuándo intervendría Dios a favor de ellos y acabaría con las pretensiones totalitarias del gobierno de Roma. Y él les responde mediante imágenes y visiones.
En el capítulo 12 aparece una mujer (que representa a la Iglesia) y un gran dragón (el Imperio Romano) que quiere devorar a sus hijos (los cristianos). De este modo el autor avisa que Dios ya sabe de la persecución desatada contra los fieles.
Sigue la visión de las dos bestias (c.13). La primera representa, otra vez, al Imperio Romano, pues tiene siete cabezas (como las siete colinas de Roma) y títulos ofensivos (los títulos divinos del emperador). La segunda bestia es la encargada de hacer propaganda para que todos adoren a la primera; y representa los mecanismos montados por el emperador para seducir y convencer a los cristianos de que lo adoren como dios, cosa que estaba logrando en muchas comunidades.
A fin de dar ánimo a los cristianos, Juan anuncia aquí (c. 16) un tremendo castigo contra Roma, descrito con siete copas llenas de calamidades derramadas sobre ella.
ROMA Y SUS MIL DISFRACES
En el c. 17 la ciudad de Roma vuelve a aparecer, esta vez presentada con la figura de una gran prostituta (c.17). Y a continuación describe su destrucción, y cómo gritan y se lamentan aquellos que antes amaban, pecaban y negociaban con esta prostituta (c. 18). El castigo de Roma concluye con los alegres cantos en el cielo, donde se oye resonar el aleluya triunfal (c.19).
Una última visión presenta a un jinete montado en un caballo blanco, que lucha contra la Bestia y sus aliados y la vence. El jinete es Cristo, quien arroja a la Bestia en un lago de fuego.
Toda la segunda parte del Apocalipsis, pues, consiste en el anuncio esperanzador del pronto final de la persecución. Con el lenguaje propio de la apocalíptica, el autor repite siempre lo mismo mediante diversas imágenes, símbolos y figuras: Dios reserva un gran castigo contra la ciudad de Roma, contra el emperador que se creía dios, y contra sus autoridades y magistrados, mientras que los cristianos que se mantuvieron fieles hasta el final serán liberados de todo mal.
Una profecía llena de consuelo para los que tenían que perseverar en medio de tanta violencia y sufrimiento.
¿QUEDA ALGO PARA EL FINAL?
Después del fin de la persecución, el Apocalipsis anuncia la llegada de un reino de 1000 años de duración (c.20). Con esto el autor quiere expresar que el cristianismo seguirá existiendo un largo tiempo, expresado simbólicamente como de 1000 años, pero que él no pretende determinar. Y el encarcelamiento de la Serpiente indica que el poder de Satanás, es decir, del mal, estará a partir de ese momento limitado en su poder, pues ya existe en el mundo el evangelio de Jesucristo.
El libro termina con una majestuosa visión de los cielos nuevos y tierra nueva, y una nueva ciudad de Jerusalén que baja del Cielo. ¿Cuándo aparecerán estos cielos nuevos y la tierra nueva?
En realidad para el Apocalipsis también éstos ya han aparecido. Al acabarse la persecución, el autor anuncia que se inaugurará una nueva era para la humanidad (decir “cielo y tierra” equivale a decir toda la humanidad), con una nueva ciudad de “Jerusalén” en reemplazo de la anterior. De ella formarán parte todos los santos de la tierra, es decir, los que procuran vivir de acuerdo con la Palabra de Dios.
IGLESIA CON FUTURO.
Al poco tiempo de aparecer el cristianismo, ya estuvo a punto de abortar. Dos grandes obstáculos (la ruptura con los judíos, y la persecución romana) le salieron al paso, y casi lo asfixiaron cuando apenas estaba naciendo. Era lógico, entonces, quienes se habían adherido a este nuevo movimiento se preguntaban si tendría futuro, si valía la pena jugarse la vida por el evangelio o estaba destinado a desaparecer como otras tantas corrientes religiosas surgidas y luego desaparecidas a lo largo de la historia.
Ante esta candente cuestión, en la que los creyentes ponían en juego nada menos que su vida, Juan escribió su Apocalipsis para decirles que el cristianismo, recientemente aparecido, no era una corriente religiosa más, sino que estaba destinada a durar para siempre. Que el judaísmo no impediría su desarrollo y que el Imperio Romano no lograría eliminarlo. Que los cristianos podían, no más, confiar tranquilamente en la nueva Iglesia, porque contaba con la protección de Dios para siempre.
El Apocalipsis no habla, por lo tanto, del fin del mundo como algunos ( muchos) creen. ¿De qué les hubiera servido a aquellos cristianos desesperados y perseguidos por los romanos, los detalles del fin del mundo que supuestamente vendría miles de años después? ¿Para qué Juan los iba a prevenir de algo que sucedería siglos más tarde, cuando no sabían si al día siguiente seguirían vivos?
LAS ESPERANZAS DEL TRIUNFO.
Juan, que era un cristiano preocupado por la situación presente de sus hermanos, les quiso anunciar una noticia gozosa y esperanzadora para todos ellos: que el cristianismo saldría triunfante frente a la opresión de los judíos y a la persecución de los romanos, los dos grandes dramas del momento.
Todas las profecías del Apocalipsis, pues, ya se han cumplido. (Del mismo modo que ya se han cumplido las profecías de Isaías, de Jeremías o de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén).
No obstante, el libro sigue tendiendo un mensaje para nosotros los lectores modernos. Porque hoy también el cristianismo se ve amenazado por diversas persecuciones, y muchos se ven tentados a preguntarse: ¿tiene futuro esta fe? ¿No habría que admitir que el mal, la violencia, el fraude, la corrupción, la mentira, están venciendo y que debemos pasarnos a sus filas antes de que nos terminen de matar por buscar otro ideal? ¿Tiene sentido obstinarse en los valores cristianos frente a un mundo que, como una bestia feroz, parece devorar a quienes los practican?
A todos ellos el Apocalipsis les contesta que sí.
Que del mismo modo que salió triunfante de las potencias enemigas en sus comienzos, la fe cristiana está destinada a triunfar también ahora. Que nunca podrán ser derrotados el bien y la justicia que predica el cristianismo. Y que quienes estén del lado del mal, no tienen ya futuro.
Por eso, Juan, en su libro, dejó escrita la esperanza y la ilusión más grande jamás contada.
(Presbítero Ariel Alvarez Valdés)
Sin duda, me parece una interpretación favorable, amena y sencilla del libro en cuestión. Lo pongo a su disposición para enriquecer su acervo o conocer un punto de vista, fiel a la Iglesia.